Vista nublada, sensación de desorientación. Lars miró a ambos lados con el ceño fruncido.
“¿Qué demonios ha pasado?”. Su cerebro no computa la situación, tiene una extraña y profunda sensación de desubicación. La iluminación había cambiado. La luz cálida de los halógenos del hotel había sido sustituida por una fría luz de led que hacía que las escaleras estuvieran casi en la penumbra en comparación con el ambiente de hacía unos segundos.
- ¿Lars?... ¡Lars!
Los ojos del policía parpadean, era el efecto de lo inexplicable de la realidad en la que estaban sumergidos. La iluminación, la moqueta del suelo, el olor a productos químicos, lejía, ambientador… todo se corresponde al presente, su presente. El hotel de 1945 se había desvanecido y ahora estaban en un edificio de su época. Habían dado otro salto en el tiempo. Frente a sí, un logotipo de una desconocida empresa de seguros. Dedujo que dónde antes estaba el hotel, había en el presente una empresa se seguros.
- ¡Lars, nos han hipnotizado!
Había oído hablar a los más ancianos del clan historietas para no dormir sobre los dones de los Ravnos, pero estaba convencido de que la experiencia que habían vivido seguramente excedía las capacidades de cualquier gitano. Una alucinación colectiva no era lo que habían vivido, era algo más. Estaba seguro de que el Omerhul por el que habían viajado era real. Lo que todavía no era capaz de comprender era como se había producido el segundo salto temporal.
- Lars, por favor, tienes que despertar.
Cómo un ancla a la realidad, la voz de Annelise tira de la conciencia de Lars. Paralizado aún en el sitio, observa a su chiquilla. Al comprobar que está fuera de todo peligro, sonríe. Es una sonrisa genuina y sincera, no hay un ápice de sarcasmo en ella. Es un sentimiento extraño, hace años, muchos, que no sentía ese tipo de… ¿felicidad? Con la sonrisa en los labios, dirige la mirada hacia su primogénita.
- ¿Annie, estás bien?
Episodio 5. 22 de marzo de 1945
Moderadores: Nyxe, Corso, Victor_Krugger
-
Karen Klausen (Corso)
Juez (Tradicionalista)
Re: Episodio 5. 22 de marzo de 1945
Karen parpadeó aturdida por el rápido cambio de luz que ahora alumbraba su entorno. Un rápido espasmo de desconcierto hizo que tuviese que esforzarse en enfocar y asumir que, de alguna manera que se le volvía a escapar, había vuelto al presente. El pedazo de mierda se había esfumado delante de ella como un holograma al que se le corta la conexión, el papel pintado de la pared había desaparecido junto al olor a pólvora, y de la misma manera, el silbido de las bombas había mutado en una décima de segundo para convertirse en el eco del monótono zumbido de una aspiradora.
Como un mal chiste, lo único que le permitía aferrarse a la idea de que lo que había pasado había sido real era verse, de nuevo, reflejada como un animal malherido contra un cristal. Esta vez, el de la puerta a la "Sala de Juntas C" de lo que parecía cualquier empresa de su tiempo. Por un instante, para alguien con una naturaleza tan tradicionalista como la de la ventrue, la familiaridad del entorno que le rodeaba le proporcionó algo de confianza y seguridad. Casi podría decir que de paz. Si habían regresado, si realmente estaban de vuelta, podría retomar el control; y eso le daba todo el ánimo y la confianza en sí misma que necesitaba tras el inesperado nuevo salto temporal. - Al menos, de momento -.
De forma instintiva, se atuso el cabello y se recolocó la ropa utilizando la puerta de la sala vacía como espejo. Le irritaba tener el aspecto de las zorras de manual que revolotean en los clubs de Anne, así que lo primero que hizo fue intentar limpiar no solo el maquillaje, sino también el descontrol que había manchado su dignitas en el hotel. - Estás hecha un auténtico desastre -, apenas se sonrió con un poso de amargura en los labios. Unos segundos después, recompuesta y decidida, pensó en el peaje que su alma iba a tener que pagar a partir de aquella noche. Definitivamente, Karen había cruzado más de una puerta en los últimos tiempos, y sabía - sentía - que romper sus cerraduras le había convertido en una vampira diferente a la que fue. ¿Sería su condena o simplemente un paso lógico, quizás inevitable, en su crecimiento y evolución como inmortal?
En cualquier caso, la respuesta tendría que esperar si el reloj de diseño que colgaba de la pared del pasillo marcaba con precisión la hora. La proximidad del amanecer hizo que comenzase a pensar con rapidez, y el flujo de ideas no tardó en darle un visión de conjunto de la situación. Si el edificio en el que estaba era el mismo hotel, aun reconvertido seguiría manteniendo en gran parte la estructura con la que habría sido construido. Con esa idea en mente empezó a caminar hasta la presunta escalera por la que habían desaparecido Lars y Annie. Un escalofrío recorrió su espalda al pensar en ellos, aunque fue más bien un rezo de esperanza por reencontrase con su familia de sangre intacta.
Con cada paso sobre la moqueta los segundos parecían congelarse entre dudas y apuestas inciertas. Karen no perdía detalle de todo lo que encerraba aquel lugar, buscando cualquier detalle que la colocase en el mapa de su tiempo. Un nombre, un símbolo, cualquier cosa que le fuese conocida. Fue unos metros antes de llegar a la escalera que daba acceso a la planta inferior cuando cayó en la cuenta de que si habían vuelto a casa...
Mientras se acercaba buscó dentro del bolsillo del pantalón su teléfono móvil, buscando que éste hubiese recobrado la señal que pudiese conectarla con Greta.
Como un mal chiste, lo único que le permitía aferrarse a la idea de que lo que había pasado había sido real era verse, de nuevo, reflejada como un animal malherido contra un cristal. Esta vez, el de la puerta a la "Sala de Juntas C" de lo que parecía cualquier empresa de su tiempo. Por un instante, para alguien con una naturaleza tan tradicionalista como la de la ventrue, la familiaridad del entorno que le rodeaba le proporcionó algo de confianza y seguridad. Casi podría decir que de paz. Si habían regresado, si realmente estaban de vuelta, podría retomar el control; y eso le daba todo el ánimo y la confianza en sí misma que necesitaba tras el inesperado nuevo salto temporal. - Al menos, de momento -.
De forma instintiva, se atuso el cabello y se recolocó la ropa utilizando la puerta de la sala vacía como espejo. Le irritaba tener el aspecto de las zorras de manual que revolotean en los clubs de Anne, así que lo primero que hizo fue intentar limpiar no solo el maquillaje, sino también el descontrol que había manchado su dignitas en el hotel. - Estás hecha un auténtico desastre -, apenas se sonrió con un poso de amargura en los labios. Unos segundos después, recompuesta y decidida, pensó en el peaje que su alma iba a tener que pagar a partir de aquella noche. Definitivamente, Karen había cruzado más de una puerta en los últimos tiempos, y sabía - sentía - que romper sus cerraduras le había convertido en una vampira diferente a la que fue. ¿Sería su condena o simplemente un paso lógico, quizás inevitable, en su crecimiento y evolución como inmortal?
En cualquier caso, la respuesta tendría que esperar si el reloj de diseño que colgaba de la pared del pasillo marcaba con precisión la hora. La proximidad del amanecer hizo que comenzase a pensar con rapidez, y el flujo de ideas no tardó en darle un visión de conjunto de la situación. Si el edificio en el que estaba era el mismo hotel, aun reconvertido seguiría manteniendo en gran parte la estructura con la que habría sido construido. Con esa idea en mente empezó a caminar hasta la presunta escalera por la que habían desaparecido Lars y Annie. Un escalofrío recorrió su espalda al pensar en ellos, aunque fue más bien un rezo de esperanza por reencontrase con su familia de sangre intacta.
Con cada paso sobre la moqueta los segundos parecían congelarse entre dudas y apuestas inciertas. Karen no perdía detalle de todo lo que encerraba aquel lugar, buscando cualquier detalle que la colocase en el mapa de su tiempo. Un nombre, un símbolo, cualquier cosa que le fuese conocida. Fue unos metros antes de llegar a la escalera que daba acceso a la planta inferior cuando cayó en la cuenta de que si habían vuelto a casa...
Mientras se acercaba buscó dentro del bolsillo del pantalón su teléfono móvil, buscando que éste hubiese recobrado la señal que pudiese conectarla con Greta.
