Publicado: 08 Jul 2018, 17:50
El calor seco de la noche fue la primera sensación que el cuerpo de Miriam, emergiendo desde la tierra, registró. Aunque la temperatura ambiental no era ni de lejos una circunstancia tan importante para un vástago como lo sería para un mortal, la elevada temperatura y la ausencia de humedad de aquel paraje (tan diferente al agradable estío de Barcelona) no dejaba de molestar a la gangrel, como si fuera una pequeña piedra perenne dentro del calzado. Y la ausencia total de si quiera una pequeña brisa presagiaba que no iba a mejorar durante la noche.
Además estaba el tema del sabor. El sabor de la tierra. De esta tierra. Una tierra enferma, cargada de nitratos provenientes de la agricultara y reseca, agotados sus acuíferos. Tu análisis podía ser además refrendado echando un simple vistazo a tu alrededor. Hacia al sur podría distinguir media docena de pueblos pequeños, de varias docenas de casitas cada uno, blancas y pequeñas, de las cuales solo unas pocas presentaban luces en su interior. Entre ellos, multitud de campos de cultivo abandonados desde hacía años. Buscando la localización de la ermita en internet habías leído algo sobre la despoblación del lugar. Los mortales habían agostado estas tierras, y ahora pagaban su propia estulticia en sus carnes. Tan sólo vides moribundas, monte bajo y desatendido era lo que te rodeaba.
Hacia el norte, casi ya en el límite superior del desierto de Tabernas, había una localidad de tamaño algo mayor. Albox, te sonaba que habías leído la noche antes en la aplicación de mapas del móvil. Hacia el este de donde habías aparcado anoche (tu vehículo, con su parte inferior cubierta de polvo y tierra y el depósito medio lleno te esperaba unos metros más allá) había otro grupo de luces, en este caso de colores (no parecía una vivienda, ni un grupo de viviendas). Afilaste el oído y te pareció escuchar algo de ¿música?. No muy lejos te parecía distinguir también el perfil de una pequeña colina abierta en canal, como un pequeño titan moribundo parasitado por los humanos: una cantera a cielo abierto de un tamaño respetable cuya empresa se había molestado en iluminar nocturnamente; no parecía tener actividad a estas horas, pero probablemente estaría vigilada durante la noche. Y por último, hacia el sur, ya a un puñado respetable de kilómetros se adivinaba el perfil de la pequeña cordillera de montes bajos que cortaba en dos Tabernas.
En definitiva, muchas posibilidades para empezar la búsqueda, pero pocas certezas de donde encontrar esa ermita perdida de la mano de un dios ciego y estúpido. Pero no podía estar muy lejos, ¿no? ¿Como de grande podía ser este puto secarral?
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