Una brutal epifanía: la gente se muere en la calle

[Baudelaire]

Pedro Jesús de Maldonado y Fonseca deja escapar una risilla, para contemplar tu expresión desconcertada antes de responderte.

Nada me ocurre, Rafael. Por el contrario, es muy agradable saber que sigues siendo el epítome de la humildad. Siempre entregado a la gente que más lo necesita, intentando rechazar lo que te llega desde los cielos. Ya estoy mayor y tú eres un joven lleno de futuro, justo lo que necesita la noble institución que es la universidad de Salamanca. Yo no he nacido aquí y ya viene siendo hora que vuelva a mi hogar para disfrutar de mis años de retiro. Quedan muy pocos como para desperdiciarlos en los salones en reuniones eternas. Mis nietos, nietas, bisnietos, bisnietas y el pequeñito de mi tataranieto recién nacido me esperan lejos del mundanal ruido. Mi madre en Béjar, viuda hace un par de meses, estará emocionada de conocer a Rafael… su trastataranieto.

Lo único que faltaba, que alguien de entre la numerosa descendencia del ya exrector, se llame igual que tú.

Ha sido mi idea que mi bisnieto Jesús, que es un poco menor que tú, llame a su retoño utilizando tu nombre. El arcángel que es el guardián de la salud, deberá cuidarlo igual que ha hecho contigo.

Deja la copa y el plato sobre la mesa, para proceder a despedirse.

Ya debes haber comprendido que no regresaré a Salamanca. Pero, estaré disponible para recibir tus cartas y responderlas, en caso que pudieres necesitar mis consejos. Sé que lo harás, el orgullo nunca ha sido ni será algo tuyo. Felicidades, rector Eyzaguirre.

Te extiende la mano para estrechártela, pero a último momento te abraza rompiendo todo el protocolo. Retrocede y te entrega los pergaminos con los nombramientos, el tuyo y el de Aanisa. Te quedas estupefacto y sin poder reaccionar, mientras Pedro Jesús Maldonado y Fonseca se aleja hasta dejar el patio… que se convierte, alrededor tuyo, en un lugar infinito. El horizonte parece esfumarse en lontananza, por un período tan duradero… que asemeja a una eternidad.

¡Fili! ¡Fili! ¿estás bien? Llevas media hora parado aquí como bobalicón con esos rollos en tus manos. No he querido interrumpirte, pero ya va siendo la hora de tus clases.

[Charles_Castle]

Mi mente está ahí paralizada junto con mi cuerpo. ¿Qué acaba de pasar? Ahora soy el rector de la universidad.

Trato de repasar lo que ha sucedido, estoy ahí intentando de entender el porqué de la elección para ser rector cuando Pedro Jesús de Maldonado y Fonseca ha lanzado sus argumentos. Luego cuando yo voy a comentar algo, el rector continua ahora con su descendencia y no puedo ocultar mi sorpresa al saber que tiene una tan amplia; de verdad que ya está entrado en años y se ha mantenido muy bien. De ahí sus ganas de descansar. No estoy seguro si yo querría tener tantos años viendo el sufrimiento de la gente, solo valdría la pena si yo hago exactamente que valga la pena hacer al respecto.

Luego, me estrecha la mano y yo sigo atónito ante lo que está pasando sin poder reaccionar, ¿qué está ocurriendo? Es como un caballo desbocado corriendo por la plaza en un día de mercado.

Tras extenderle la mano como una reacción intuitiva y recibir el abrazo, me he quedado pensando en todo aquéllo. Hasta que, mi dulce esposa, llega para regresarme a la Tierra.

-Soy el nuevo rector de la universidad- Le suelto la noticia así - Don Pedro Jesús de Maldonado y Fonseca me ha dado la buena nueva, ha renunciado y han aceptado que sea el nuevo rector… además, tu ocuparás mi puesto de decana en la facultad - digo evitando mencionar algo acerca de las cartas y sin quitar la cara de asombro

-Podremos tener un laboratorio en la casa y ayudar a la gente pobre - exponiendo lo que vendría para nuestro matrimonio. El laboratorio me ayudaría a encontrar alguna solución a la maternidad perdida de mi amor.

Como ella ha dicho, debo regresar a mi vida cotidiana y poner todo en orden. Leer por fin la carta de Venecia, visitar a don Domingo, ver por mis estudiantes y sus clases… y un largo etcétera​ de otras de mis actividades.

[Baudelaire]

Aanisa te mira sin pestañear, completamente asombrada de lo que acabas de contarle. Menudo regalo de cumpleaños te han dado, ella sin duda siente que es incapaz de superarlo y simplemente te abraza poniéndose a llorar como una niña.

¿Y qué podría darte yo? ¿decana de la facultad de filosofía? ¿o de la de medicina? ¿qué sino quién? ¿otra persona, aparte de mí, sabe algo de estudios del cuerpo humano y ha seguido tus investigaciones sujeta a tus experimentos?; pero ¿cómo estaría yo a cargo de tus estudiantes, futuros físicos? ¿qué podría yo enseñarles, Fili? ¿qué?

Su lluvia de preguntas, mezcladas con los sollozos y su rostro empapado que ya comienza a humedecer tu pecho, te parece de lo más esperable siendo la mujer que amas y conoces. Es su trabajo, después de todo, cuestionarlo todo y tratar de buscar la verdad. Sin embargo, tiene razón en querer saber qué harán. Es un tremendo golpe a este hogar, uno que rompe la inercia y lo remece todo… para bien, por supuesto.

¿Y qué podría darte yo? ¡Ni siquiera puedo ser madre! Ya has hecho bastante al salvarme de la peste. Tú tienes tu gloria y yo, solamente, parezco una niña a tu lado. Alá el misericordioso me pone a prueba y, por primera vez, la filosofía es incapaz de ayudarme.

Con la ropa convertida casi en un manantial, tu esposa parece tranquilizarse por un momento. Te besa con dulzura y te contempla con ternura, sabes que sigue afectada y que está intentando controlarse. Sus ojos enrojecidos se mezclan con la proyección de su gran inteligencia. La que siempre te ha encantado, alguien con quién conversar de igual a igual. A pesar de estar en medio de una época en que las mujeres son consideradas inferiores y se te acepta que sea musulmana, solamente porque eres una eminencia en tu campo.

Aanisa te toma de la mano y te encamina al jardín. Se deja caer sobre la hierba y te invita a acompañarla, dando pequeños golpecitos a su lado. Le ha dejado de importar, aunque a ti no, que tus estudiantes te estén esperando para la clase de hoy. Probablemente es el momento de tomarte unos minutos y hacerle saber que su deseo de ayudar es lo que te hace falta para cumplir el sueño de tu vida… y que, también, ella podrá cumplir el suyo.

[Charles_Castle]

Y la abrazo mientras llora, la reconforto ante sus dudas que son las mías. Yo mismo no sabía que iba a pasar, pero ya nos las arreglaremos para descubrir las respuestas.

Después vamos al jardín y vuelve a preguntar un poco más tranquila. La amo tanto por ese carácter que tiene y, en verdad, es un bendición tener aquel ángel a mi lado.

-Tú me das mucho y no te imaginas lo mucho que agradezco a Dios tenerte a mi lado. Pero no es momento de dudar, más bien hay que ver como solucionar ésto en lo que nos han metido. No dudo que sea una bendición y debemos estar mostrar nuestra gratitud por ello. Y creo que para poder responder estas preguntas debo ir a la universidad y empezar a deshilar este embrollo, que tampoco el rector me da dado oportunidad de escoger, así que encomendémonos al Todopoderoso y ya veremos que nos depara el futuro.

Aunque lo primero lo primero debía empezar por mis deberes: revisar a Don Domingo, revisar la carta de Venecia, ir a la universidad para ver qué pasos había que seguir, seguramente habría alguna ceremonia, ver a mis estudiantes y sus clases; y, por supuesto, seguir las pistas del envenenamiento a Don Domingo y visitar al extraño padre. "Uff, Dios mío dame fuerzas", pienso no como una suplica… sino para hallar tiempo para tantas ocupaciones

[Baudelaire]

Camino a la universidad, el idílico momento con tu amada esposa, resuena en tu pecho henchido de felicidad. Esa bendición trascendente que va más allá de cualquier estado de ánimo pasajero, de saber que sin importar lo que el porvenir te traerá… siempre podrás sonreír. Claro, habrá momentos con rabia, pena o miedo… pero seguirás siendo feliz, porque la providencia te ha dado todo.

Al pasar al hospital para revisar a Domingo, un monje te hace entrar muy rápido y te comunica las buenas nuevas con un simple golpe de muñeca al abrir la puerta.

¡Arcángel Rafael! Me habéis salvado en la hora aciaga. Justo cuándo hubiste venido a pedir mi ayuda, terminaste por ser tú quién me la ha brindado. He mandado una carta al rey Alfonso décimo, a quién enseñaba filosofía de pequeño. Le he solicitado que venga a verte, toda Europa deberá conocer tus talentos como físico… uno que ha bajado directamente de los cielos.

Habla con mucha energía, casi completamente recuperado. Avanzas con timidez y dejas que el monje cierre la puerta tras de ti, dejándote a solas con el filántropo. Quién, muy animado y lleno de gratitud, continúa hablándote.

Muadjit ya me ha contado todo, así que tendréis vuestra clínica para la gente pobre… así que por favor, conseguidos un buen alarife y los maestros constructores que os sea menester. Quiero ver, en esta vida, aquel lugar de beneficencia. Estoy sano y vigoroso, pero sé que me quedan pocos años. Tan pronto me habrás dado de alta, iremos a la notaría y firmaremos el acuerdo de comodato.

Sí, faltaba más. Todo y un todavía hay mucho por llegar desde los cielos… ¿qué más podrían darte hoy? Eres el rector, tu esposa la decana de medicina, Domingo está sano y te proveerá de lo que ibas a solicitarle… y ¡te contactará con el rey!

[Charles_Castle]

Mi mente ha estado flotando imaginando en las posibilidades cuando uno de los monjes me avisa de Don Domingo y siento curiosidad.

Mis pies se mueven rápidamente. Llego a su lado y escucho sus palabras.

Las emociones parecía no acabar y aquel día apenas va empezando.

- Muchas gracias, Don Domingo - respondo ante sus palabras. - Ha sido mi deber como físico y ha sido la voluntad de Dios Todopoderoso, Él es el que dice quien vive y quien muere y quiso que vivierais. No sé como expresaros mi agradecimiento por ofrecer la ayuda para los pobres de esta ciudad y su carta al Rey.

Hago una breve pausa y me pongo serio

-Es importante también descubrir quién ha buscado su muerte. He encontrado que posiblemente en la azúcar hayan puesto el veneno con el que le han provocado ésto… ¿Tenéis algún enemigo? - pregunto pues éste es un cabo suelto e importante, quién ha intentado matarlo sigue libre y quizá podría intentarlo de nuevo; si no se le detiene.

[Baudelaire]

Domingo te sonríe ampliamente.

Desde el inframundo, claramente la generosidad y la bondad son motivo de ira. Las pasiones oscuras que asoman desde el abismo infernal pueden surgir y manifestarse en nuestro entorno. El egoísmo motiva muchas acciones que en nada se condicen con la moral católica. Si alguien ha querido hacerme daño y tú lo has impedido, buen Rafael; confío en que siendo un gran investigador del cuerpo humano, harás lo propio con las pistas que tienes para dar con quién ha intentado hacerme daño… sí así es la voluntad de los cielos. Aunque, insisto, la hora de mi muerte está cada vez más cerca. Vamos, procede a ausculturame y evaluar mi estado. Me he sentido muchísimo mejor, casi como con 10 años menos. Jejejee.

Muy sano y risueño, pero una cosa es la apariencia y determinar como están sus órganos internos, es otra muy diferente. Procedes a realizar el chequeo de rigor y todos sus signos vitales están en orden. De verdad que la providencia sigue sonriéndote y sería mejor continuar tus tareas. Sabes que Muadjit y los monjes vigilarán celosamente al noble filántropo mientras tu búsqueda continúa.

¿Y, qué piensas, arcángel? ¿he pasado tus pruebas o me harás estar aquí en cama por más tiempo?

Los ojos de Domingo brillan con regocijo, muestran su disposición a seguir tus indicaciones. Tan pronto se las des, estarás libre para pasar a la tarea siguiente.

[Charles_Castle]

Escucho con atención las palabras del señor Domingo. Es cierto que las fuerzas del mal atentarían contras los seguidores de Dios, buscando destruir o corromper sus obras. De igual forma todo parece apuntar a que la mano de Dios me había llevado ese día para salvar a su siervo, Domingo. También a que ése sería mi destino, la voluntad de Dios. Así que debo obedecerle y seguir con la investigación para encontrar al siervo del mal.

Las palabras de Domingo incitándome a auscultarlo me sacan de mis pensamientos y así lo hago, iniciando con un leve movimiento de cabeza y una sonrisa. Me preocupa observar como van las heridas: en la garganta y las de los brazos por las sangrías. También busco algún indicio de los sarpullidos que había visto el día anterior. Espero que todo se haya normalizado y esté en franca mejoría.

[Baudelaire]

Quitas con delicadeza los vendajes que cubren las heridas, para verificar que están secas y limpias. En el cuello se nota la cicatriz esperable y sin señal alguna de infección o reapertura. Lo cuál es consistente con el ánimo y la respiración tranquila del buen filántropo. Apenas unos puntitos rojos en las zonas sangradas, nada inusual, todo de acuerdo lo que debe ocurrir con ellas. Finalmente, ninguna otra marca en su piel.

Terminas la revisión escuchando su corazón y tomándole el pulso, posando tu mano sobre su cabeza y comprobando que su temperatura es normal. Está sano y vigoroso, gracias a tus estudiantes… nada ha sido por tu propia cuenta, la ayuda recibida ha asegurado este éxito descomunal. De otro modo, ahora mismo estarías en un funeral en lugar de pensar en enviarle a casa.

Le invitas a levantarse suavemente para que camine un poco.

¿Qué pasa? ¡Ah, piensas que se me han debilitado las piernas! Jajajaja, soy un hombre mayor… pero todavía me queda fortaleza en ellas.

Camina desde su cama a la mesa alta que contiene una palangana con agua jabonosa y lo ves enjugarse la cara. Toma una tela de gasa colgada de un perchero y se seca, para luego regresar a tu lado, todavía de pie.

¿Qué falta, Rafael? Puedo correr si es necesario. Vamos, que me aburro aquí. Tenemos que ver pronto lo del trámite burocrático, la gente pobre está lejos de hacerse rica y poder tener una salud digna.

El comentario te hace sentido, jocoso y cierto a la vez. Que mucha gente se muere en la calle, al carecer de los recursos para poder pagar la atención de un físico.

[Charles_Castle]

Reviso a Domingo con cuidado, no se me vaya a pasar algún detalle. Me percato que mis estudiantes han hecho un gran trabajo y los monjes también han estado en lo suyo.

Después de revisarlo escucho a Domingo bromear, a lo que sonrío.

-No, no será necesario - le respondo - Creo que os habéis repuesto de una manera casi milagrosa, la providencia nos ha dado sus bendiciones y si os sentís con fuerzas podréis terminar de reponeros en vuestra casa, pero aún falta por descubrir quién ha sido el culpable de todo ésto… así que deberíais andaros con cuidado. Yo seguiré averiguando y ver que habré descubierto. Ahora si gustáis, llamemos a su mayordomo y haré los papeleos para que pueda salir, además de decirle lo que necesitaréis para reponeros sin consecuencias - digo con una gran alegría ante su mejoría y ver el buen ánimo en el que está. Además para continuar con mis actividades y, por supuesto, que los asuntos legales de la clínica empiecen… ya que será un largo camino hasta verlo realizado