[Trama] Palos de Ciego - Lennart (Florencia, 11 Febrero 1997)
Publicado: 27 Feb 2022, 12:17
https://www.youtube.com/watch?v=Mg-wJLTEqwg
Florencia, 11 de Febrero de 1997.
Palazzo Pitti.
Unas horas después de la medianoche.
Falsa tranquilidad.
Es lo que sientes mientras avanzas por las magníficas cámaras y pasillos del Palazzo Pitti. No lo haces solo, pues delante de ti uno de los aparecidos al servicio de la Divina Comedia te hace las veces de guía. El hombre te recibió ceremoniosamente cuando llegaste y apenas tuviste que esperar para que te acompañase a la audiencia que solicitaste hace tres noches. Casi no ha intercambiado palabra contigo, aunque te ha tratado con exquisitez y sumo respeto, algo que quizá esperabas debido a vuestras distintas posiciones dentro de la cadena alimenticia de Florencia. Tras las debidas presentaciones, no tardó en abrirte el paso al interior del refugio de la cofradía de la Arzobispo, dejando que te dedicases a tus propios pensamientos.
Eso es lo que haces mientras vas dejando atrás toda una suerte de las obras de arte que habitan en el severo e imponente edificio. El hombre avanza sin prisa, consciente del efecto que suele provocar la magnificencia del lugar en aquellos que lo visitan.
- La Galería Palatina, Signore, estamos en el piano nobile del Palazzo - te comenta, en un tono casi mayestático, para resaltar la importancia del lugar. Seguramente haya cruzado la galería cientos de veces, pero no puede por menos que dejar de llamar tu atención su sobrecogimiento, la ceremoniosidad con la que te habla.
Y su entusiasmo debe ser contagioso, piensas, porque sin darte cuenta te descubres mirando a tu alrededor atraído por el impacto de las incólumes obras de Botticelli, Rafael y Caravaggio, entre otros. El hombre parece detenerse un segundo de más frente a un lienzo en concreto. Este, pintado sobre tabla, muestra la imagen de San Juan Bautista. Junto a él ves una discreta placa con el nombre del autor, «Andrea del Sarto, 1523». Desconoces el significado concreto que puede tener para él, pero de alguna forma el rostro del óleo mirando intensamente a la izquierda, como detenido en un instante y para toda la eternidad, te hace recordar a tu dama...
***
Falsa tranquilidad.
Seguís pacientemente con la visita tras ese fugaz instante de ensimismamiento y te diriges hacia los llamados «Apartamentos Reales», un conjunto de estancias usadas por los Medici en una época ajena para ti; una época gloriosa y rubricada en oro en los anales de la historia. En contraste con los grandes salones de la Galería Palatina, en estos cuartos se respira silencio, recogimiento e intimidad. Un silencio, que según avanzáis, empieza a quebrarse y ceder ante el inconfundible y estremecedor sonido de un clavicordio. Las notas amortiguadas de la "Aria da Capo, de Basch" se filtran por tus oídos hasta acariciar tu alma inmortal. Por poco que sepas de música, intuyes que las manos que le dan vida a la partitura son diestras y apasionadas, dignas de un maestro en plena eclosión, seguramente poseído por la pieza; de tal forma que empiezas a sentir tu transitar - ¿o tu presencia? - como los ruidosos pasos de un torpe infante al encuentro de uno de sus mayores. Eres consciente de la abierta declaración de intenciones que se expende de esos cuartos reservados a la cotidianidad de los reyes de Italia en el pasado, y que actualmente son usados por una de las «reinas» del linaje de los no muertos para tratar los asuntos de la Espada de Caín.
Es tras unos segundos cuando tu acompañante se gira hacia ti y extendiendo el brazo te señala la habitación de la que procede el eco con un cortés gesto de mano. La puerta está medio entornada.
- Hemos llegado, Signore, le están esperando - sientes que es la costumbre labrada durante incontables años de dedicación a sus labores la que se dirige a ti, y también la sumisión reverencial que ostenta para con quienes puedan estar dentro.
Muestras seguridad cuando le despides con una leve inclinación de cabeza, y una vez solo frente a la puerta cierras los puños e intentas deshacer el nudo que se ha formado en tu garganta. Y es así, porque sabes, que inexorablemente, cada paso que has dado en las últimas noches te ha llevado a la fuente de la que surge no solo la pieza, sino también el poder del sabbat en Florencia...Lo que de alguna manera, te atrae de la misma forma que te repele.
Entras sin llamar y al pasar no ves a la Arzobispo, pero sí a una pálida mujer sentada en un banco junto al instrumento. Su larga melena es del color del trigo, y por la extrema palidez de su piel no dudas de que, como tú, se trata de una cainita. Tu presencia pone fin a su práctica, así que ésta levanta la cabeza con seriedad, molesta por la interrupción. Sin embargo, cuando te ve su expresión se suaviza un poco y la severa muestra de inconformidad de su rostro hace que sonría levemente, aunque más con los labios que con los ojos.
- Lennart di Bricherasio, Sacerdote de la Cofradía Senza Nome - te presenta ella misma - por favor, toma asiento, querido. Espero haber amenizado tu llegada - reconoces en ella a Nicoletta Barbieri, cofrade de L´Illuminato. Te fijas en que va vestida con un sencillo vestido de riguroso color negro que solo deja al descubierto sus manos y sus pies desnudos, lo que en contrapunto con su piel le da un carácter inquietante a su figura. También observas que el instrumento no es todo lo formal que puedas haber visto antes, pero no aciertas del todo a decir qué es lo que te llama la atención de él.
Ella te sigue observando con cierto brillo en la mirada, dejando tiempo para que te acomodes - Ya era hora de que nos conociésemos, aunque creo que no es a mi a quien esperas ver esta noche. Claro que no, lo que te trae a Palazzo, como a todos, es la muerte de Francesco...del Obispo D´Abraccio - expone al instante, formalizando al final la posición del difunto.
- Una desgracia para nuestra cofradía, y para el sabbat. Imagino que, en ti, la Senza Nome viene a dar cumplimiento al edicto de la Arzobispo...
La toreador deja ese pensamiento abierto, dejando que seas tú quien confirme, e incluso quizá amplíe su suposición.
Florencia, 11 de Febrero de 1997.
Palazzo Pitti.
Unas horas después de la medianoche.
Falsa tranquilidad.
Es lo que sientes mientras avanzas por las magníficas cámaras y pasillos del Palazzo Pitti. No lo haces solo, pues delante de ti uno de los aparecidos al servicio de la Divina Comedia te hace las veces de guía. El hombre te recibió ceremoniosamente cuando llegaste y apenas tuviste que esperar para que te acompañase a la audiencia que solicitaste hace tres noches. Casi no ha intercambiado palabra contigo, aunque te ha tratado con exquisitez y sumo respeto, algo que quizá esperabas debido a vuestras distintas posiciones dentro de la cadena alimenticia de Florencia. Tras las debidas presentaciones, no tardó en abrirte el paso al interior del refugio de la cofradía de la Arzobispo, dejando que te dedicases a tus propios pensamientos.
Eso es lo que haces mientras vas dejando atrás toda una suerte de las obras de arte que habitan en el severo e imponente edificio. El hombre avanza sin prisa, consciente del efecto que suele provocar la magnificencia del lugar en aquellos que lo visitan.
- La Galería Palatina, Signore, estamos en el piano nobile del Palazzo - te comenta, en un tono casi mayestático, para resaltar la importancia del lugar. Seguramente haya cruzado la galería cientos de veces, pero no puede por menos que dejar de llamar tu atención su sobrecogimiento, la ceremoniosidad con la que te habla.
Y su entusiasmo debe ser contagioso, piensas, porque sin darte cuenta te descubres mirando a tu alrededor atraído por el impacto de las incólumes obras de Botticelli, Rafael y Caravaggio, entre otros. El hombre parece detenerse un segundo de más frente a un lienzo en concreto. Este, pintado sobre tabla, muestra la imagen de San Juan Bautista. Junto a él ves una discreta placa con el nombre del autor, «Andrea del Sarto, 1523». Desconoces el significado concreto que puede tener para él, pero de alguna forma el rostro del óleo mirando intensamente a la izquierda, como detenido en un instante y para toda la eternidad, te hace recordar a tu dama...
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Falsa tranquilidad.
Seguís pacientemente con la visita tras ese fugaz instante de ensimismamiento y te diriges hacia los llamados «Apartamentos Reales», un conjunto de estancias usadas por los Medici en una época ajena para ti; una época gloriosa y rubricada en oro en los anales de la historia. En contraste con los grandes salones de la Galería Palatina, en estos cuartos se respira silencio, recogimiento e intimidad. Un silencio, que según avanzáis, empieza a quebrarse y ceder ante el inconfundible y estremecedor sonido de un clavicordio. Las notas amortiguadas de la "Aria da Capo, de Basch" se filtran por tus oídos hasta acariciar tu alma inmortal. Por poco que sepas de música, intuyes que las manos que le dan vida a la partitura son diestras y apasionadas, dignas de un maestro en plena eclosión, seguramente poseído por la pieza; de tal forma que empiezas a sentir tu transitar - ¿o tu presencia? - como los ruidosos pasos de un torpe infante al encuentro de uno de sus mayores. Eres consciente de la abierta declaración de intenciones que se expende de esos cuartos reservados a la cotidianidad de los reyes de Italia en el pasado, y que actualmente son usados por una de las «reinas» del linaje de los no muertos para tratar los asuntos de la Espada de Caín.
Es tras unos segundos cuando tu acompañante se gira hacia ti y extendiendo el brazo te señala la habitación de la que procede el eco con un cortés gesto de mano. La puerta está medio entornada.
- Hemos llegado, Signore, le están esperando - sientes que es la costumbre labrada durante incontables años de dedicación a sus labores la que se dirige a ti, y también la sumisión reverencial que ostenta para con quienes puedan estar dentro.
Muestras seguridad cuando le despides con una leve inclinación de cabeza, y una vez solo frente a la puerta cierras los puños e intentas deshacer el nudo que se ha formado en tu garganta. Y es así, porque sabes, que inexorablemente, cada paso que has dado en las últimas noches te ha llevado a la fuente de la que surge no solo la pieza, sino también el poder del sabbat en Florencia...Lo que de alguna manera, te atrae de la misma forma que te repele.
Entras sin llamar y al pasar no ves a la Arzobispo, pero sí a una pálida mujer sentada en un banco junto al instrumento. Su larga melena es del color del trigo, y por la extrema palidez de su piel no dudas de que, como tú, se trata de una cainita. Tu presencia pone fin a su práctica, así que ésta levanta la cabeza con seriedad, molesta por la interrupción. Sin embargo, cuando te ve su expresión se suaviza un poco y la severa muestra de inconformidad de su rostro hace que sonría levemente, aunque más con los labios que con los ojos.
- Lennart di Bricherasio, Sacerdote de la Cofradía Senza Nome - te presenta ella misma - por favor, toma asiento, querido. Espero haber amenizado tu llegada - reconoces en ella a Nicoletta Barbieri, cofrade de L´Illuminato. Te fijas en que va vestida con un sencillo vestido de riguroso color negro que solo deja al descubierto sus manos y sus pies desnudos, lo que en contrapunto con su piel le da un carácter inquietante a su figura. También observas que el instrumento no es todo lo formal que puedas haber visto antes, pero no aciertas del todo a decir qué es lo que te llama la atención de él.
Ella te sigue observando con cierto brillo en la mirada, dejando tiempo para que te acomodes - Ya era hora de que nos conociésemos, aunque creo que no es a mi a quien esperas ver esta noche. Claro que no, lo que te trae a Palazzo, como a todos, es la muerte de Francesco...del Obispo D´Abraccio - expone al instante, formalizando al final la posición del difunto.
- Una desgracia para nuestra cofradía, y para el sabbat. Imagino que, en ti, la Senza Nome viene a dar cumplimiento al edicto de la Arzobispo...
La toreador deja ese pensamiento abierto, dejando que seas tú quien confirme, e incluso quizá amplíe su suposición.