BLACK HAND IX: Termini
Publicado: 19 Jul 2019, 21:30
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De aquel modo, rechazando la ayuda del brujo y sus profecías e igualmente rechazando el asilo que Milton les garantizaba en Londres, las dos mujeres volvieron a Edimburgo, dando su espalda al brujo, su espada y su tentadora oferta de poder, dejando atrás las promesas de aquella retorcida hoja de bronce y la diablerie de su guardián. Solo quedaba, pues, esperar el cataclismo rodeados de aquellos a quienes quisiera proteger o, quizás, tratar de alertar a quienes merecieran ser salvados. Las dos mujeres empredieron un silencioso viaje de regreso, apenas interrumpido por los esporádicos deseos de Bianca de agradar a su domitor.
La vuelta a Edimburgo se volvió angustiosamente lenta, sin la ayuda del guía que había sido el morlock, sin embargo, conforme se alejaron del brujo, se disipó la tormenta y tenuemente penetraron en el frío y húmedo clima escocés. Al cabo de casi dos semanas la ciudad les dió una indiferente bienvenida, Bianca apenas podía caminar, débil y desangrada como se encontraba. El carruaje se dirigió directamente hacia el único lugar seguro que Lady Waterhouse conocía, aquel fatídico lugar donde por vez había combatido la plaga entre las prostitutas, donde había desarrollado el arte de su padre, el infame Smoke & mirrors.
La mujer y la niña entraron despacio, Bianca se encontraba muy débil, necesitaban descansar. Pero a su paso por los pasillos encontraron uno tras otro los cadáveres de los clientes con los párpados cosidos y llenos de pequñas heridas, uno tras otro dejaron atrás a aquellos burgueses abotargados, en el aire sobrevolaba el olor rancio de la muerte. Habían muerto sin oponer resistencia, algunos desnudos, durmiendo quizás.
Como en una horrible pesadilla se adentraron más en lo inevitable, hayando los cuerpos de todas la mujeres que una vez Lady Leah había cuidado, que Alice había amado, las meretrices descansaban sobre pálidas y tranquilas, sus cuerpos sin aliento mostraban las venas azules, sobre sus labios finos destellos de arena dorada. Colette, una de las que Alice más había respetado y que Lady Leah había admirado por su astucia y determinación, permanecía muerta sobre su cama, rodeada de velas aún ardientes, como si de una solemne vigilia se tratara.
-Bienvenidas- La voz de Roxanne surgió de la oscuridad y tras ella, un coro de voces repitieron sus palabras. La dama de piel tostada caminó descalza entre las luces titilantes hacia ellas, con una mirada que mostraba una fría sed de venganza. Tras ella, doce niños siguieron sus pasos, las víctimas de Coppelius, hambrientas, sedienta, vampíricas. En sus ojos los niños mostraban la insaciable avidez de las desnutrición, la desesperanza que ni la sangre de todo el burdel había logrado saciar, eran les innocents, un eco malvado de una maldición otorgada libremente. Algunos de ellos todavía se alimentaban de un cuerpo todavía caliente.
-Alice, yo te amaba y tú me has abandonado por ella- dijo fuera de sí, señalando a Lady Waterhouse- Mi dolor no conoce límites, siento el vacío que tu traición dejó tras marcharte como una quemadura que nunca podrá cicatrizar- los niños repetieron la última palabra, como el eco de aquella ninfa maldita a amar a Narciso.
Entonces Roxanne pareció calmarse y, acariciando la arena entre los labios de Colette, añadió:
-Y a vos, Lady Leah, os he arrebatado lo que más quisisteis, del mismo modo que vos lo habéis hecho- Lord Waterhouse yacía en el suelo, con los ojos arrancados y la sangre manando de su garganta, sangre dulce y roja que los niños lamían con feliz satisfacción.
De aquel modo, rechazando la ayuda del brujo y sus profecías e igualmente rechazando el asilo que Milton les garantizaba en Londres, las dos mujeres volvieron a Edimburgo, dando su espalda al brujo, su espada y su tentadora oferta de poder, dejando atrás las promesas de aquella retorcida hoja de bronce y la diablerie de su guardián. Solo quedaba, pues, esperar el cataclismo rodeados de aquellos a quienes quisiera proteger o, quizás, tratar de alertar a quienes merecieran ser salvados. Las dos mujeres empredieron un silencioso viaje de regreso, apenas interrumpido por los esporádicos deseos de Bianca de agradar a su domitor.
La vuelta a Edimburgo se volvió angustiosamente lenta, sin la ayuda del guía que había sido el morlock, sin embargo, conforme se alejaron del brujo, se disipó la tormenta y tenuemente penetraron en el frío y húmedo clima escocés. Al cabo de casi dos semanas la ciudad les dió una indiferente bienvenida, Bianca apenas podía caminar, débil y desangrada como se encontraba. El carruaje se dirigió directamente hacia el único lugar seguro que Lady Waterhouse conocía, aquel fatídico lugar donde por vez había combatido la plaga entre las prostitutas, donde había desarrollado el arte de su padre, el infame Smoke & mirrors.
La mujer y la niña entraron despacio, Bianca se encontraba muy débil, necesitaban descansar. Pero a su paso por los pasillos encontraron uno tras otro los cadáveres de los clientes con los párpados cosidos y llenos de pequñas heridas, uno tras otro dejaron atrás a aquellos burgueses abotargados, en el aire sobrevolaba el olor rancio de la muerte. Habían muerto sin oponer resistencia, algunos desnudos, durmiendo quizás.
Como en una horrible pesadilla se adentraron más en lo inevitable, hayando los cuerpos de todas la mujeres que una vez Lady Leah había cuidado, que Alice había amado, las meretrices descansaban sobre pálidas y tranquilas, sus cuerpos sin aliento mostraban las venas azules, sobre sus labios finos destellos de arena dorada. Colette, una de las que Alice más había respetado y que Lady Leah había admirado por su astucia y determinación, permanecía muerta sobre su cama, rodeada de velas aún ardientes, como si de una solemne vigilia se tratara.
-Bienvenidas- La voz de Roxanne surgió de la oscuridad y tras ella, un coro de voces repitieron sus palabras. La dama de piel tostada caminó descalza entre las luces titilantes hacia ellas, con una mirada que mostraba una fría sed de venganza. Tras ella, doce niños siguieron sus pasos, las víctimas de Coppelius, hambrientas, sedienta, vampíricas. En sus ojos los niños mostraban la insaciable avidez de las desnutrición, la desesperanza que ni la sangre de todo el burdel había logrado saciar, eran les innocents, un eco malvado de una maldición otorgada libremente. Algunos de ellos todavía se alimentaban de un cuerpo todavía caliente.
-Alice, yo te amaba y tú me has abandonado por ella- dijo fuera de sí, señalando a Lady Waterhouse- Mi dolor no conoce límites, siento el vacío que tu traición dejó tras marcharte como una quemadura que nunca podrá cicatrizar- los niños repetieron la última palabra, como el eco de aquella ninfa maldita a amar a Narciso.
Entonces Roxanne pareció calmarse y, acariciando la arena entre los labios de Colette, añadió:
-Y a vos, Lady Leah, os he arrebatado lo que más quisisteis, del mismo modo que vos lo habéis hecho- Lord Waterhouse yacía en el suelo, con los ojos arrancados y la sangre manando de su garganta, sangre dulce y roja que los niños lamían con feliz satisfacción.