
Johann Georg Zimmerman, un médico alemán, escribió en 1784 que en el siglo XV una monja alemana comenzó a morder a las demás hermanas de su convento. Por algún motivo la conducta se extendió y en poco tiempo el convento se llenó de monjas enloquecidas que corrían por todas partes mordiéndose unas a otras. Como describió un médico de la época: "Una monja de un convento alemán se dedicó a morder a todas sus compañeras. En poco tiempo todas las monjas del convento comenzaron a morderse entre ellas. La noticia de esta locura de las monjas se extendió y transmitió de convento en convento por toda Alemania, especialmente por Sajonia y finalmente llegó a los conventos holandeses y finalmente la locura de las monjas llegó incluso hasta Roma."
Pronto la histeria de las monjas se hizo internacional y en conventos distantes comenzaron a aparecer noticias sobre monjas que mordían. Las autoridades estaban asustadas y alarmadas e intentaron tomar medidas. Cuando las oraciones y las misas fallaron, la Iglesia recurrió a los exorcismos, pero eso tampoco funcionó. Así que se decidió tomar un último recurso: la amenaza de azotar o ahogar en agua a cualquier monja que mordiera a otra. Después de dar una serie de ejemplos, las monjas recuperaron el sentido común y la fiebre de las mordeduras desapareció rápidamente.
Por lo general esta conducta extraña y otras similares, como el de monjas que maullaron durante horas como gatos en un convento de Francia, está relacionada con la intensa creencia en lo sobrenatural, además del hecho de la histeria colectiva provocado por el hecho de que muchas monjas fuesen forzadas a tomar los hábitos y llevar un estilo de vida que exigía celibato, pobreza y duro trabajo manual. No es una sorpresa que las comunidades de monjas fuesen especialmente susceptibles a los episodios de histeria.