#7
Mensaje
por Corso » 26 May 2020, 12:59
Williams escuchó con atención las palabras del malkavian. O al menos, del malkavian que en ese momento se destapaba ante él. ¿Con cuantos de ellos departiría esa noche? A veces, el nosferatu, dudaba de si algún día sería capaz de descubrir a un Adam verdaderamente consistente, un Adam que lograse prevalecer sobre los demás, pues su hermano de coterie, su amigo, se le antojaba a menudo un ser conformado por un compendio de distintas pieles que, capa a capa, se iban sucediendo en una misma conversación, espacio y tiempo conformando, a su vez, un único ser del que ninguna de aquellas pieles podía ser apartada, sometida o desterrada.
Esa, entre otras, era una de las razones por las que se sentía a gusto junto a él. Aceptó de nuevo la sangre sin objeción y mientras daba cuenta de ella con un profundo trago miró al hijo de malkav a través del cristal que le daba forma a la copa; distorsionando las facciones del lunático al otro lado.
Para la rata, acostumbrado a indagar en las profundidades del alma y la psique de sus presas, en las motivaciones y rumbos de pensamiento menos comunes, acaso comprensibles o aceptados por las mentes de los demás, Kaminsky suponía un reto en sí mismo; una miríada de espejos enfrentados unos a otros como en los pasillos de los juegos de espejos en los que solía perderse cuando era niño; en los viejos circos y ferias del estado que le vio nacer hacía ya tantas décadas.
El pequeño Harv, como le llamaba ahora su compañero, se maravillaba entonces al ver cómo con tan solo darse la vuelta su estatura aumentaba veinte centímetros y su cabeza se hinchaba como un globo. O por cómo, solamente girándose, se convertía en un ser con joroba y tan delgado como el viejo galgo de sus vecinos, los Andersen. Y es que el renacuajo de Harv, entonces, caía maravillado ante el cúmulo de aberraciones, deformaciones, transformaciones y maldades que le devolvían aquellos seres de cristal; preguntándose a menudo “¿Y si en realidad soy así y son los demás los que me ven de otra manera, como un niño normal”?
Permanecía dentro de aquel mundo tergiversado durante horas, hasta que, agitado y nervioso, salía disparado como una flecha para no perderse el verdadero plato fuerte de las atracciones. En ese momento, presenciaba deslumbrado cómo aquellas deformidades se hacían corpóreas en la carne de unos seres que levantaban el miedo, rechazo y negación de los niños y adultos que asistían al mejor y más variado repertorio humano de seres atroces; expuestos al público por unos cuántos dólares. El corazón del pequeño Harv, entonces, latía con vehemencia y excitación, como el galope de un potro desbocado, pero no de miedo o desagrado, sino colmado de un vívido interés por comprender qué era lo que reflejarían aquellos que los demás consideraban “monstruos”. ¿Acaso un reflejo inverso? ¿Acaso eran ellos la normalidad -en la acepción más común del término-?
Su fascinación le llevó a un punto en el que nada más salir del colegio recorría a pié los casi cinco kilómetros que separaban el hogar familiar del circo, ávido por contemplar y entablar conversación con aquellos seres con los que empezaba a identificarse. Incluso, empezó a cambiar su forma de vestir, a veces disfrazándose a escondidas, dándole a su apariencia un tono freak que validaba como coraza para protegerse y, al tiempo, aislarse de las agresiones externas de un mundo hostil; pasando a convertirse en una vía para aceptarse, descubrirse a sí mismo y explorar un mundo incierto y plural. En consonancia con la extraña belleza que encontraba en la auto aceptación de la que hacían gala los que para su tierna mente eran “increíbles, bellos y fantásticos seres etéreos”.
Hasta que Jonas y Olivia, sus padres, descubrieron los macabros pensamientos e insólita conducta del pequeño de los Williams, y , temerosos de Dios, le castigaron y obligaron a abandonar tan insidiosas inclinaciones por el rechazo social -y divino- al que ésta estaba abocada en la época.
Sin embargo, fue tanta la empatía que profesaba para con aquellos hombres, mujeres y niños que aquellos años marcaron un gran punto de inflexión en su vida. Algo que arrastraría para siempre y jugaría un papel determinante en su futuro.
Ahora era Harvey el adulto, Harvey el cadáver andante, Harv. el no muerto...ahora era él el "monstruo" rodeado de otros monstruos y con su monstruosa voz retomó la palabra, contestando a su camarada.
- Poco más sé de lo que queda reflejado en los informes, hermano – dejó la copa medio llena apoyada en el suelo, a su derecha, y se relamió los labios pasando la áspera lengua hasta casi tocar la punta de su horrible y rugosa nariz. - Tenemos una Princesa que ha hecho volar por los aires un viejo tratado aceptado por todos los representantes políticos de Londres -que, además, hará llegar la metralla incluso hasta Edimburgo- y que ha llevado algunas de las Tradiciones hasta prácticamente el paroxismo; uno que le permite ser su mayor beneficiaria, por supuesto.
Hizo una pausa para volverse a apoyar contra la pared y volver a mimetizarse íntimamente entre las sombras. Por un momento, incluso Adam dudó de si Harvey permanecía allí o si habría desaparecido justo delante de sus ojos, como le había visto hacer en alguna ocasión. El escuchar de nuevo la ronca voz del nosferatu le sacó dudas. Allí seguía.
Desconozco, aún, – remarcó el adverbio- a qué juega el primogénito de los tuyos en Londres, Adam. Parece apostar por un cambio de gobierno y estar del lado de Dikley, pero esa relación que guarda con los “Brujos” me desconcierta.
Un nuevo silencio irrumpió entre ambos. No era un silencio incómodo, no entre ellos, sino la constatación de que, seguramente, ambos estaban pensando sobre aquello. De nuevo, fue Harvey quien retomo la conversación. Esta vez con un tono que no escondía un deje de ironía cargada de afecto.
- Sabes que te respeto, viejo amigo, y el gran aprecio que te tengo; pero no seas zorro conmigo, no es necesario – Kaminsky apenas podía ver su rostro, pero le conocía y sabía que una sonrisa de medio lado surcaba aquella máscara de piel verdosa y apergaminada - Ambos sabemos que tus “poco cuerdos hermanos” suelen guardar una claridad de ideas fuera de lo común en según qué situaciones. Ya sabes lo que se suele decir de las palomas, eso de que son...”las ratas del aire”. El que estén volando hasta Londres no creo que responda al mero azar.
Un nuevo trago de sangre sirvió para aclarar su garganta antes de continuar – Por otro lado, no desdeñemos a nuestro amigo el Arconte, aunque solo sea por la posibilidad de que llegue a jugar un papel, mayor o menor, en esta misión que nos han encomendado. Creo que sería más inteligente tenerle complacido, aunque sea de una forma ficticia que solo nosotros sepamos. No le facilitemos la opción de cerrarse en banda y juguemos a ser los chicos buenos que quieren que seamos, al menos, por el momento.
La demacrada cara de Williams volvió a la luz que entraba por el ventanal para proferir un gesto de asentimiento que buscaba el consenso de su hermano en ese punto.
- En cuanto a Sallow y las extrictas restricciones que esta imponiendo en la ciudad. Bueno, ya sabes lo que pienso al respecto de los Príncipes : A un tirano no se le agrada ni se le honra, a un tirano solo se le apacigua.
Y parece que los vástagos de Londres están cumpliendo sobradamente con esa labor tras su exitosa “Proclamación de los Susurros”. De la que, por cierto, te diré, que aún no he encontrado a ninguno de entre los míos que tuviesen siquiera indicios de las certeras “predicciones” de los movimientos Sabbat que desveló la Princesa. ¿Algo bastante...perturbador, no crees?
Dejó la pregunta unos segundos en el aire que no fueron suficientes para que su hermano de coterie contestara antes de que le sugiriese algo más.
- Como chiquillo de Lucinde y la lucha de esta contra la posible traición de los Príncipes de la Camarilla a favor del Sabbat, quizá pueda ponernos en la pista de cómo y por quién empezar a raíz de su propia experiencia pasada. Quizá sea un punto interesante que tratar con él. ¿Qué crees tú, viejo amigo?
Y después de aquellas palabras acabó con el último trago que le quedaba en la copa. Era curioso cómo la sangre menguaba y la vez que las preguntas empezaban a ser muchas; y complicadas.