Pues si es necesario, reestreno este tema porque voy a volver al Bran
Nombre personaje: Joanne de Aubriot
Clan: Nosferatu (Priore)
Naturaleza/Conducta: Solitaria/Hosca
Breve descripción física: Joanne fue Abrazada siendo relativamente joven para los estándares medievales. A los dieciséis, fue encerrada por un Nosferatu y ese Abrazo no ha dejado nada bueno detrás. Su escasa carne y músculo (fruto de una mala alimentación) han adelgazado a Joanne hasta dejarla hecha una mortaja de carne sobre el esqueleto, marcándose así los huesos. Las viejas cicatrices que tuvo en vida (de trabajar, cortarse cocinando, de golpes y bofetadas o de alguna roncha producto de la enfermedad), al contrario, se marcan ahora más, dejando una suerte de venas hinchadas recorriendo su rostro, brazos, cuerpo. Carece de nariz y sus pómulos esqueléticos le dan una horrible espantosa, así como sus oscuras ojeras de piel seca. Casi todo su cabello, antaño lacio, negro y sucio, se ha caído, dejando pocos mechones. Es, como puede comprobarse, una digna Nosferatu, con una carcasa tan horrible que guarda una personalidad aún más horrible.
Breve descripción psicológica:Joanne nació en el seno de una familia pobre y cometió el grave error de no querer conformarse. De niña fue capaz de demostrar crueldad e indiferencia para con su familia. Eso, claro, fue cuando vivía.
Una vez Abrazada, no es que su personalidad mejorase. Es hosca y poco amable, aunque le gusta fingir la palabrería y verborrea de los de clases altas, únicamente para burlarse. Es bastante reacia ante aquellos de clases nobles y acomodadas, pero porque ella nació pobre, vivió pobre y, ahora, muerta, sigue siendo pobre, y además, miserable.
Como Nosferatu, y con la información de nacimiento de ser incapaz de escalar socialmente, Joanne intenta, como puede, rascar un mínimo de esas sensaciones, únicamente para ver si puede sentir una pizca de ello. Para costearse esos parches emocionales, Joanne se ha dedicado a robar desde hace muchas noches. Nunca fue muy creyente, así que no le importa saquear la casa de un pobre pastor a robar las reliquias de oro de la casa de Dios. La sensación de poder arrebatar un poco de felicidad a los vivos, que al menos siguen teniendo carne en sus huesos, alivia un poco la ira y frustración que Joanne siente. Sin embargo, a pesar de sus actos, no es una persona gratuitamente cruel. Aunque no es una Nosferatu piadosa que compartiría su botín con los necesitados, prefiere ignorar y evitar a las personas que entrar en conflicto con ellas, y las personas, en especial con dinero y secretos, son más útiles vivas. Únicamente rompe su voto de soledad cuando debe de meterse en el mercado de los secretos e información, una herramienta casi tan útil como el oro a lo que sabotear los planes de otros se refiere, en especial de aquellos de las clases más altas.
Aborrece la belleza, lo alegre y lo lujoso, pero únicamente porque siente que no será nunca digna siquiera de mirarlo y porque lo ve como sus metas inalcanzables. En el fondo, es el monstruo que es por dentro porque sabe que lo fue antes de ser Abrazada y sabe que es un castigo justo, lo que le hace sentir horriblemente desdichada, irascible e incluso triste y desesperanzada. Solo le importa el yo, porque no hay lugar para sentimentalismos-ni gente con quien compartirlos. ¿Se afeó por dentro al ser Abrazada como Nosferatu, o fue castigada a ser Abrazada como tal por cómo era por dentro? Quizás ambas.
Breve historia personal: Joanne nació en el seno de una familia muy pobre de un pueblo cerca de Rouan y eso siempre le frustró muchísimo. Cometió el error de ser inconformista, y sabía que sería capaz de hacer lo que fuera con tal de escalar de posición. Aborrecía lo conformistas que eran todos cuanto le rodeaban, y admiraba y envidiaba a los nobles y ricachones que, en festividades religiosas, iban a la catedral de Rouan a celebrar las misas o a cualquier evento importante del lugar. Quería ser como ellos, pero nunca tendría los medios. Por ello, en un mundo que era duro, ella intentaba jugar con reglas aún más sucias. Robaba comida a escondidas y culpaba a sus hermanos de ello. No lloró a ninguno de sus hermanos fallecidos, cuando fue ella quien robaba la comida de éstos cuando enfermaban y los dejaba morir con el estómago vacío. No lloró cuando su padre la abofeteaba por desobediente. No lloraba ni daba ninguna muestra de arrepentimiento cuando su madre la arrastraba a la vieja capilla del pueblo a ponerla de rodillas y obligarla a confesarse. Joanne creía en Dios, pero lo aborrecía. Aborrecía esos lugares de muros de piedra y velas que era mil veces más estable y fuerte que la casucha que tenían sus padres.
Cuando la pillaron robando del cepillo de la iglesia, su padre le pegó la bofetada más fuerte que nunca le había pegado y su madre la volvió a arrastrar a la capilla para que pasara la noche entera haciendo las paces con Dios. Joanne no sintió arrepentimiento alguno al confesarse-no lo había sentido nunca, quizás. Sí lo hizo cuando, al intentar escabullirse de allí, algo la atrapó y la encerró. Algo le hizo confesarse. De los pecados que sí había cometido, primero, de los pecados que nunca cometió, luego. Todo bajo la promesa de la libertad, y Joanne hubiese sido capaz de confesar haber copulado con el Diablo si con eso hubiera logrado salir de allí.
No lo hizo.
Durante varias noches, estuvo encerrada en un lugar oscuro y húmedo y pronto perdió las energías-o quizás algo se la arrebató. Sintió el peor de los dolores que hubiese sentido nunca, como si sus huesos ardieran, su carne se secara y su sangre se evaporara. Fue consciente de que dejó de respirar, pero tardó aún un par de noches de comprender que había muerto. Aquello que la torturó psicológicamente durante ese tiempo y luego la había convertido en ese cadáver andante se burló de Joanne, y le explicó que en ella había caído un castigo por sus pecados. Toda la ambición de Joanne quedó enterrada como debería de haber quedado enterrado un cadáver.
Su Sire, una criatura religiosa y cruel, no fue el mejor de los mentores. Si para algunos el Abrazo era un regalo, el Sire de Joanne lo veía como una herramienta de castigo perfecta para los crueles y pecadores, así que no había motivos para tratarla con paternalismos. Como un párroco instruyendo a sus creyentes, la introdujo en el mundo de los Vástagos, pero siempre con una serie de certezas: la primera, que la estaría vigilando, y la segunda, que sobre ella caerían los castigos acorde a sus actos.
Tras un tiempo, su Sire simplemente desapareció. Joanne no perdió el tiempo y empezó simplemente a vagar de un lado a otro, como esperando huir de una sombra que pudiera alcanzarla, no creyendo que su Sire fuera capaz de ignorar sus movimientos. A pesar del temor que le infunda esa criatura que la Abrazó, Joanne no ha perdido del todo su deseo de sentir pequeños placeres, y entre villa y villa, roba cuanto puede para su diversión o para costearse pequeños gozos-aunque tenga que ser a través de la sangre y, por desgracia, sea un lujo que rara vez pueda obtener. De la misma manera, su tráfico y comercio de información y secretos la lleva a buscarlos para su propio interés, para su beneficio-y la desgracia de otros, si eso pudiera alegrarle la noche. En las noches actuales, Joanne vaga por Europa, de ciudad a ciudad, de villa a villa, sorteando fortalezas y colándose en conventos, sin ningún rumbo, movida quizás únicamente por el oro, los secretos y la necesidad de huir de algo que intuye que aún la acecha.
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