They do the sand dance don't you know
If they move too quick (oh whey oh)
They're falling down like a domino.
“Walk like an egyptian” The Bangles
-¡Ya te vale, papá! ¡Has resucitado a otra momia y aquí pone que controla el poder de los cinco elementos!
La Momia III: La tumba del emperador dragón
LAS MOMIAS EN LA HISTORIA
MOMIAS EGIPCIAS
La primera impresión en que se piensa al oír la palabra momia, a poco que se tenga mala idea, es en alguien viejo, caduco y fuera de lugar al que se le tiene algo de manía. Pero la mayor parte de la gente de una forma o de otra relaciona el término con los cadáveres embalsamados del Antiguo Egipto y la época de los faraones.
Realmente el término de “momia” tiene un significado algo más amplio, designando a un cadáver cuya piel y órganos han sido preservados de forma intencionada o casual. La palabra momia deriva del latín “mumia”, que a su vez deriva del persa “mum” (betún), un producto muy utilizado por los egipcios en el proceso de embalsamamiento. Aunque sin duda las más conocidas son las momias egipcias, la momia humana más antigua que se conoce es una cabeza decapitada de más de 6.000 años encontrada en los Andes.

La momia egipcia más antigua conocida es un individuo apodado “Ginger”, que murió aproximadamente en torno al 3300 a.C. y que fue enterrado en el desierto. Ginger fue enterrado con la intención de preservarlo y de que renaciera en el otro mundo, como demuestran las vasijas de comida y bebida que lo acompañaban.
Debido a las creencias de los egipcios en el más allá, un mundo en el que se suponía que renacían acompañados de sus efectos personales y precisaban de la conservación de su cuerpo, desde los inicios de sus historia, utilizaron diversas técnicas de preservación. Sin embargo, no fue hasta la época del Reino Medio (aproximadamente entre el 2000 – 1500 a.C., entre los reinados de los faraones Mentuhotep II y Ahmosis) que se perfeccionó el proceso con la introducción del natrón, una sustancia salina, utilizada para desecar y preservar la carne. Durante la dinastía XX de Egipto (aproximadamente a partir del 1200 a.C.) se introdujeron técnicas de embalsamamiento más avanzadas y perfeccionadas.
A grandes rasgos, los cadáveres se abrían y todos los órganos, salvo el corazón, eran retirados y preservados en recipientes conocidos como jarras canópicas con las cabezas de cuatro dioses protectores del más allá. El cerebro, que se consideraba inútil, era disuelto y retirado a través de la nariz con ganchos.
El cuerpo vaciado era recubierto de natrón para deshidratarlo y evitar que se descompusiera. A menudo se colocaban protectores en los dedos para evitar que se resquebrajaran y rompieran durante el proceso. A continuación todo el cuerpo se envolvía con tiras de lino blanco para protegerlo del daño. Después se enterraba en una serie de sarcófagos junto con muchos hechizos y amuletos sagrados colocados alrededor de la momia y entre sus vendajes. Por supuesto, éste era un proceso ideal, que no estaba al alcance de todos los egipcios, y existían diversos tipos de embalsamamiento según las capacidades de las diferentes clases sociales.
Desde el siglo XIX y hasta la segunda mitad del siglo XX, debido a la “egiptomanía” la mayoría de los museos de todo el mundo trataron de conseguir momias y tesoros egipcios, lo que llevó a una serie de sistemáticas campañas de excavación y contrabando que arruinaron muchos yacimientos. El más famoso y el que tuvo mayor influencia popular a nivel mundial fue el hallazgo de la tumba intacta del faraón Tutankhamon en 1922 con todos sus tesoros. Este hallazgo también tendría enormes repercusiones a nivel cultural, creando la mayoría de tópicos literarios y cinematográficos que conocemos hoy en día.
OTRAS MOMIAS

Aunque no tan conocidas ni con la fama de las momias de Egipto, otros pueblos del mundo en diferentes épocas han utilizado ritos para embalsamar a sus muertos. A veces esta momificación se produce de forma natural, aunque es un acontecimiento raro, que requiere condiciones demasiado específicas. De estas “momias naturales” la más conocida es “Ötzi”, el hombre de los hielos, encontrada en un glaciar de los Alpes en 1991, y que quedó congelado hacia el 3300 a.C. Aparte de Ötzi, en el mundo se han hallado otras 20 momias naturales, siendo la más reciente la de un individuo muerto en el siglo XIX. En Norteamérica se encontraron en 1972 ocho momias preservadas naturalmente por el frío en Groenlandia. Las “Momias de Groenlandia” eran una familia de Inuit (mejor conocidos como esquimales, aunque se considera un término ofensivo) que murió hace 500 años. Otro cadáver preservado en un glaciar es “Kwäday Dän Ts’ìnchi” (“Personada encontrada de hace mucho tiempo”. Sin comentarios.), que apareció en agosto de 1999 en Tatshenshini-Alsek Park (Columbia Británica, Canadá) y que murió hace unos 550 años.
En las Islas Británicas y Europa del Norte se han encontrado varias “momias de pantano”, cuerpos preservados de personas que fueron arrojadas a los pantanos como parte de asesinatos o sacrificios rituales. La acidez del agua, el frío y la ausencia de oxígeno se han combinado para preservar la piel y los tejidos, y en ocasiones hasta el contenido del estómago. Uno de los casos más famosos es la Mujer de Haraldskær, encontrada en Dinamarca en 1835, y que fue erróneamente identificada como una reina danesa de época medieval.
En las Islas Canarias, los antiguos aborígenes guanches embalsamaban a sus muertos, de forma similar aunque no tan compleja como los antiguos egipcios, envolviendo cadáveres en pieles de cabra u oveja y en ocasiones utilizando sustancias resinosas para preservar los cuerpos, que eran enterrados en túmulos o cuevas de difícil acceso. Sin embargo, en ocasiones los cuerpos eran ocultos o enterrados sin un tratamiento especial. De las momias guanches destaca la expuesta en el Museo de San Andrés, en Tenerife.
En el verano de 1989 un equipo de arqueólogos rusos descubrió la “Doncella de Hielo de Siberia” cerca de la frontera con Mongolia, una mujer del siglo V a.C. momificada y después congelada junto con un hombre y seis caballos. Se la considera una chamán de la cultura Pazyryk y actualmente se encuentra expuesta en Novosibirsk, Siberia.

Quizás las más conocidas tras las momias egipcias, y con cierta influencia literaria y cinematográfica local son las momias sudamericanas, en el que se encuentran cadáveres preservados mediante diversos procesos por las cult uras precolombinas. Algunas de las mejor preservadas proceden del reino Inc a, hace más de seiscientos años, cuya cultura sacrificaba niños ritualmente y los colocaba en las cumbres de las montañas de los Andes. En 1995 se encontró el cuerpo de una niña inca de entre 11 y 14 años en el Monte Ampato al sur de Perú. Conocida como la “Momia Juanita” o “La Doncella del Hielo”, algunos arqueólogos creen que era un sacrificio humano dedicado al dios Apu.
Sin embargo, las momias incas sólo son las más recientes de una larga serie de métodos de preservación de cadáveres. En los Andes la cultura Chinchorro, mucho más antigua, también momificaba a sus muertos, envolviendo los cadáveres en barro, hojas y hierbas, la cultura Chimú secaba los cuerpos y los envolvía en mantas, con máscaras y cabezas artificiales, mientras que otras culturas también “ahumaban” a sus muertos en plataformas de madera antes de enterrarlos.
En las culturas budistas los monjes cuyos cuerpos permanecen incorruptos sin indicios de un embalsamamiento deliberado son venerados por algunos budistas que creen que han conseguido purificarse hasta el punto que la muerte no ha podido corromper su cuerpo. Muchos monjes budistas dejaron en sus testamentos instrucciones para ser enterrados en la postura del loto, dentro de una vasija llena de madera, papel y elementos desecantes, y ser desenterrados normalmente tres años después. Estos cuerpos preservados eran decorados con pintura y adornados de oro, y todavía se exhiben en varios santuarios. Un caso especialmente famoso es el de un monje tibetano que murió en 1475 y cuyo cuerpo fue encontrado relativamente incorrupto en 1990.

Ya en época más reciente, en la década de 1830, Jeremy Bentham, dejó instrucciones para que a su muerte su cuerpo fuese recubierto de cera, vestido con sus ropas y que fuese expuesto públicamente sentado en posición pensativa para ilustrar “cómo el horror a la disección se origina en la ignorancia”. El cuerpo del Sr. Benthan todavía se encuentra expuesto en el University College de Londres.
A principios del siglo XX el movimiento ruso del cosmismo, representado por Nikolai Fedorov postuló un futuro en que la gente sería resucitada mediante medios científicos. Sus ideas fueron tan populares, que a la muerte de Vladimir Lenin, fundador de la Unión Soviética, Leonid Krasin y Alexander Bogdanov sugirieron la preservación criogénica de su cuerpo y cerebro para revivirlo en el futuro. Sin embargo, el cuerpo fue simplemente embalsamado y se encuentra exhibido permanentemente en su mausoleo de Moscú hasta el día de hoy. El propio mausoleo fue modelado por Aleksey Shchusev a partir de la Pirámide del faraón Zóser y la tumba del rey Ciro de Persia.
En 1975, una organización esotérica llamada “Summun”, introdujo la “momificación moderna”, que la organización afirmaba combinaba técnicas modernas con métodos antiguos. El servicio está disponible para razones espirituales. Summun considera que animales y personas tienen una esencia que se conserva tras la muerte del cuerpo, y la momificación ayuda a esa esencia en su transferencia a un nuevo destino. En lugar de utilizar un proceso de deshidratación, como las antiguas momias, Summun emplea un proceso químico que consiste en la introducción del cadáver en un tanque lleno de fluido preservador durante varios meses. Summun afirma que el proceso mantiene intacto el ADN, abriendo la posibilidad de clonación en el futuro.
Con un propósito más científico se desarrolló en 1978 la técnica de la “Plastinación”, creada por Gunther von Hagens en la Universidad de Heildelberg con la intención de conservar cuerpos o partes corporales. El agua y la grasa natural es sustituida por fluidos plásticos, creando simulacros que no se descomponen e incluso conservan propiedades microscópicas del original. Gunther Von Hagens ha patentado y promocionado la técnica en varios países, y es el creador de las exhibiciones itinerantes de Body Worlds, aunque la mayoría de sus usos están relacionados con la investigación y el estudio médico.

Otros hallazgos más frecuentes son los de cuerpos que sin alcanzar una momificación natural completo, permanecen relativamente incorruptos debido a las circunstancias naturales, como Las Momias de Guanajuato, México (1958), los monjes dominicos de Vác, Hungría (1994) o el cuerpo del monje ortodoxo Vissarion Korkoliacos (2006), cuyo estado a menudo se atribuye a una intervención celestial…o diabólica. Algunos estudiosos creen que el hallazgo de cadáveres incorruptos pudo haber sido uno de los motivos que dieron lugar a la creencia en vampiros.
MALDICIONES DE MOMIA
Aunque los antiguos egipcios en ocasiones escribían advertencias o amenazas para desanimar a los ladrones de tumbas, la idea de lanzar maldiciones sobre los profanadores no era algo frecuente, aunque el robo de tumbas fue un problema socio-religioso a lo largo de toda la historia del Antiguo Egipto. Una maldición escrita en una tumba en torno al 2500 a.C. advierte a quienes puedan “causar mal y daño al sarcófago o a cualquier piedra de esta tumba” y pide a un dios local que “no acepte ofrendas de los ladrones y que sus herederos no puedan heredarles.” En la tumba de un importante funcionario real que murió durante el reinado del faraón Pepi I (2332 -2283 a.C.) podía leerse: “Que todos los hombres que entren en ésta, mi tumba de la necrópolis, que estén impuros por haber comido las abominaciones que los buenos espíritus que han viajado al Oeste abominan…que todo lo que hagan termine mal…romperé sus cuellos como pájaros…haré que sientan miedo de mí.”
Esta maldición iba dirigida contra los sacerdotes, que no podían comer pescado, un alimento impuro para el sacerdocio egipcio, y que habiéndolo comido entraran en la capilla de la tumba. De hecho, los vivos eran bienvenidos en las tumbas. La inmortalidad se aseguraba mediante las continuas ofrendas realizadas por los vivos –preferiblemente sin haber comido pescado.

La idea de resultar maldito por profanar una tumba realmente es muy posterior, originada en el siglo VII d.C., después de que los árabes conquistaran Egipto. La antigua escritura jeroglífica había sido olvidada, pero la gente sentía que había algo misterioso y terrible en molestar a los muertos. Los árabes creían que las momias podían volver a la vida –posiblemente una interpretación errónea del Rito de Abrir la Boca que aparece representado en muchas tumbas- y que se vengaban de quienes intentaban robar sus tumbas, aunque lo cierto es que las profanaciones y robos de tumbas antiguas continuaron durante el dominio árabe. Los escritores árabes a menudo escribieron estas creencias y supersticiones, y así crearon un terreno sobrenatural que terminaría llegando a occidente.
Sin duda la maldición más famosa de todas es la del Rey “Tut”. Después de que el arqueólogo Howard Carter y Lord Carnarvon descubrieran la tumba casi intacta de Tutankhamon en el Valle de los Reyes en 1922, atrajeron la atención de la prensa mundial. En marzo de 1923 la novelista Marie Corelli, -que había escrito “Ziska”, una historia de horror erótico, transmigración de almas y reencarnaciones del Antiguo Egipto, con un sorprendente clímax en la cámara subterránea de una pirámide- escribió una carta al Nueva York Times en el que afirmaba tener una traducción de un texto árabe que prometía “la muerte a quien entre en la tumba de un faraón”. Posiblemente la historia habría sido desechada como una fantasía sensacionalista si Lord Carnarvon no hubiera muerto poco después, el 5 de abril de 1923. El hecho de que Lord Carnarvon tuviese una salud precaria desde un accidente en 1903, y de que desde hacía meses hubiera sufrido una infección causada por la herida de un mosquito que se complicó en una neumonía fue omitido.
El mismo día que la muerte de Lord Carnarvon llegó a Inglaterra, un reportero del Times estaba entrevistando a Sir Arthur Conan Doyle (conocido como el creador de Sherlock Holmes). Cuando el reportero le mencionó la carta de Marie Corelli, Doyle, que tenía ciertas creencias espiritistas, le dio cierta credibilidad, afirmando que la muerte de Lord Carnarvon podría haber sido provocada por “elementales” creados por los antiguos sacerdotes egipcios para proteger la tumba de Tutankhamon. La historia apareció en periódicos de todo el mundo y así nació “la maldición de los faraones.”

Las “noticias” fueron exageradas con detalles como que las luces de El Cairo se apagaron en el momento de la muerte de Lord Carnavon (los apagones y fallos eléctricos eran comunes en la ciudad en esa época). Algunos periódicos incluso afirmaron que la “maldición” de Corelli estaba escrita en la tumba de Tutankhamon, un hecho falso. En 1924 el egiptólogo Arthur Weigall escribió otros detalles –como que el canario de Howard Carter había sido devorado por una cobra (un símbolo faraónico)- que exageraron la leyenda.
De hecho, de las 26 personas que estuvieron presentes en la apertura de la tumba, sólo 6 murieron en los diez años siguientes. El propio Howard Carter, el primero en “profanar” la tumba, vivió hasta 1939 negando firmemente esas invenciones supersticiosas.
Hollywood y la literatura popular continuaron manteniendo la leyenda durante años. A veces la gente asocia la mala suerte con cualquier antiguo artefacto egipcio. Incluso se dice que el Museo Británico tenía una momia, la nº EA 22542, con una maldición asociada, y para librarse de ella la vendió a un museo americano. La momia fue trasladada en el famoso trasatlántico Titanic, y se hundió. La historia es completamente falsa. La momia nº EA 22542 realmente ni siquiera es una momia sino un ataúd cerrado que todavía se expone abiertamente al público en el Museo Británico.
La maldición de Tutankhamon revivió en la década de 1970, cuando los tesoros del faraón encontrados por el equipo de Howard Carter fueron expuestos en varios museos de todo el mundo. Sin embargo, la realidad es que nunca ha habido maldiciones asociadas a ninguna momia o tumba, ni amenazas inscritas en la tumba de Tutankhamon, ni terribles consecuencias relacionadas con artefactos del Antiguo Egipto