
Aparentemente has pasado la prueba, la señal es que vuelve a la rapidez vertiginosa de beber su té ardiente.
Muy astuta, señora. Simplemente he atado los cabos sueltos que quedaron en la celda de la prisión. Especialmente los de tu padre, todo el mundo está hablando de su generosidad.
Chasquea los dedos y muchos pasos parecen perderse en la oscuridad de los pasillos, ahora sí deberían continuar la conversación sin oídos curiosos.
Tranquila, Anaís. El buen Alessandro está protegido y lo seguirá estando por mucho tiempo. Tienes mi palabra, asesina.
Sonríe aclarándote que ya lo sabe todo de ti.
Podrías haber entrado sin preguntar con tus habilidades de cerrajería, directora del gremio. Sin embargo, respetaste el trato y viniste a golpear humildemente a mi puerta. Quédate tranquila que la mansión Perugi está a salvo. Nadie intentará acercarse a ella con propósitos nefastos. Y si alguien osare burlar la vigilancia que he montado a sus alrededores, sufrirá las consecuencias. Lo mismo si alguien de mi gente se distrajere… estará en serios problemas.
Vamos, el queso está bueno y el té frío es bastante insípido.
Su actitud sigue siendo tan acogedora como en la celda. Sabes que habla en serio, carece de motivos para mentir. Ha demostrado un sentido del honor que supera a la nobleza obliga. Su sangre nada tiene de azul y cumple su palabra al pie de la letra. Completamente distinto a la aristocracia rancia que busca subterfugios para obtener ventajas al escribir contratos que solamente beneficien a su riqueza sin importar el perjuicio del resto.