Karen no era tonta. Sabía de sobra lo que se escondía en su interior desde la misma noche en que se despertó de nuevo de entre los muertos para iniciar un recorrido vital en contra de todas las leyes de la naturaleza. Sabía que la disciplina, la arrogancia y los muy nobles principios de conducta de su Clan eran el mejor método, si no el único posible, de mantener a raya a ese espíritu primitivo que habitaba dentro de cada vampiro. Siempre había sido modélica, inspiradora y ejemplar. Esa esencia brutal de su interior no se había mostrado prácticamente nunca e incluso en algunas noches que podía calificar de felices, Karen se había llegado a olvidar de ese ansia irrefrenable, de la ira, el miedo y el simple deseo de alimentarse como un animal sin raciocinio que acechaban en su interior.
Pero dentro de ella habitaba una bestia y parecía devolverle la mirada con toda su crudeza al otro lado de un ventanal por el que podía divisar las columnas de humo y fuego y lejanas ráfagas de proyectiles tierra-aire que intentaban defender la ciudad de Copenhague. La guerra parecía el entorno perfecto para el descubrimiento, o más bien la confirmación, de su verdadera naturaleza.
A Karen le llegaban como atenuados por un efecto de irrealidad sonora los gritos y carreras por el hotel después del portazo de su hermano. Había estado tentada incluso de atravesar la puerta de un golpe y agarrarlo por el cuello por dejarla encerrada. Ahora se asustaba de esos pensamientos, comprendiendo que su hermano probablemente la había salvado de sí misma.
La Ventrue miró la masa deforme que hasta hacía unos minutos había sido la cabeza del idiota anarquista que había venido a por ellos. Estaba claro que habían dejado su huella en el tiempo. Karen pensó con un ligero escalofrío que antes de haber sido Abrazada en realidad ya había dejado rastro de su existencia como inmortal. El pensamiento la hacía sentirse pequeña y esa sensación era semejante a la de la humillación y la vergüenza de hace unos minutos.
Miró aquel cuerpo que iba palideciendo en un rigor mortis excesivamente rápido. Intentó sentir algún tipo de emoción humana por su muerte, por el hecho de que aquel infeliz hace media hora no imaginaba que estaba a punto de dejar de existir.
Pero no sintió más que un intenso e interminable vacío.
Ya no había marcha atrás, sólo quedaba mirar hacia delante. Quizá recorrer el camino que, paradójicamente, ya había sido recorrido.
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El hombre acorralado por Annelise no podía despegar su mirada de los ojos de ella. Aunque la Ventrue no venía de la misma rama tradicional y demostradora de poder de Lars o de Karen, no podía negar que disfrutaba de la sensación. Era un poder que parecía fluir como una especie de capa viscosa invisible que unía la mente de aquel infeliz con su propio poder sobrenatural como las raíces de una planta la dejaban clavada en el suelo. Podía notar de un modo instintivo que incluso a pesar de que el organismo, el propio cuerpo, del hombre que tenía delante luchaba como era lógico por su propia supervivencia, su mente no podía hacer otra cosa diferente a subyugarse a la orden que ella le había dado.
No obstante, el tiempo no era infinito. Annelise escuchó un portazo en las plantas superiores y también susurros y voces en otras habitaciones. A pocos peldaños de distancia, sintió el click de un arma que seguramente estuviera cargando alguien en la recepción. A su espalda, lo que potencialmente era un inconveniente a tener en cuenta aunque al menos el último recodo de la escalera la protegía y estaba fuera de la vista y del ángulo de tiro potencial desde el hall. La Ventrue maldijo para sus adentros. Desde el primer minuto había temido que la excursión no fuera una buena idea y ahora estaban en una ratonera de la que podía ser muy difícil salir.
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Los golpes repetidos del zapato de Karen contra el cráneo, la masa encefálica y finalmente las tablas de madera del suelo de la habitación dejaron poco espacio para la imaginación de Lars. Se aferró durante unos segundos al pomo de la puerta maldiciendo en voz baja, consciente de que habían dejado de ser un grupo de vampiros que caminaban en paralelo al devenir de los acontecimientos para introducirse de lleno en la corriente de la Historia.
El policía soltó lentamente el pomo confiando en que su hermana recuperaría la compostura. La punta de su zapato derecho rozaba la pistola que el idiota que tenía delante había tirado por orden de Karen. Lars pudo comprobar en los aterrorizados ojos del tipo que tenía toda la intención de salir corriendo de allí. No obstante, el estupor, el miedo y probablemente los efectos aún de la poderosa influencia de Karen hacían que el hombre reaccionara con una lentitud mayor de lo normal, lo que a Lars le daba cierta capacidad de reacción.
Lars escuchó cómo se descorría algún cerrojo cercano.
Aquello aún podía ponerse peor.
OFF:
Karen -2 Puntos de Sangre. -1 FV. Pasa a tener Humanidad 5.
Lars. -5 Puntos de Sangre.
Annelise - 8 puntos de Sangre (quedan 6 en el organismo). +3 en Destreza.
Lars y Annelise actúan antes que sus enemigos.
Tirada de Annelise
Tirada de posible Degeneración de Karen
Tiradas de Lars
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Iniciativa del enemigo. Suma 3
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