[Narrativa] La noche de las ratas.
Publicado: 10 Oct 2020, 18:37
“Sólo cuando una casa arde se ve toda la miseria que había dentro. Entonces, hasta el rey se entera de que ha convivido con las ratas.”
Dos noches después del Acto de Concordia...
Bill sabía que el encuentro de esa noche le iba a costar algo. No sabía qué, pero las cosas en Montreal no le solían salir gratis a nadie. Mucho menos a quienes no se dejaban arrastrar por el vertiginoso juego de poder por el control de la ciudad, que era lo mismo que decir: "¡que os jodan a todos y cada uno de vosotros!"
Por eso, quizá, esa noche le pesaban las botas y le apretaba el sombrero. Y quizá, también, era por lo que reencontrarse con el Bibliotecario, al que conocía bien, o mejor, en todo caso, que al resto de sabbats que habitaban la podrida Ciudad de los Milagros Negros, le suponía toda una incógnita.
Hacía dos noches del teatro del "Zarpas y Cuchillos". Dos largas noches y apenas tenía que esforzarse para volver a ver vívidamente, como entonces, la cara de la «enjuta y preciosa» Carolina Vález, Arzobispo de Montreal, constreñirse de rabia e ira contenida. Casi había merecido la pena aquella pérdida de tiempo solo por estar allí sentado y, prácticamente, poder escuchar el rechinar de sus colmillos en mitad del silencio sepulcral provocado por la muerte definitiva de su último -y breve- capricho. De ese, del nuevo y exiguo chiquillo de la lasombra, si que no recordaba nada; como era normal. Bueno, para ser justos sí que recordaba algo de él, o al menos una «parte» de él: su redonda cabeza rodando por la arena como la de un «crash test dummie». Su animó se ensombreció al recordar todo ello y pensar en las consecuencias que había traído su decapitación a manos de Sagan, Ductus de Los Relojeros y, en última instancia, responsable de haber convertido la ciudad en un polvorín desde entonces.
La noticia sobrevoló cada rincón de Montreal como un negro rumor huracanado de traición, venganza y muerte a la noche siguiente; despeinando y dejando alborotados los ánimos de la comunidad chupasangre. Sagan había muerto a manos de Bellemare, como cabía esperar tras ser retado a Monomacia y, para colmo de males -o precisamente por ellos- el Zarpas y Cuchillos había sido detonado veinticuatro horas después de que Bill y el resto de sus cofrades decidiesen abandonar el local. Lo fácil sería pensar ¿carmesí y en botella?... Vález era el primer nombre que le venía a uno a la mente, pero Duffy no lo tenía tan claro. No, conociendo hasta dónde podían llegar las inquinas del nido de serpientes que se arrastraban y lanzaban dentelladas unas a otras luchando por conseguir -o mantener- el poder como máximo dirigente del Sabbat en la ciudad. En cualquier caso, que aquel maldito estirado se jodiese. Si había sido tan estúpido como para retar a la Arzobispo delante de todas las cofradías de Montreal, ¿Qué coño pensaba que iba a pasar? ¿Que nadie iba a aprovechar la oportunidad de lanzársele al cuello? Tsk, tsk, tsk...
Todas las pesquisas que iba haciendo al respecto de los últimos sucesos tenían cabida mientras caminaba. ¿Quién de entre Los Relojeros había sobrevivido? ¿Cotonbouché, la Sacerdotisa? ¿Olivia, la anomalía? Esperaba que ambas. ¿O, tal vez, el cofrade al que aún no conocía en persona, el inglés? Y lo más importante ¿Qué iban a hacer ahora, se quedarían quietecitos después del tremendo azote en el culo que les habían dado o se posicionarían, como se rumoreaba, del lado de la 25:17 y de Ezequiel retirando su apoyo a la puta de la lasombra?
Arena manchada de sangre y genocidio fraticida. Enemistad y lucha entre cofradías. Un cóctel tan explosivo como el propio «bombazo» del Zarpas y Cuchillos.
El recuerdo de la arena de combate se solapó con el sonido de la gravilla que crujía bajo las suelas de sus botas; devolviéndole al presente. El lasombra supo de inmediato que, por inercia, estaba recorriendo uno de los senderos peatonales que cruzaba el parque La Fontaine, conectando la Rue Sherbrooke E con la Rachel. Hacía casi siete meses que no pasaba por allí; y apenas recordaba qué habían tratado el bibliotecario y él la última vez que se vieron. Lo que sí recordaba era que no era de esos vampiros a los que les gusta esperar y, también, que era uno de las cainitas más inteligentes de entre todos los cadáveres sonantes y danzantes que pululaban a ambos lados de las negras aguas del río San Lorenzo. Apenas pudo intercambiar con él un mero cruce de miradas como saludo en el refugio de los Relojeros, pero la noche siguiente la imperiosa necesidad de encontrarse con el antitribu hizo que Duffy se pusiese en contacto con él, sugiriéndole pasar unas horas juntos al amparo que las sombras de La Fontaine siempre les habían brindado durante el transcurso de las décadas. Por mucho que la ciudad se hubiese convertido en un vientre muy distinto al que les dio a luz a los dos, uno que parecía fagocitar a la misma Espada de Caín, la seguridad e intimidad que seguían encontrando allí seguía haciendo que el parque fuese el mismo útero materno que había sido siempre para ellos: fraternal, cálido y oculto.
Fuera de Las Cinco Puntas, el «bicho», era para el lasombra lo más cercano que tenía a la palabra «amigo» -si eso era posible-; y si dejaba de contar, por supuesto, las inefables simpatías de las sugerentes, lascivas, oscuras y pecaminosamente bellas "novias" de Montreal: Las Viudas.
Y es que si La Rosa, Jade y Loto Negro eran capaces de hacer hervir la sangre de uno, su cita de esa noche contaba con la fama de ser un herrero que, a golpe de intelecto, fundía las mentes menos preparadas; eso, siempre y cuando te considerase digno y capaz de seguirle en una conversación; pues su contertulio era historia y conocimiento en estado puro.
Joder, a poco que se parase a pensarlo, después de más de cien años paseando su sombrero por allí puede que Bill no se relacionase con los cainitas más preeminentes del Sabbat de Montreal, pero qué demonios, al menos se veía de vez en cuando con los que a su juicio eran los más «interesantes». Además, ¿quién diablos no necesitaba tener alguien en quien confiar en las noches modernas?
Y, luego, estaba Benezri; pero bueno, ese era otro tema...Uno en el que esa noche no quería pensar. El Pastor tendría su maletín, sí, pero no todavía...
Cuando llegó al punto intermedio del parque, las pequeñas ondas formadas por el soplido del viento sobre el lago refulgían como un bruñido espejo de plata, reflejando las pocas estrellas que en espacio abierto se veían coronar la ciudad. Casi era una broma de mal gusto que estando a años luz de allí pudiesen hacerlo y que el lasombra, a solo unos pocos metros, estuviese privado de ver a ese otro Bill, distorsionado por fuera tanto como por dentro, aunque se metiese hasta las rodillas en el agua. Cosa, que tampoco es que estuviese tentado a hacer. Sus demonios eran suyos y, a veces, incluso a él le asustaba el imaginar encontrarse "cara a cara" con ellos; aunque solo fuese en forma de su propio reflejo.
El lasombra trazó con la punta del bastón un nombre sobre la tierra mojada, cerca de la orilla, y se quedó observando cómo la espuma del agua se acercaba a él y lo inundaba lentamente, arrastrándolo consigo en su regreso al lago; borrándolo de la noche como si nunca hubiese existido.
- William Duffy, eso no servirá de nada. ¿Acaso crees que no se puede leer en las borrosas huellas que dejan las agua del olvido? Después de tantas décadas vividas no te tenía por un necio, Martillo de Montreal - la voz, correosa como el ladrido de un viejo perro de presa, surgió de un punto indeterminado a su espalda. Sin embargo, la inflexión en el tono al pronunciar el viejo apodo de Duffy dotaba a aquella pregunta de una extraña «familiaridad» para con él. Pocos eran los que delante de Bill referenciaban abiertamente ese eco de su historia hoy en día; quizá, solamente, quienes no temían las posibles consecuencias de hacerlo.
El Ductus de las Cinco Puntas no se sobresaltó, pues sabía que, en un momento u otro, él aparecería. Se hubiese ofuscado o no, Bill no se dio la vuelta inmediatamente, sino que levantó la vista y observó el horizonte que se abría ante él, fundiendo su visión con la espesa bruma que surgía del agua mientras hacía acopio de esa voz; intentando discernir si bajo aquella capa de hiriente sarcasmo aún subyacía la camaradería y afinidad de quien le hablaba.
- Para ser un rata de biblioteca, reconozco que tienes un humor muy afilado. Casi tanto como tu lengua, hermano. No te vi tan ocurrente hace dos noches, cuando Bellemare declaró una Monomacia en esa Noche de Concordia de la que Vález se escabulló, presuntamente ¿Es que eso no te pareció divertido también?- contestó con seriedad e ironía, como respuesta a la estocada lanzada. Era evidente que no lo fue para ninguno de los presentes.
Pese a todo, el comentario evidenciaba la confianza que había entre los dos y tras unos segundos de tenso silencio, fue el lasombra quien rompió el hielo poniendo el tono de esa divertida malicia con la que dos viejos conocidos intentan picarse el uno al otro. Una mueca que aunque no podía ver, el nosferatu sí pudo sentir como lo que era: la complacencia de Duffy porque hubiese acudido al encuentro pese a las terribles circunstancias que lo envolvían.
- Me alegra volver a verte, Christanius, mucho ha pasado desde la última vez ¿No es así?
La pregunta no era baladí, pues llevaba implícita la certeza de que no solo había acontecido el transcurrir del tiempo en Montreal desde entonces. Bill se dio la vuelta y se quedó mirando a Christanius Lionel, cofrade de Los Bibliotecarios, con una cordial sonrisa expresada en las arrugas que rodeaban sus ojos.