"Countdown" 4
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Re: "Countdown" 4
Nyx tiene una capacidad innata para detectar los rápidos cambios de temperamento. A pesar de su carácter aparentemente tranquilo, o precisamente debido a ese carácter tranquilo, lleva toda su no-vida manteniendo a raya los impulsos bestiales que son inherentes a su propia sangre. Ha aprendido a saber cuándo ese instinto visceral de más allá de la muerte asoma como una serpiente escondida en el fondo de la arena, cuándo intenta apoderarse de la mente racional y cuándo el color rojizo de la sangre es el tributo que exige a su delirio. En más de una ocasión se ha preguntado cuál es el origen de ese procedimiento, algo seguramente místico que puede que escape a su conocimiento, pero ha aprendido a sobrevivir con esa maldición.
Y Nyx percibe al instante cómo desde el rincón más profundo del alma de Montecristo se ha encendido una chispa que viene de su monstruo interno y que, por paradojas de la existencia sobrenatural de un vampiro, se aviva cuando éste se topa con las emociones más humanas posibles. El Brujah percibe que su compañero Tremere ha recibido un latigazo empático conectado directamente con una de las anclas que le mantienen cuerdo, que le mantienen aún en el lado de los que recuerdan y se aferran a su humanidad perdida.
Pagliacci es más pragmática, y su mente funciona a toda velocidad mientras teme que al Tremere se le vaya la indignación de las manos. El rostro de Montecristo se ha vuelto cetrino y más pálido, sus ojos se han hundido ligeramente en sus cuencas, su voz se ha rasgado levemente. Son pequeños detalles que aún pueden pasar desapercibidos a los ojos de Eddie, pero la Caitiff saben que son rápidos avisos de la avidez de la Bestia.
Eddie se sobresalta ligeramente al ver de cerca la ira del Tremere, pero recupera poco a poco la compostura mientras un intenso y cortante silencio parece espesarse en la joyería.
- ¿Qué tiene que ver mi madre en esto? Apenas está consciente y es por ella por lo que hago esto.
La respuesta de Eddie os desconcierta a los tres al tiempo que dispara todos los temores y angustias del corazón muerto de Montecristo. Eddie sujeta el paquete y lo acerca hacia sí, quizá temeroso de que os lo estéis pensando mejor.
- Por ella y por todos los que no pueden pagarse un buen tratamiento médico por culpa de los millonarios racistas de este país de mierda -dice con total convencimiento, con la seguridad de un fanático... o de un héroe.
OFF: Montecristo deberá hacer una tirada de Frenesí a dificultad 2. Lanza tus dados de FV actual + 2 dados correspondientes a 1/3 de tu Humanidad redondeando hacia abajo (recuerda que aquí no se usan los dados de Ansia). También puedes elegir cabalgar el Frenesí, aunque no te lo recomiendo mucho por la relación que tiene Eddie con una Piedra de Toque.
Los demás podéis postear si queréis antes de la acción de Montecristo, ya que su lucha contra el Frenesí puede ser inmediata o esperar unos segundos más (lo digo porque recuerdo que Jebe avisó de que tardaría en contestar).
Y Nyx percibe al instante cómo desde el rincón más profundo del alma de Montecristo se ha encendido una chispa que viene de su monstruo interno y que, por paradojas de la existencia sobrenatural de un vampiro, se aviva cuando éste se topa con las emociones más humanas posibles. El Brujah percibe que su compañero Tremere ha recibido un latigazo empático conectado directamente con una de las anclas que le mantienen cuerdo, que le mantienen aún en el lado de los que recuerdan y se aferran a su humanidad perdida.
Pagliacci es más pragmática, y su mente funciona a toda velocidad mientras teme que al Tremere se le vaya la indignación de las manos. El rostro de Montecristo se ha vuelto cetrino y más pálido, sus ojos se han hundido ligeramente en sus cuencas, su voz se ha rasgado levemente. Son pequeños detalles que aún pueden pasar desapercibidos a los ojos de Eddie, pero la Caitiff saben que son rápidos avisos de la avidez de la Bestia.
Eddie se sobresalta ligeramente al ver de cerca la ira del Tremere, pero recupera poco a poco la compostura mientras un intenso y cortante silencio parece espesarse en la joyería.
- ¿Qué tiene que ver mi madre en esto? Apenas está consciente y es por ella por lo que hago esto.
La respuesta de Eddie os desconcierta a los tres al tiempo que dispara todos los temores y angustias del corazón muerto de Montecristo. Eddie sujeta el paquete y lo acerca hacia sí, quizá temeroso de que os lo estéis pensando mejor.
- Por ella y por todos los que no pueden pagarse un buen tratamiento médico por culpa de los millonarios racistas de este país de mierda -dice con total convencimiento, con la seguridad de un fanático... o de un héroe.
OFF: Montecristo deberá hacer una tirada de Frenesí a dificultad 2. Lanza tus dados de FV actual + 2 dados correspondientes a 1/3 de tu Humanidad redondeando hacia abajo (recuerda que aquí no se usan los dados de Ansia). También puedes elegir cabalgar el Frenesí, aunque no te lo recomiendo mucho por la relación que tiene Eddie con una Piedra de Toque.
Los demás podéis postear si queréis antes de la acción de Montecristo, ya que su lucha contra el Frenesí puede ser inmediata o esperar unos segundos más (lo digo porque recuerdo que Jebe avisó de que tardaría en contestar).
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Pagliacci (Pagliacci)
Periodista
Re: "Countdown" 4
La respuesta de Eddie no hizo sino reforzar la impresión de que aquella idea que había surgido de sus entrañas era una buena forma de resolver aquello, la pieza del puzzle que faltaba. Aquel joven era un idealista, un ingenuo que creía combatir la opresión, las élites económicas que aplastaban a su familia. Resolver aquello sin revelar a qué habían venido realmente era muy difícil, resolverlo sin revelar la verdadera identidad de Montecristo era imposible.
El brujo parecía al límite, era cuestión de tiempo que la verdad saliera a la luz. La periodista se preparó para cortar el nudo gordiano.
-Mira, Eddie, comprendo tu dolor- La Caitiff hizo una pausa para dejar que las palabras calaran en él- Nosotros también estamos jodidos, con el agua al cuello, por culpa de unas élites corruptas que nos roban el mismo aire que respiramos, la sangre de nuestras venas. Pero esos millonarios racistas que se reúnen en la cumbre, realmente, no son nadie.
Detrás de ellos, moviendo los hilos y bajo el telón de la noche, se mueven criaturas peores, personas que son marcadamente más poderosas, más influyentes y más importantes que los presidentes de cualquier gobierno. Son seres que habitan infiltrados en la sociedad, en sus cúpulas de poder, en los despachos, en las bandas callejeras, que dictan y deciden los destinos de todos nosotros, aplastando la voluntad de la gente.
Aunque acabaras con la cumbre, lo cual es prácticamente imposible, no conseguirías nada. Los políticos no son más que peones, piezas en su tablero, igual que tú te has convertido en un peón de ellos, de los Sons of Blood.
Caminan de noche, no respiran, beben la sangre de los inocentes y aplastan la libertad de los oprimidos. Son no-muertos. Y nosotros formamos parte de ellos.- Dijo la vampira encendiendo su mirada con un sobrenatural brillo carmesí.
El brujo parecía al límite, era cuestión de tiempo que la verdad saliera a la luz. La periodista se preparó para cortar el nudo gordiano.
-Mira, Eddie, comprendo tu dolor- La Caitiff hizo una pausa para dejar que las palabras calaran en él- Nosotros también estamos jodidos, con el agua al cuello, por culpa de unas élites corruptas que nos roban el mismo aire que respiramos, la sangre de nuestras venas. Pero esos millonarios racistas que se reúnen en la cumbre, realmente, no son nadie.
Detrás de ellos, moviendo los hilos y bajo el telón de la noche, se mueven criaturas peores, personas que son marcadamente más poderosas, más influyentes y más importantes que los presidentes de cualquier gobierno. Son seres que habitan infiltrados en la sociedad, en sus cúpulas de poder, en los despachos, en las bandas callejeras, que dictan y deciden los destinos de todos nosotros, aplastando la voluntad de la gente.
Aunque acabaras con la cumbre, lo cual es prácticamente imposible, no conseguirías nada. Los políticos no son más que peones, piezas en su tablero, igual que tú te has convertido en un peón de ellos, de los Sons of Blood.
Caminan de noche, no respiran, beben la sangre de los inocentes y aplastan la libertad de los oprimidos. Son no-muertos. Y nosotros formamos parte de ellos.- Dijo la vampira encendiendo su mirada con un sobrenatural brillo carmesí.
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Montecristo (Jebediah_Gogorah)
Investigador ocultista
Re: "Countdown" 4
{ https://www.youtube.com/watch?v=hbvpCkD ... dams-Topic - Wonderwall by Oasis, Ryan Adams version }
Las palabras de Eddie resonaban como martillos contra un yunque en la cabeza de Patrick; su madre, la enfermedad, el sentimiento de justicia... caían como culebras venenosas de la boca de su vástago. Un sentimiento contradictorio se apoderó de él. Por un lado, agradecido porque no lo reconociera, por el otro, decepcionado por lo mismo.
De entre todos los neoyorquinos ¿tenía que ser él quién se inmolara como mártir por una causa intrínseca desde el mismo origen de la patria americana? Un yugo inamovible y transgeneracional del que su acto por cambiar apenas generaría dos páginas de un periódico, un par de entradas en blogs, y una cara en las noticias, con un pequeño biopic sobre una infancia amargada y una educación amalgamada por el bullying.
Montecristo deseo decirle a Eddie que presumía de una mayor falta de conciencia que la de su propia madre, pero se cayó. No encontró el valor para expresar sus sentimientos y apagar el fuego de la ira que embravuconaba al muchacho.
Luego Pagliacci se echó la casa a cuestas y decidió poner tierra de por medio contra los principios que a priori les controlaba como sociedad oculta y paralela. Una rotura de la mascarada que tarde o temprano acabaría, con casi total seguridad, por ajusticiarlos. Pero ahora, era una huida hacia adelante, propio de una paria que no creía en el sistema, y que de alguna manera, creia el tremere, veía reflejado en los ojos rasgados del muchacho el ardor ferviente del anarquismo. Solo el mañana les diría, si ese paso adelante, sería hacia el vacío o no.
Mientras la ciudad que nunca duerme había salido tiempo a, del letargo del día, y la noche entraba en el túnel indómito al ignoto terreno de la madrugada. Sirenas y luces parpadeaban en un cielo vertical. Millones de almas cruzaban sus destinos con hilos de plata invisibles. Nueva York seguía siendo Nueva York. Nueva York seguiría siendo Nueva York.
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De entre todos los neoyorquinos ¿tenía que ser él quién se inmolara como mártir por una causa intrínseca desde el mismo origen de la patria americana? Un yugo inamovible y transgeneracional del que su acto por cambiar apenas generaría dos páginas de un periódico, un par de entradas en blogs, y una cara en las noticias, con un pequeño biopic sobre una infancia amargada y una educación amalgamada por el bullying.
Montecristo deseo decirle a Eddie que presumía de una mayor falta de conciencia que la de su propia madre, pero se cayó. No encontró el valor para expresar sus sentimientos y apagar el fuego de la ira que embravuconaba al muchacho.
Luego Pagliacci se echó la casa a cuestas y decidió poner tierra de por medio contra los principios que a priori les controlaba como sociedad oculta y paralela. Una rotura de la mascarada que tarde o temprano acabaría, con casi total seguridad, por ajusticiarlos. Pero ahora, era una huida hacia adelante, propio de una paria que no creía en el sistema, y que de alguna manera, creia el tremere, veía reflejado en los ojos rasgados del muchacho el ardor ferviente del anarquismo. Solo el mañana les diría, si ese paso adelante, sería hacia el vacío o no.
Mientras la ciudad que nunca duerme había salido tiempo a, del letargo del día, y la noche entraba en el túnel indómito al ignoto terreno de la madrugada. Sirenas y luces parpadeaban en un cielo vertical. Millones de almas cruzaban sus destinos con hilos de plata invisibles. Nueva York seguía siendo Nueva York. Nueva York seguiría siendo Nueva York.
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Nyx (DarkOsca)
Arquitecto
Re: "Countdown" 4
Algo que se echa tanto de menos como respirar es sudar. Tener la capacidad de expresar la ansiedad que en ciertos momentos embarga también a los vástagos. Eso sí que no se ha perdido, la capacidad de sentir, tanto para bien como, normalmente, para mal. En este momento a Nyx le vendría bien sudar, a su cuerpo lisiado más bien. Pero no puede y no tiene alternativa, excepto...
Montecristo está en una situación límite. Empáticamente no sabe lo que está pasando con él pero es grave. Todo puede terminar de descontrolarse y, como si se tratara de un McGuffin al que cada vez le prestan menos atención la bomba sigue estando ahí. En brazos de Eddie. En los brazos de la fiebre que aún abarcan mi frente, su frente.
También Pagliacci está hartándose, lo importante no está aquí. Ninguno de nosotros valemos lo más mínimo, detrás de este joven tiene que haber algo más. No puede ser solo un arrebato suicida. ¿Tan mal lo hemos hecho?
(No sé si da tiempo con todo lo que está a punto de suceder pero Nyx va a realizar la siguiente pregunta, aunque se quede en el aire)
¿Quién te ha llevado a esta situación? ¿Quién o qué está detrás de esto?
Dice señalando a la bomba.
Montecristo está en una situación límite. Empáticamente no sabe lo que está pasando con él pero es grave. Todo puede terminar de descontrolarse y, como si se tratara de un McGuffin al que cada vez le prestan menos atención la bomba sigue estando ahí. En brazos de Eddie. En los brazos de la fiebre que aún abarcan mi frente, su frente.
También Pagliacci está hartándose, lo importante no está aquí. Ninguno de nosotros valemos lo más mínimo, detrás de este joven tiene que haber algo más. No puede ser solo un arrebato suicida. ¿Tan mal lo hemos hecho?
(No sé si da tiempo con todo lo que está a punto de suceder pero Nyx va a realizar la siguiente pregunta, aunque se quede en el aire)
¿Quién te ha llevado a esta situación? ¿Quién o qué está detrás de esto?
Dice señalando a la bomba.
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Re: "Countdown" 4
Sobrevivir a la muerte para escuchar las palabras de Eddie le generaba una desazón que se anclaba en el fondo de su ser. Había fallado a su propio hijo al no poder proporcionarle un buen camino. Había fallado a su propia Sire años después. Por un momento pensó que el ataque de honestidad de Pagliacci podría ser una bendición: el camino directo a la tumba de forma por fin definitiva.
El Tremere salió al exterior para tomar el aire y dejó a sus compañeros unos momentos con Eddie. La noche era húmeda y cada vez más fría. Avanzaba con rapidez. Aquella calle de Harlem era un desierto en una jungla de cristal. Montecristo podía observar a lo lejos los rascacielos de la zona central de Manhattan, vigilada desde el aire por una decena de helicópteros del ejército y de la Guardia Nacional.
Miró por un momento al piso superior de aquel edificio. La luz de una lámpara de noche iluminaba unas cortinas. Las palabras de Eddie revoloteaban en su mente: Apenas está consciente. Sienna estaría muriéndose. Y en algo no le faltaba razón a su descendiente: las facturas para un tratamiento como el que necesitaba su amor de juventud podían ser astronómicas. Realmente el sistema estaba fagocitando a una nueva víctima.
"La verdad nos hará libres". Pagliacci no conocía otro camino más que le de la honestidad en estado puro. La verdad cruel, pura y dura, tal y como se presenta ante el mundo. La que aún se le resistía bajo un manto de sospechas y recuerdos vagos respecto a su propio Abrazo. En otro tiempo, sus palabras habrían sido una condena a muerte ante un oído inmortal. Ahora Nueva York es prácticamente una ciudad sin ley. Cada uno debe dictaminar las suyas. Y ella había decidido que la verdad sería la base de las nuevas normas. Al menos en aquella joyería.
Nyx observó a Montecristo salir afuera conteniendo aún la calma a pesar de su aspecto repentinamente mortecino y, casi al mismo tiempo que Pagliacci terminaba de desvelar el mayor secreto que aún desconocía la humanidad, pudo comprobar que la primera intención de Eddie fue echar la mano debajo del mostrador. Probablemente allí hubiera algún tipo de botón conectado con la policía como era costumbre en las joyerías. El chico se arrepintió en el mismo instante en que los ojos de Pagliacci adquirieron un animal tono rojizo. No era buena idea convocar a la NYPD cuando uno tenía un paquete con explosivos encima de la mesa.
Toda la pátina de arrogancia había desaparecido del rostro de Eddie, que mira a uno y a otro con auténtico terror al tiempo que echa la silla para atrás y se apoya en la pared como un animal acorralado. Su voz tiembla y su rostro está desencajado.
- So... somos.... un grupo... de activistas... -dice balbuceando. No tarda en venirse abajo y empieza a sollozar- No nos conocemos por nuestros nombres reales para mantener nuestra seguridad, nos comunicamos por teléfonos de prepago, chats de la deep web, a través de los Sons o en un almacén cerca del muelle 36.
Nyx y Pagliacci se miran durante un instante atando cabos. Ese muelle es el territorio de los Shelby. El Brujah recuerda la conversación con el líder de los Sons en el que había mostrado sus cartas respecto a la familia de delincuentes británicos. Saltaba ahora la vista que tenían buena relación con ellos. Los mismos Shelby que tenían a Reynolds cogido por los huevos, que presionaban indirectamente a Nyx. Los mismos Shelby que probablemente habían aprovechado aquella pintada en su territorio como excusa para volar el dominio de los Tremere en la Universidad de Columbia. Los mismos Shelby que andan a tiros con los grupos de afroamericanos que también intentan hacer crecer su territorio.
Esos mismos que son los únicos que hasta ahora os habían abierto la puerta para poderos quedar con alguna protección en Nueva York están detrás de un plan para un atentado terrorista sin precedentes.
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Pagliacci (Pagliacci)
Periodista
Re: "Countdown" 4
La respuesta de Eddie satisfizo por un segundo la naturaleza bestial que acechaba en el interior de la Caitiff, pero duró poco, pronto descubrieron que habían acudido en busca de refugio a una banda no mejor que la mafia raja-cuellos de los hermanos Shelby y que, de hecho, estaban involucrados en sus mismos negocios. Los pulmones de la periodista se inundaron de amargura, estaban atrapados y, por si fuera poco, Montecristo salía de la tienda y les dejaba este asunto a ellos. Un latigazo de resentimiento sacudió a Pagliacci, no entendía porqué el brujo, el mismísimo padre de este chaval desesperado, no había estado a su lado y no lo estaba ahora.
-Mira, Eddie, necesitas descansar y meditar sobre lo que te hemos revelado. Destruir un puñado de marionetas no sirve de nada, el verdadero peligro son las manos que mueven los hilos, los monstruos como nosotros. Son los parásitos inmortales los que te han arrebatado a tu familia, los que han empujado a tu madre a su lecho de muerte, los que anidan en las cúpulas de poder, en las bandas callejeras o en la mismísima universidad de Columbia, realizando macabros rituales en sus sótanos.
Los ojos de Pagliacci se apagaron, cambiando el salvaje color carmesí de un depredador nocturno por el habitual color almendrado que rodeaba sus pupilas. El joven se encontraba ya bastante asustado, no había necesidad de más.
-Pero esto que te acabo de contar, Eddie, obviamente es un secreto, el mayor secreto jamás contado. Mucha gente forma parte de esta conspiración, pero si saliera a la luz, los gobiernos caerían y la humanidad tendría que arrodillarse ante los chupasangres. No puedes compartirlo con nadie, si lo hicieras, sería potencialmente más destructivo que cualquier caja con dinamita, capaz de arrasar con los chupasangres de las élites corruptas y con mucho más.
La periodista le enviaba un doble mensaje a Eddie, uno muy peligroso y casi contradictorio. No obstante, antes de marcharse, quiso enfatizar una última cosa.
-Pero hagas lo que hagas, No te acerques a la cumbre de la ONU.
*La Caitiff usa dominación en esta última frase.
-Mira, Eddie, necesitas descansar y meditar sobre lo que te hemos revelado. Destruir un puñado de marionetas no sirve de nada, el verdadero peligro son las manos que mueven los hilos, los monstruos como nosotros. Son los parásitos inmortales los que te han arrebatado a tu familia, los que han empujado a tu madre a su lecho de muerte, los que anidan en las cúpulas de poder, en las bandas callejeras o en la mismísima universidad de Columbia, realizando macabros rituales en sus sótanos.
Los ojos de Pagliacci se apagaron, cambiando el salvaje color carmesí de un depredador nocturno por el habitual color almendrado que rodeaba sus pupilas. El joven se encontraba ya bastante asustado, no había necesidad de más.
-Pero esto que te acabo de contar, Eddie, obviamente es un secreto, el mayor secreto jamás contado. Mucha gente forma parte de esta conspiración, pero si saliera a la luz, los gobiernos caerían y la humanidad tendría que arrodillarse ante los chupasangres. No puedes compartirlo con nadie, si lo hicieras, sería potencialmente más destructivo que cualquier caja con dinamita, capaz de arrasar con los chupasangres de las élites corruptas y con mucho más.
La periodista le enviaba un doble mensaje a Eddie, uno muy peligroso y casi contradictorio. No obstante, antes de marcharse, quiso enfatizar una última cosa.
-Pero hagas lo que hagas, No te acerques a la cumbre de la ONU.
*La Caitiff usa dominación en esta última frase.
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Nyx (DarkOsca)
Arquitecto
Re: "Countdown" 4
Vinculaciones familiares. La sangre, de una u otra manera determina absolutamente las relaciones entre seres conscientes e inconscientes. Contempla sorprendido las revelaciones por parte de Pagliacci a una mente tan blanda. Supone que sabrá lo que hace.
Observa atentamente y espera a que Eddie se tranquilice centrando su atención en la caja. Quiere que deje de ser un foco de peligro. Montecristo no irá muy lejos.
Observa atentamente y espera a que Eddie se tranquilice centrando su atención en la caja. Quiere que deje de ser un foco de peligro. Montecristo no irá muy lejos.
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Montecristo (Jebediah_Gogorah)
Investigador ocultista
Re: "Countdown" 4
{ https://www.youtube.com/watch?v=J7cgUhk ... heBadSeeds - Long Dark Night by Nick Cave & The Bad Seeds }
La luz pulsante de una vida que amaba, que se acababa, le llamaba. Como un faro entre el oleaje: como un candil en las tinieblas. Por un simple momento, todo le importo una mierda a Montecristo. La cumbre de la ONU, la bomba, Nueva York, y como a Pagliacci hacia unos minutos, la propia Mascarada.
Accedió al portal titubeando, con esa misma dualidad que temió con su propio hijo, sobre si sería reconocido o no. Durante tantos años había usado la escalera de incendios para "acceder" a la vida de Sienna y vislumbrar aquellas escenas familiares de una vida que le había sido arrebatada, que ahora se le hacía extraño subir por las escaleras de la entrada principal. Iba con el tiento que el sigilo le permitía, pero en realidad, era su propio miedo el que no le dejaba soltar lastre y avanzar con la lentitud que sólo el temor a enfrentarse la cruda realidad te permitía.
El pomo cedió sin problemas y enseguida sintió el calor de un hogar. Se dejó caer el pelo sobre el rostro en un burdo intento de esconderlo, y se movió entre las sombras hasta el dormitorio, donde solo una respiración sosegada se sentía. Suspiró sin diafragma, antes de acceder ante el umbral de la puerta y verla. Su corazón muerto ardía ahora como un rescoldo ardiente y por un momento sintió el recuerdo de sus glándulas sudoríperas.
Allí estaba ella. Dormida. Avejentada. Enfrentándose al último trama de una enfermedad despiadada que salvo a él, recordaba a la futilidad de nuestro paso por la vida. Tal vez Eddie tuviera razón. Tal vez el sistema estuviera infesto y podrido. Tal vez su mejor consejo como padre que nunca ejerció sería precisamente ese. Dejarle hacer, volar. Quiso dejar todo y cada uno de sus recursos económicos en un talón sobre su mesilla, pero no sabía como hacerlo, y además, ya no serviría de mucho.
No pudo evitar sentarse a su lado, y admirarla como nunca había admirado a nadie. Cogió su mano y contrastó el frío de su mano contra el pausado calor de ella. Una lágrima cayó por su rostro y ahogó un sollozo contra la ventana desde donde tantas veces la había espiado. La carta de la Muerte que tantas veces le había dejado caer Madame Zsa Zsa sobre el tapete de la mesa, se le aparecía ahora en el recuerdo. Sienna afrontaba una larga y oscura noche.
La luz pulsante de una vida que amaba, que se acababa, le llamaba. Como un faro entre el oleaje: como un candil en las tinieblas. Por un simple momento, todo le importo una mierda a Montecristo. La cumbre de la ONU, la bomba, Nueva York, y como a Pagliacci hacia unos minutos, la propia Mascarada.
Accedió al portal titubeando, con esa misma dualidad que temió con su propio hijo, sobre si sería reconocido o no. Durante tantos años había usado la escalera de incendios para "acceder" a la vida de Sienna y vislumbrar aquellas escenas familiares de una vida que le había sido arrebatada, que ahora se le hacía extraño subir por las escaleras de la entrada principal. Iba con el tiento que el sigilo le permitía, pero en realidad, era su propio miedo el que no le dejaba soltar lastre y avanzar con la lentitud que sólo el temor a enfrentarse la cruda realidad te permitía.
El pomo cedió sin problemas y enseguida sintió el calor de un hogar. Se dejó caer el pelo sobre el rostro en un burdo intento de esconderlo, y se movió entre las sombras hasta el dormitorio, donde solo una respiración sosegada se sentía. Suspiró sin diafragma, antes de acceder ante el umbral de la puerta y verla. Su corazón muerto ardía ahora como un rescoldo ardiente y por un momento sintió el recuerdo de sus glándulas sudoríperas.
Allí estaba ella. Dormida. Avejentada. Enfrentándose al último trama de una enfermedad despiadada que salvo a él, recordaba a la futilidad de nuestro paso por la vida. Tal vez Eddie tuviera razón. Tal vez el sistema estuviera infesto y podrido. Tal vez su mejor consejo como padre que nunca ejerció sería precisamente ese. Dejarle hacer, volar. Quiso dejar todo y cada uno de sus recursos económicos en un talón sobre su mesilla, pero no sabía como hacerlo, y además, ya no serviría de mucho.
No pudo evitar sentarse a su lado, y admirarla como nunca había admirado a nadie. Cogió su mano y contrastó el frío de su mano contra el pausado calor de ella. Una lágrima cayó por su rostro y ahogó un sollozo contra la ventana desde donde tantas veces la había espiado. La carta de la Muerte que tantas veces le había dejado caer Madame Zsa Zsa sobre el tapete de la mesa, se le aparecía ahora en el recuerdo. Sienna afrontaba una larga y oscura noche.
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Re: "Countdown" 4
La mujer apretó ligeramente la mano de Montecristo. El Tremere dudó por un instante de si se lo había imaginado, pero el gesto se repitió pocos segundos después. Sienna, con los ojos aún entrecerrados, intentaba decir algo entre susurros. Apenas estaba consciente, y el Tremere pensó que era imposible que le hubiera podido reconocer. Aún así, en un gesto instintivo, agachó su cabeza para acercar el oído a los labios cenicientos de la mujer yaciente. Lo que escuchó le heló la sangre.
- Hex... necesito la medi...ci...na...
Pagliacci podía sentir cómo los nervios y el temor de Eddie eran poco menos que arcilla ante sus palabras y su convicción. A vece le resultaba irónico tener esa capacidad insertada en su Sangre cuando por el contrario no contaba con el reconocimiento de ningún Clan. La Estirpe se organizaba mediante ancestrales sistemas jerárquicos a los que no podía acceder y sin embargo su mente era un arma que muchos Vástagos envidiarían. Seguramente el muchacho no sería capaz de explicar de una manera coherente lo que había introducido temporalmente en su mente, pero no olvidaría que esa noche había tenido un encuentro desagradable que había disparado sus miedos por encima de la rabia que pudiera sentir contra los más poderosos.
Y, lo que era más importante, estaba segura de que no haría el bobo jugándose el resto de su vida colaborando en un atentado terrorista de gran magnitud.
Eddie ya no sería un problema, pero el avance del tiempo, de la noche y de la propia semana si lo eran. El único lazo que habían echado para conseguir establecerse en la ciudad era un billete de ida a la boca del lobo. Al mismo tiempo, ese camino podía llevarle a obtener respuestas sobre su propio origen nocturno.
La Caitiff miró a Nyx, intuyendo que el Brujah pensaba algo parecido. Nyx seguía preocupado por Montecristo, pero tampoco pasaba por alto que Reynolds o David Anderson estaban en la tela de araña de quienes se estaban mostrando como algo más que una banda criminal con aires de los años 20 del siglo pasado. No sería fácil desandar ese camino, si es que siquiera era posible.
El futuro de la Coterie seguía en el aire y la caja con el material explosivo era ahora el elefante en la habitación que quemaba en las manos de todos. Eddie estaba prácticamente inmóvil, absorto aún en las palabras de Pagliacci mientras negaba con la cabeza lentamente como un adolescente con un repentino ataque de culpabilidad.
La noche iba avanzando poco a poco y había que tomar decisiones.
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Pagliacci (Pagliacci)
Periodista
Re: "Countdown" 4
Por un instante pudo saborear el miedo, aquel regusto a pánico que dejaba en su boca una sangre cargada de adrenalina, el sabor de aquellos que han perdido el control, que no saben con lo que tratan, que han quedado cegados por la verdad. Los colmillos asomaron entre sus labios y la vampira tuvo que hacer un visible esfuerzo por contenerse, darle la espalda al asiático y llegar hasta la puerta.
La Caitiff dio el asunto por zanjado, no pensaba perder ni un segundo más en aquello cuando ni al propio brujo parecía importarle lo suficiente como para ocuparse en persona, ya bastante era que se hubiera arriesgado a decirle le verdad, en lugar de simplemente darle la caja e irse. Pero ahora Eddie tenía una oportunidad, una elección. Se alegró de que el chaval no fuera a inmolarse por una causa estúpida, no se lo merecía. Por gente como él, la verdadera alma de aquella ciudad, era por la que luchaba.
Había llegado el momento de irse a La Iglesia, la noche avanzaba y ya habían cumplido su parte del trato con los Sons of Blood, un acuerdo que ofrecía una promesa y escondía una traición. La periodista había perdido toda confianza en la banda de moteros, llegando a dudar de que realmente supieran quién era su sire. Se resistía, sin embargo, a creer que no supieran nada, alguien, en aquella colmena de barro y mugre, debía de haberlo visto alguna vez.
-Tenemos que encontrar a nuestra propia hija. Te espero fuera- Le dijo a Nyx. Y el humeante sonido de las calles la envolvió.
La Caitiff dio el asunto por zanjado, no pensaba perder ni un segundo más en aquello cuando ni al propio brujo parecía importarle lo suficiente como para ocuparse en persona, ya bastante era que se hubiera arriesgado a decirle le verdad, en lugar de simplemente darle la caja e irse. Pero ahora Eddie tenía una oportunidad, una elección. Se alegró de que el chaval no fuera a inmolarse por una causa estúpida, no se lo merecía. Por gente como él, la verdadera alma de aquella ciudad, era por la que luchaba.
Había llegado el momento de irse a La Iglesia, la noche avanzaba y ya habían cumplido su parte del trato con los Sons of Blood, un acuerdo que ofrecía una promesa y escondía una traición. La periodista había perdido toda confianza en la banda de moteros, llegando a dudar de que realmente supieran quién era su sire. Se resistía, sin embargo, a creer que no supieran nada, alguien, en aquella colmena de barro y mugre, debía de haberlo visto alguna vez.
-Tenemos que encontrar a nuestra propia hija. Te espero fuera- Le dijo a Nyx. Y el humeante sonido de las calles la envolvió.