(C) [La Finca] Cien años de soledad (Eva Espinosa)

[Variable]

Amaneció bastante cansada, con ganas de quedarse todo el día durmiendo.

Cuando bajó a la cocina pudo comprobar que no había café hecho, pero no le costó más de 5 minutos encontrar todo lo necesario para obtener su dosis de cafeína. Pronto se dio cuenta de que tenía mucha hambre.

Cuando abrió el frigorífico, comprobó que estaba vacío. También la alacena.

No había comida.

[Livia]

- Mmmmm - gruñó, Eva, frunciendo el ceño de forma amenazadora al pobre frigorífico desértico.

Estaba de bastante mal humor por no encontrar ni un triste resto de la cena de la noche anterior. Hombre, no pensaba que le fuera a meter las dietas en las nóminas pero no dejarle ni una triste magdalena para desayunar, ¿no era un poco pasarse? Es que estos pijos de pitiminí, mucha casa, mucha biblioteca, mucha cocina pero luego el frigorífico vacío. Aunque como parecía que estaba montado en el euro lo mismo es de los que comían fuera hasta para merendar.

Por lo menos, se le llenó el estómago con café. Un poquito aguantaría. Echó un vistazo a sus mensajes dando sorbos al segundo café. Qué pereza le daba ir a Madrid por las cosas. Píllate el coche, aparca, tal y pascual. Pero bueno, de momento, es lo que había y seguir lamentándose no iba a hacer que saliera comida de las paredes por arte de magia. Así que se decidió, fregó lo que había utilizado y se fue hasta su coche.

Cuando estuvo montada en él, se dirigió hacia el McDonalds más cercano. Cuando comenzó a conducir la verdad es que comenzó a sentirse bastante agobiada. Tenía mucho que hacer y el viajecito, entre comer, ir a la tienda, coger lo que necesitaba y comprar algunas cosas para el desayuno, se le iba a echar el tiempo encima.

[Variable]

"Desayuno"

Porque eran las dos de la tarde.

Raúl le había dejado un mensaje para preguntarle qué tal la cena. Una hora y media más tarde, sobre las 12 de la mañana, había otro mensaje preguntando por el libro, para el tema del trabajo.

Otra vez de vuelta al MacDonalds (que parecía que Eva solo se alimentaba de hamburguesas y de pizzas de la Bella Italia), todavía tenía algo de dinero, y la bonita tarjeta de "gastos".

[Livia]

Eva le envió un par de wassap a Raúl para pasarse a tomar café en su casa a eso de las 4. Qué mejor que llevarle el libro puerta a puerta, que con la suerte que tenía mejor no arriesgarse.

Resopló, agobiada y en lugar de detenerse se decidió por pasarse por el servicio de ventanilla que atendía directamente en coche para que le dieran su bolsita con la comida. ¡Qué ganas tenía de zamparse una deliciosa hamburguesa doble! Aunque la iba a disfrutar poco, porque conducir y comer era algo que había que hacer con cautela. Pero es que no tenía tiempo para mucho.

Eso le pasaba por caótica, desorganizada y ansias. Si le tenía que haber hecho caso a Cortés y haberse ido a dormir tempranito. Pero es que, estaba un poquitillo picada con el tema. Y eso de no conocer la mayor parte de una biblioteca como que hacía que le entrara un poco de obsesión.

A ver si no tardaba mucho en llegar a Madrid.

[Variable]

Mientras Eva conducía y se comía la hamburguesa, pudo ver por el retrovisor dos motos negras que circulaban tras ella. Una vieja pesadilla que volvía a aparecer justo cuando parecía olvidada. ¿O sería casualidad?

Tal vez se había sorprendido, pero cuando estuvo a punto de reaccionar vio la tercera moto. Circulaba prácticamente junto a ella, por el lado derecho, el del copiloto.

[Livia]

Eva escupió como un aspersor la coca cola de la que aún tenía un sorbo en la boca. Mira que tenía hambre pero se le había quitado de la inquietud otra vez. ¿Había dicho que no era religiosa? Pues era el momento, de convertirse como Longinos, ea. Ahí a la desesperada comenzó a encomendarse a todos los santos, la virgen María, el Espíritu Santo y todo lo que se acordaba. Y a hacer diversas promesas de devoción.

Es que no podía ser. Decidió acelerar para evitar ganar distancia a las motos. Intentó tenerlas a todas controladas por los retrovisores. Dependiendo de cómo reaccionaran, iba a tomar un cambio de sentido dando un volantazo brusco de último momento para regresar a la urbanización.

[Variable]

Eva comenzó a acelerar hasta poner el coche en 130 km/h, una velocidad superior a la permitida por la carretera (100 km/h).

La M-501 era una carretera de dos carriles por sentido y a ambos sentidos los separaba una mediana de hormigón.

Las tres motos se quedaron atrás, pero parecían tener potencia suficiente como para no perderla de vista.

[Livia]

Aunque se sintió aliviada por verlas detrás, era consciente de la potencia de las motos. No creía que su vehículo fuese rival para ellas, por eso iba a intentar despistarlas mezclándose entre el tráfico. En cuanto se le presentara la ocasión, iba a volver a la seguridad de la urbanización. La próxima vez usaba la cuenta de gastos para pedirse de todo por internet. Si es que es había próxima vez.

Ahora ya sabía que no estaba loca. No era estrés. Estaban ahí.

[Variable]

Era francamente difícil despistar a una moto, prácticamente imposible despistar a tres. Por más que acelerara, tenían potencia suficiente como para no perderla de vista. Por más que pudiera cometer un giro brusco e inesperado, las motos eran más maniobrables y eran capaces de adelantar a los coches incluso en un atasco.

Quizás había llegado el momento de que Eva asumiera que tenía un problema.

[Livia]

Era una chica inteligente pero en aquel momento le estaba costando bastante valorar sus opciones, es lo que le sucede a cualquiera que no espera encontrarse durante el día a su temible enemigo el motorista fantasma, que por lo visto no era uno eran tres. Se arrepentía con toda el alma de haber salido y su más ferviente deseo era volver a la seguridad de la casa de su patrón, pero tendría que reducir la velocidad el tiempo suficiente como para que esos tres la alcanzaran. Tampoco había nada que le garantizara que no intentaran entrar en la casa de Cortés, aunque la suponía un fortín por las valiosas obras que contenía. Aunque dudaba que fuera invulnerable, si incluso ella misma había estado pensando en un breve apagón con el que poder acceder. Siendo tres sería mucho más fácil, trabajar solo en ese oficio era algo complicado.

Comenzó a pensar que estaba bien jodida, pero no un poco, jodida hasta las trancas porque no te siguen tres motoristas para ofrecerte una suscripción al Círculo de Lectores. Seguramente, su teléfono tendría, como poco, algún localizador o quizás fuera suerte y estaban acechando el lugar. Como saliera de esa, esos hijos de puta se la iban a pagar todas juntas. Había momentos en la vida en los que lamentaba no haber continuado con las oposiciones a la Biblioteca Nacional, ese era uno. También continuó ofreciendo su devoción religiosa a todo el santoral para salvar el pellejo.

Estaba segura que, como esos tres tuvieran la mínima oportunidad, o bien la iban a obligar a parar o sufriría un accidente. No sabía qué podían querer de ella, ¿el libro?, ¿tenían alguna cuenta pendiente con Cortés? ¿Querían algo suyo? Porque todo había empezado al comenzar a trabajar en ese dichoso encargo que parecía no tener fin.

Era el momento de cobijarse en un lugar público con gente, cámaras, con horario continuo que cerrase tarde como un restaurante de comida rápida o un centro comercial sería lo idóneo, con cines y restaurantes, un lugar con su vigilante, sus cámaras, gente echando el domingo fuera y donde no pudieran hacerle nada a priori. Un sitio donde fuera fácil dejar el coche y apenas tuviera que recorrer un metro para llegar a una zona segura. E iba a tener que pedir ayuda. Incluido .si la cosa se ponía tensa, pedir que llamaran a la policía en el mismo centro comercial.

Ese era su alboratado plan.

Iba a mantener la velocidad para que no se le acercaran demasiado e iba a dar un volantazo en cuanto viera un lugar de esas características ¡o una comisaría de policía! Lo que fuera pero ¡ya!