[EC] Escena 03 - La Villa de Pamplona

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Jebediah_Gogorah
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Re: [EC] Escena 03 - La Villa de Pamplona

#41

Mensaje por Jebediah_Gogorah » 05 Mar 2022, 11:19

{ https://www.youtube.com/watch?v=e7sK5OiJHHQ - Scandinavian Folk by Myrkur }

Aymar se había acercado ante los requerimientos del viejo tuerto, bajando la cabeza en su particular paseo de la vergüenza, máxime aún cuando en el angosto pasillo tenía que presionar los cuerpos contra sus compañeros peregrinos. Aquellos extraños que no lo eran ya tanto, y que habían sido testigos de su particular y extraño cambio en aquella, la que era su ciudad. No dejaba de ser irónico, que allí, en Pamplona, donde había enfriando inviernos y recogido hojas en otoño, donde había enamorado veranos y florecido primaveras, allí donde nacía y pacía, en el origen conexo de su ser, se encontrara más perdido que nunca.

Esperaba un nuevo revés. Baltasar, que así recordó que se llamaba el mezquino príncipe de los ladrones, ya no tan príncipe y mucho más ladrón que nunca, lo reconocería como conciudadano de la Atalaya, y rendiría cuentas entonces del posible valor de aquello que sus pueriles secuaces habían obtenido. Un botín a todas luces jugoso, a la par que lustroso.

- Pues no, hijo... te debo haber confundido con otra persona - dijo con aquella inquisitiva mirada, justo antes de volverla hacia Manos Inquietas y aquello que había sacado de su zurrón. Al tiempo, el boina roja, recorría a la inversa aquel paseillo, y se colocaba de nuevo, cabizbajo y alienado junto a la figura de su blanco corcel, justo en la entrada de la bocacalle, en un rincón perdido de los barrios más periféricos de la villa.

Baltasar contempló el cachivache con meditada obsesión, como si quisiera destriparlo con el ojo. Por momentos, por el arquear de su ceja, pareciera que le encontrara multitud de usos y funciones, o como mínimo, la posibilidad de sacarle un rédito económico importante. No obstante, recordó cada palabra del discurso del joven inventor, y le sonó a patraña y vil mentira. A la típica salida por peteneras para demostrar que algo carecía de valor. Un recuerdo familiar era lo más improbable para una venta. Lo más apróximado a un valor sentimental y el menos, al material. Solo podía significar una cosa, y el comentario desafortunado del aspirante a beato, que rezumaba candidez y se alejaba del embuste, citando a San Benito que con envenenado sustento muriera, le confirmaba aquel hecho.

- ¿Y para que quiero yo este sinsentido? - devolvió el invento a Zuñiga a la vez que guardaba el brazo con rápidez tras la puerta, quedando nuevamente la cabeza cuasi ingrávida en la negrura del ventanuco. - Quien no tiene nada que guardar, pues sabrá vuecencia, que soy más pobre que las ratas, no le encontrará utilidad a eso - Por un momento, pensó en cerrar el ventanuco y dejarlo con las ganas de llegar a acuerdo. No obstante, volvió a insistir - Tal vez podrán juntar una bolsilla pequeña de monedas y hacerme entrega de ella... - la avaricia volvía a brillar en su ojo - ...estoy seguro que esos mozuelos quedarán contentos con dineros con el que saciar sus famélicas entrañas... ¿Y bien?.

No muy lejos, en los tejados, mimetizandose con las artes de aquellos rateros, observaba Juana. Se había quedado inmensamente preocupada con el aspecto y la actitud de su amado Aymar, el cual pareciere otro, como si de alguna manera estuviera imbuido por la malasaña del Magister... si asi fuera, el mensajero y su compaña, estarían en mayor peligro del que imaginaran, y por lo que había entendido, la entrega de tal paquete en la ciudad del Apóstol era de vital importancia, aunque no entendía muy bien por y para que. En cualquiera de los casos, si Claudio de Solís, había montado en cólera al conocerse la impertinencia del púpilo de Moreau, y hubiera invocado aquel fuego fatuo en las almeras, capaz de escrutar la noche, era que realmente, tenía relevancia el asunto.

La grog veía el atrio desde el otro lado, a apenas media manzana, y como la figura encorvada de Baltasar, aquel maltrecho negociador, comerciante arruinado con ínfulas de conde y mal llamado príncipe de los ladrones, se apostaba contra la puerta, rodeado de zarrapastrosos críos que se agolpaban en la pared en el mayor de los silencios. Apenas al otro lado, las cabezas de los acompañantes de Aymar, y algo retirado, su propio enamorado y la inconfundible figura de Quebranto, junto a otro par de equinos.

Cuando alzó la mirada, solo un momento, el sol rugía anaranjado en el horizonte de la tarde, y le devolvía, la sombra alargada de la Atalaya, el bastión más inexpugnable de Navarra. Bendijo y maldijo a partes iguales, aquel, el que era su hogar.
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Juan Zuñiga (Rugido_Ancestral)
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Re: [EC] Escena 03 - La Villa de Pamplona

#42

Mensaje por Rugido_Ancestral » 06 Mar 2022, 13:56

La obsesión del viejo producía más asco en Juan que aquello que su misma apariencia, estaba acostumbrado a no juzgar a las personas por su apariencia aunque muchos solían decirle que si eras feo era un castigo de Dios por los pecados que cometías, para el joven de manos inquietas esto no era completamente cierto. Solía ver con los ojos del corazón como le había enseñado su madre y el tal Baltasar no parecía nada bonito aún viendo a través de esos ojos.

Además de ello negó con la cabeza cuando su compañero fue incapaz de seguir su treta, tal vez con suerte, si no metía a San Benito en este embrollo hubieran podido obtener aquel tesoro de vuelta. Suspiro profundamente cuando escucho la respuesta de aquel hombre que guiaba a los niños a la depravación y que no les enseñaba a vivir honradamente, después de todo aunque sus edades eran cortas podían desarrollar habilidades más allá de las artes del subterfugio.

"Sin sentido... Aparte de feo eres idiota..." Pensó el inventor que si lo insultaban a él haría caso omiso, pero se había atrevido a insultar a su creación, a dudar de sus habilidades, se noto como Zuñiga fruncía el ceño y quedaba con el rostro completamente serio como nunca antes lo habían visto sus compañeros.

-Veremos que podemos conseguir. Pensé que tal vez usted era un hombre capaz de apreciar una obra arte hecha herramienta, veo que me equivoque. Nos veremos pronto Baltasar.- Dijo Juan mientras se disponía a marchar. -Vamos Jaime.

Una vez se hubieron alejado de aquella zona y luego de revisar concienzudamente que no los siguieran, decidió ir a buscar sus caballos. -¿Qué piensas Jaime? Yo tengo algo de dinero, pero pronto se me acabará si no produzco.

Jaime Alberti Atienza (Baluar)
Monje inciado

Re: [EC] Escena 03 - La Villa de Pamplona

#43

Mensaje por Baluar » 06 Mar 2022, 19:38

Jaime se marchó de aquel lugar mirando fijamente al borracho. No estaba en su educación dejar pasar la maldad ni temía por la muerte cuando luchaba contra los enemigos del maligno. Sus ojos se convirtieron en rendijas, en dos puñaladas que supuraban por un momento odio fanático.

-Ojalá te pudras en el inferno, hijo de mil padres -dijo para sí-. De buena gana te colgaría con tus propias tripas, engendro de Barrabás.

Se sorprendió maldiciendo y generando odio, convirtiéndose en aquello por lo que luchaba y contra lo que inició el peregrinaje a la tumba del Apóstol. Siguió sin responder a Juan hasta que estuvieron cerca. Rezó un par de Credos para apartar de su mente la nube roja que se había posado en su pensamiento.

-Yo no tengo nada más que mi vieja mula y el dinero justo con el que sobrevivir hasta Campus Stellae, hermano. Me duele decirlo, pero no sé si estamos en posición de rescatar lo que para Aymar ha sido imposible de defender...

Miró a su compañero con gesto de preocupación. Aymar se había convertido en un lastre más que en una ayuda en el camino. Quizás era momento de olvidarlo y continuar...

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Jebediah_Gogorah
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Re: [EC] Escena 03 - La Villa de Pamplona

#44

Mensaje por Jebediah_Gogorah » 12 Mar 2022, 08:25

{ https://www.youtube.com/watch?v=puNp4qm83CA - My Lady Carey's Dompe }

Los pensamientos funestos de abandono pesaron sobre Jaime. No estaba acostumbrando siquiera a un atisbo de ellos, pues la fraternidad era una de las máximas de la congregación de la que era ya, eterno miembro. Y tal era el compromiso que los había unido, que su maestro había retrocedido sobre sus pasos, consciente con casi toda probabilidad de una muerte segura. Por eso, su misión era tan importante. Él no tenía que portar nada material. Nada físico que entregar a alguien en la morada del Apóstol. La carga que pesaba era espiritual, y se había convertido, quizás aún sin ser consciente en paladín último de su fe. En la esperanza desubicada de un nuevo credo. Y ahora mismo, el sacrificio de sus hermanos, estaba siendo manchado y lastrado por aquel comportamiento extraño del jinete mensajero.

Tenía que ser la torre. No podía ser otra cosa. La única explicación plausible a la extrañeza de su ser, debía ser el hipnótico embrujo que la Atalaya causaba sobre él. Unos estragos más alla de la psique, pues incluso el muchacho parecía enfermo, pálido y desganado.

Con todo ello, y el acucie nuevo de la falta de dineros en sus bolsillos, les dio celeridad para salir de aquella maldita ciudad de una vez por todas. Debían tomar una decisión y debía ser pronto. A esa conclusión habían llegado Jaime y Juan, que conjuraban varios pasos por detrás del absorto muchacho que simplemente se limitaba a guiar su caballo por las calles de la que era ciudad - aunque el resto juraría que parecía perdido cual extranjero - sin importarle que había perdido aquel encargo tan importante que Elizalde le diera.

Lo que no sabían los dos peregrinos que no vivían en las nubes, es que la decisión iba a ser tomada por ellos. Cuando el sol empezaba a esconderse, y vagaban por las calles aledañas al callejón donde Baltasar ejercía su influencia - pues tenían esperanzas de que el muchacho despertara de la inopia en la que estaba inmerso y recuperara de una vez por todas lo que había perdido - entre las alargadas sombras púrpuras, les interceptó una conocida figura. De nuevo, Juana, apenas unas horas después de su encuentro se mostraba ante ellos. No escondía lo que portaba en las manos. ¡El estuche que habían robado a Aymar!. Sobre sus manos, el ansiado cilindro que le devolvía de nuevo al camino.

Era una calle algo más ancha que las anteriores, con casas con robustos portones y algunas ventanas de forja; macetas altas, que escondían un prominente musgo verdoso sobre la pared más sombreada. Ella, Juana, permanecía impasible frente a ellos. Parecía ciertamente enojada, aunque parecía canalizarlo sobre Aymar. Aquel, aquel no era su amado. Era un títere que había sido absorbido por algo o alguien. Por eso, aparte de su falda verde y un chaleco amarronado sobre un bluson blanco y bajo una chaqueta del color del vino, que ensalzaba su redonda cara de pómulos encendidos y cabellos trigueños - cubiertos ahora por un pañuelo tambien verde, aunque una tonalidad más oscura - portaba la muchacha un petate sobre sus hombros, conocedora ahora del destino que le cruciaba. Ella tenía que tomar el papel de su Aymar. La forma de recuperarlo era, por amor, cumplir su misión... aunque su Despertar no llegara, la voluntad de ayudar al prójimo, más si era amado, era como una brasa candente en su interior.

- Si vuestras mercedes me aceptan, me encantaría relevar a Aymar y cumplir su cometido. - dijo ya con un rostro más aplacible, pero lleno aún de lástima y preocupación, dirigiéndose a Jaime y Juan, e ignorando a Garcés - Prometo ser cuidadosa y obediente - recalcó mientras dejaba ver el cilindro y lo agitaba casi vanagloriandose de lo fácil que había sido recuperar aquello. Como robar un dulce a unos niños.

Antes de obtener respuesta, pues no era una decisión fácil, se dirigió a Aymar, y sacó una llave de su pecho. - Aymar, volverás a la Atalaya y harás uso de toda tu voluntad para liberar a tu maestro si estuviera encerrado. Sino deberás encontrarlo y quedarte bajo su amparo. - Luego besó su mejilla y Aymar, sin mediar palabra alguna, solo devolviendo un rostro de tristeza y aceptación a su amada y compañeros, entregó las riendas de Quebranto, su mejor y más fiel amigo, a Juana. Era el mejor regalo que pudiera hacerle a la expedición. Bajó los repechos de la calle casi como embriagado por el cruce añil entre la tarde y la noche. Juana no pudo evitar una lágrima resbalar por sus blancas mejillas, que rápidamente se apresuró a borrar con la manga, pues no era buen inicio para con los desconocidos.

La decisión aun no estaba tomada. Los dos peregrinos varones debían tomar la decisión si ahora eran un trio de jotas, y todo lo que ello conllevaba, en aquella, la sociedad en la que vivían. Una mujer en el camino, levantaría argucias, dimes y diretes y les vetaría el paso, seguramente a algunos albergues y posadas. No obstante, la decisión y el tesón de la muchacha parecían obrar con firmeza, la que al pobre Aymar le había faltado allí. En la villa de Pamplona.
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Jaime Alberti Atienza (Baluar)
Monje inciado

Re: [EC] Escena 03 - La Villa de Pamplona

#45

Mensaje por Baluar » 12 Mar 2022, 21:06

Jaime observó atónito cuanto acontecía. Su comunidad, cerrada en el piedemonte de los Pirineos, alejadas del mundo por la orografía que separaba la Península del resto de Europa le había enseñado unas normas de conducta alejadas del mundo. La mentira, el odio, la rabia, el dolor innecesario; todo aquello que subyugaba el alma humana a una esclavitud superior a la ejercida por amos a siervos eran lo cotidiano. Por un momento, sintió el peso de su misión sobre sus hombros como cuando improvisaba una mochila a partir de ramas frescas para llevar leña a casa. Suspiró y vio alejarse calle abajo a Aymar. Fijó por un momento la mirada en la mujer y después en Juan.

-Qué te parece, hermano Juan? -preguntó a su compañero-. Dios aprieta, pero no ahoga. Lo que nos ha quitado con Aymar nos lo da con Juana. Al menos, parece más viva, más enérgica...

Miró curioso a la mujer y le preguntó:

-¿Cómo has podido recuperar ese objeto? Casi nos vimos obligados a batirnos con ese malnacido de Baltasar...

Juan Zuñiga (Rugido_Ancestral)
Curioso Autodidacta

Re: [EC] Escena 03 - La Villa de Pamplona

#46

Mensaje por Rugido_Ancestral » 15 Mar 2022, 23:28

Juan mientras caminaban siguiendo al perdido Aymar, como si un desuellamentes hubiera comido toda la voluntad e inteligencia que antes brotaban de él, pensaba acerca de las posibilidades. De como aquel mamaracho de persona había sido capaz de insultar su propia inteligencia y más aún a uno de sus preciados artefactos llamándolo cachivache, era algo que aun dolía como una daga clavada en la mente y corazón del joven inventor. El tenía algo de dinero, pero sabiendo lo que su compañero acababa de decir no faltaría el momento en que se quedarían sin víveres, y aquel dinero era para el largo viaje que aún tenían por delante.

La muchacha que se presentaba en estos momentos frente a ellos, había sido capaz de lograr aquello que ellos no, por simple falta de cualidades atléticas o determinación de golpear a un viejo que parecía una urraca ladrona. Tal vez con una simple pelea hubieran podido recobrar lo que Aymar había extraviado.

-Bendito Dios que en su gracia te ha traído hasta nosotros. Desde un primer momento creí que fuera menester que siguieras el camino con nosotros.- Dijo el inventor con mientras con una sonrisa palmeaba el hombro de Jaime. -No todo esta perdido querido Jaime...- Respondió con un tono claramente más relajado mientras se acomodaba sus ropas.

-Es una desgracia lo que le paso a tu maestro Aymar. No lo metas en más problemas. Cuídate. Espero volver a ver al Aymar que conocí aquella noche, no este que luego de una triste noticia se rompió.- Su voz denotaba más decepción que otra cosa, después de todo pensó que su compañero permanecería con ellos un largo camino.

Una vez se marchó Aymar se volvió a Juana: -Tiene razón Jaime, fueron demasiado escurridizos para nosotros. Y ese bastardo de Baltasar....- Se notaba desagrado al recordar a aquel hombre.

Juana (DarkOsca)
Estudiante

Re: [EC] Escena 03 - La Villa de Pamplona

#47

Mensaje por DarkOsca » 20 Mar 2022, 16:19

La situación de su amado, la perspectiva de un viaje hacia lo desconocido. Peligros, intrigas. Todo esto se agolpaba en el pequeño pecho de Juana que, intentaba, con más o menos éxito, que no se propagara hacia el exterior.

-Hasta los más viles descansan. Y cuando descansan, bajan la guardia y alguien discreto, de manera inesperada, puede aprovechar la oportunidad. Esto es importante, debemos llevarlo a Finisterre, por mucho que para Baltasar sea una generosa bolsa de monedas para nosotros es mucho más.

Juana dirige las riendas de Quebranto para que el animal se dirija hasta la puerta más cercana de la ciudad.

-Y ahora, si vuestras mercedes no ponen objeción, deberíamos partir prestos. El viaje es largo y no espera a nadie.

Dejar atrás su a Aymar, esa ciudad, todo lo que le ha acompañado durante todos estos años, es duro, pero debe hacerse.

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