Montecristo tiene serias dudas de que Lena haya llegado a reconocerle. Su mirada parece perdida, sumida en un vacío profundo en donde se entremezcla la ansiedad y la soledad. El Tremere siente cierta empatía hacia ella por un momento. Los Crepusculares por norma general creen haber recibido un gran regalo al principio, pero pronto descubren que su existencia de dependencia, supervivencia y descrédito a ojos ajenos se puede convertir en un infierno permanente. Viven un constante anochecer y en ocasiones es mejor asumir si está de día o se está de noche, los espacios intermedios acaban dibujando conciencias difusas.
No obstante, su atención parece centrarse al observar el rostro de Melinda. Montecristo cree que incluso las lágrimas asoman a los ojos de Lena, lo que no es una señal muy esperanzadora. Toma el cigarro con nerviosismo. El Tremere puede intuir cómo la ansiedad se ha apoderado de cada milímetro del cuerpo de la chica que tiene delante.
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Olvídate de ella -dice con un deje de temblor en su voz-
Acabará en un contenedor de Broad Channel.
Montecristo toma nota mental sin terminar de comprender del todo. Intenta repreguntarle, pero Lena no hila bien sus frases. El policía teme que no sepa muy bien de qué habla. O que quizá mienta para obtener un chute con el que resistir una noche más.
La muchacha está medio ida, puede notarlo por el modo algo difuso en que enlaza sus palabras. El Tremere asume que conseguirle lo prometido terminará de hacer que su mente viaje lejos de este tugurio. Por otro lado, siente compasión por ella, quizá ese escape es lo mejor que puede ofrecerle.
Pagliacci sentía la punzada del tiempo. Un picor permanente que se entremezclaba con el ansia de su propio corazón muerto. A pesar de tener aún en el paladar el sabor de la Sangre recién consumida, esa bestia interior no dejaba de reptar por sus pensamientos y sus venas aun cuando había conseguido calmarla temporalmente.
Sabía que tenía poco tiempo y mucho en lo que pensar. Desde cómo sacar a Melinda de dónde estuviera hasta cómo mantener el puente tendido con los Sons para obtener más respuestas
sobre sí misma. La Caitiff pensó por un instante si realmente hacía todo lo que venía haciendo en las últimas noches por ella misma. Quería pensar que no, que buscaba respuestas, una verdad con mayúsculas, un sostén para sus propios compañeros de Coterie. Pero quizá en lo más profundo de su ser sólo era puro egoísmo.
Su mirada se fijó en un tipo de aspecto árabe que se apoyaba en una de las vigas metálicas sobre las que se sujetaba esa especie de segundo nivel desde el que se asomaban por igual cuerpos bailando y juguetes convertidos en alimento para depredadores con pocos escrúpulos. Había visto más veces a ese tipo en la Iglesia, nunca en el exterior. No se sabía mucho de él, parece que repartía información procedente de la Ashirra, e iba y venía por clubes vampíricos del estilo de la costa Este, donde según se rumoreaba la peculiar secta de Oriente Medio tenía algunos pequeños grupúsculos de acción.
Ante la falta de cualquier rastro de la Tremere nigeriana, aquel tipo podría ser una vía de entrada para acceder a Maya Tawalbe. O quizá estaba cayendo en un estereotipo racial bastante básico. Sea como fuere, no había sido demasiado discreta, tampoco lo pretendía, y el tipo se había fijado en ella. No podía ver sus ojos a través de las gafas de sol que llevaba, totalmente fuera de lugar, si bien eran una herramienta útil cuando uno está rodeado de Vástagos. El tipo miró a Pagliacci de arriba abajo y le hizo un gesto con la cabeza que era la manera de preguntarle qué quería.
La chica vestida de negro estaba notablemente perjudicada. Bien fuera el alcohol, algún tipo de droga, o una mezcla, aquella mujer con la que hablaba de una forma un tanto patética Henry Dawson probablemente no tenía muy claro ni dónde estaba. Nyx siente una cierta repulsión hacia ese comportamiento, no tanto por un puritanismo que no profesa como por la decadencia que implica. ¿Qué lleva a alguien que aún está en el mejor momento de la vida a terminar en una fiesta subterránea rodeada de cadáveres sedientos de sangre?
No era momento para mucha filosofía, por lo que el Brujah golpea ligeramente el codo de Dawson, quien se vuelve y observa al Brujah durante unos segundos hasta que finalmente lo reconoce.
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¡Joder!, ¿William Parker? ¿En serio eres tú? ¡Jooooooder! -dice también bajo los efluvios de una mezcla de alcohol y cocaína que mantiene sus pupilas dilatadas-
¿Cuánto hace que no te veo? Joder, cuéntame qué andas haciendo, qué haces aquí, joooder, no me lo creo, de verdad.
Dawson acompaña la cháchara de un constante contacto corporal que tensa a la bestia interior de Nyx. Le toca el hombro, incluso le golpea cariñosamente la cara entre "joder" y "joder" mientras la chica baila sola llevada por la música, bien sea la de este antro subterráneo o bien la que ella misma tenga en el interior de su mente.