
RASPUTÍN
Buenos días. Soy Rasputín. Por supuesto, posiblemente hayas oído a otros decir lo mismo. Puede que te hayas reído y dijeras: "No, Rasputín está muerto", como si la muerte pudiera detenerme. O puede que dijeras: "No. He conocido a Rasputín, y tú no eres él." Puede que tengas razón, pero posiblemente te equivoques, porque he sido muchas personas. ¡He estado en todas partes!
¿Te resulta difícil de creer? Te ríes como esos estúpidos cosacos que se emborrachaban y fanfarroneaban en la corte del zar Nicolasito. Creían que el veneno me detendría. Cuando eso no funcionó, creyeron que las balas me detendrían. Cuando eso no funcionó, me dieron un golpe en la cabeza y me arrojaron a un río helado, y creyeron que eso me detendría. ¡Ja! Eso sólo me hizo las cosas más fáciles. ¡Ahora nadie puede detener a Rasputín, porque Rasputín puede ser cualquiera! ¡Y no sólo mortales! En mis viajes he sido media docena de vampiros diferentes, tres magos, cuatro ghouls, siete gitanos, y más mortales de los que puedo contar. Lo más divertido ha sido convencer a dos clanes de vampiros de que el infame Rasputín se encuentra en sus filas. ¡Deberías verlos discutir!
¿Por dónde empiezo? Mi vida como mortal ha sido escrita en los libros de Historia. ¡Menudas cosas escandalosas aparecen ahí! Dicen que estaba loco, demente, que era un fanático. Eso demuestra que no puedes confiar en los historiadores; nunca reconocen a un genio de verdad cuando ven uno. Si hubiera podido seguir aconsejando a la zarina Alejandra, mi amada Rusia nunca habría caído, y esos bolcheviques ateos nunca habrían llegado al poder. Sin embargo, gracias a esos cortesanos idiotas, que ni siquiera pudieron hacer bien un asesinato, fui apartado de la familia Romanov cuando más necesitaban mi consejo.
Cuando al final me mataron, me di cuenta de que Dios debía tener un propósito más elevado para mí. Nos corresponde a nosotros, a quienes Dios ha decidido mantener después de la muerte, salvar a todos los hombres de la condenación y el Olvido. En estos días la gente ya no tiene miedo a la muerte, ni a Dios ni al Infierno. Todo es ciencia sin sentido, con sus cabezas llenas de ideas de monos y átomos...pero me estoy yendo por las ramas.
Cuando supe lo que me había ocurrido y que había sido elegido, conocí a otros Wraiths. Algunos de ellos eran tan idiotas y malvados como los cortesanos de palacio. Todo San Petersburgo parecía estar en manos de incompetentes tan ciegos como los ministros mortales. Obviamente habían perdido el rumbo, y muchos parecían contentos de que estuviera entre ellos, en lugar de seguir vivo.
Finalmente encontré a alguien con sentido común. Se llamaba Misha. Era un hombre que conocía de verdad la voluntad de Dios, y para demostrarlo, podía colocar su alma dentro de los cuerpos de los vivos. Me enseñó a ver a través de los cuerpos de los mortales, y lo más importante, me dijo que debíamos luchar contra quienes querían mantener a los vivos separados de los muertos elegidos por Dios. Fue Misha quien me dijo que los hombres de ciencia estaban alejando a la humanidad de la fe y de Dios, y que su locura estaba condenando las almas de los hombres al Olvido cuando morían. Fue entonces cuando comencé a comprender mejor el plan que Dios tenía para nosotros. Había sido elegido para que los hombres no olvidaran a diablos y demonios y abandonaran el camino al infierno de la ciencia. En unos meses me uní a otros que tenían el poder de dominar el cuerpo de los vivos, y juntos comenzamos nuestra gran obra. Sin embargo, no llegué a tiempo de impedir que unos asesinos asquerosos mataran al zar, pero existen cosas que son más importantes incluso que los reyes.
Por mucho que duela, ya no puedo prestar sólo mi atención a mi querida Rusia. Por todas partes la gente debe dejar de escuchar al sinsentido de los políticos y científicos, y recordarles que deben temer a Dios. No pueden salvarse si creen que no existe nada después de la muerte y que deben ser salvados. Hasta los vampiros y los magos deben ser convencidos, porque tampoco pueden ver la verdad. Éste es el propósito para el que fui elegido, y es la cruzada a la que me he dedicado. Deben saber que Rasputín sigue aquí, y que ni siquiera la muerte puede callarle, porque cuenta la verdad.
