[CA] 7pm, Entrada
Publicado: 21 Jul 2019, 17:33
El taxi se detuvo junto a la acera justo delante del edificio modernista. La noche empezaba a dominar el firmamento, pero gracias a la abundante iluminación de la calle se podía vislumbrar una figura femenina en los asientos traseros, interactuando con el conductor. Poco después, la puerta del taxi se abrió y de ella salió una mujer con paso seguro y sonrisa en sus labios. Debajo de su elegante abrigo se adivinaba un atuendo de chaquetilla, blusa y falda blanca, ideal para un cócktel. Un pequeño bolso de color rojo sangre colgaba de su brazo.
La mujer se detuvo unos segundos observando la fachada del edificio, pues jamás se había entretenido en ello aunque había pasado por este lugar a menudo.
"En verdad tiene bastante encanto. Y cierto misterio... Es un lugar de lo más adecuado para lo que acontecerá esta noche" -pensó la mujer. A pesar de su porte seguro, se encontraba nerviosa en su interior. Hacía ya tiempo que las reuniones con los clientes no eran motivo de presión: ejercía suficientemente bien su trabajo y le gustaba como para que supusiera un problema. Pero este tipo de reunión era diferente... y vital.
Con paso seguro pero tranquilo Marga avanzó hacia los guardias de seguridad de la entrada, evitando ser interrumpida en su caminar por los transeuntes de la calle. Los guardias se fijaron en ella, y uno de ellos respondió a su saludo con una pregunta.
- Marga Rocafort -respondió educadamente con su amplia sonrisa, mostrando contento por estar allí, sin mostrar ni un asomo de duda en su pertenencia a ese evento privado.
Blanca iba andando por la Avenida hacia la Casa Marfá, preparándose mentalmente para lo que aquella noche podía deparar. Cada golpe de sus tacones en el pavimentado era lo más parecido que tenía a un tambor militar que marca el paso de un regimiento a la guerra. Intentaba motivarse a sí misma con aquella imagen que se había procurado de mujer elegante, con un vestido corto de color granate, bastante ceñido a juego con su color de labios favorito, combinado con sus zapatos de salón negros. La altura de los tacones no era excesiva, pero suficiente para que en el reflejo de uno de los escaparates por los que pasó delante, viera un indicio del cambio que pretendía.
No quería que nadie viese que había bajado desde un autobus y se había procurado la suficiente distancia con la parada para evitarlo.
"Es tu noche, Blanca, esta es la noche en que todo cambia" pensaba, mientras hacía el esfuerzo de erguirse recta para que sus gestos marcaran la seguridad que pretendía con su atuendo. Y ese fue su último pensamiento antes de cruzar la entrada.
Fue sacando del bolso la invitación para acreditarse frente a los guardias, cuando encontró allí a Marga. Y no pudo evitar poner una cara de sorpresa.
- ¿Marga? ¿Qué haces aquí? - le preguntó más por el impulso de la sorpresa que porque buscase otra explicación lógica más allá de la evidencia de que ella estaría invitada también al evento.
Marga ni siquiera había reparado en la llegada de Blanca a su derecha, absorta que estaba en causar ya buena impresión desde la primera línea de control con los guardias. Cuando la recién llegada la nombró, no pudo evitar su cara de sorpresa al girarse y observarla. ¡Blanca! ¿Qué tal?-Marga reaccionó rápido, y le dio dos besos como de costumbre cuando se veían. La observó de arriba a abajo, viendo el cambio en su atuendo habitual, y al instante dedujo que también acudiría a la fiesta nocturna.
Pues tengo invitación para un evento privado aquí esta noche... pero por lo que veo tú también estás invitada, ¿verdad?.
La presencia de Blanca la había descolocado, aunque no lo aparentara. Esperaba encontrarse en una situación privada, oculta e íntima de cara a su vida normal y conocida. Y, sin embargo, allí estaba Blanca, lo cual en estos primeros momentos la puso más nerviosa en su interior.
Me acerqué a la dirección concretada en la moto de un amigo, prestada para la ocasión bajo la excusa de tener la propia en reparación. Por si acaso, no quería arriesgarme a que alguien que no debía me identificara como "el tío de los recaditos". Pero bueno, algo me decía que la noche no acabaría sin tener algo bueno entre manos. Aparqué unas pocas calles más abajo, me aseguré de que mi traje alquilado seguía impoluto y con un agudo y melodioso silbido dirigí mis pasos hacia el portal 66. Me relamió los labios al ver a los guardias. Vaya, vaya, vaya... La primera imagen que daban no eran muy amigables, no. Respiré hondo y aceleré el paso. ¿Cómo me vería a ojos de un vianante oliente y moliente? Lo mismo se pensaban que me dirigía a una gran y exquisita fiesta de estas de ricos... Sí y no, si ignoramos lo sobrenatural tampoco se alejaba mucho de la realidad.
Fui sacando la invitación de uno de los bolsillos internos de la americana para ahorrar tiempo. En la misma entrada me encontré con dos mujeres que parecían conocerse ya de antemano. "Oye, no me digas que seré el único colgado que no conoce a nadie", pensé sorprendido. "Bueno, nada que un poco de labia no pueda solucionar". Me acerqué a ellas con paso prevavido, por si se encontraban hablando de algo que me convenía desconocer, y al comprobar que solo se estaban saludando me mostré más confiado.—Muy buenas tardes, señoritas. —saludé con una sonrisa obviando mi marcado acento— Me llamo Tzu Wang. Igual es un poco obvio pero... ¿Supongo que a vosotras también os han invitado al evento de esta noche?—pregunté para romper el hielo y ver de qué palo irían las cartas esa noche.
Ducha "Sólo son las cinco de la tarde, y ya he tenido que hacer malabares por las peticiones de esa mujer" me digo a mi mismo con resignación recordando las dos opciones que te da cuando necesita algo de mi. Si llama por teléfono es que no es para ayer, sino para hoy. Y si viene en persona... es que no hace falta ni responderle, sólo aceptar. "¿Qué tendrá de importante esta supuesta reunión para venir ella misma en persona y con una carta lacrada? Como si estuviéramos en la Edad Media..."
He tenido que fingir que no me encuentro bien en el trabajo, siendo consciente de todas las labores que tenía que hacer hoy. Y si eso no fuera poco, he tenido que mentir a Raquel diciéndole que hoy tenía que entrar antes a trabajar, obligándola a hacer malabares para que pudiera llegar a casa y no tener que dejar a la niña con sus padres.
"Creo que no me dejo nada. Las llaves de casa, del coche, la cartera, el móbil, la mochila con la libreta, la cena, el bolígrafo, el permanente, el cuter, y el subrayador fosforito... no, esta todo. ¡¡Ay, que me dejo la ropa!!" Con todo el disimulo que puedo cojo alguna muda que pueda pasar por ropa de camarero, pero sin serlo. "No voy a ir de pingüino, eso lo tengo claro, pero tampoco iré de pordiosero, no sea que encima de tener que aguantarlos, se enfaden"
Me despido de mi familia y me voy directo a buscar el coche para irme hacia Barcelona. Una vez en el garaje, aprovecho para cambiarme de ropa, guardo la otra en la mochila, que coloco suavemente en los pies del asiento del copiloto. Enciendo el motor y arranco en dirección a Barcelona.
Conducción Me pongo la radio para escuchar un poco las tonterías de la actualidad política, que aunque no haga caso de lo que dicen, al menos oigo hablar a alguien.
La parte buena es que a estas horas el recorrido transcurre sin contratiempos. Decido aparcar por la Zona Universitaria, que aunque esté bastante lejos del lugar donde me han hecho ir, es el único sitio que conozco donde puedo dejar el coche sin tener que hipotecar mi nómina en zonas azules o párkings. Podría haber ido en tren, claro, pero entonces Raquel no se hubiera tragado nada de lo que le he dicho. -Sólo me faltaba que se pensara que tengo un lío...- refunfuño entre dientes con mis habituales conversaciones unilaterales.
El largo trayecto parece que está llegando a su fin. Ya veo el edificio que hace esquina con la Calle Valencia. "Ni sabía que existía, la verdad".
Los porteros me miran con ojos inquisidores. "Con un poco de suerte no me dejan entrar y puedo escaquearme..." rezo mientras extiendo mi mano con el sobre lacrado sin mediar palabra. "A gilipolllas no me gana nadie".
Hecho un vistazo rápido alrededor en busca de un sitio donde pueda sentarme mientras espero la decisión del jurado, y sin querer veo unas siluetas a mi zurda que no parecen estar esperando un taxi. Una de ellas me resulta familiar, aunque no la termino de ubicar. "¿De que conoceré a esa chica de blanco? ¿o a quién se parecerá?" no soy una persona excesivamente sociable, y como no estoy seguro de conocer a nadie, me pongo en un rincón esperando que nos digan que hacer "al menos podrían haber tenido la delicadeza de ponernos en algún sitio donde apaciguar mi cansado trasero..."
Cuando iba a contestar a Marga, aquel chico asiático irrumpió ante ellas aumentando la extrañeza que se respiraba entre ambas mujeres por verse allí. La vallisoletana observó el atuendo de su amiga y vio que había cuidado con el mismo esmero que ella puso con su propia imagen, cada uno de los detalles con los que se había construido aquella versión depurada de sí misma.
- Buenas noches- contestó sin quitarle los ojos a Marga, aún anodada por verla allí - yo me llamo Blanca Vidal...y ella es Marga Rocafort - dijo presentandola a ella también. Solo entonces dirigió sus ojos a Tzu Wang.
"Vale, Blanca, no empieces a pensar cosas raras...seguramente a Marga la han invitado sin saber nada del asunto. Ella tiene cierto manejo social en la ciudad...no tiene por qué conocerles....a ellos" pensó intentando calmarse a sí misma con la novedad.
Miró de reojo al hombre que se había sentado un poco más alejado de ellos.
"¿En serio?¿a ese tipo también le han invitado? Parece un presidiario escapado..." pensó.
- Veo que no era tan desconocido el evento...bueno, tener a gente agradable alrededor siempre hará menos aburrido un cocktail de bienvenida, ¿verdad? - terminó por decir fingiendo una amabilidad ingenua a las verdaderas intenciones que planteaba aquella llamada.
El Mercedes plateado giró la esquina del “Passeig de Gràcia” para entrar en la Calle Valencia y detenerse delante del número 66, La casa Marfà. Sus cristales tintados no dejaban ver quien iba en su interior.
El trayecto no había sido largo, pero si lento. Antonio no solía ir al centro si no tenía una buena razón, aun así, siempre le desagradaba el gentío que se amotinaba por las calles. Cuando el coche se detuvo miró la fachada del edificio. En general era amante de estilos arquitectónicos mas puros, pero la mezcolanza que veía no le desgradaba.
Cuando el conductor estaba llegando a su puerta Antonio ya estaba fuera del coche. Su chaqueta oscura de ¾ se movía tímidamente por el viento. En cambio, el fino pañuelo que tenía alrededor del cuello parecía no notarlo.
-Le llamaré cuando le necesite.
Quien le oyera lo tomaría por un déspota, pero esa no era su intención. Solía decir las cosas claras y en el menor tiempo posible.
A su espalda el coche arrancó y el sonido se mezcló con la arrítmica sinfonía de la ciudad. Se fijó en los dos tipos que estaban en la puerta “ellos serán…” no terminó ese pensamiento. “Concéntrate. Esta noche tienes que estar atento a lo importante” y caminó decidido hacia la entrada.
-Antonio Block.
Dijo sin ni siquiera mirar a los hombres de la puerta mientras sacaba la invitación de un bolsillo interior de la chaqueta. Se la entrego a uno de los hombres e intento entrar en el edificio. "Gentilmente" le comunicaron que aún no podía pasar... se dio la vuelta.
Paso su mirada por los alrededores. Vio que no era el primero en llegar. Se sintió complacido. Había aprendido que no era bueno llegar el primero, pero peor era llegar el ultimo así que esperaba que no fuera así.
Dirigió su atención hacía el pequeño grupo que estaba en corro. Estudió rápidamente a todos ellos, sus ropas, su posición, su mirada “Un grupo muy variopinto sin duda. Seguro que están buscando lo mismo que yo. Suerte.”
-Buenos noches. Dijo al pasar a su lado, y se coloco a una distancia estratégica donde podría escuchar lo que hablaban.
A medida que la noche avanzaba, Rebeca se iba espabilando. A pesar de que no tenía el aspecto de modelo para revistas de salud, Rebe suponía que podía "presumir" de no tener esa apariencia tan agotada que cargaban los que volvían a sus casas tras una jornada de trabajo. Sabía, también, que horas más tardes aún estaría relativamente fresca.
Rebeca intentaba distraerse con esa clase de pensamientos mientras avanzaba y se alejaba cada vez más de su pequeño piso, que daba lugar a zonas cada vez más concurridas. Un escalofrío de incomodidad le recorrió de pies a cabeza: no por el miedo, sino por el barullo nocturno que de alguna manera se metía en su cráneo. Chocó con el hombro con varios transeúntes y hubiese dado la vuelta de no ser porque esa noche, a diferencia de muchas, tenía una dirección preestablecida.
Por fin.
No quería reconocerlo en voz alta, pero casi que ya iba siendo hora. Ya tenía la oportunidad de...
No, espera. No te precipites. Solo es un primer paso. Muy importante. Aunque, quién sabe, seguramente...
Lo único que estaba claro es que tenía que causar buena impresión. Portarse bien. Tal vez no destacar mucho ni pasarse de lista, pero bueno, bastaba con no abrir la boca como un pato y eso no se le daba mal. Y seguramente destacar...bueno. El alquiler de Barcelona no era barato, y tener ropa presentable no solía ser su prioridad económica, pero iba limpia y arreglada, ataviada con el único vestido que tenía, uno negro que le cubría más allá de las rodillas. No tenía ni maña ni dinero (ni ganas...) para unos tacones, así que unas sandalias debían de valer. No se sentía en su elemento, eso estaba claro, pero en peores plazas se había toreado y los pequeños sacrificios siempre dan grandes resultados.
A medida que se acercaba a la mansión, comenzó a sentirse un poco nerviosa. ¿Habrían...muchos, allí? ¿Estaría...¿ De pensarlo le dio otro escalofrío, más por el lugar que por el quién ¿Alguien conocido habría? ¿Alguien... peligroso?
Algunas de sus dudas se fueron disipando al acercarse a la mansión. Nunca antes la había visto con las puertas abiertas y de repente le parecía que ese lugar rebosaba de vida, en comparación con la apariencia que tenía, fría y vacía, que veía habitualmente. Tragó saliva, pero sus nervios se volvieron curiosidad al ver a otro grupito reunido, junto a los guardias de la puerta. Supuso que sería lógico-una fiesta no era una fiesta con una sola persona, a eso se le llamaba cita o como mucho reunión, por lo que su sorpresa pasó a preocupación, y Rebeca tiró inconscientemente de la tela de su ropa para colocarla bien.
No va a colar. Puta mierda. Voy a hacer el puto ridículo. Joder.
Sin embargo, era muy tarde para echarse atrás, y maldita sea, ¿qué era un poco de ridículo a cambio de cualquier cosa que pudiera ofrecerse allí? Rebeca no era tampoco un genio, pero sabía reconocer una oportunidad cuando la veía.
Adelante, Rebe. Tú puedes.
Se fue acercando con fingida seguridad a la puerta, sacando la invitación de un pequeño bolso negro que, a pesar de ser relativamente nuevo, no pasaría por la mejor de las marcas. Saludó con la cabeza al grupo, intentando parecer segura, pero se percató de que había un rostro que reconocía. Las palabras salieron solas.
-¿...Blanca?-preguntó. No se dio cuenta de que había hablando hasta que cerró la boca.
El hombre oriental irrumpió en la conversación entre Marga y Blanca, y la mujer asintió cuando su amiga le presentó, dedicando una sonrisa protocolaria a Tzu. Sin embargo, Marga no se llegó a percatar del hombre que apareció tras ella y que, tras entregar un sobre a los guardias, se retiró unos metros del lugar.
Desde luego-respondió Marga. Tendremos la oportunidad ahí arriba de charlar un poco más, -aseguró a Blanca- y de conocernos un poco más -comentó simpáticamente a Tzu.
En ese momento, un hombre elegantemente vestido, con ropas aparentemente caras, hizo acto de presencia saludandoles y pasando a su lado. Marga lo ubicó al instante, y no dudó en devolverle el saludo. Buenas noches, caballero -deseó con la mejor de sus sonrisas. Atenta como estaba al recién llegado, no se percató tampoco de la joven que se había acercado y le había preguntado a Blanca. Su mirada se fijaba en las dificultades que estaba teniendo el hombre con los guardias de la puerta. No eres uno de nuestros anfitriones, amigo-pensó para sí misma. Parece ser que la organización no se impresiona por un aspecto caro... Sea como fuere, no es mala idea hacerse amiga del señor Block...
La llegada de la mujer irrumpió en la escena y dejó fuera de lugar a los guardias, con ese toque de atención que no pasó desapercibido para Marga. Parece la típica secretaria que hace y deshace dentro de una organización... sin duda alguien con quien llevarse bien. ¿Será ella también...?-pensó mientras no dudaba en cruzar las puertas la primera, siguiendo sus pasos. Al llegar a su altura, Marga le preguntó amable y animadamente, adoptando su velocidad del habla: No se disculpe, al contrario. Personalmente estoy agradecida de disfrutar de sus atenciones. Soy Marga Rocafort-dijo extendiendo su mano, esperando que su anfitriona se presentara.
Blanca pestañeó dos veces cuando se giró mentada por Rebeca y la vio a su lateral.
- ¡Rebeca! Pero...
Y antes de que pudiera indagar cómo y por qué estaba ella también allí,ni siquiera se dio cuenta de la negación de los guardias que habían hecho gestualmente al hablar de ellos. Entonces irrumpió aquella mujer a a que envidió por su soltura con los tacones en los escasos segundos que bajó por la escalera. Cuando ella les dijo que los siguiera, la ilustradora se giró hacia Rebeca, enfatizando con sus ojos una expresión de "pero qué haces aquí" para seguidamente dar el primer paso y poner toda su atención en andar con aquellos zapatos como había estado ensayando toda la semana, muy atenta a la guía que aquella mujer empezó a hacer mientras la seguía.
Agarró con fuerza su pequeño bolso negro de charol y tragó saliva. Aquello comenzaba. Y ella pasó entre los guardias que ahora sí le dejaban paso con toda la dignidad que podía.
Observó la espalda de aquella mujer que caminaba ligera. Aquel vestido escotado le supuso cierto alivio haciéndole pensar que no se había excedido arreglándose. La ocasión lo merecía.
Ups.
Se veía que sí había hablado en voz alta. Bueno, voz alta...lo suficientemente claro para que Blanca se percatase de que le llamaban la atención y la reconociera. Mierda. Podría haberse mezclado entre los asistentes, aunque supuso que no durante mucho tiempo, pero ahora tenía toda la noche desde el inicio.
No le molestaba Blanca. Alguna que otra vez habían coincidido para tomar un café (cosa a la que Rebeca nunca le decía que no), pero esa situación...no era precisamente una quedada a las 6 de la tarde para tomar algo.
Era algo muy serio.
Y si ella estaba allí...
No, Rebe. No seas paranoica. ¿Qué, han invitado también a algo tan específico a los camareros también? ¿Al taxista? ¿Al guardaespaldas? Sí, miralo. El próximo rey del mambo de Barcelona, con pinganillo incluido.
Pero anda que no es grande Barcelona y entre turistas, estudiantes y ciudadanos, ya era casualidad que precisamente alguien que conociera... intentó no mostrar nervios, esbozando una sonrisa un poco torpe, saludando con la mano pero sin decir nada, pues oyó el tac tac tac de unos tacones finos...y una mujer que debía de hacer a los tacones sentirse afortunados de ser calzados por ella, supuso Rebeca.
La mujer prácticamente le parecía resplandecer. Sus maneras, su vestido, su sonrisa, incluso la manera en la que habla a los guardaespaldas son tan....¿únicas? que emboban por un instante a Rebeca, solo para hacerla sentir luego ligeramente de lugar.
Nada le impide irse, Rebeca lo sabe. A sus espaldas está todo el Paseo de Gracia, por donde Rebeca podría perderse entre la multitud y ecnotrar callejones que pocos conocen y serpentear entre los barrios, sorteando los peores y disfrutando poco a poco de la ausencia de gente y turistas. Quizás acabar caminando hasta la playa, donde la noche lo hace un delicioso lugar de paseo.
No. Sí que hay algo que se le impide.
No empieces. El paseo puede esperar. Habrán muchos más. Pero esto... Es importante. Esto es mucho más importante.
Sabía que a lo largo de la noche volvería a sentirse un poco fuera de lugar*, pero era solo eso. Unas cuantas horas. Eso le animó y le dio algo de fuerzas, y su sonrisa se volvió más ancha, dirigiendo una mirada a Blanca e incluso al resto del grupo, haciendo un gesto con la cabeza a la escalera. Durante un instante, ese grupo de invitados le apabulló menos de lo que creyó, pero de todas formas no estaba ahí para hacer amigos. Para hablar ya tendría algún momento con Blanca y....
-Bueno, no hay que hacerla esperar.-comentó, iniciando su paso a la escalera-.Ya me comentarás cómo tú por aquí, Blanca.**
- Un placer Marga -dice la mujer, respondiendo al saludo y dándole la mano. Pero casi inmediatamente se da cuenta de su error y la aparta con velocidad, casi un gesto brusco. No obstante, una persona atenta habrá podido sentir la frialdad de la piel, esos músculos de hielo más propios de alguien que....ya no le late el corazón. Ella ofrece una sonrisa, disimulando el pequeño despiste- Estaré presente durante toda la fiesta, así que si precisas algo de mi, puedes pedir. Bueno, se entiende que no iré a servirte una copa, que para eso están los camareros...
Le guiña un ojo a Blanca y sigue andando con un taconeo envidiable, aunque ahora el recorrido es muy corto. Su actitud es bastante juvenil, aunque con una seriedad algo forzada del que tiene que adoptar responsabilidades aunque no le termine de apetecer.
El despacho al que os lleva es un poco pequeño, pero cabéis de pie con comodidad. No podríais bailar un vals, pero no llega a ser incómodo. La decoración es indudablemente modernista, desde los detalles de los cristales a las formas sinuosas de las sillas. Hay alguna modernidad aquí y allí, como un portátil encima de la mesa y enchúfes instalados en las últimas décadas, pero con un poco de imaginación uno podría sentirse en una noche de 1920.
Sin embargo, la mujer no está allí para hacer un tour por la casa. Se gira hacia vosotros y se apoya contra la mesa, adoptando una postura más seria.
- Mi nombre es Níobe García. -dice, en un tono mucho más autoritario, casi impostado. Si fuese a la luz del día casi darían ganas de poner los ojos en blanco ante el intento de la jovencita por parecer dura, pero ahora, a la luz de la noche....hay algo en su mirada que compele a no reírse y a obedecer- Soy la Guardiana del Elíseo. Mi trabajo es que todo en la fiesta funcione de la manera adecuada y eso os incluye a vosotros. Sois...invitados diferentes a los que suelen venir. Así que necesito saber en nombre de quién venís.
Os sorprende la petición. Esperabais que vuestros contactos hubieran informado de todo....y bueno, al fin y al cabo, os han enviado una invitación. QUizás eso no sea más que una formalidad...
Acostumbrada a tratar con clientes y a leer el lenguaje corporal de los otros, el estrechamiento de manos le ha dado mucha información a Marga. Tiene la mano helada... ¿será ella uno de los vampiros? Debe serlo... no es normal... Además, ha querido ocultarlo.Marga disimula sus pensamientos sin cambiar su gesto facial, pero desde entonces se fija con más detalle en la joven: si respira, cómo reacciona si hay algún crucifijo cerca, etc...
Anfitriona:Estaré presente durante toda la fiesta, así que si precisas algo de mi, puedes pedir. Bueno, se entiende que no iré a servirte una copa, que para eso están los camareros...
¡Claro! -responde Marga animadamente, en el mismo tono que su anfitriona. Al ver como le guiña un ojo, ofrece una sonrisa cómplice, y va ganando seguridad por momentos. La sigue al interior del despacho, y aunque Marga parece observar los detalles de tal peculiar estancia, no deja de perder ojo disimuladamente de la anfitriona. Cuando por fin todos entran y se gira hacia ellos con pretendida seriedad, el rostro de Marga se torna un poco más serio, respetuoso.
Anfitriona:Mi nombre es Níobe García.
Niobe... ¡una vampiro!-piensa Marga, mirándola con cierta fascinación y recordando rápidamente los datos más relevantes que le han contado de ella. ¿Ventrue...? leal al Príncipe, pero una "jovenzuela" a la que le gusta hablar... y con un cargo importante. La mujer se va haciendo una idea de cómo tratarla para caerle en gracia, mientras la vampira continúa su discurso.
Níobe:Soy la Guardiana del Elíseo. Mi trabajo es que todo en la fiesta funcione de la manera adecuada y eso os incluye a vosotros. Sois...invitados diferentes a los que suelen venir. Así que necesito saber en nombre de quién venís.
Ventrue... -va haciendo memoria intentando recordar algo sobre ese tipo de vampiros hasta que nota que Níobe hace silencio esperando la respuesta de los demás. Marga coge la iniciativa y con tono cercano pero respetuoso comenta- En mi caso, ha sido la señora Chiara Buonasera quién me pidió que acudiera a esta fiesta. Supongo que se encontrará también esta noche con nosotros, ¿no?
Rebeca
Blanca le sonríe intentando mostrar más amabilidad que nervios, "lo que no sé es cómo explicar lo que hago yo aquí...porque si lo hago y ella está en lo mismo....ay Dios, esto se está volviendo muy raro...."piensa.-Bueno, no hay que hacerla esperar.-comentó, iniciando su paso a la escalera-.Ya me comentarás cómo tú por aquí, Blanca.**
Mientras escucha a Niobe García presentarse y hablar con Marga, Blanca no puede evitar que los ojos se le vayan a la cantidad de detalles arquitectónicos que ofrece la estancia, recordando en parte la sensación que tuvo en un viaje a Florencia cuando tuvo ante ella el David de Miguel Angel, no con la misma intensidad de un síndrome de Stendal pero lo suficiente para que se le escape un pequeñá sonrisa de satisfacción al imaginarse a sí misma ilustrandolo teniendo todo el tiempo del mundo..."todo el tiempo del mundo", repite en sus pensamientos para sí misma, cuando se hace consciente de la cantidad de horas que le conllevaría ese trabajo.
Niobe GarcíaCuando mencionó su cargo, Blanca miró fijamente a Niobe como cuando un profesor te llama la atención preguntándote algo en clase.Soy la Guardiana del Elíseo. Mi trabajo es que todo en la fiesta funcione de la manera adecuada y eso os incluye a vosotros. Sois...invitados diferentes a los que suelen venir. Así que necesito saber en nombre de quién venís.
- Yo soy Blanca, Blanca Vidal - contesta de forma apurada, saliendo de su burbuja de ensimismamiento - yo...vengo de parte de Ignasi Fabra - e instintivamente aprieta la invitación que aún sostiene en su mano derecha, lista por si la mujer decide comprobarlo - el señor Fabra...bueno, perdóneme que lo pregunte, pero no me dio indicaciones específicas de la labor que debíamos hacer en la fiesta - se le escapó estas palabras y automáticamente su cabeza se lo recriminó "¿indicaciones específicas?¿qué haces Blanca?¿qué te iba a explicar Ignasi?¿un croquis esquematizado de lo que se hace en un cocktail? vaya forma de meter la pata, anda bonita, controla esos nervios..."
Pero frente a la Guardiana del Elíseo procuró mantener una pose recta y confiada. Lo peor que se podía hacer frente a un depredador...era mostrar que su superioridad abarcaba también el autocontrol de su víctima.