SECCIÓN PREÁMBULOS - Parte 2 -Preludio de RICARDO MANUEL Agirre Gómez Korta Martín

[Soiberg]

Dos meses después


Pelayo, Ricardo, Mateo y varios de sus compañeros de unidad, se encontraban en campo enemigo, parapetados y escondidos tras unas rocas, planeando su ataque sobre el campamento cercano que iban a atacar. Tan sólo esperaban que los escasos soldados que quedaban despiertos estiraran la pata.
Bien pertrechados con sus Facas, habían decidido hacer esta incursión, tras estar el día anterior liándose a tiros a campo abierto, con los rifles y fusiles ayudando a una guarnición leal Carlista, el batallón de Ricardo Flores, un oficial de alto rango del lado carlista.

-Debemos de ser pacientes, sugirió susurrando Pelayo a su amigo Ricardo, para evitar ser oídos por los soldados que aún andaban despiertos en el campamento.

-¿Cómo quieres que lo hagamos, Ricardo?--Preguntó Mateo, me refiero a la distribución, para atacar unos a unos y no todos al mismo y acabar antes con ellos.

[Dava]

Ricardo se coloco la piel de lobo a los hombros y espero a que el resto hiciera lo propio antes de dirigirse a ellos entre susurros.

— Mateo y Pelayo, vosotros conmigo, —dijo señalandoles con los dedos—. Tu tambien vienes con nosotros.

Tras esto señalo a un joven que les acompañaba, antes de continuar con un recordatorio de las indicaciones.

— Recordad las indicaciones. Solo ejecutad a los mandos. A todo aquel que vista galones —paseo la mirada por todos y cada uno de ellos—, el resto son pobres pringaos como nosotros. Si os cruzais con alguno sin galones, intentad no matarles. Con dejarlos 8ncosciebtes bastará.

Comenzo a dibujar con un palo 3n el suelo la distribucion del campamento enemigo y por donde accederia cada grupo dando las indicaciones pertinentes con claridad cristalina.

— Y como dijo pelayo, usad el sigilo sntes quebla fuerza bruta o nos pondresis a todos a descubierto —iba a incorporaese cuando recordo una ultima cosa—. Si todo sale a pedir de boca y no nos detectan, intentad saquar las provisiones y municiones. Las armas y los soldados de bada valen sin municion y con las tripas vacias.

[Soiberg]

Y...apenas 10 minutos después, llegó el momento indicado. Incluso desde donde se encontraban, se oían ronquidos venir del interior del campamento.

-¡Es la hora murmuró en voz baja Pelayo!

-Vamos, susurró a su vez Mateo a Ricardo.

Mateo fue el primero en levantarse, y cubierto con la piel de lobo y avanzando despacio y agachado para no hacer ruido se acercó a un Teniente enemigo y, acercando su mano a la boca por si hicera ruido y gritase, lo acuchilló silenciosamente rajándolo la garganta con la faca.

Siguiendo su ejemplo, Pelayo se acercó al Capitán enemigo, que dormitaba unas tiendas al Este e hizo lo mismo, igual que el resto de los hombres que los acompañaban, Julio Sanguía, el joven al que había hablado Ricardo minutos antes, también Julio González, Tomás García, Lucio Buenafuente, Pedro Azcagaray y Marcos Orduña, junto a Ricardo y Pelayo, que eran varios de los que integraban la comitiva asesina.

Pelayo tiraba al bosque unas cajas conteniendo alimentos, tras comerse algo de las mismas sonriendo, para dejar sin víveres al enemigo. Eel resto del grupo, siguiendo las instrucciones recibidas por Ricardo, hizo lo mismo, alguno se guardó alguna bala entre los bolsillos del pantalón antes de deshacerse del resto de las cajas de munición.

Si alguno de los soldados rasos se despertaba lo dejaban inconsciente de un golpe con un gran palo que había cada uno recogido poco antes del interior del bosque o le daban un puñetazo. Así, poco a poco, fueron cayendo todos los oficiales. Pelayo vio a Ricardo irse a las tiendas del fondo, tras haberse encargado de varios Cabos en las tiendas del frente.

[Dava]

Ricardo avanzo sigiloso hacia su ultimo objetivo, el capitan de la guarnición. Si todos habian hecho bien su trabajo solo quedaria él, pero a escasos metros de su objetivo, se vio sorprendido por un giro en los acontecimientos. Frente a la tienda, que no tenia iluminación alguna, habia dos oficiales haciendo guardia.

Miro alrededor, ninguno de sus compañeros parecia estar cerca de él. Aparentemente tendria que solucionar la situación sólo. Por otro lado, si era descubierto no podria a ninguno en apuros. Volvio a otear la tienda desde su escondite. No parecia haber nadie mas a la vista, y en el interior la luz seguia apagada y reinaba el silencio.

Salio sigiloso de su escondrijo hasta la parte posterior de la tienda y llevo a cabo un pequeño corte en la misma para colarse en su interior.
El capitan enemigo tenia los minutos contados...

[Soiberg]

El Capitán dormitaba a escasos metros suyo, los soldados del exterior de la tienda no habían escuchado a Ricardo escabullirse al interior de la tienda y no sospechaban nada.

Se paró durante unos instantes como saboreando el triunfo parcial en esta escaramuza, aún quedaba mucho de guerra, pero mientras tanto podrían sobrevivir él y el resto de sus compañeros y amigos, un día más. Del otro lado del campamento no se escuchaba ruido alguno, eso era buena señal, los soldados rasos no despertarían y así no habría bajas innecesarias, que era el objetivo deseado.

Finalmente se acercó a su objetivo. Cuando destapó las mantas que cubrían al Capitán vio que era una Mujer, el campamento tenía extrañamente a una Capitana. Era una bella mujer rubia, con el pelo en trenzas, de aproximadamente 1.70 m de altura, aparentaba estar en forma, sin duda alguna se ejercitaba cuando podía. Ricardo tenía unos segundos para decidir su jugada, ¿cumplía los planes y la ejecutaba, o se llevaba de rehén a la Capitana enemiga, sin que lo viesen u escuchasen los soldados del exterior de la tienda?---Era ciertamente ésa una jugada muy arriesgada, y Ricardo era un hombre muy grande y fornido, que hacía ruido al moverse. Si tuviera que desplazar arrastrando a alguien consigo...

[Dava]

Miró fugazmente al lugar en el que reposaba el uniforme de la fornida capitna, verificando su rango. Ricardo trago saliva y decidió de manera lapidaria como afrontar la situación. Habia que cumpir ordenes, pero ante todo era un caballero, y su objetivo una mujer. Una lo suficientemente fuerte para hacerle frente y dar la alarma en combate abierto. Envaino la faca en el cinto, a su espalda.

Se precipito sobre ella tan rapido como pudo haciendo uso de todo el sigilo que habia aprendido en los ultimos meses, cerrando un "mataleon" sobre su cuello en tiempo record evitando que gritase y procediendo a la estrangulacion de su victima.

En el momento que ella empezo a forcejear, trenzó sus piernas sobre el abdomen de ella, impidiendo que la respiracion fuera profunda, limitando el ya poco oxigeno que conseguia inhalar a cada bocanada y que sus extremidades, que ahora se movian freneticas, golpearan alguno de los objetos a su alrededor, cosa que alertaria a los guardias.

El plan era sencillo, pensaba sacarla a cuestas del campamento enemigo deshaciendo el camino que habian llevado a cabo para la incursión, evitando asi ser sorprendido en su huida con ella a cuestas. Solo habia que esperar a que sus grandes brazos y piernas terminaran por hacerla perder el conocimiento.

[Soiberg]

La Capitana forcejeó, buscando a su alrededor algún objeto con que pudiera alertar a sus guardias, u algo con lo que defenderse, ¡sí!, su daga de servicio, que se encontraba cerca de donde estaba acostada, sus manos, tantearon torpemente el suelo, hasta conseguir tocar la empuñadura con la punta de sus dedos, pero la falta de aire comenzó a ser demasiado para ella, mas hizo desesperada un último esfuerzo, mientras se retorcía a ambos lados, buscando desconcertar a su atacante, pero todo fue en vano, logró finalmente agarrar la empuñadura, pero tras tenerla sujeta, cayó inconsciente y vencida.

El plan era en teoría simple, pero no tan fácil de llevar a cabo, el llevar cargado a alguien haría mucho ruido y con el tamaño y corpulencia de Ricardo... podrían oírlo los guardias al salir por el agujero trasero que había hecho en la tienda y por el que había entrado.

[Dava]

No perdio mas el tiempo rapidamente tomo una hoja y un carboncillo con el mayor de los sigilos y dejo escrita una nota amenazante con una caligrafía mas que ausente, la cual dejo en el suelo clavada con la faca.

Último aviso capitanA:
Abandonad el campo antes del alba o no habra piedad.

Firmado,
La noche.

Acto seguido, tomo el uniforme de la joven al completo y se lo llevo consigo en la mochila de ella, dejando solamente la ropa con la que dormia, y ahora una bonita piel de lobo como muestra de respeto.

Sabia de sobra que una mujer como esa de prisionera sufriria un destino peor que la muerte.
Y algo le decia que merecia una oportunidad. Ademas, quien iba a contar las leyendas de los lobos que asolan campamentos si no quedan supervivientes...

[Soiberg]

La partida fue retirándose lentamente a campo propio, todos salieron como habían llegado sin hacer ningún ruido.

Ricardo se reunió con sus compañeros, al comienzo del campamento.

-¿Acabaste con el capitán enemigo, Ricardo? --le preguntaron Mateo y Pelayo, a Ricardo cuando ya era seguro hablar en voz alta.

-¿Tenía protección?--quiso saber Pelayo

--¿Qué haremos ahora' ¡cual será nuestro próximo paso?--me preguntó que nos indicará mañana el Jefe de pelotón

Mañana sin duda sería un nuevo día para una nueva batalla, pero mientras tanto, todos habían salido un día más ilesos y vivos para contarlo.

[Dava]

Ya en zona segura, dejo caer la mochila al suelo y saco el uniforme del interior para contestar a Pelayo y Mateo.

– No lo hice —sentenció— No lo vi necesario. Me limité a dejarla incosciente por dos motivos —trago saliva—: El primero es que necesitamos que el miedo cunda entre la tropa y merme la moral enemiga. Y para eso es mejor intimidar antes que matar —respiro de forma pesada—. Imaginaros a una capitana informando a sus superiores de que ha perdido a todos los suboficiales y los suministros —sonrio para si riendose de su propo chiste—. El segundo es que era una Mujer. Aun me pregunto que demonios hace una mujer en el frente... ¡Y al mando de un pelotón!

Ricardo aún intentaba recuperarse del impacto que le habia producido aquella mujer. ¿Habia hevo lo correcto? Sinceramente, lo desconocía, era una variable para la que no estaba preparado. Con suerte el haber sido asaltada de aquella manera y que la hubieran perfonado la vida, la dejaria claro que el frente no era lugar para ella. Aunque la fiereza de aquellos ojos verdes y el brillo de la determinacion ferrea en suspupilas habia causado mella en la determinación de Ricardo.

—Mañana dormiremos al alba. Montaremos trampas y haremos guardia en la noche. Solo por si acaso...