[FU] Interludere
Publicado: 06 Mar 2021, 19:59
{ https://www.youtube.com/watch?v=GrC_yuzO-Ss - Walking in my shoes by Depeche Mode }
"Historia magistra vitae est.
Historia vero testis temporum,
lux veritatis, vita memoriae,
magistra vital, nuntia vetustatis"
-Oratote, Marco Tulio Cicerón
El Spree se presentaba más bonito que nunca, cuando las tardes caían a plomo y el frenético inicio de la primavera se imponía a la cadencia final del invierno. Una ténue y fina línea negra recortaba al fondo, las aguas ocres y malvas del tranquilo río que acababa muriendo en el frío Báltico. El rostro misterioso y deslumbrado por el resplandor oscuro de las empedradas calles de Jonas Quandt aparecía como cada tarde, al salir de la oficina. Cómo un extraño y poderoso ritual, repetía casi cada paso desde su cubículo en la Fernsehturm hasta su pequeño apartamento en Kreuzberg.
Todo parecia ir según lo planeado en la meteórica carrera del prometedor agente de la Boca. No había nada que lo distrayera de su fin, salvo, en contadas ocasiones, los muslos tersos y los labios carnosos y adictivos de Ludmilla Schmidt. Pero a decir verdad, había dejado de lado por aquellas semanas sus ocasionales encuentros pasionales para centrarse en su único propósito: ser un agente de la Boca. Las promociones estaban más cerca que nunca y consciente de que cada día era una prueba, él se sentía orgulloso del camino recorrido. Se había preparado toda la vida para ello, para ser un gran propagandista. Cualquiera diría que lo llevara en la sangre.
Lo que no sabía Quandt, mucho antes de ser Sigma, es que los futuros agentes vivían constantemente en el alambre. Mucho más que cualquier Dedo callejero. Detrás de la Boca, no sólo estaba el Nuevo Orden Mundial, sino también el Sindicato, y aquellos significaba jugar con muchos ceros, seguramente más de los que él nunca pudiera llegar a contar. La Boca era un lugar ímpio y atroz, donde todos parecían tus enemigos, a la vez que tenías que tratarlos con la fraternidad de un amigo. La realidad, es que habían cien personas preparadas para darte una cuchillada en la espalda, y ninguna para darte una palmada. Por eso, fue tan rápida la caída, a aquel ascenso fulgurante.
Había aplicado con presteza el estudiado "Principio de la Transposición" sobre la figura de Aleksei Fedorov, el magnate ruso dueño de incontables oleoductos por toda la estepa rusa, consumado filóntropo y patrocinador del comunismo. Escoría soviética. Quandt no aguantaba aquella hipocresía de aquellas principales figuras del comunismo, que escondían una consumada fortuna, mientras mantenían vivo el espíritu bolchevique. Con la mano derecha levantaban el puño, y con la siniestra escondían el fajo de billetes.
Había sido extremadamente fácil cargar el rumor en la Interlink y de ahí que los traductores hicieran su trabajo, y se propagara como la pólvora por el estado comunista por todo tipo de medios escritos y multimedia diversa. Sus fuentes eran feacientes, así lo habían sido siempre y por eso creyó sin fisuras, el soplo de que Fedorov agonizaba víctima de los últimos estadios del cáncer, en la hermosa villa de Úglich, al norte de Moscú y a las orillas del Volga. Ese mismo día había aprobada la transacción masiva de acciones de Petrochum, que ante el rumor se desplomarían salvando aquella ingente cantidad de dinero a la Unión. Aquella misma tarde, otra que caía a plomo ante el frenético inicio de la primavera, acabaría brindando con su supervisor por su ascenso.
Pero aquel hijo de puta comunista, estaba vivo y coleando, y todos aquellos informes en cirílico que describían con todo lujo de detalles el deteriorado estado de salud del magnate, no eran sino un conjunto de falacias coladas por sus enemigos de dentro de la torre. El magnate reconocía haber pasado por un "-momento de angustia personal cuyo retiro espiritual le había ayudado a reflexionar, sobre su papel en el gran Estado Comunista y como aumentar su capacidad de inyección a su pueblo... ". No sabía quien era el traidor o comprador de sus fuentes, pero en cualquier caso, no había tiempo de lamerse las heridas. Allí no había tiempo para eso. Sólo se gana y se pierde. Él no había aplicado otro de los principios básicos... el "Principio de la Verosimilitud".
Por eso, cuando su supervisor entró en su cubículo, con aquel rostro desencajado, con aquella gráfica en rojo que parecía salirse fuera de la parte inferior de la hoja, y sin rastro de champagne... supo que su vida había cambiado para siempre.
"Historia magistra vitae est.
Historia vero testis temporum,
lux veritatis, vita memoriae,
magistra vital, nuntia vetustatis"
-Oratote, Marco Tulio Cicerón

El Spree se presentaba más bonito que nunca, cuando las tardes caían a plomo y el frenético inicio de la primavera se imponía a la cadencia final del invierno. Una ténue y fina línea negra recortaba al fondo, las aguas ocres y malvas del tranquilo río que acababa muriendo en el frío Báltico. El rostro misterioso y deslumbrado por el resplandor oscuro de las empedradas calles de Jonas Quandt aparecía como cada tarde, al salir de la oficina. Cómo un extraño y poderoso ritual, repetía casi cada paso desde su cubículo en la Fernsehturm hasta su pequeño apartamento en Kreuzberg.
Todo parecia ir según lo planeado en la meteórica carrera del prometedor agente de la Boca. No había nada que lo distrayera de su fin, salvo, en contadas ocasiones, los muslos tersos y los labios carnosos y adictivos de Ludmilla Schmidt. Pero a decir verdad, había dejado de lado por aquellas semanas sus ocasionales encuentros pasionales para centrarse en su único propósito: ser un agente de la Boca. Las promociones estaban más cerca que nunca y consciente de que cada día era una prueba, él se sentía orgulloso del camino recorrido. Se había preparado toda la vida para ello, para ser un gran propagandista. Cualquiera diría que lo llevara en la sangre.
Lo que no sabía Quandt, mucho antes de ser Sigma, es que los futuros agentes vivían constantemente en el alambre. Mucho más que cualquier Dedo callejero. Detrás de la Boca, no sólo estaba el Nuevo Orden Mundial, sino también el Sindicato, y aquellos significaba jugar con muchos ceros, seguramente más de los que él nunca pudiera llegar a contar. La Boca era un lugar ímpio y atroz, donde todos parecían tus enemigos, a la vez que tenías que tratarlos con la fraternidad de un amigo. La realidad, es que habían cien personas preparadas para darte una cuchillada en la espalda, y ninguna para darte una palmada. Por eso, fue tan rápida la caída, a aquel ascenso fulgurante.
Había aplicado con presteza el estudiado "Principio de la Transposición" sobre la figura de Aleksei Fedorov, el magnate ruso dueño de incontables oleoductos por toda la estepa rusa, consumado filóntropo y patrocinador del comunismo. Escoría soviética. Quandt no aguantaba aquella hipocresía de aquellas principales figuras del comunismo, que escondían una consumada fortuna, mientras mantenían vivo el espíritu bolchevique. Con la mano derecha levantaban el puño, y con la siniestra escondían el fajo de billetes.
Había sido extremadamente fácil cargar el rumor en la Interlink y de ahí que los traductores hicieran su trabajo, y se propagara como la pólvora por el estado comunista por todo tipo de medios escritos y multimedia diversa. Sus fuentes eran feacientes, así lo habían sido siempre y por eso creyó sin fisuras, el soplo de que Fedorov agonizaba víctima de los últimos estadios del cáncer, en la hermosa villa de Úglich, al norte de Moscú y a las orillas del Volga. Ese mismo día había aprobada la transacción masiva de acciones de Petrochum, que ante el rumor se desplomarían salvando aquella ingente cantidad de dinero a la Unión. Aquella misma tarde, otra que caía a plomo ante el frenético inicio de la primavera, acabaría brindando con su supervisor por su ascenso.
Pero aquel hijo de puta comunista, estaba vivo y coleando, y todos aquellos informes en cirílico que describían con todo lujo de detalles el deteriorado estado de salud del magnate, no eran sino un conjunto de falacias coladas por sus enemigos de dentro de la torre. El magnate reconocía haber pasado por un "-momento de angustia personal cuyo retiro espiritual le había ayudado a reflexionar, sobre su papel en el gran Estado Comunista y como aumentar su capacidad de inyección a su pueblo... ". No sabía quien era el traidor o comprador de sus fuentes, pero en cualquier caso, no había tiempo de lamerse las heridas. Allí no había tiempo para eso. Sólo se gana y se pierde. Él no había aplicado otro de los principios básicos... el "Principio de la Verosimilitud".
Por eso, cuando su supervisor entró en su cubículo, con aquel rostro desencajado, con aquella gráfica en rojo que parecía salirse fuera de la parte inferior de la hoja, y sin rastro de champagne... supo que su vida había cambiado para siempre.