Ni Marga ni Julián quieren hacerse daño. Se aprecian, en su momento sintieron algo más y han compartido una intimidad agradable y dulce. Pero ahora son las dos caras de la moneda de la muerte y la suerte está echada: no hay recuerdos que valgan, sólo la supervivencia y el llegar a mañana.
Los ojos de la mujer están teñidos por el arrepentimiento y las lágrimas y al principio ataca sin fuerzas, apenas energía. Él se defiende y esquiva, notando como el filo del cuchillo corta el aire en el que estaba hace un segundo. Y poco a poco, una rabia animal hace mella en la racionalidad de ambos.
Marga quiere vivir. Debe vivir. Ha cruzado esta noche una senda que no tiene vuelta atrás, ha pasado la línea de no retorno. Ha puesto todas sus esperanzas en cumplir una meta que pareciera imposible, pero que ahora roza con los dedos. Nota la muerte en su cuerpo y no puede permitir irse de este mundo, dejando atrás todo lo que ha sacrificado, todo por lo que ha luchado.
Julián ha visto lo que ella se niega a mirar, al monstruo que les acompaña y que ahora les observa pelear. Ha sido capaz de observar a través de las grietas que la coraza social tiene y ha podido ser testigo de la oscuridad que esconde. Dejarle llevarse a Marga sería permitir que la condene a algo peor que el cáncer. Y él...él tampoco quiere morir. Aunque al principio su mente no lo plantee, aunque no se defienda inicialmente con tanta energía, sus músculos se aferran a la vida, su cuerpo se niega a rendirse y la adrenalina toma el control.
El hombre consigue tomar la muñeca de Marga, intentando doblarla para que suelte el cuchillo. Ella lo golpea en la pierna, pero sin zapatos se hace más daño ella en los dedos que otra cosa. Con la mano que le queda libre, la mujer lo araña y él gruñe, empezando a perder el control mental de la situación y dejándose arrastrar por la furia instintiva, por el mero deseo de no querer ser presa, sino cazador.
Julián sigue doblando la mano y ella se intenta adaptar, doblando su cuerpo para que no le duela tanto la posición antinatural. Consigue golpear la rodilla del pintor y se dobla, haciendo que ambos rueden por el suelo al no querer soltar su agarre. Marga está a punto de perder el agarre del cuchillo, pero consigue mantenerlo entre los dedos, que cada vez tienen menos energía.
Casado intenta ponerse encima de ella, pero la mujer se resiste, pelea, se agita y no se está quieta. Sabe que necesita una posición de control para poder dominarla, para poder terminar con el combate. Ambos rostros están cercanos y él...él sin pensarlo, sin plantearlo mucho, abre la boca y muerde. Los dientes encuentran la oreja y aprietan hasta que el sabor cálido de la sangre mancha sus labios. La mujer grita y la sorpresa hace que pierda fuerzas.
Julián suelta su mandíbula y se pone encima de ella, agarrando con sus manos el cuello de Marga. No quiere matarla, se repite. Sólo ahogarla...dejarla inconsciente, evitar que lo siga golpeando. Alejarla de Damià, aunque sea a través de la violencia.
Marga empieza a perder la capacidad de respirar. Ya es la segunda vez esta noche que alguien intenta robarle vida quitándole el aire de los pulmones....y el primero es ahora cenizas en el suelo.
Pero en el caos de su mente, en la alucinación sin oxígeno, ella ve al hombre encima...y los recuerdos de sus romances vuelven. De cómo se acariciaban, de cómo él le pasaba la mano por el cuello, de cómo jugueteaban entre las sábanas y los susurros amistosos y satisfechos justo antes de dormirse, pegados y sudorosos.
El contraste hace que se le forme un peso en el estómago, una especie de ansiedad que le hace tener ganas de gritar, de llorar, de soltar una furia inusitada. El Julián que la deseaba se mezcla con el hombre que quiere matarla, en sus gestos, en sus posturas, en sus gemidos ahogados y en el tacto físico. Allí donde una vez hubo afecto, hubo caricias y hubo deseo, ahora hay muerte, violencia y dolor.
Sus dedos recuerdan el tacto del cuchillo, que no han soltado. El borde de su visión empieza a teñirse de negro, pero sólo necesita...un poco....de...
En un gesto rápido, instintivo, clava su cuchillo en el costado de Julián, entre las costillas. Acierta de lleno. El pulmón se llena de sangre y el hombre nota un dolor punzante como en su vida ha experimentado.
Se echa a un lado, notando que ahora es él quien se queda sin aire, pero es peor. El cuchillo se queda en la herida en el momento en el que se aparta y se tumba en el suelo, al lado de Marga, boqueando. La sangre lo ahoga y el sabor herrumbroso empapa su lengua, notando que sube por su cuello y nariz. Intenta tomar aire pero una opresión en el costado le impide entrar al aire. Siente que se queda sin fuerzas y boquea, boquea desesperado. Mueve el diafragma tan ampliamente como puede, esperando que así pueda recuperar resuello...
Pero su suerte está echada. Y no será una muerte rápida.
Marga se incorpora, lentamente. Le duele todo. Lo sufre todo. Las lágrimas se agolpan en sus ojos y caen por su mejilla, recorriendo el camino con la lentitud del lamento.
Damià se arrodilla a su lado y toma su cuchillo. Le sonríe, con la satisfacción en su mirada. Sin dar espacio a otro segundo, se corta la muñeca, dejando que su sangre vampírica empiece a salir como un espeso líquido granate, oscuro y muerto. La acerca a los labios de la que será su nueva sirvienta, su nueva chiquilla, su nueva aprendiz.
Su nueva víctima...
...ante los ojos de un moribundo Julián.
Off: Tenéis un post más los dos
