La espalda le dolía al finalizar, reclinarse sobre el ordenador en un almacén desvencijado se cobraba un precio que ni la inmortalidad podía aliviar. De modo que la Caitiff, casi una hora después, se levantó del lugar para estirarse. Con cierto cansancio en la mirada, derivado del escozor producido por la intensa luz surgida de la pantalla, observó a sus compañeros, el uno inquieto y tomando notas, el otro sumido en sus pensamientos.
-Según yo lo veo, tenemos mucho terreno que cubrir y, además, tengo un plan para enfrentar a los Tremere y a los Shelby. Creo que deberíamos investigar a Mary Shelby, asegurarnos de que tiene algún tipo de conexión con los hermanos, antecedentes penales, lo que sea... Y empezar a dibujar esos malditos círculos rituales en su barrio.
La descastada dejó unos segundos para que la idea calara entre sus compañeros, sabiendo el peligro que suponía dedicarse a falsear la brujería de los hechiceros, pero la argucia podía ayudarles a matar dos pájaros de un tiro, cuando los gángsteres volvieran sus pistolas sobre la Torre de Marfil.
-Quizás no sería mala idea de que alguien interrogara a Mary, mientras Nyx habla con David. Melinda también podría ayudarnos, ya sea con las pintadas o ahondando en los intereses del clan Tremere y ese profesor que les dirige.
"Countdown" 1
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Re: "Countdown" 1
Un ligero escalofrío os recorre al atravesar la mole de hierro que es Manhattan Bridge para ir a la zona sureste de la isla. Manhattan tiene ese efecto en los últimos tiempos en los que la corte de Panhard se ha enrocado en el centro del territorio y el resto es un lugar potencialmente dejado a su suerte y, por tanto, repleto de amenazas. Sentís que es un espacio repleto de oportunidades en el que podríais haceros un sitio a largo plazo, pero también notáis la inquietud que transmite esa jungla de cristal en medio de la noche.
Camináis en silencio hacia los alrededores del Muelle 36. Nyx está más taciturno, dándole vueltas a cómo mantener a David Anderson alejado de cualquier riesgo. Siente que si algo le sucediera perdería la fe en que hay un camino más allá de la violencia, que parece haberse convertido en el denominador común en la ciudad en los últimos años. Confía en Pagliacci, pero el Brujah sabe que ella sabe también que la puerta abierta por los Shelby no deja de ser una oportunidad para estableceros en la ciudad.
Montecristo camina más nervioso que sus compañeros. No sólo es el ligero zumbido de la necesidad de Sangre, sino también que no se siente cómodo en un territorio de enemigos tradicionales de su propio Clan. Desde el momento en que habéis puesto el pie en la zona portuaria, repleta de almacenes y viejas infraestructuras de principios y mediados del siglo XX, ha ido señalando con el dedo las señales del territorio de los Shelby.
La cuchilla es visible en carteles de viejas destilerías cerradas, en la puerta de uno de los almacenes, en la publicidad de la puerta trasera de un taxi aparcado frente a un edificio de apartamentos. El Tremere sospecha que hay ojos detrás de las persianas vigilando las calles desiertas y húmedas y algo dentro de él le incita a irse lo antes posible.
Llegáis finalmente a la dirección encontrada por Pagliacci. Es un edificio de ladrillo visto y escaleras en la fachada, como hay cientos de miles en la ciudad de Nueva York. Se ven luces en la planta baja y en la primera, mientras que la segunda permanece a oscuras y con las persianas bajadas. Hay otros edificios parecidos en toda la calle Madison, aunque la mayoría están a oscuras a estas horas de la noche. Una nube de humo asciende desde una de las alcantarillas cercanas. A cierta distancia de la casa hay un coche de alta gama aparcado que llama la atención en la calle semidesierta en la que apenas se ven algunas furgonetas y coches de los 90 aquí y allá.
Montecristo observa además cómo en los portales hay carteles colgados indicando que en los próximos días no se podrá aparcar en la zona por motivos de seguridad debido al inicio de la cumbre de la OTAN.
Os miráis los tres, sabedores de que estáis en territorio ajeno y potencialmente hostil.
Camináis en silencio hacia los alrededores del Muelle 36. Nyx está más taciturno, dándole vueltas a cómo mantener a David Anderson alejado de cualquier riesgo. Siente que si algo le sucediera perdería la fe en que hay un camino más allá de la violencia, que parece haberse convertido en el denominador común en la ciudad en los últimos años. Confía en Pagliacci, pero el Brujah sabe que ella sabe también que la puerta abierta por los Shelby no deja de ser una oportunidad para estableceros en la ciudad.
Montecristo camina más nervioso que sus compañeros. No sólo es el ligero zumbido de la necesidad de Sangre, sino también que no se siente cómodo en un territorio de enemigos tradicionales de su propio Clan. Desde el momento en que habéis puesto el pie en la zona portuaria, repleta de almacenes y viejas infraestructuras de principios y mediados del siglo XX, ha ido señalando con el dedo las señales del territorio de los Shelby.
La cuchilla es visible en carteles de viejas destilerías cerradas, en la puerta de uno de los almacenes, en la publicidad de la puerta trasera de un taxi aparcado frente a un edificio de apartamentos. El Tremere sospecha que hay ojos detrás de las persianas vigilando las calles desiertas y húmedas y algo dentro de él le incita a irse lo antes posible.
Llegáis finalmente a la dirección encontrada por Pagliacci. Es un edificio de ladrillo visto y escaleras en la fachada, como hay cientos de miles en la ciudad de Nueva York. Se ven luces en la planta baja y en la primera, mientras que la segunda permanece a oscuras y con las persianas bajadas. Hay otros edificios parecidos en toda la calle Madison, aunque la mayoría están a oscuras a estas horas de la noche. Una nube de humo asciende desde una de las alcantarillas cercanas. A cierta distancia de la casa hay un coche de alta gama aparcado que llama la atención en la calle semidesierta en la que apenas se ven algunas furgonetas y coches de los 90 aquí y allá.
Montecristo observa además cómo en los portales hay carteles colgados indicando que en los próximos días no se podrá aparcar en la zona por motivos de seguridad debido al inicio de la cumbre de la OTAN.
Os miráis los tres, sabedores de que estáis en territorio ajeno y potencialmente hostil.
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Pagliacci (Pagliacci)
Periodista
Re: "Countdown" 1
Hija mía, siento haberte gritado el otro día, quiero que entiendas que las cosas que te digo, los límites que te pongo, son por tu bien. Hay ciertas partes de la ciudad en las que una chica como tu no puede entrar. Esta noche, tu madre y sus amigos irán a resolver unos asuntos en Manhattan, tómate un descanso y ve al refugio mañana. Nos gustaría que investigaras al Profesor Modi, de la universidad de Columbia, ten cuidado, es muy peligroso, especialmente para ti.
La barra de texto parpadeó diez largos segundos antes de que Pagiacci, duditativa, le diera al botón de enviar. Tenía ganas de ver a Melinda, especialmente, tras lo ocurrido en las últimas noches. Sabía que era imposible mantenerla alejada de todo riesgo, no podía encerrarla en una jaula de cristal, como hacían los déspotas de la Camarilla con sus hijos e hijas en la sangre, pero no podía evitar un cierto malestar que le atenazaba por dentro.
Cuando alzó la vista comprobó que ya habían llegado, aquel lugar no era muy distinto de los dominios europeos en los que se atrincheraban los demonios, parecía anclado en el tiempo, cubierto por un manto de desesperación, como si las malvadas raíces de los Shelby recorrieran la tierra. La Caitiff consultó sus notas, este era el lugar adecuado, una tumba silenciosa que contrastaba con el bullicioso Nueva York.
En su bolso llevaba un spray de pintura roja, con el que esperaba poder marcar algún callejón próximo, imitando la firma de los brujos. Montecristo no había dicho nada al respecto, pero ella sabía que no le hacía gracia el asunto, por si no hubieran suficientes marcas de estas por toda la ciudad, ahora ellos se dedicarían a falsificarlas. Pero antes que nada, debían interrogar a Mary Shelby y averiguar a qué clase de diablo estaban vendiendo su alma.
Pensaba en la treta que habían hablado, hacerse pasar por policías, como estaban peinando el barrio con motivo del encuentro internacional, no parecía absurdo. Aunque recordaba los sangrientos enfrentamientos entre la Inquisición y los mafiosos que habían llegado a sus oídos.
- Es el número 15 - dijo la periodista, señalando el timbre e invitando al Tremere a que lo tocara- Esperemos que la Fortuna esté de nuestro lado esta noche.
La barra de texto parpadeó diez largos segundos antes de que Pagiacci, duditativa, le diera al botón de enviar. Tenía ganas de ver a Melinda, especialmente, tras lo ocurrido en las últimas noches. Sabía que era imposible mantenerla alejada de todo riesgo, no podía encerrarla en una jaula de cristal, como hacían los déspotas de la Camarilla con sus hijos e hijas en la sangre, pero no podía evitar un cierto malestar que le atenazaba por dentro.
Cuando alzó la vista comprobó que ya habían llegado, aquel lugar no era muy distinto de los dominios europeos en los que se atrincheraban los demonios, parecía anclado en el tiempo, cubierto por un manto de desesperación, como si las malvadas raíces de los Shelby recorrieran la tierra. La Caitiff consultó sus notas, este era el lugar adecuado, una tumba silenciosa que contrastaba con el bullicioso Nueva York.
En su bolso llevaba un spray de pintura roja, con el que esperaba poder marcar algún callejón próximo, imitando la firma de los brujos. Montecristo no había dicho nada al respecto, pero ella sabía que no le hacía gracia el asunto, por si no hubieran suficientes marcas de estas por toda la ciudad, ahora ellos se dedicarían a falsificarlas. Pero antes que nada, debían interrogar a Mary Shelby y averiguar a qué clase de diablo estaban vendiendo su alma.
Pensaba en la treta que habían hablado, hacerse pasar por policías, como estaban peinando el barrio con motivo del encuentro internacional, no parecía absurdo. Aunque recordaba los sangrientos enfrentamientos entre la Inquisición y los mafiosos que habían llegado a sus oídos.
- Es el número 15 - dijo la periodista, señalando el timbre e invitando al Tremere a que lo tocara- Esperemos que la Fortuna esté de nuestro lado esta noche.
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Montecristo (Jebediah_Gogorah)
Investigador ocultista
Re: "Countdown" 1
{ https://www.youtube.com/watch?v=Jj5Xcze ... oveRecords - Once Upon a Time in America by Ennio Morriconne }
El East River aparecía con una neblina más londinense que neoyorquina, impropia tal vez para aquella época del año. Aparece la inmensa mole del Puente de Manhattan como un dragón dormido y levitante sobre un mar de algodón. Parece que la quietud se apodera de la ciudad sin pausa, pero nada más lejos de la realidad, pues las luces rojas distorsionadas y amplificadas por las bruma, marcan un camino de antorchas hacia el corazón de la Gran Manzana.
Montecristo cruza el puente en silencio, apoyado sobre el cristal mojado de un característico yellow cab, maldiciendo que no fuera el de Ben White, pues la bestia empieza a desperazarse en su interior reclamando alimento para su muerto cuerpo. Mira como los rascacielos de ventanas aleatoriamente iluminadas, y los malditos avatares de su no vida, reclamaban ahora su presencia en aquella zona de la que había sido expulsado tanto tiempo.
Tanto él como sus compañeros, habían pensado que la mejor defensa era un buen ataque, y ahora se encontraba en unas calles en las que se sentía más presa que cazador. Y aquello para un longevo cainita, era un sentimiento abrumador, conspiranoico e inabarcable, que le estremecía hasta la última de sus vértebras. No dejaba de pensar, mientras dejaban el puente a sus espaldas como si de una postal se tratase, en Noodles De Niro, aquel pequeño judío con ínfulas de gángster, vividor del sueño americano en "Once upon a time in America", y como la Camarilla se postulaba, para el papel de aquel Bugsy gordinflón, abusador de manual.
Escuchó a sus compañeros en silencio, con los sentidos más aguzados de lo habitual, analizando cada esquina, cada puerta, cada mirada. El bote de spray rojo de Pagliacci, no le pilló por sorpresa. Como su amiga paria barruntaba, simular los trazos de su clan, no era algo que le entusiasmara, y él estaba lejos de ser un Salkovskis de turno.
- El número quince evoca al éxito. Se asocia la familia - Comentó en sotto vocce, haciendo gala, probablemente inútil de sus conocimientos en numerología. - El número 15 en la Biblia es la restauración y la curación más allá de la liberación mencionada, es el perdón, la redención y el sacrificio. - Tocó el marco de la puerta intentando percibir algo. - Muchos en la morgue pensaron que la fortuna estaría de su lado, pero ya estamos aquí y no podemos volver atrás - sentenció casi de manera profética - Alea iacta est - Terminó con una oscura sonrisa mezcla de condescendencia y desdén.
El East River aparecía con una neblina más londinense que neoyorquina, impropia tal vez para aquella época del año. Aparece la inmensa mole del Puente de Manhattan como un dragón dormido y levitante sobre un mar de algodón. Parece que la quietud se apodera de la ciudad sin pausa, pero nada más lejos de la realidad, pues las luces rojas distorsionadas y amplificadas por las bruma, marcan un camino de antorchas hacia el corazón de la Gran Manzana.
Montecristo cruza el puente en silencio, apoyado sobre el cristal mojado de un característico yellow cab, maldiciendo que no fuera el de Ben White, pues la bestia empieza a desperazarse en su interior reclamando alimento para su muerto cuerpo. Mira como los rascacielos de ventanas aleatoriamente iluminadas, y los malditos avatares de su no vida, reclamaban ahora su presencia en aquella zona de la que había sido expulsado tanto tiempo.
Tanto él como sus compañeros, habían pensado que la mejor defensa era un buen ataque, y ahora se encontraba en unas calles en las que se sentía más presa que cazador. Y aquello para un longevo cainita, era un sentimiento abrumador, conspiranoico e inabarcable, que le estremecía hasta la última de sus vértebras. No dejaba de pensar, mientras dejaban el puente a sus espaldas como si de una postal se tratase, en Noodles De Niro, aquel pequeño judío con ínfulas de gángster, vividor del sueño americano en "Once upon a time in America", y como la Camarilla se postulaba, para el papel de aquel Bugsy gordinflón, abusador de manual.
Escuchó a sus compañeros en silencio, con los sentidos más aguzados de lo habitual, analizando cada esquina, cada puerta, cada mirada. El bote de spray rojo de Pagliacci, no le pilló por sorpresa. Como su amiga paria barruntaba, simular los trazos de su clan, no era algo que le entusiasmara, y él estaba lejos de ser un Salkovskis de turno.
- El número quince evoca al éxito. Se asocia la familia - Comentó en sotto vocce, haciendo gala, probablemente inútil de sus conocimientos en numerología. - El número 15 en la Biblia es la restauración y la curación más allá de la liberación mencionada, es el perdón, la redención y el sacrificio. - Tocó el marco de la puerta intentando percibir algo. - Muchos en la morgue pensaron que la fortuna estaría de su lado, pero ya estamos aquí y no podemos volver atrás - sentenció casi de manera profética - Alea iacta est - Terminó con una oscura sonrisa mezcla de condescendencia y desdén.
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Nyx (DarkOsca)
Arquitecto
Re: "Countdown" 1
David, David, en qué lío te he has metido. Habitualmente era al contrario, Nyx, impetuoso, iba hacia los problemas como un vagón de mercancías. Anderson, más tarde, tenía que mover sus hilos, contactos, dotes para hacer magia con los papeles para que su amigo pudiera salir airoso.
Pero a veces es inevitable. Los problemas, como si tuvieran vida, como si se trataran de un ente pensante y agresivo, arremeten contra uno aunque no haya hecho nada. En ese momento se ve la solidez de una persona/vástago, su fortaleza física, mental, la red de seguridad que ha ido trazando durante su existencia.
Montecristo, Pagiacci y Nyx forman, ahora mismo, la red de seguridad de David Anderson que, esta noche, se ha convertido en un tridente que quiere perforar más fuerte que el fino filo del metal británico. ¿Estamos siendo demasiado osados?
-Pagiacci, dame uno de esos.
Señala hacia los botes de pintura.
-¿Cómo eran exactamente los símbolos?
Reflexiona en voz alta
-Esta gente es peligrosa, muy peligrosa, ni la cábala ni la fortuna nos van a proteger aquí. Por favor, seamos prudentes
En su fuero interno, el arquitecto, sabe que ya han traspasado la línea de la prudencia, donde esta se torna en osadía, pero no está de más leer el cartel de cuidado con el perro aunque se tenga intención de matarlo.
Pero a veces es inevitable. Los problemas, como si tuvieran vida, como si se trataran de un ente pensante y agresivo, arremeten contra uno aunque no haya hecho nada. En ese momento se ve la solidez de una persona/vástago, su fortaleza física, mental, la red de seguridad que ha ido trazando durante su existencia.
Montecristo, Pagiacci y Nyx forman, ahora mismo, la red de seguridad de David Anderson que, esta noche, se ha convertido en un tridente que quiere perforar más fuerte que el fino filo del metal británico. ¿Estamos siendo demasiado osados?
-Pagiacci, dame uno de esos.
Señala hacia los botes de pintura.
-¿Cómo eran exactamente los símbolos?
Reflexiona en voz alta
-Esta gente es peligrosa, muy peligrosa, ni la cábala ni la fortuna nos van a proteger aquí. Por favor, seamos prudentes
En su fuero interno, el arquitecto, sabe que ya han traspasado la línea de la prudencia, donde esta se torna en osadía, pero no está de más leer el cartel de cuidado con el perro aunque se tenga intención de matarlo.
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Pagliacci (Pagliacci)
Periodista
Re: "Countdown" 1
La caitiff sonrió ante las divagaciones del brujo, le resultaban interesantes y suponía que ayudaban a Montecristo a que liberara el estrés que sentía, centrando sus pensamientos en el destino y recitando aquello a modo de mantra. Sin embargo, su sonrisa se esfumó ante las palabras de Nyx, que parecía demasiado ansioso por acabar pronto. La paria habría preferido dejar las pintadas para el final, el interrogatorio de Mary quizás arrojara algo de luz sobre las intenciones de los Shelby, pero se resignó a seguir los pasos del brujah, se estaban jugando la piel de David, al fin y al cabo.
-Está bien, vamos.
Pagliacci dobló la esquina, buscando un lugar discreto, entre los cubos de basura. Una vez en el callejón, retiró un par de carteles en la pared y echó un vistazo en derredor para asegurarse de que nadie se estuviera fijando en ellos, un par de cucarachas surgieron entre los restos de comida que se apilaban en el rincón, el olor a orín impregnaba el aire. Con cierto temor, esperando que el sonido de las latas no llamara la atención, le tendió una a cada uno. Su corazón no-muerto batía la sangre a toda la velocidad.
-¿Un pentáculo, entonces?
-Está bien, vamos.
Pagliacci dobló la esquina, buscando un lugar discreto, entre los cubos de basura. Una vez en el callejón, retiró un par de carteles en la pared y echó un vistazo en derredor para asegurarse de que nadie se estuviera fijando en ellos, un par de cucarachas surgieron entre los restos de comida que se apilaban en el rincón, el olor a orín impregnaba el aire. Con cierto temor, esperando que el sonido de las latas no llamara la atención, le tendió una a cada uno. Su corazón no-muerto batía la sangre a toda la velocidad.
-¿Un pentáculo, entonces?
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Montecristo (Jebediah_Gogorah)
Investigador ocultista
Re: "Countdown" 1
Cuando el brujo estaba a punto de tocar el timbre con su huesudo dedo, llegó la prudencia de Nyx como un carromato sin freno. A punto estuvo de revolverse contra aquella reticencia a cambiar de parecer, ahora, que habían cruzado el puente y eran corderitos en territorio de lobos.
Pero si algo le había demostrado el brujah, es que sabía anteponer la cabeza al corazón, y casi siempre, introducía cordura en sus propios momentos de locura. Y a veces de manera inversa. Por eso, a pesar de las edades, de los pareceres, de los colores de piel o de las habilidades de cada uno, se sentía cómodo en aquella cuadrilla.
Miró a ambos con una mirada desalentaadora pero sometida y apática. Si ya no le gustaba de por sí el tema de las pintadas, menos le gustaba empezar su juerga por Manhattan de aquella forma. Pero callado, casi respirando los pecados que en aquellos pocos kilómetros cuadrados se cometían, los siguió a unos metros. - Deformación profesional - pensó. Al llegar al oscuro callejón le invadió un sentimiento de alivio, que si bien no era total, le reconfortaba. En la oscuridad podía relajar su rígido cuerpo, con la única compañía de los gatos revolviendo en la basura, las discusiones familiares de algún quinto piso, el rumor del agua estancada de los cercanos muelles, o las embotadas sirenas de la poli.
El agitar de los sprays le recordó a aquellos años en Studio 54, y como Mikey agitaba la coctelera en un privado para Hex y para él. En su aguileña nariz pudo rememorar esencias de ginebra y cardamomo, y también el aroma salvaje a sudor y magia. Y sus ojos, aún en la negrura, se cegaron por un segundo con vitae y lentejuelas.
Nyx arqueó su brazo en un semicirculo perfecto, mientras que Pagliacci, continuaba precisamente por el lado opuesto, casi en una perfecta sincronía hipnótica. El ruido de la pintura saliendo por el aspersor parecía un reclamo de la ciudad que nunca duerme, pidiendo un poco de silencio. Luego vinieron los trazos perpendiculares, como el propio puente que habían cruzado hacía unas horas, hasta quedar un pentáculo rojo perfectamente visible sobre el ladrillo gris. Lo había referido en el sexto libro de Moisés, lo había soñado en la pila bautismal de la catedral de Santiago, lo había usado en tan inmensa infinidad de rituales que ya había perdido la cuenta, y tal vez la magia, de lo que representaba la propia figura. Se dio la vuelta y alzo sus brazos, sin llegar a tocar la pared, convirtiéndose durante cinco segundos en un particular hombre de Vitrubio. Miró a sus amigos con aprobación.
- ¿Vamos ya a hablar con tu amigo, o estaremos toda la noche pintarrajeando la ciudad? - Dijo con ánimo jocoso, irónico y destensor.
Pero si algo le había demostrado el brujah, es que sabía anteponer la cabeza al corazón, y casi siempre, introducía cordura en sus propios momentos de locura. Y a veces de manera inversa. Por eso, a pesar de las edades, de los pareceres, de los colores de piel o de las habilidades de cada uno, se sentía cómodo en aquella cuadrilla.
Miró a ambos con una mirada desalentaadora pero sometida y apática. Si ya no le gustaba de por sí el tema de las pintadas, menos le gustaba empezar su juerga por Manhattan de aquella forma. Pero callado, casi respirando los pecados que en aquellos pocos kilómetros cuadrados se cometían, los siguió a unos metros. - Deformación profesional - pensó. Al llegar al oscuro callejón le invadió un sentimiento de alivio, que si bien no era total, le reconfortaba. En la oscuridad podía relajar su rígido cuerpo, con la única compañía de los gatos revolviendo en la basura, las discusiones familiares de algún quinto piso, el rumor del agua estancada de los cercanos muelles, o las embotadas sirenas de la poli.
El agitar de los sprays le recordó a aquellos años en Studio 54, y como Mikey agitaba la coctelera en un privado para Hex y para él. En su aguileña nariz pudo rememorar esencias de ginebra y cardamomo, y también el aroma salvaje a sudor y magia. Y sus ojos, aún en la negrura, se cegaron por un segundo con vitae y lentejuelas.
Nyx arqueó su brazo en un semicirculo perfecto, mientras que Pagliacci, continuaba precisamente por el lado opuesto, casi en una perfecta sincronía hipnótica. El ruido de la pintura saliendo por el aspersor parecía un reclamo de la ciudad que nunca duerme, pidiendo un poco de silencio. Luego vinieron los trazos perpendiculares, como el propio puente que habían cruzado hacía unas horas, hasta quedar un pentáculo rojo perfectamente visible sobre el ladrillo gris. Lo había referido en el sexto libro de Moisés, lo había soñado en la pila bautismal de la catedral de Santiago, lo había usado en tan inmensa infinidad de rituales que ya había perdido la cuenta, y tal vez la magia, de lo que representaba la propia figura. Se dio la vuelta y alzo sus brazos, sin llegar a tocar la pared, convirtiéndose durante cinco segundos en un particular hombre de Vitrubio. Miró a sus amigos con aprobación.
- ¿Vamos ya a hablar con tu amigo, o estaremos toda la noche pintarrajeando la ciudad? - Dijo con ánimo jocoso, irónico y destensor.
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Voivoda
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Re: "Countdown" 1
La sombra de la duda.
O quizá el miedo.
Pagliacci y Nyx se disponían a salir del callejón cuando observan a su compañero de Coterie que vuelve a sacar el spray y observa con detenimiento la pintada situando sus ojos a escasos centímetros de la pared.
Montecristo vuelve a repasar una y otra vez el dibujo. ¿Cómo han podido ser tan descuidados?. Cualquier mínimo error podía demostrar que era una pintada falsa, un trabajo de aficionados. El Clan Tremere no permite errores. Aún le parece escuchar la voz de Hex en su interior de los tiempos en los que la Pirámide actuaba precisamente como eso, como una estructura monolítica en la que no se podían cometer equivocaciones. Con un cuidado extremo, casi quirúrgico, repasó los bordes de la estrella, afiló las puntas, hacía memoria de los símbolos que había visto en libros arcanos y en manuales de hechicería de andar por casa. En su interior tenía la absoluta convicción de estar salvando su pellejo y el de sus propios compañeros. Si no fuera por estos detalles, los pillarían. Pronto.
Pagliacci y Nyx se miraron entre sí. La Caitiff podía notar la impaciencia que empezaba a surgir a borbotones en el interior del cuerpo de su compañero del Clan Brujah. Si Nyx ya pretendía resolver rápido el asunto para estar en esta zona de Manhattan lo menos posible, podía imaginar qué estaría sintiendo al comprobar la pérdida de tiempo que suponía este repentino arranque de perfeccionismo de Montecristo. Pagliacci sujetó la muñeca de Nyx durante un segundo cuando presintió que el Brujah iba a coger a Montecristo a la fuerza para llevárselo de allí. Ella entendía que el Brujah se jugaba mucho al andar por la noche en territorio de los Shelby después de su conversación con la banda de origen británico. Pero Pagliacci era quien más consciente era de todo el grupo de que aún nadie os había detectado y era mejor no montar follones.
Cuando finalmente Montecristo termina, Nyx no puede evitar soltar un respingo. El Tremere le observa sin terminar de comprender. Si no fuera por él les hubieran terminado pillando.
Cuando regresáis a las cercanías del número 15, Nyx hace una seña a sus compañeros para que os agazapéis entre las sombras detrás de un Chevrolet Silverado aparcado en la calle que os permite seguir manteniendo vuestra cobertura. A cierta distancia veis que un coche se detiene delante de la puerta del número 15. De la puerta delantera derecha, que queda tapada por vuestra posición, en la que miráis de frente a la parte izquierda del coche, sale una figura masculina que se pone un sombrero estilo boina como los que suelen llevar los Shelby. Abre la puerta trasera derecha y sale un hombre bien vestido, que se ajusta el traje cuando ya está en la húmeda acera.
Nyx maldice en voz baja y Pagliacci tiene de nuevo el instinto de sujetar su muñeca. Pagliacci y Montecristo observan al tipo del traje, que les suena de vista. En alguna ocasión habéis visto una foto suya en el perfil de alguna conversación de la lista de WhatsApp de Nyx.
El Brujah reconoce perfectamente a Christopher Reynolds. Su valioso contacto en el Departamento de Transporte parece tener una buena relación con los Shelby... y la casa del 15 de Madison Street empieza a tener demasiado movimiento.
OFF. Montecristo Ansia 3, Pagliacci Ansia 2, Nyx Ansia 1. Nyx 4/5 FV.
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Montecristo (Jebediah_Gogorah)
Investigador ocultista
Re: "Countdown" 1
{ https://www.youtube.com/watch?v=3UqR5-s ... rangeMedia - It's A Sin by Mr Strange (Pet Shop Boys cover) }
La mirada de aprobación, pronto se volvió en esperpento. Al girarse de su leonardoniana mueca, el pentáculo perdió toda su perfección. Ellos no lo entendían. Para ellos era un simple conjunto de trazos en la pared. Para él un sacro anagrama al que aún se le seguiría sacando punta en la gran Capilla de Viena, si ésta no hubiera dejado de existir.
Cogió el spray casi con rabia, e intentó arreglar el desaguisado. No fue consciente del tiempo, solo sintió imbuirse con el pentáculo y escuchar ruidos cósmicos y pasar bóvedas celestes tras su nuca. A la vez que la pintura salía del artefacto, sellaba cada una de las sepias páginas acartonadas de sus grimorios. Aquellas que tantas veces había estudiado. Aprendido. Y que ahora estaban en peligro. Aquel conocimiento, que se perdería, como las lágrimas en la lluvia.
Finalizó la obra y con una mirada distante, le rememoró aquellos que había visto cerca de su refugio. Y tuvo una sensación extraña. Como si cayera por un sumidero, víctima de la suceción de Fibonacci. Y cuando dejó de naufragar en aquellos pensamientos, se encontró agazapado en un coche, viendo como alguien al que sin duda Nyx conocía, se sumaba a la fiesta. El 15 de aquella transversal de Manhattan empezaba a estar más recurrido que el 1 de Wall Street. Quizó corroborar la información, como buen ex-detective, al que la inseguridad le corroía año a año, en un particular 9/11.
- Eh Nyx... - susurró a su espalda - ¿Ese tipo no es conocido tuyo? - La puerta se cerraba dejando la pregunta en el ruidoso silencio de la noche.
La mirada de aprobación, pronto se volvió en esperpento. Al girarse de su leonardoniana mueca, el pentáculo perdió toda su perfección. Ellos no lo entendían. Para ellos era un simple conjunto de trazos en la pared. Para él un sacro anagrama al que aún se le seguiría sacando punta en la gran Capilla de Viena, si ésta no hubiera dejado de existir.
Cogió el spray casi con rabia, e intentó arreglar el desaguisado. No fue consciente del tiempo, solo sintió imbuirse con el pentáculo y escuchar ruidos cósmicos y pasar bóvedas celestes tras su nuca. A la vez que la pintura salía del artefacto, sellaba cada una de las sepias páginas acartonadas de sus grimorios. Aquellas que tantas veces había estudiado. Aprendido. Y que ahora estaban en peligro. Aquel conocimiento, que se perdería, como las lágrimas en la lluvia.
Finalizó la obra y con una mirada distante, le rememoró aquellos que había visto cerca de su refugio. Y tuvo una sensación extraña. Como si cayera por un sumidero, víctima de la suceción de Fibonacci. Y cuando dejó de naufragar en aquellos pensamientos, se encontró agazapado en un coche, viendo como alguien al que sin duda Nyx conocía, se sumaba a la fiesta. El 15 de aquella transversal de Manhattan empezaba a estar más recurrido que el 1 de Wall Street. Quizó corroborar la información, como buen ex-detective, al que la inseguridad le corroía año a año, en un particular 9/11.
- Eh Nyx... - susurró a su espalda - ¿Ese tipo no es conocido tuyo? - La puerta se cerraba dejando la pregunta en el ruidoso silencio de la noche.
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Pagliacci (Pagliacci)
Periodista
Re: "Countdown" 1
El tiempo se les había echado encima y Pagliacci sentía como su piel se galvanizaba por la ansiedad, comenzaba a arrepentirse de aquel plan, de lo que peligroso que resultaba y de no haberle simplemente pedido a alguien que se pasara de día a hacer la pintada. De modo que cuando el brujo, por fin, se dio la vuelta después de repasar meticulosamente cada detalle, la descastada soltó un suspiro de alivio. En el centro del pentáculo, un número 15 dibujado, que Montecristo había perfilado con letras góticas no dejaba dudas de a quien iba dirigido aquel mensaje. Solo quedaba esperar que los demonios mordieran el anzuelo y se arrojaran al cuello de los hechiceros, si es que no les descubrían...
La visión de varias personas arremolinadas en el portal neblinoso bajo la luz de una única farola dejó claro que habían perdido la oportunidad de hablar con Mary aquella noche, interrogarla era arriesgado, pero adentrarse en la guarida de la bestia con toda la prole en su interior era, directamente, suicida. Y todavía no estaba preparada para morir, otra vez. Y, precisamente la bestia, una voz apagada que martilleaba sus pensamientos, comenzaba a recordarle que sentía un hambre inmortal.
-Vámonos, no podemos hacer nada aquí, volvamos. Quizás podamos ver a David esta noche o, quizás, debiéramos salir a cazar y buscar una coartada para esta noche.
La periodista había comprado información en el laberinto sobre una nueva víctima, un tipo lamentable que explotaba a sus trabajadores en un zulo de Chinatown, y estaba deseando extorsionarlo.
La visión de varias personas arremolinadas en el portal neblinoso bajo la luz de una única farola dejó claro que habían perdido la oportunidad de hablar con Mary aquella noche, interrogarla era arriesgado, pero adentrarse en la guarida de la bestia con toda la prole en su interior era, directamente, suicida. Y todavía no estaba preparada para morir, otra vez. Y, precisamente la bestia, una voz apagada que martilleaba sus pensamientos, comenzaba a recordarle que sentía un hambre inmortal.
-Vámonos, no podemos hacer nada aquí, volvamos. Quizás podamos ver a David esta noche o, quizás, debiéramos salir a cazar y buscar una coartada para esta noche.
La periodista había comprado información en el laberinto sobre una nueva víctima, un tipo lamentable que explotaba a sus trabajadores en un zulo de Chinatown, y estaba deseando extorsionarlo.
