Epílogo: Jasper Rohde
Publicado: 21 Feb 2022, 19:23
Habías perdido la noción del paso del tiempo. Las noches se habían sucedido una detrás de otra, los días unos detrás de otros. Desde el viaje en aquella furgoneta blindada con los cristales tintados tu no-vida había dejado de tener una noción del tiempo y del espacio. Aquellos agentes te habían llevado a algún tipo de instalación secreta cuyo paradero era imposible de conocer. En el camino hasta aquella particular celda de cristal habías visto multitud de ordenadores de última tecnología, pantallas de gran tamaño, sistemas de rastreo por GPS, equipos preparados para la monitorización de comunicaciones.
Después te convertiste en una especie de animal bajo investigación. La celda, en la práctica un cubo transparente, era amplia, tenía ciertas comodidades, pero carecías de intimidad alguna por aquellas paredes transparentes. Se habían sucedido los agentes, uno detrás de otro. Algunos tenían una especie de carisma irresistible que hacía que salieran las palabras de tu boca como una catarata en la que no tenías la capacidad de nadar. Respondías y respondías sintiendo un extraño alivio mientras el torrente de explicaciones escapaba de tus labios. Te alimentaban con sangre en bolsas de plástico con un agradable toque de opiáceos una vez que desentrañaron tu verdadera naturaleza. Noche tras noche. Día tras día. Y tú les intentabas explicar qué eran las voces de tu mente, ahora sumida en un silencio terrorífico.
Te preguntaban una y otra vez por tu familia, por tus amigos. Ahí dabas la respuesta más escueta y sincera.
- No lo sé.
Y sabías que en esa respuesta había un amargo triunfo. Realmente no sabías qué había sido de Laurent, de Annelise, de Klaus. Pero si ellos te preguntaban es que tampoco lo sabían. Quizá el maldito Toreador se había salido con la suya, había jodido a todos y se había marchado. Y tu familia seguramente había sido rescatada por los Tremere. O quizá no. Pero preferías pensar que sí. Tenías la intuición de que los habían sacado de las garras de estos tipos de trajes grises e intenciones negras.
Te preguntaban una y otra vez por los routers, sus características, tu conocimiento sobre ellos. Los agentes que te hacían estas preguntas llevaban pases de seguridad donde se leía "División Q". Cada evasiva que dabas por respuesta te alejaba de la libertad, pero era también un amargo triunfo. No podían ponerlos en marcha, los routers eran juguetes perdidos o rotos; al final el puto Volgirre se había salido con la suya y tú existencia había tenido un sentido.
Durante un instante cerrabas los ojos deseando abandonarte al oleaje de tu mente. Habías intuido lo suficiente para sospechar que algo no estaba bien en ella, para sospechar cuál era tu verdadero origen.
Presientes que esta será la sucesión de las noches y de los días. En el mismo momento en que bajaste el arma y se abalanzaron sobre ti lo comprendiste, incluso aunque tu Bestia luchó por salir hasta el último instante.
Pero pensar en Klaus mirando el atardecer sobre el Mar del Norte, junto a alguna muchacha, pensando en qué estudiar, adónde viajar, qué futuro tejer... ajeno a cualquier peligro sobrenatural, te reconfortaba.
Tu maldición no los había arrastrado a todos.
Después te convertiste en una especie de animal bajo investigación. La celda, en la práctica un cubo transparente, era amplia, tenía ciertas comodidades, pero carecías de intimidad alguna por aquellas paredes transparentes. Se habían sucedido los agentes, uno detrás de otro. Algunos tenían una especie de carisma irresistible que hacía que salieran las palabras de tu boca como una catarata en la que no tenías la capacidad de nadar. Respondías y respondías sintiendo un extraño alivio mientras el torrente de explicaciones escapaba de tus labios. Te alimentaban con sangre en bolsas de plástico con un agradable toque de opiáceos una vez que desentrañaron tu verdadera naturaleza. Noche tras noche. Día tras día. Y tú les intentabas explicar qué eran las voces de tu mente, ahora sumida en un silencio terrorífico.
Te preguntaban una y otra vez por tu familia, por tus amigos. Ahí dabas la respuesta más escueta y sincera.
- No lo sé.
Y sabías que en esa respuesta había un amargo triunfo. Realmente no sabías qué había sido de Laurent, de Annelise, de Klaus. Pero si ellos te preguntaban es que tampoco lo sabían. Quizá el maldito Toreador se había salido con la suya, había jodido a todos y se había marchado. Y tu familia seguramente había sido rescatada por los Tremere. O quizá no. Pero preferías pensar que sí. Tenías la intuición de que los habían sacado de las garras de estos tipos de trajes grises e intenciones negras.
Te preguntaban una y otra vez por los routers, sus características, tu conocimiento sobre ellos. Los agentes que te hacían estas preguntas llevaban pases de seguridad donde se leía "División Q". Cada evasiva que dabas por respuesta te alejaba de la libertad, pero era también un amargo triunfo. No podían ponerlos en marcha, los routers eran juguetes perdidos o rotos; al final el puto Volgirre se había salido con la suya y tú existencia había tenido un sentido.
Durante un instante cerrabas los ojos deseando abandonarte al oleaje de tu mente. Habías intuido lo suficiente para sospechar que algo no estaba bien en ella, para sospechar cuál era tu verdadero origen.
Presientes que esta será la sucesión de las noches y de los días. En el mismo momento en que bajaste el arma y se abalanzaron sobre ti lo comprendiste, incluso aunque tu Bestia luchó por salir hasta el último instante.
Pero pensar en Klaus mirando el atardecer sobre el Mar del Norte, junto a alguna muchacha, pensando en qué estudiar, adónde viajar, qué futuro tejer... ajeno a cualquier peligro sobrenatural, te reconfortaba.
Tu maldición no los había arrastrado a todos.