Mientras Sương se colocaba para el siguiente tiro, Cúc respondía.
- Sí, bueno, más o menos. El caso es que es problema de ellos o tuyo, eso lo decides tú. Si decides que es tu problema, puedes acabar esto en tus términos. Pero si el problema es de otro, ése otro puede resolverlo en unos términos distintos, que puede que no te gusten. O a lo mejor te importa una mierda lo que le pase, ¡todo depende de ti!
La Flor de Hueso se preparó para el tiro que podía ser definitivo. El ángulo no era fácil, pero si tenía buen tino podría conseguirlo, salvo porque Crisantemo interrumpió su concentración:
- ¿Quieres que lo mate yo?
-¿¡Que!? !No! -exclamó Sương.
Quizás por tener la mente nublada por otras cosas más relevantes, el tiro quedó cerca, pero la bola no entró.
- Gratis. Sin trampas. Sin deudas -insistió Cúc-. Le puedo dar una muerte sin dolor, incluso una muerte placentera si quieres. Y no me deberás un favor.
Cúc golpeó violentamente y la bola negra, la última de la mesa, entró directa a su agujero, con un sonoro estruendo. Sương se había quedado algo aturdida por la propuesta de Cúc, pero se le escapó un chasquido de lengua al ver que había perdido quedándose tan cerca. Uno de los extranjeros quiso aprovechar para entrarle a Cúc, pero ella se giró hacia su compañera, dándole la espalda. Para alguien con menos experiencia que Sương habría parecido casual, y esta se preguntó si les habrían entrado igual de haber entendido la conversación que estaban teniendo.
- Pero la decisión la tienes que tomar tú.
-No Cúc- respondió Sương, sorprendida al darse cuenta de que su amiga no había comprendido aún la situación. -Lo que quiero es evitar que meta la nariz donde no debe y lo maten. No se, porque matar gente está mal y eso -añade, temiendo que Cúc vuelva a insistir en si el chico le gusta.
-No es realmente mi problema -explica-. Ese chico no tiene nada que ver conmigo y si descubre algo no será a mi a quien culpen. Pero si puedo hacer algo para evitar que lo haga y acaben con él... ¿no debería hacerlo?
Sương se quedo entonces mirando a Cúc pensativa, quieta como una estatua. De repente se preguntó si acaso no sería aquello lo que pedía de ella su Dharma. Pero rechazó la idea rápidamente. Entendía que fuese necesario aprender a insensibilizarse ante la muerte para unos seres capaces de vivir cientos de años. Sobretodo teniendo en cuenta que se alimentaban de los vivos y podían hablar con los muertos. Pero aunque sus maestros fueran capaces de hablar de torturas y asesinatos con una tranquilidad escalofriante, no creía que eso significara que debía quedarse mirando de brazos cruzados cómo alguien se buscaba su propia muerte.
-Ya se -empezó a decir Sương, no solo para convencer a Cúc sino tambien a sí misma- que dada nuestra... existencia, es inevitable que la gente muera. Y a veces necesario. Pero... -hizo una pequeña pausa, intentando encontrar las palabras- ¿no debería ser la última opcion? ¿Por qué es siempre lo primero en lo que pensais? -le preguntó, refiriendose en general a todos los vampiros.
Sương entonces cruzó los brazos sobre el vientre y pareció encogerse, como si tuviera frío. Entonces le preguntó, tan bajo que incluso a Cúc, estando a su lado, le costaría escucharle -¿No te da miedo volver al infierno?