"Countdown" 4
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Nyx (DarkOsca)
Arquitecto
Re: "Countdown" 4
- Sí, claro, ahora voy.
Responde sin prácticamente prestar atención a su compañera. Sigue obsesionado con la caja.
-Chaval, eso ya no es un problema, ¿verdad? Desactívala, desmontala y deshazte de ella.
Antes de saber usar eso
Señala la caja
Hay que aprender a usar esto. Comprender, razonar, entender el porqué se hacen las cosas. Si realmente van a ser efectivas. En fin. Si te encuentras desnortado, sin guía, aquí pueden proporcionarte un trabajo, algo sobre lo que empezar.
Nyx es un clásico y saca una tarjeta de visita de un estudio de arquitectura amigo. Anota en su cabeza que los llamará para decirles que si Eddie se presenta y da buena impresión, lo contraten como mozo o ayudante.
-Ya mismo voy
Contesta, ahora sí, centrando su atención en Pagliacci.
Responde sin prácticamente prestar atención a su compañera. Sigue obsesionado con la caja.
-Chaval, eso ya no es un problema, ¿verdad? Desactívala, desmontala y deshazte de ella.
Antes de saber usar eso
Señala la caja
Hay que aprender a usar esto. Comprender, razonar, entender el porqué se hacen las cosas. Si realmente van a ser efectivas. En fin. Si te encuentras desnortado, sin guía, aquí pueden proporcionarte un trabajo, algo sobre lo que empezar.
Nyx es un clásico y saca una tarjeta de visita de un estudio de arquitectura amigo. Anota en su cabeza que los llamará para decirles que si Eddie se presenta y da buena impresión, lo contraten como mozo o ayudante.
-Ya mismo voy
Contesta, ahora sí, centrando su atención en Pagliacci.
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Montecristo (Jebediah_Gogorah)
Investigador ocultista
Re: "Countdown" 4
Si no fuera porque sujetaba la lívida mano de su amada, habría dado un súbito salto de su asiento. No podía creer lo que había salido de los labios de Sienna. De pronto, dos mundos aparte se habían entrelazado. El día y la familia, la noche y la que acabaría siendo su sire.
Intentó mantener la calma y destensar sus músculos. Acarició su pelo y se vio, aún en un momento tan trágico cómo aquel, haciendo un acto puro e infiel de egoísmo. Intentando nuevamente resolver sus incógnitas.
- ¿Donde está Hex? - musitó Montecristo casi con la misma poca fuerza con la que Sienna había hablado.
Intentó mantener la calma y destensar sus músculos. Acarició su pelo y se vio, aún en un momento tan trágico cómo aquel, haciendo un acto puro e infiel de egoísmo. Intentando nuevamente resolver sus incógnitas.
- ¿Donde está Hex? - musitó Montecristo casi con la misma poca fuerza con la que Sienna había hablado.
- Voivoda
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Re: "Countdown" 4
Sienna no había recuperado la consciencia lo suficiente para que Montecristo hallara respuestas. Todo cuanto se acumulaba en sus pensamientos era lúgubre y no le daba buena espina. Su Sire husmeando en las cercanías de una de las pocas personas que aún le mantenía cuerdo y que sostenía a su Bestia interior. Su ansia interna desde hacía décadas era acercarse más a los secretos de su Clan. Y ahora se revelaba que esa ansia quizá no estaba conducida sólo a grimorios y viejas fórmulas, sino a secretos más mundanos que le tocaban directamente.
El Tremere llevó obediente el coche hacia un callejón que conocía Pagliacci en el que apenas había un montón de cubos de basura destartalados y puertas metálicas incrustadas en una interminable pared de ladrillos. La noche poco a poco iba camino de extinguirse y vuestro tiempo corría cada vez más deprisa.
El ambiente húmedo y viciado de aquellos túneles olvidados que en su día se construyeron para el uso de los bomberos en caso de emergencias en edificios ya casi derruidos le resultaba grotescamente agradable a Pagliacci. Nyx y Montecristo seguían a la Caitiff con una inquietud creciente a flor de piel. No era un hábitat agradable y confiaban en que ella supiera lo que estaba haciendo puesto que en caso contrario salir de allí sería como escapar por una ratonera.
Poco a poco llegó hasta vosotros el sonido lejano de música tecno, el humo de cigarros encendidos y un aroma sanguíneo que despertó a vuestras Bestias. Pagliacci giró a la derecha hasta llegar a una puerta metálica custodiada por un tipo negro con un abrigo andrajoso que emitió un extraño gruñido al ver a la Caitiff antes de abrir.
https://www.youtube.com/watch?v=YMSXoc3Xj3c
Vuestras Bestias interiores conectan de modo automático con el lugar, apenas iluminado por luces de neón de colores rojizos y morados. La "iglesia" de Pagliacci es una rave de grandes dimensiones donde decenas de cuerpos se mueven y entrecruzan en la oscuridad. Vástagos de aspecto histriónico con colmillos a la vista, protuberancias en algunos propias de Clanes supuestamente olvidados, Nosferatu que se mostraban con su horrenda imagen sin disimulo, copas de sangre servidas con miradas lascivas, chaquetas de cuero, olor a gasolina y a sustancias difícilmente descriptibles, música, corrillos y miradas de reojo.
A primera vista, llama la atención una discusión de la que apenas se puede escuchar nada por el estruendo de la música, pero que protagoniza un grupo de afroamericanos que discuten a voz en grito con unos tipos cuyo aspecto os recuerda al que suelen mostrar los Shelby, con ese aire anticuado de banda de los años 20. Un tipo enorme de casi dos metros de altura, chaleco sin mangas y parches con símbolos anarquistas muestra un enfado descomunal durante el que no esconde ni sus colmillos ni las manchas de sangre de su alimentación más reciente. Los tipos que están enfrente de él parecen impertérritos por sus gestos, aunque la tensión se palpa en el ambiente.
Por todos lados hay corrillos de gente bailando, muchos mortales sudorosos y bajo los efectos del trance generado por la mezcla de alcohol, drogas, música y quién sabe qué otro tipo de influencias sobrenaturales. Pasillos y túneles sin apenas iluminación se abren en rincones situados detrás de cabinas de DJ's y barras que simulan altares heréticos.
Aunque Pagliacci está más acostumbrada, para Nyx y Montecristo delante de sus ojos se abre un Nueva York hedonista, salvaje e inhumano que parece estar a años luz de las avenidas de rascacielos de la superficie.
OFF: Posibles tiradas útiles totalmente opcionales.
- Intentar reconocer a algún Vástago conocido en la ciudad: Resolución + Perspicacia a dificultad 2
- Determinar estados de ánimo, corrientes emocionales, motivos de discusión etc: Resolución + Consciencia a dificultad 3
- Llamar la atención o introducirse de lleno en el ambiente: Carisma + Etiqueta a dificultad 2
- Buscar alimento: depende ya del tipo de depredador y modo de acercarse a una potencial víctima. Hay humanos por doquier en la fiesta, aunque la mayoría están un poco transportados mentalmente.
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Pagliacci (Pagliacci)
Periodista
Re: "Countdown" 4
Lejos de las miradas ingenuas de una durmiente Nueva York, en aquella Iglesia salía a la luz la verdadera naturaleza de los vástagos, sus libidinosos deseos, sus ansias de poder, una insaciable sed de violencia hematológica que nada detenía. La Caitiff guio a su maltrecha coterie a través de los túneles, en los que la música reverberaba en ecos cacofónicos, pero más allá del ruido punzante y machaconamente rítmico, era el olor a sudor y el calor que despedía la auténtica carne humana lo que despertaba los sentidos de la vampira. Apenas capaz de contener su sed de vitae en unas noches en las que la criatura no había dejado de fortalecerse en su interior, para la vástago era una dura prueba.
-Tenemos una hora, en el mejor de los casos. Deberíamos separarnos, preguntar por Melinda o por cualquier vástago desaparecido en las últimas noches. Buscamos a cualquier Sangre débil o Tremere que haya oído hablar del asunto. - Después se detuvo e indicó con la mirada a la zona de la que procedían los inaudibles gritos y las miradas agresivas que anticipaban el derramamiento de sangre. -Esos dos pertenecen a los Shelby y a los Black Panthers o como se llamen ahora. No os acerquéis.
A ojos de Pagliacci, La Iglesia estaba llena de presas fáciles, un lugar fértil para cosechar información, para conseguir secretos que posteriormente arrancarían roja vida de las venas de algún desgraciado. Pero antes, debía apaciguar a su sombra, buscó entre la multitud a una muñeca de sangre, adictos al beso atraídos por los vástagos como las luces atraen a las polillas. Con cierto contoneo de sus caderas, siguiendo los latigazos eléctricos de un ritmo creciente, comenzó a moverse hacia "los confesionarios", las zonas privadas que servían de discretos rincones de caza o de bizantino contubernio.
-Tenemos una hora, en el mejor de los casos. Deberíamos separarnos, preguntar por Melinda o por cualquier vástago desaparecido en las últimas noches. Buscamos a cualquier Sangre débil o Tremere que haya oído hablar del asunto. - Después se detuvo e indicó con la mirada a la zona de la que procedían los inaudibles gritos y las miradas agresivas que anticipaban el derramamiento de sangre. -Esos dos pertenecen a los Shelby y a los Black Panthers o como se llamen ahora. No os acerquéis.
A ojos de Pagliacci, La Iglesia estaba llena de presas fáciles, un lugar fértil para cosechar información, para conseguir secretos que posteriormente arrancarían roja vida de las venas de algún desgraciado. Pero antes, debía apaciguar a su sombra, buscó entre la multitud a una muñeca de sangre, adictos al beso atraídos por los vástagos como las luces atraen a las polillas. Con cierto contoneo de sus caderas, siguiendo los latigazos eléctricos de un ritmo creciente, comenzó a moverse hacia "los confesionarios", las zonas privadas que servían de discretos rincones de caza o de bizantino contubernio.
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Montecristo (Jebediah_Gogorah)
Investigador ocultista
Re: "Countdown" 4
{ https://www.youtube.com/watch?v=28fn2C_-xVc - Words by Low }
Montecristo conduce silencioso, aferrado al volante de su marronero Ford que tan reconocido fue entre las redadas de los Five Boroughs, allá por los 70. Es consciente de las miradas inquisitorias y reconvenidas de sus compañeros de coterie. Pero ella lo puede con todo. Tenía el asqueante don de aparecer y desaparecer en su peor momento. Su tez azabache, su sombra dorada. Sus ojos felinos le miran a través del horizonte negro, como si su sonrisa de marfil asomase entre los rascacielos, para burlarse, una vez más de él. De lo que había hecho. De la humillación que lo había hecho vivir.
Aún sentía la cálidez de la frente de Sienna cuando se despidió de ella, consciente de que tal vez fuera la última vez que la viera. Aún recordaba la mirada de Eddie, tras el escaparate de la joyería, como si de pronto algo encajara en su mente. Una vez más, el silencio había ganado la partida, y solo espero con todo el poder de su fe, que entendiera que el sacrificio que iba a hacer era en vano. Pero él no tenía derecho, en ejercer ahora en 10 minutos de padre, tras toda una vida de ausencia. La mejor forma de quererlo era evitarlo. Como había hecho hasta ahora. Dejarlo hacer su camino, aun cuando un tropiezo pudiera ser fatal. El tremere creía en el destino, por eso se aferraba a Madame Tza Tza, y éste no podría ser tan cruel para arrebatarle un hijo, tras una vida, tras una mujer.
Cerró los ojos por un segundo, esperando que la mirada de Hex no apareciera en el horizonte, escudriñando cada uno de sus movimientos... que no le permitiera ver como él y el resto de la coterie habían llegado hacia aquel antro de pecado, ruido y el hedor pestilente de la no vida. Asintió cuando Pagliacci dijo de separarse. Era la mejor opción, abarcarían más terreno. Miró con cierta inquietud la pelea de los chicos de los Shelby con aquel anarquista y se predispuso a evitarlos. Estaba fuera de lugar y se notaba. Aquellas no eran su tipo de fiesta, sólo cuando iba revólver en mano y se disponia a encarcelar a proxenetas, chulos o camellos, o a dejarse untar por ellos.
Buscó entre las estrambóticas luces alguna cara conocida, en especial de algún brujo o algún sangredebil*1, y se hundió en la oscuridad, mientrás la enorme cruz de neón parpadeaba en un rojo sangriento, pálpitando al compás de la estridente música.
Montecristo conduce silencioso, aferrado al volante de su marronero Ford que tan reconocido fue entre las redadas de los Five Boroughs, allá por los 70. Es consciente de las miradas inquisitorias y reconvenidas de sus compañeros de coterie. Pero ella lo puede con todo. Tenía el asqueante don de aparecer y desaparecer en su peor momento. Su tez azabache, su sombra dorada. Sus ojos felinos le miran a través del horizonte negro, como si su sonrisa de marfil asomase entre los rascacielos, para burlarse, una vez más de él. De lo que había hecho. De la humillación que lo había hecho vivir.
Aún sentía la cálidez de la frente de Sienna cuando se despidió de ella, consciente de que tal vez fuera la última vez que la viera. Aún recordaba la mirada de Eddie, tras el escaparate de la joyería, como si de pronto algo encajara en su mente. Una vez más, el silencio había ganado la partida, y solo espero con todo el poder de su fe, que entendiera que el sacrificio que iba a hacer era en vano. Pero él no tenía derecho, en ejercer ahora en 10 minutos de padre, tras toda una vida de ausencia. La mejor forma de quererlo era evitarlo. Como había hecho hasta ahora. Dejarlo hacer su camino, aun cuando un tropiezo pudiera ser fatal. El tremere creía en el destino, por eso se aferraba a Madame Tza Tza, y éste no podría ser tan cruel para arrebatarle un hijo, tras una vida, tras una mujer.
Cerró los ojos por un segundo, esperando que la mirada de Hex no apareciera en el horizonte, escudriñando cada uno de sus movimientos... que no le permitiera ver como él y el resto de la coterie habían llegado hacia aquel antro de pecado, ruido y el hedor pestilente de la no vida. Asintió cuando Pagliacci dijo de separarse. Era la mejor opción, abarcarían más terreno. Miró con cierta inquietud la pelea de los chicos de los Shelby con aquel anarquista y se predispuso a evitarlos. Estaba fuera de lugar y se notaba. Aquellas no eran su tipo de fiesta, sólo cuando iba revólver en mano y se disponia a encarcelar a proxenetas, chulos o camellos, o a dejarse untar por ellos.
Buscó entre las estrambóticas luces alguna cara conocida, en especial de algún brujo o algún sangredebil*1, y se hundió en la oscuridad, mientrás la enorme cruz de neón parpadeaba en un rojo sangriento, pálpitando al compás de la estridente música.
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Nyx (DarkOsca)
Arquitecto
Re: "Countdown" 4
Para decir que se está fuera de la zona de confort hay que saber definir la propia zona de confort. Esa tarea la dejaría para otro momento pero Nyx está seguro de que La Catedral no va a ser un lugar de su agrado.
Escucha atentamente las instrucciones de su compañera Caittif, no ayudan a cambiar su opinión acerca del sitio. Pese a todo, el espectáculo es digno de ver. Están escarbando otro nivel en el pozo de esa sociedad marchita. Lugares como este siempre han existido y, de alguna manera, han sido necesarios.
Casi por instinto, mirando de reojo a sus compañeros para no perderse, Nyx recorre la fauna que invade el garito. Poco a poco se va sintiendo mejor, distingue vástagos o humanos que no están tan alejados de lo que consideraría cercano a su círculo de conversación. Trata de fusionarse con ese ambiente.
Escucha atentamente las instrucciones de su compañera Caittif, no ayudan a cambiar su opinión acerca del sitio. Pese a todo, el espectáculo es digno de ver. Están escarbando otro nivel en el pozo de esa sociedad marchita. Lugares como este siempre han existido y, de alguna manera, han sido necesarios.
Casi por instinto, mirando de reojo a sus compañeros para no perderse, Nyx recorre la fauna que invade el garito. Poco a poco se va sintiendo mejor, distingue vástagos o humanos que no están tan alejados de lo que consideraría cercano a su círculo de conversación. Trata de fusionarse con ese ambiente.
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Pagliacci (Pagliacci)
Periodista
Re: "Countdown" 4
Costaba creer que aquello pudiera existir, que mientras la policía peinaba las calles y la inquisición barría a los vástagos de callejón en callejón, de refugio en refugio, existiera un rincón a pocos metros bajo la superficie en el cual los monstruos podían mostrarse tal y cómo eran, abiertamente. El olor metálico de la vitae derramada se mezclaba con el aroma a alcohol y sudor, a cuero y a plástico, a hormonas y saliva. La Caitiff se separó de los otros dos resucitados que viajaban con ella, cada uno llevando consigo su particular réquiem, una música discordante de dolor y miseria. Se acercó a un puñado de mortales próximo a una de las barras de cocktail, sacudiendo su cuerpo al son de la música, ritmos mecánicos e industriales, y clavó sus ojos en el primero que cruzó su mirada.
-Acompáñame- dijo con una sonrisa, mientras sus ojos adquirían un brillo fantasmal, la voluntad de un no-muerto. Le cogió de la mano con firmeza y arrastró entre la multitud hacia uno de los discretos lugares de pecado y absolución.
-Acompáñame- dijo con una sonrisa, mientras sus ojos adquirían un brillo fantasmal, la voluntad de un no-muerto. Le cogió de la mano con firmeza y arrastró entre la multitud hacia uno de los discretos lugares de pecado y absolución.
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La periodista intenta conseguir una alimentación rápida y discreta, usando Dominación 1. Buscando una presa que no le suponga un problema.
- Voivoda
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Re: "Countdown" 4
Por un instante se preguntó dónde le situaba eso a ella misma. La Iglesia era un lugar útil, pero hasta su ubicación lo situaba en el peldaño de mayor degradación de la escala moral. Asustar a ese muchacho hasta el punto de enseñarle un retazo de la realidad de ese lugar, de su papel de presa en medio de manadas de lobos, tampoco le hacía sentir especialmente bien. Pero añadía un toque de adrenalina y amargura a la sangre que honestamente encontraba necesario para disfrutar del instante.
Aquel chico tenía una historia. Probablemente protagonizada por algún tipo de trauma o abandono. ¿Qué le había conducido allí? Por un instante tuvo curiosidad por la respuesta. Duró poco. Su propio Abrazo era una triste historia que no estaba escrita en ninguna parte, ¿no?. Todos debían acarrear con sus propias anclas e incertidumbres.
Montecristo deambuló por la enorme sala comprobando que había multitud de reservados, túneles de los que no se veía el final e incluso algunas plataformas como las que en las discotecas se usaban para las gogós y que aquí se perdían por el techo excavado en la roca en una especie de laberinto de pasarelas. Francamente sentía que no era el lugar en el que podría encontrar a nadie de su propio Clan. Aún así, no podía evitar pensar en cómo se estarían retorciendo como serpientes en Columbia, en si su nombre habría llegado ya a los oídos de los Brujos por su visita a uno de sus espacios bajo su control, en el bastardo de su hermano o en la sombra de Hex, que parecía que surgiera por el rabillo del ojo.
Un vistazo rápido le trae de repente un recuerdo de tiempos pasados, no muy lejanos, pero lo suficiente para que formen parte de sus largas noches de redadas en barrios turbios. Era difícil olvidarse de Lena. Criada por sus abuelos tras ser abandonada por sus padres, enganchada al crack, con su pelo rosa y su inocencia echada a perder por la supervivencia en la calle. Aún recuerda cómo su propio hermano le impuso tiempo después de verla por primera vez en la calle la marca de los Crepusculares. Después empezó la ruptura sangrienta de la ciudad y los Sangre Débil se convirtieron en un recuerdo, para muchos incluso en una leyenda de algo que realmente no existía.
Pero allí estaba. Delante de él, apoyada en una barra, rodeada de monstruos, sin ser uno de ellos pero sin evitar estar cerca de quienes sí tenían colmillos por derecho propio. Verdaderamente aquel era el lugar de todos los desheredados.
A pesar de la incomodidad que le producía aquel lugar, y de la corazonada de que el tiempo corría en vuestra contra y aún teníais cabos que cerrar, algunos de los principales relacionados con sus propios contactos, Nyx comprendió la intención de Pagliacci y trató de introducirse en el ambiente alejándose lo máximo posible de aquella trifulca entre los Shelby y aquel grupo de Anarquistas. Francamente no era su hábitat, pero Nyx había aprendido a sobrevivir. Entre arquitectos ambiciosos, entre compañeros de Clan sanguíneos de carácter, entre las ruinas sociales de una ciudad que no le ofrecía dónde guarecerse.
Al final su deseo era establecerse en Nueva York, y esto también era Nueva York. La ciudad de las oportunidades era también la de la decadencia, todo dependía de a qué altura estuviera uno. Literalmente. Este subterráneo era seguramente el sótano de la torre. Quizá era un buen lugar para tomar nota de comportamientos y tendencias que quizá en el futuro le fueran útiles. En el fondo siempre había deseado ser reconocido como una voz influyente, como un representante de la rectitud. Y todo cuanto le rodeaba era francamente poco virtuoso. Al menos, nadie parecía haberse fijado especialmente en él.
Por eso le sorprendió observar allí a Henry Dawson. No lo veía desde hacía algún tiempo y estaba francamente desmejorado. Reconocido arquitecto del estudio Heatherwick, creador de The Vessel, amante quizá en exceso de los coches de lujo y de la cocaína, profesor universitario y mente brillante. Ahora parecía una sombra de sí mismo. Su aspecto era el de alguien tan desubicado como el propio Nyx, que le había tratado en algunos eventos relacionados con el urbanismo de Nueva York. Hablaba con una chica joven vestida de negro a quien el Brujah sólo ve de espaldas.
Off: Montecristo Ansia a 3, Pagliacci a 2, Nyx a 1
Por jugabilidad, aunque estéis separados no hay tanta distancia como para que, después de buscar con una mínima atención, podáis saber los unos de los otros. Eso facilita que podáis intervenir en la escena de otro si queréis.
@Jebediah_Gogorah si es posible intenta hacer las tiradas con el programa de Discord para ver bien los resultados de los dados de Ansia... En esta ocasión no lo he tenido en cuenta, pero están siempre presentes
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Montecristo (Jebediah_Gogorah)
Investigador ocultista
Re: "Countdown" 4
{ https://www.youtube.com/watch?v=mjg43nzSYck - The Only Thing Worth Fighting For by Lera Lynn }
Era dificil olvidarse de Lera, o de Lena. El pelo rosa, pero como los pétalos de una flor que crecía en la basura. Una vida revolcada por las patadas de la vida neoyorquina te proporcionaba en la boca del estómago. Pero para Montecristo, suponía un oasis en un desierto de ruido y luces estrambóticas. "-Otra vez el madero tatuado que parece una tía", pensaría ella, y esperaría que en vez de una foto, como los buenos padres, arrugada de Melinda, sacara de su cartera una papelina.
Se hizo un hueco entre la barra, esperando al final de todo, ser su paladín contra las bestias. Le pasó la foto sin mirarla fijamente. Sabía que escondia su mirada entre el flequillo desaliñado, y las mejillas picadas por la noche. Su mochila de oso le daba un aspecto demasiado pueril incluso para una yonqui. Quizo asumir el rol de poli bueno:
- Si me dices algo de ella - le pasó la foto - te conseguiré una dosis. Seguro que alguno de estos desgraciados tiene que haberse fumado un par de pipas antes de venir a éste tugurio.
Quizo pedirse un whisky, que cambio por un cigarro. Le paso uno a ella, y espero con impostada paciencia, su respuesta.
Era dificil olvidarse de Lera, o de Lena. El pelo rosa, pero como los pétalos de una flor que crecía en la basura. Una vida revolcada por las patadas de la vida neoyorquina te proporcionaba en la boca del estómago. Pero para Montecristo, suponía un oasis en un desierto de ruido y luces estrambóticas. "-Otra vez el madero tatuado que parece una tía", pensaría ella, y esperaría que en vez de una foto, como los buenos padres, arrugada de Melinda, sacara de su cartera una papelina.
Se hizo un hueco entre la barra, esperando al final de todo, ser su paladín contra las bestias. Le pasó la foto sin mirarla fijamente. Sabía que escondia su mirada entre el flequillo desaliñado, y las mejillas picadas por la noche. Su mochila de oso le daba un aspecto demasiado pueril incluso para una yonqui. Quizo asumir el rol de poli bueno:
- Si me dices algo de ella - le pasó la foto - te conseguiré una dosis. Seguro que alguno de estos desgraciados tiene que haberse fumado un par de pipas antes de venir a éste tugurio.
Quizo pedirse un whisky, que cambio por un cigarro. Le paso uno a ella, y espero con impostada paciencia, su respuesta.
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Pagliacci (Pagliacci)
Periodista
Re: "Countdown" 4
La vitae que descendió por su garganta calmó a su hambrienta sombra, que había trepado por su columna durante las últimas noches hasta aferrarse a su cerebelo, pero también envió destellos, retazos de información, instantáneas de una vida rota a su mente. La periodista pudo ver y sentir en su propia carne el abuso que había sufrido aquel joven, el ciclo de adicciones y degradación el que estaba atrapado, convertido en una blood doll, en poco más que ganado de usar y tirar para los depredadores de la noche. Él, como ella, era uno de los miserables, los desposeídos, la gente sin nombre, la famélica legión.
-Eh, chaval, me llaman Pagliacci. Si necesitas ayuda, ven a verme.
Dicho lo cual, se dio media vuelta y abandonó el túnel oscurecido para regresar a las pistas iluminadas por las luces estroboscópicas de los crucifijos de neón. Comenzó a moverse entre las masas y sonrió con cierta satisfacción al ver que tanto el brujo, como el brujah habían conseguido entablar conversación. Pero ella había venido aquí con dos nombres en mente, dos vástagos que esperaba poder encontrar en aquel Elíseo de anarquistas, independientes y escoria resucitada por algún tipo de virus o maldición.
Peinó con la mirada los rincones más recónditos. Sabía que en aquel lugar se realizaban tratos, intercambios, contrabando. Los brujos no eran distintos al resto de clanes, necesitaban una red de procuradores para todos sus rituales, un mercado de carne, de víctimas de laboratorio, de artefactos, podridos huesos de cadáver o exóticos ingredientes. Buscó a Aisha Lawal, la única de ellos con la que había mantenido una conversación tranquila. Quizás la nigeriana fuera capaz de decirle dónde tenían escondida a Melinda o, aún mejor, quizás pudiera ayudarles, por un precio.
Su plan B implicaba a otro vástago, tan o más peligroso que el primero. La mente de la Caitiff concebía planes dentro de planes, había que sacar como fuera a su hija de aquella trampa. En la ciudad había gente dispuesta a jugarse la no-vida por dinero, por favores o por cosas peores, recursos que la paria no tenía, pero estaba desesperada. Se rumoreaba que había otra estirpe de brujos en la ciudad, un linaje que había surgido en sal y arena y cuyos embrujos eran el silencio y el asesinato. La periodista contemplaba la posibilidad de pedirle a Maya Tawalbe que sacara a la sangre débil de la capilla, a cambio de lo que fuera.
La vampira se movió rápido, no había tiempo que perder y abandonó cualquier pretensión de estar celebrando o bailando, pues sentía la presión del amanecer cerniéndose sobre ellos, la arena caía en el reloj y el tiempo corría para todos, especialmente, para ella.
-Eh, chaval, me llaman Pagliacci. Si necesitas ayuda, ven a verme.
Dicho lo cual, se dio media vuelta y abandonó el túnel oscurecido para regresar a las pistas iluminadas por las luces estroboscópicas de los crucifijos de neón. Comenzó a moverse entre las masas y sonrió con cierta satisfacción al ver que tanto el brujo, como el brujah habían conseguido entablar conversación. Pero ella había venido aquí con dos nombres en mente, dos vástagos que esperaba poder encontrar en aquel Elíseo de anarquistas, independientes y escoria resucitada por algún tipo de virus o maldición.
Peinó con la mirada los rincones más recónditos. Sabía que en aquel lugar se realizaban tratos, intercambios, contrabando. Los brujos no eran distintos al resto de clanes, necesitaban una red de procuradores para todos sus rituales, un mercado de carne, de víctimas de laboratorio, de artefactos, podridos huesos de cadáver o exóticos ingredientes. Buscó a Aisha Lawal, la única de ellos con la que había mantenido una conversación tranquila. Quizás la nigeriana fuera capaz de decirle dónde tenían escondida a Melinda o, aún mejor, quizás pudiera ayudarles, por un precio.
Su plan B implicaba a otro vástago, tan o más peligroso que el primero. La mente de la Caitiff concebía planes dentro de planes, había que sacar como fuera a su hija de aquella trampa. En la ciudad había gente dispuesta a jugarse la no-vida por dinero, por favores o por cosas peores, recursos que la paria no tenía, pero estaba desesperada. Se rumoreaba que había otra estirpe de brujos en la ciudad, un linaje que había surgido en sal y arena y cuyos embrujos eran el silencio y el asesinato. La periodista contemplaba la posibilidad de pedirle a Maya Tawalbe que sacara a la sangre débil de la capilla, a cambio de lo que fuera.
La vampira se movió rápido, no había tiempo que perder y abandonó cualquier pretensión de estar celebrando o bailando, pues sentía la presión del amanecer cerniéndose sobre ellos, la arena caía en el reloj y el tiempo corría para todos, especialmente, para ella.