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Mano Negra
¿Cómo entré en el selecto grupo de la Mano Negra? bueno, podría decirse que nuestro logro con el Príncipe de Santa Lupita hizo correr la voz, y sumado a un afortunado encuentro, deribó en una visita inesperada.
Un nuevo rostro apareció por la ciudad, llamado Braulio. Por lo que pude saber después, era un Brujah de la Camarilla recién aterrizado que pretendía hacerse con el liderazgo de la secta. Lo interesante fue simplemente casualidad. Yo venía de hacer mis compras de munición especial que había encargado. Eran municiones explosivas muy caras con las que esperaba hacer más efecitvo mis habilidades de tirador contra vampiros, y claro, había que probarlas. Por lo que me subí a uno de los tejados de unos pisos abandonados de una barriada pobre, aguardando una víctima cualquiera (¿quien iba a imaginar que no sería un simple neonato?). Braulio apareció por las callejuelas. La noche parecía tranquila, llovía, pero eso es algo que a nosotros ya no nos importa mucho ya que no podemos padecer enfermedades, tan sólo la incomodidad de la lluvia, pero mi afán por probar mis nuevas municiones me podían. Ya había cubierto mi ruta de escape por si algo salía mal, por lo que sólo era disparar con mi rifle silenciado, y así lo hice. La bala impactó sin problema sobre la cabeza del individuo, haciendo una pequeña exlosión que incapacitó a mi víctima. Cambié de cargador, esta vez usando las balas incendiarias que también había adquirido. Cargué y nuevamente disparé, en el mismo sitio (pues todos sabemos que las balas que no impactan en la cabeza, no dañan gravemente a un vampiro), esta vez, la explosión fue mucho menor, pero una llamarada salió del interior del cartucho, aunque la víctima ni se inmutó. Extrañado, bajé a ver el motivo por el que no se movía. Tardé unos pocos segundos en bajar, pero cuando lo hice, el sujeto empezaba a moverse, casi convulsionando por las pequeñas llamas que estaban en el interior de la cabeza. Yo ya había escuchado que eso eran los inicios del Rotschreck y que no tardaría en entrar en frenesí, por lo que decidí cortar rápidamente la situación, clavándole una estaca en el corazón y llevándole hasta el refugio de la Obispo, pues había quedado con ella para entrenar un poco. El resto de la historia os la podéis imaginar, el mérito evidentemente se lo llevó ella haciendo ver que me había ordenado esta misión, y yo como recompensa obtuve la invitación a la Mano Negra.
¿Cómo entré en el selecto grupo de la Mano Negra? bueno, podría decirse que nuestro logro con el Príncipe de Santa Lupita hizo correr la voz, y sumado a un afortunado encuentro, deribó en una visita inesperada.
Un nuevo rostro apareció por la ciudad, llamado Braulio. Por lo que pude saber después, era un Brujah de la Camarilla recién aterrizado que pretendía hacerse con el liderazgo de la secta. Lo interesante fue simplemente casualidad. Yo venía de hacer mis compras de munición especial que había encargado. Eran municiones explosivas muy caras con las que esperaba hacer más efecitvo mis habilidades de tirador contra vampiros, y claro, había que probarlas. Por lo que me subí a uno de los tejados de unos pisos abandonados de una barriada pobre, aguardando una víctima cualquiera (¿quien iba a imaginar que no sería un simple neonato?). Braulio apareció por las callejuelas. La noche parecía tranquila, llovía, pero eso es algo que a nosotros ya no nos importa mucho ya que no podemos padecer enfermedades, tan sólo la incomodidad de la lluvia, pero mi afán por probar mis nuevas municiones me podían. Ya había cubierto mi ruta de escape por si algo salía mal, por lo que sólo era disparar con mi rifle silenciado, y así lo hice. La bala impactó sin problema sobre la cabeza del individuo, haciendo una pequeña exlosión que incapacitó a mi víctima. Cambié de cargador, esta vez usando las balas incendiarias que también había adquirido. Cargué y nuevamente disparé, en el mismo sitio (pues todos sabemos que las balas que no impactan en la cabeza, no dañan gravemente a un vampiro), esta vez, la explosión fue mucho menor, pero una llamarada salió del interior del cartucho, aunque la víctima ni se inmutó. Extrañado, bajé a ver el motivo por el que no se movía. Tardé unos pocos segundos en bajar, pero cuando lo hice, el sujeto empezaba a moverse, casi convulsionando por las pequeñas llamas que estaban en el interior de la cabeza. Yo ya había escuchado que eso eran los inicios del Rotschreck y que no tardaría en entrar en frenesí, por lo que decidí cortar rápidamente la situación, clavándole una estaca en el corazón y llevándole hasta el refugio de la Obispo, pues había quedado con ella para entrenar un poco. El resto de la historia os la podéis imaginar, el mérito evidentemente se lo llevó ella haciendo ver que me había ordenado esta misión, y yo como recompensa obtuve la invitación a la Mano Negra.