Os abre la puerta el mismo sirviente de Lady Holt que visteis la última vez. Se queda parado unos segundos mirandoos extrañado de arriba a abajo. Curiosamente no lleva los ropajes usuales de criado sino una camisa con casucha levemente decorada, de color azul marino y unos pantalones a juego que tienen el mismo brillo sedoso que el resto del conjunto. Al fondo, la entrada está muchísimo más iluminada que la última vez y ya no parece una casa abandonada. La escalera de caracol por la que se accede al piso superior tiene el pasamanos reluciente y se reflejan las velas más cercanas en él, revelando un tono rojizo antes imposible de percibir en esa madera.
Pese a su ceño fruncido, el criado se limita a hacer una reverencia educada, forzada, eso sí y os da paso con una sola palabra.
- Bienvenidos - mientras hace un gesto circular con la mano y os señala el camino por la escalera. Conforme subís, escucháis la melodía de un violín que os indica en cuál de las habitaciones del piso superior se os espera. O eso podéis pensar. Aparte del violín, se escuchan muchas voces trabadas en conversaciones en distintos idiomas y hay un intenso aroma a jazmín y a rosa. La iluminación, eso sí, es algo más tenue que la del piso inferior y hace que la enorme alfombra por la que camináis se vea en un tono rojo oscuro que dificulta la percepción de los ornamentos que la decoran. Una risa escandalosa de hombre os llama la atención, al fondo del pasillo hay dos puertas enormes entreabiertas por las que podéis vislumbrar un salón enorme lleno de gente. A vuestra espalda el criado os sigue acompañándoos hasta la reunión.
Cuando cruzáis las puertas, otro criado, al que nunca habíais visto, os anuncia.
- El señor Patrick Morrigan; la señora Annabelle Smith y la señora Lucy Stibbons, milady - y tras hacer otra reverencia, se retira de nuevo.
Sentada en un tresillo junto a otros dos caballeros, está la propia Mary Louise Holt, que sonríe con una enorme hilera de dientes blancos que se puede adivinar tras el velo que cubre la mitad de su cara y os dice.
- Cuán me alegra que hayáis cumplido con vuestra visita, ciertamente sois de palabra, señor Morrigan y señora Smith- dirige una mirada aún sonriendo hacia Lucy y la observa atentamente. La intendente puede sentir que la mirada de Lady Holt tiene un brillo al que no podría fijar de momento un motivo, pero extiende su mano hacia los otros tresillos del rincón, invitándoos a sentaros.
- Vos debéis ser la intendente del Leviathan...
A su lado, otros dos caballeros os observan en silencio, uno con cara de no querer estar ahí...
Y otro encantado de estar...