Prólogo: Montecristo
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Prólogo: Montecristo
Tu olfato no te había engañado. Esos raros graffitis con cinco círculos, semejantes a los aros olímpicos, que habían ido apareciendo por distintas zonas de Brooklyn eran algo más que simples dibujos. Llevabas el tiempo suficiente en Nueva York como para saber que ese tipo de pintadas eran un lenguaje, avisos entre no-muertos. Y lo que no había pasado de ser una anécdota disparó poco a poco la inquietud de tu corazón eternamente parado según ibas comprobando que las pintadas se iban acercando. Calle a calle. Casi bloque a bloque. Una en una puerta de un garaje, otra en un banco de piedra, otra debajo de una ventana rota.
Cinco círculos. Los cinco barrios. The Five Boroughs. Joder. Tu Clan se iba acercando. Quizá habían detectado alguna pista esotérica. Los Tremere tenían una capacidad especial para intuir dónde había espacios místicos. Te habías puesto de los nervios, pero te obligaste a controlarte. No querías llegar a la conclusión de que podían haber olfateado tu propio Sanctum.
A 200 metros, gire a la derecha
La voz anodina del GPS indicaba un viejo párking sobre el que caía la lluvia. Enfrente se veía la Estatua de la Libertad y el sur de Manhattan. Tenías que decírselo a Pagliacci y a Nyx. Se estaban acercando y aunque esa misma cercanía disparaba tu curiosidad, también sabías que eráis insignificantes. Sin territorio, sin dominios ni derechos. Podían echaros a patadas. Y a ti particularmente te tendrían ganas. Te preguntas si tu propio hermano de sangre estaría detrás de toda esta mierda.
Minutos después
Aparcas el coche justo delante del pick-up algo destartalado y sucio que conducía Spike habitualmente. Tu contacto tenía una pistola en su mano derecha con la que apuntaba a un chaval que no tendría ni 20 años y que le miraba aterrorizado mientras algunas gotas de agua caían sobre él. Entre la lluvia y el frío que venía de la desembocadura del East River hacía un frío desagradable y te abrochas la chaqueta al salir de tu coche.
Saludas a Spike con un gesto hosco y éste asiente por respuesta.
- Venga, pedazo de mierda, dile lo que me has dicho a mí - le dice al muchacho. Puedes oler su miedo a distancia. El sabor de su Sangre debe contener una gama de sensaciones.
- Yo... yo... hice esas pintadas -contesta con voz temblorosa
- Yo, yo, yo... - le imita de forma burlona Spike- Venga, coño, que se me van a mojar los huevos -dice mientras agita la pistola- No tenemos toda la noche.
-
- Me pagaron muy bien. Me lo dijo un profesor de mi universidad - el chico calla unos segundos y te mira- El doctor Modi, es de origen indio
Tu instinto de policía se dispara. ¿Un profesor universitario? Era precisamente la universidad de Columbia donde se movía tu Clan como pez en el agua. Y este chico que tienes delante no es un pandillero, más bien parece un hijo de papá con ínfulas de hombre de la calle.
Se estaban acercando.
-
Montecristo (Jebediah_Gogorah)
Investigador ocultista
Re: Prólogo: Montecristo
El Hudson se presentaba como un lienzo negro, como la obra deshechada de un malogrado artista; con sus pequeños trazos blancos, reflejos de la luna sobre las olas. Los círculos perfectos aún se dibujaban en su mente, en cada rincón, en cada textura y en cada paso que enterraba en la gravilla, mientras avanzaba hacia el Spyke verdugo y su víctima, solicitante de misericordia.
Cuáles marcas en la cosecha, intentaba encajarlos en cada símbolo que conociera, en cada fórmula que supiera, en cada grimorio que estudiara, en cada vivencia de su ya vivida no vida. Pero el pensamiento siempre era ocupado por aquel jaguar en la sombra, que en su negrura, saltaba a través de uno de aquellos aros. Aquello era lo que representaba la amenaza.
Sintió arder su propio sanctum. Percibió un sufrimiento futuro que a la vez fue mezcla de propio y ajeno. Sintió como la magia lo abandonaba por el ombligo y fue consciente de un vértigo que ya solo podía instalarse en sus neuronas para la el resto de los días de su no vida. Pero aquella había sido su elección. Aquel era el precio de la rebeldía. O al menos eso quería creer; como si los brujos de la Camarilla no estuvieran tan sumamente jodidos como él.
Todo aquello en el minúsculo tramo que trancurría desde los coches a sus dos partenaires de aquella cuasi bucólica escena de Nueva York. Cortó con la lluvia el halo de luz de los focos del coche con un caminar más propio de Tony Soprano y se acercó al miedoso y suplicante muchacho. Se agachó junto a él, casi cortando la trayectoria del arma de Spyke. - Modi... Modi... - intentando hacer memoria*1. Puso su mano derecha sobre el tembloroso hombro del joven, con toda la intimidación que la calma y la parsimonia transmite en estos momentos. Apartó su propio mechón cano y mojado de su frente, dejando ver su rostro, enjuto y aguileño, y clavó su mirada en los ojos del graffitero. - Y dime, amigo mío, ¿ese tal Modi te ha dicho en que lugar exacto debes pintar los círculos? - Extendió su otra mano esperando que le diera su teléfono y vigilando que no hiciera nada extraño. Si el tal Modi era capaz de rastrear una llamada también lo sería para localizar el posisionamiento actual de su pupilo. - ¿Crees que podemos llamarlo ahora? - Dijo de manera retóricamente exigente.
*1 ->
Cuáles marcas en la cosecha, intentaba encajarlos en cada símbolo que conociera, en cada fórmula que supiera, en cada grimorio que estudiara, en cada vivencia de su ya vivida no vida. Pero el pensamiento siempre era ocupado por aquel jaguar en la sombra, que en su negrura, saltaba a través de uno de aquellos aros. Aquello era lo que representaba la amenaza.
Sintió arder su propio sanctum. Percibió un sufrimiento futuro que a la vez fue mezcla de propio y ajeno. Sintió como la magia lo abandonaba por el ombligo y fue consciente de un vértigo que ya solo podía instalarse en sus neuronas para la el resto de los días de su no vida. Pero aquella había sido su elección. Aquel era el precio de la rebeldía. O al menos eso quería creer; como si los brujos de la Camarilla no estuvieran tan sumamente jodidos como él.
Todo aquello en el minúsculo tramo que trancurría desde los coches a sus dos partenaires de aquella cuasi bucólica escena de Nueva York. Cortó con la lluvia el halo de luz de los focos del coche con un caminar más propio de Tony Soprano y se acercó al miedoso y suplicante muchacho. Se agachó junto a él, casi cortando la trayectoria del arma de Spyke. - Modi... Modi... - intentando hacer memoria*1. Puso su mano derecha sobre el tembloroso hombro del joven, con toda la intimidación que la calma y la parsimonia transmite en estos momentos. Apartó su propio mechón cano y mojado de su frente, dejando ver su rostro, enjuto y aguileño, y clavó su mirada en los ojos del graffitero. - Y dime, amigo mío, ¿ese tal Modi te ha dicho en que lugar exacto debes pintar los círculos? - Extendió su otra mano esperando que le diera su teléfono y vigilando que no hiciera nada extraño. Si el tal Modi era capaz de rastrear una llamada también lo sería para localizar el posisionamiento actual de su pupilo. - ¿Crees que podemos llamarlo ahora? - Dijo de manera retóricamente exigente.
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Re: Prólogo: Montecristo
Una tirada de Astucia+Callejeo, dificultad 3, 1 dado de Ansia
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Montecristo (Jebediah_Gogorah)
Investigador ocultista
Re: Prólogo: Montecristo
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Re: Prólogo: Montecristo
Al cuarto intento de establecer contacto y recibir por respuesta el tono de apagado o fuera de cobertura, devuelves al móvil al muchacho como si nada hubiera pasado, aunque casi puedes oler su miedo. Spike ha dejado de apuntarle, pero su mera cercanía aterroriza al chico.
Caminas hacia el borde del aparcamiento al aire libre, dejando que la brisa del río remueva tu pelo y mirando a lo lejos las luces de Manhattan. Ha dejado de llover y huele a tierra mojada y a sal. El profesor Modi apaga el móvil por la noche, al parecer. Supones que se preocupará cuando vea la cantidad de llamadas perdidas. En fin, no es tu problema. De momento.
Te tomas unos segundos para pensar en las respuestas del pobre infeliz que está sentado en el suelo rezando para que tu amigo Spike no le convierta en una estadística más de la alta criminalidad de la capital del mundo. No sólo te preocupa que los graffitis cada vez se fueran acercando más a tu escondrijo, sino que el muchacho no es el primer aviso que recibe. Dos tipos de una banda caribeña también le han pedido con poca educación que se meta los sprays por donde le quepan... porque ellos están ya marcando las calles que "les pertenecen".
Por un lado presientes que tu Clan se huele algo. Ha sido el modo en que los Tremere han sobrevivido durante tantos siglos, anticipándose a los acontecimientos. Aunque has dado la espalda a la Torre de Marfil y a tu propia herencia sanguínea, has convivido con ellos lo suficiente como para ser consciente de que son como buitres que detectan lo sobrenatural como sus contrapartidas animales la carroña. Quizá no sepan aún dónde te escondes, pero huelen a distancia la esencia mística de tu propio refugio.
Pero por otro lado, otros empiezan a cercar la zona por sus propios intereses. No puedes saber si habrá o no Vástagos detrás, pero lo que está claro es que una lucha callejera, sea mundana o vampírica, sólo puede tener consecuencias nefastas para tu intención, y la de tus dos socios de Coterie, de permanecer en el anonimato hasta encontrar una manera de establecerse definitivamente en Nueva York.
Suspiras como si realmente te sirviera de algo mientras observas el eterno ir y venir del agua.
Sabías que este momento acabaría llegando.
Caminas hacia el borde del aparcamiento al aire libre, dejando que la brisa del río remueva tu pelo y mirando a lo lejos las luces de Manhattan. Ha dejado de llover y huele a tierra mojada y a sal. El profesor Modi apaga el móvil por la noche, al parecer. Supones que se preocupará cuando vea la cantidad de llamadas perdidas. En fin, no es tu problema. De momento.
Te tomas unos segundos para pensar en las respuestas del pobre infeliz que está sentado en el suelo rezando para que tu amigo Spike no le convierta en una estadística más de la alta criminalidad de la capital del mundo. No sólo te preocupa que los graffitis cada vez se fueran acercando más a tu escondrijo, sino que el muchacho no es el primer aviso que recibe. Dos tipos de una banda caribeña también le han pedido con poca educación que se meta los sprays por donde le quepan... porque ellos están ya marcando las calles que "les pertenecen".
Por un lado presientes que tu Clan se huele algo. Ha sido el modo en que los Tremere han sobrevivido durante tantos siglos, anticipándose a los acontecimientos. Aunque has dado la espalda a la Torre de Marfil y a tu propia herencia sanguínea, has convivido con ellos lo suficiente como para ser consciente de que son como buitres que detectan lo sobrenatural como sus contrapartidas animales la carroña. Quizá no sepan aún dónde te escondes, pero huelen a distancia la esencia mística de tu propio refugio.
Pero por otro lado, otros empiezan a cercar la zona por sus propios intereses. No puedes saber si habrá o no Vástagos detrás, pero lo que está claro es que una lucha callejera, sea mundana o vampírica, sólo puede tener consecuencias nefastas para tu intención, y la de tus dos socios de Coterie, de permanecer en el anonimato hasta encontrar una manera de establecerse definitivamente en Nueva York.
Suspiras como si realmente te sirviera de algo mientras observas el eterno ir y venir del agua.
Sabías que este momento acabaría llegando.
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Montecristo (Jebediah_Gogorah)
Investigador ocultista
Re: Prólogo: Montecristo
Hizo un gesto a Spike para que bajara el arma. Aquel pobre infeliz no iba a dar ninguna respuesta más allá de balbuceos estúpidos y sin sentido, que dejan en un enroque a aquellos que no fueran asesinos a sangre fría. Lo dejó marchar, con la promesa, real o no, de que no volvería a pisar el barrio.
Se volvió a girar hacia la bahía después de despedirse de su arreglador y agradecerle el soplo. Aquello era. La magía rezumaba por las calles, como el humo del alcantarillado. Y su escondite no iba a ser menos. Su sanctum, donde habia realizado tantos y tantos rituales durante tanto tiempo, se cobraba hoy el precio, y ahora brillaba como el puto árbol de navidad de Rockefeller Square. Y no, él no era ningún Prometeo, como la estatua que yacía en aquella plaza, como para salvar la humanidad ni realizar ningún sacrificio. Bastante tenía con salvar su culo, y el de sus socios de coterie.
Pensaba en lo complicado que sería mudar todo el tinglado místico que tenía montado en aquella antigua y abandonada carpintería. Imaginaba lo jodido que estaría después, contactar con su rebaño. Echó un último vistazo a los rascacielos encendidos de Manhattan. Los había visto cambiar con el tiempo. Había elucubrado sobre los millones de vidas que y moraban allí. Y de nuevo, su particular ouroboros de pensamiento, le volvió a traer a la mente su hogar... Joder. Tantos años después... era una gran putada.
Metió las manos en los bolsillos de la gabardina y se giró, casi de manera brusca, como mostrando un desaire a la ciudad que le vio nacer, morir y renacer. Enfiló el camino al coche, degustando con mal sabor, como otra nueva decepción decantaba la balanza en su particular relación amor/odio con Nueva York. Y al parecer, se avecinaban tiempos díficiles.
{ https://www.youtube.com/watch?v=QbmWcHW8xR4 - Hard Times in New York Town by Bob Dylan }
Se volvió a girar hacia la bahía después de despedirse de su arreglador y agradecerle el soplo. Aquello era. La magía rezumaba por las calles, como el humo del alcantarillado. Y su escondite no iba a ser menos. Su sanctum, donde habia realizado tantos y tantos rituales durante tanto tiempo, se cobraba hoy el precio, y ahora brillaba como el puto árbol de navidad de Rockefeller Square. Y no, él no era ningún Prometeo, como la estatua que yacía en aquella plaza, como para salvar la humanidad ni realizar ningún sacrificio. Bastante tenía con salvar su culo, y el de sus socios de coterie.
Pensaba en lo complicado que sería mudar todo el tinglado místico que tenía montado en aquella antigua y abandonada carpintería. Imaginaba lo jodido que estaría después, contactar con su rebaño. Echó un último vistazo a los rascacielos encendidos de Manhattan. Los había visto cambiar con el tiempo. Había elucubrado sobre los millones de vidas que y moraban allí. Y de nuevo, su particular ouroboros de pensamiento, le volvió a traer a la mente su hogar... Joder. Tantos años después... era una gran putada.
Metió las manos en los bolsillos de la gabardina y se giró, casi de manera brusca, como mostrando un desaire a la ciudad que le vio nacer, morir y renacer. Enfiló el camino al coche, degustando con mal sabor, como otra nueva decepción decantaba la balanza en su particular relación amor/odio con Nueva York. Y al parecer, se avecinaban tiempos díficiles.
{ https://www.youtube.com/watch?v=QbmWcHW8xR4 - Hard Times in New York Town by Bob Dylan }