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La excursión a la villa de Herminio debería haber sido relajante, pero todo se torció claramente. De vuelta a Roma, Javio tuvo que retomar sus asuntos sin contar con ese alivio de tensión. Eso sí, las maniobras para alcanzar cierta posición se le hacían exasperadamente lentas. Séneca no volvió a dar noticias. Herminio le aseguró que empezaría a tener contactos con Senadores para ir estableciendo lazos, pero no logró aún concertar una cita con ninguno. Sempronio le seguía dando largas en los negocios, esperando sin duda que baje el precio de las importaciones.

Del único del que tuvo noticias en ese tiempo es de Turturo. Al parecer, el colegio Aventino había sido receptivo a su propuesta, la de retener las mercancías del ávaro mercader. Aún así, querían una prueba de confianza. Turturo le pidió que le acompañara en un pequeño viaje. Una misión fácil de contrabando de mercancías de Ostia a Roma. Nada difícil, un mero formalismo para afianzar la relación.

La ruta tendría lugar la noche después de la Parilia. La Parilia, la fiesta de la fundación de Roma, era una festividad de renovación, donde el ganado recibía bendiciones y propiciaba su fertilidad, y, al mismo tiempo, Roma, que fue fundada por pastores, se renovaba también. Se celebraban ritos que buscaban lograr augurios que prometieran un año de bienes. Así, empezarían un nuevo ciclo con una promesa de amistad... y beneficio mutuo.