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Mensaje
por PeteryPan » 30 May 2020, 09:51
Andrea Fomentini
Algunos miembros de los diferentes clanes suelen ser difíciles de encasillar a primera vista. O, a causa del estereotipo, suelen ser encajados en un Clan que no les pertoca por sangre. En el caso de Andrea, esto no es así. Pese a que la belleza puede acariciar a cualquier miembro de cualquier Clan (exceptuando, claro está, a los Horrendos), en este caso la Belleza, en mayúsculas, rodea al Toreador. Su ascendencia mediterránea, obvia para algunos, desconocida para otros, le da cierto aire exótico, pues su piel posee cierto tono oliváceo que parece ir oscureciéndose con el paso de los años, que se mezcla con un porte como de otra época, atemporal más que anacrónico. Belleza inmortalizada. De porte fluido y estética orientalista, aunque sin caer en lo informal, sus rasgos faciales suelen dejar una impronta inolvidable en quienes lo contemplan por primera (o última) vez. Una cascada de reflejos castaños, cobrizos y negros enmarcan entre rizos de giros hipnóticos una cara que ensombrece las facciones de los ángeles esculpidos en mármol. Rasgos marcados, ojos abismales, pestañas quilométricas, labios carnosos, nariz romana lo hacen destacar por encima del resto. Y no sólo su aspecto visual seduce y atrae las miradas, ya que su carácter suave, tranquilo y elegante lo dotan de un aura hipnotizante que él mismo lleva cultivando desde hace una década. Sus maneras son cálidas, su sonrisa cercana y sus palabras medidas, creando un efecto magnético difícil de resistir. Pasar desapercibido es casi imposible si hay alguien con ojos cerca de él y su estilo de americanas con camisas estampadas, pendientes dorados y ojos pintados, sandalias de marcas artesanales desconocidas y demás detalles llamativos aún acentúan más su capacidad para llamar la atención.
Su actitud de seducción, constante pero inconsciente en muchas ocasiones, le ha provocado constantes amores y odios, convirtiendo su belleza tanto en una bendición como en un tormento. Y la vanidad, maldición insidiosa, ha corrompido profundamente su mente tras el Abrazo. La idea de una eternidad de hermosura sin mácula ha provocado que su propia idiosincrasia haya convertido la Belleza (con mayúsculas) en el epicentro de su existencia. Esto no significa que sea un conversador aburrido o fanfarrón, al contrario; profesor universitario de Filosofía durante su pasado mortal y entusiasta de toda corriente filosófica con referencia a lo estético y lo bello, posee un bagaje cultural destacado, versado en multitud de temas y curiosidades. Sus intereses engloban el misticismo de todo tipo, el ocultismo, especialmente la astrología antigua, la literatura gótica del siglo XIX y toda literatura relacionada con la noción de Belleza, así como la literatura litúrgica. Su curiosidad entorno a estos temas es inmensa, rozando a veces lo pasional o fanático, persiguiendo algunos conocimientos de forma intensa, especialmente aquello que huele a poco común o “prohibido”.
Su vida (o no-vida) está orientada desde su propia noción de Belleza, que jerarquiza y articula el resto de ideas y principios. Aquello Bello (perfecto, geométrico, vital, placentero) es digno de atención y de protección; aquello que no lo es (según Andrea) no merece el tiempo y el esfuerzo, e incluso es razonable su destrucción. Así ha desarrollado un baremo de equilibrio entre la vida y la muerte, en que la segunda, más perfecta y ansiada en su inmaculada falta de cambios (pues lo muerto o inerte se degenera mucho menos que aquello vivo una vez llega a su máximo nivel de entropía), está descompensada y oculta en la sociedad humana actual. Como cainita, la muerte cristalizada en eternidad, Andrea se ve como un santo redentor, un juez angelical que sirve a la entropía vivificante tan necesaria en el mundo moderno masificado. Dicha entropía ha de ser subyugada a la Belleza Suprema y la Sabiduría Oculta que cimenta la realidad y las artes secretas, especialmente el trasfondo geométrico y perfecto de la astrología antigua. Dentro de esta mentalidad, la Naturaleza, en su vertiente animal y vegetal, es perfecta y bella, pues el equilibrio entrópico que la rige cuando el ser humano no la afecta es estable y descarnado. Por ello, la jardinería y el cuidado del medio natural le resulta fascinante, especialmente aquel cuidado que implica una intromisión mínima en este equilibrio entrópico.
De todo esto, cada cainita ha escuchado o le ha llegado una parte, un trazo o simplemente un rumor. Como Toreador, cumple perfectamente el estereotipo de cainita sociable, educado y hablador. Como antitribu, es una mente compleja llena de clarobscuros donde la Verdad y la Mentira se subyugan a la Belleza. Algunos lo consideran un auténtico farsante, una escultura de mármol literal, vacía por dentro, cuya única función es embellecer las noches de los hijos de Caín. Para otros es un ser ultraterrenal, cuya hermosura les da esperanzas para creer que quizás no están tan condenados como creían. Algunos perspicaces intuyen que tras esa belleza sacra se esconden unos pensamientos que pondrían la piel de gallina al más desalmado. A todas estas opiniones Andrea responde con una sonrisa beatífica y una cita: "La única manera de librarse de la tentación es ceder ante ella".
He muerto y resucitado. Soy Baco, soy un refinado Pan, soy Eros, mi rostro sin cuerpo se llama el Príapo erecto. Soy Dionysos: dador del éxtasis, el que abre los ojos; y he venido no a salvarte, sino a que ardas.
Imagen del perfil: Qissus (DevianArt).