El tiempo en la escena pareció espesarse como una melaza abandonada a su suerte durante años, de tal manera que eventos de menos de décimas de segundos se estiraban pegajosos, extendiendose durante lo que para sus protagonistas parecían segundos enteros.
El bate del chico se estrelló con estruendo contra el suelo, provocando un sonido reverberante que taladró los (ahora especialmente sensibles) oidos del tremere, que se giró instintivamente como si intentara esquivar el sonido mientas una mueca de dolor se dibujaba en su rostro.
Los nudillos de la anciana seguían aporreando la puerta con débil insistencia, un repiqueteo casi totalmente cubierto ahora por una canción de k-pop enloquecida que había empezado a sonar en el televisor que había dejado encendido Cesc.
Más abajo, en la calle, una sirena de policía, aun lejana, anunciaba la llegada de refuerzos policiales. Tal vez Sols había pedido ayuda antes de alcanzar su aciago destino, pensó Cesc. O tal vez algún vecino, alarmado por los gritos, había decidido que ya era suficiente.
El abogado, con su pie derecho en el primer escalón, empezó a notar un súbito aumento en ese penetrante olor a sangre que le hizo temblar de descontrol. Era como si la sensación, retenida durante los últimos minutos, volviese ahora con fuerzas renovadas. La pulsión en su nariz era embriagadora y atontante, y su lengua notó como sus colmillos despuntaban en el interior de su boca, sólo el primer síntoma de descontrol que se avecinaba si no conseguía atajar la ola olfativa que amenazaba con enterrarle.
El chico (con una mirada confusa, casi bobalicona, producto del poder de Daren que había anulado totalmente su resistencia) había sacado las llaves con una celeridad y eficacia tal que había provocado que se le cayese el bate, y acababa de cerrar la puerta y se disponía a girar el tambor de la cerradura.
Daren, desactivó su disciplina, casi obligado por el molestísimo repiqueteo del bate de madera sobre los azulejos. Tenía su atención dividida entre su compañero el ventrue, que había cesado su descenso por la escaleras por alguna razón desconocida y el chico que acababa de cerrar la puerta y estaba girando la llave en el tambor. Pero un tercer estímulo captó su atención; notó un cambio, sutil pero brusco, en la escasa luz que entraba (o tal vez salía) por el ventanuco del descansillo. Del negro de la noche al blanco sobrenatural de una piel bien conocida. Desde el ático, Glu estaba a punto de embestir contra la pared vecina.
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Por partes.
El orden de actuación es Daren, Cesc (si pasa la tirada) y Glu.
Jebe, hazme la tirada esa de autocontrol que te pedía. En caso de pasarla podrás actuar normalmente, aunque tú no has visto a Glu en este momento de la acción (daren te podría advertir).
Daren. Tu has sacado la tirada de Percepción para ver a nuestro amiguete, así que tienes una fracción de segundo justo antes de que Glu impacte contra la pared. Puedes quitarte de enmedio, a ti, o al muchacho, empujar a Cesc, avisarle...
Una cosa, Vic. Te he desactivado en la escena automáticamente Auspex porque me has sacado dos tiradas muy buenas seguidas, para no eternizarlo con más tiradas aún. Si quería que esta situación te sirviera de advertencia: tener auspex (auditivo en este caso) activo tiene el problema de que estímulos muy fuertes pueden dejarte fuera de acción durante un turno (o mas). Si hubieras sacado malas tiradas, podría haber dejado a Daren fuera de combate al impactar Glu contra la pared por el enorme ruido que va a hacer, atontandote. Como te digo, no te lo hago en plan regalo (aunque tienes un mérito, que es el de sentido común, que funciona precisamente dando consejos básicos para jugadores primerizos, y que te cogiste por eso), te lo hago para explicartelo. Te he desactivado la disciplina justo a tiempo porque, como te digo, has sacado dos tiradas muy buenas seguidas.