(C) La extraña muerte de Esteban Espinosa

[Livia]

Casi ni se dio cuenta de la existencia de un bibliotecario y siguió, allí, a lo suyo hasta que completó su scan con mirada un tanto ausente. No se le iba de la cabeza ese dato... 26 son muchas puñaladas para un robo que salió mal. Excesivas. Tantas eran propias o bien de alguien que tenía un motivo muy personal -por no decir pasional- o bien, sabiendo lo que sabía ahora podía intentar encubrir que se habían alimentado del mortal, en ese caso su padre. La sangre era muy escandalosa. Un trago no parecía nada en la boca pero si ese mismo pequeño trago lo escupía quedaba un manchurrón tan llamativo que parecía que habían matado a un pájaro.

¿Era un engaño? ¿Había habido suficiente sangre como para justificar la pérdida de un 90%?

Perdida en sus pensamientos accionó el botón de llave de Rocinante. Las luces se encendieron con un pitido que le daba la bienvenida mientras se desbloqueaban las puertas. Se montón en el asiento del conductor y dejó la mochila a su lado, en el del copiloto.

¿Quién podría tener tal rabia como para darle tantas puñaladas? No, no colaba que fueran los yonkis ni una agresión. Como mucho, suponiendo la clase de tipejos que le habían descrito, suponía que le darían un par de puñaladas y se irían corriendo después de esquilmar la caja. No tendrían el menor interés en darle tantas puñaladas.

Aunque, si suponía que era algo pasional... ¿no era Raúl quién se había sentido abandonado por su padre? Aunque culpaba a Daniel por ello, sí. De haber estado viva se habría sentido fatal por pensar así de su antiguo segundo padre. Lo otro que suponía es que, sabiendo que lo último que había investigado eran Los Otros, hubieran sido ellos pero... ¿por qué 26 puñaladas? ¿Acaso Daniel le había ofrecido también su vitae para protegerlo y fueron necesarias tantas puñaladas para finalmente acabar con su vida? En ese caso, ya que su modus operandi solía ser el incendio... ¿por qué no haber provocado uno?

Tenía en la cabeza la horrible idea de que alguien se había alimentado de él y había tapado lo que había hecho a base de puñaladas. Pero, en ese momento, lo que tenía más en la cabeza era que ella jamás había visto el cuerpo. Todo había sido rápido. No era un desaparecido y no seguía el mismo procedimiento. Los del seguro se hicieron cargo de todo y ella solo había tenido que asentir y firmar papeles que ni sabía qué ponían. En su familia no eran religiosos, así que no hubo misa, ni responsos. Hubo un breve tiempo en el que podían ver el féretro a través de un cristal lleno de coronas de flores, frente a una sala llena de sillas justo antes de que lo llevaran al cementerio de San Isidro, donde su familia poseía tumbas y nichos en propiedad. Ella también tenía el suyo destinado. Aunque quedaría vacío por siempre....

Arrancó a Rocinante y comenzó a conducir. No sabía realmente dónde iba. Su idea, en un principio, había sido ir a la tienda. Después, había cambiado de opinión para irse a casa a programar el "eco". Pero ahora... ahora necesitó ir a visitar la tumba del que había sido su padre en vida. Se dirigió al cementerio sacramental de San Isidro.

[Variable]

A esas horas, el cementerio estaba cerrado. De hecho, según el cartel de la entrada, su horario de apertura era de 9:00 a 15:00.

¿Impediría eso la entrada a Eva?

[Livia]

Aparcó a Rocinante en una de las calles aledañas y se dirigió, con la mochila al hombro, a la entrada. Caminó bajo las solitarias calles y la luz anaranjada de las farolas la acompañaron en sus pensamientos hasta que llegó a la cancela para, encontrársela, evidentemente cerrada. ¿Qué es lo que iba a hacer? ¿Qué es lo que esperaba encontrar? ¿Alguien acechando? ¿Un nicho vacío? ¿Huesos? ¿Los restos de un cuerpo podrido? ¿En serio iba a ser capaz de profanar el sagrado descanso del que había sido su padre? ¿O solo se iba a conformar con echarle un vistazo al registro?

No podía dejar de darle vueltas al tema, a que jamás había visto el cuerpo. Temía que le hubieran dado el cambiazo por algún motivo y estaba dispuesta a asegurarse que, lo que quedaba allí dentro eran los restos de Esteban Espinosa. Con una pequeña muestra creía que podía encargar a un laboratorio, o incluso comprar por internet un test de paternidad, que pudiera desvelar que quien estaba allí era verdaderamente él, su padre mortal. Pero, ¿por qué dudar de su muerte? Si estaba buscando a su asesino. Pero, ¿qué tenía que ver Cristian Ferrero en todo esto?

Tenía demasiadas preguntas y ninguna respuesta. Esperaba encontrar algunas allí.

Echó un vistazo rápido al cartel, sabiendo de antemano el horario de visita. Raúl y ella iban religiosamente a arreglar la tumba cada dos de noviembre, el tradicional día de los difuntos en España, aunque la gente solía ir el día 1, el día de todos los santos, porque era festivo. Ellos mantenía la tradición de adecentar el sepulcro y rendir homenaje a Esteban contando anécdotas suyas mientras se emborrachaban. El día dos era sin duda mucho más tranquilo y era más fácil encontrar también flores de oferta, de los restos que quedaban del día anterior. Pero su labor no terminaba allí, en su padre. También atendía a sus predecesores en el pequeño panteón al que alguna vez tendría que mover los restos de su padre cuando cumplieran el tiempo para que pasasen al osario.

Inspeccionó la verja, para ver cómo era la cerradura y si había algún medio de seguridad que pudiera distinguir cercano a la entrada. Suponía que no, porque ¿quién iba a querer entrar en un camposanto?

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Era evidente que no había una gran cantidad de medidas de seguridad, más allá de una alta verja y un buen candado. Mentira, en realidad Eva pudo ver rápidamente la luz de una linterna, del guarda de seguridad haciendo la ronda.

Eso quizás sí que fuera un problema.

[Livia]

¿Un vigilante un problema? ¡Bah! Vigilantes mortales a ella. Sí, podían llamarla prepotente pero le había pillado mucho el gusto a eso de decirle a los demás que no la vieran y simplemente no la viesen. De todas maneras, decidió echarse un lado, dónde el muro la ocultase para esperar a que se perdiera de vista. Recordando sus suspensos en escalada, no estaba por la labor de quedarse enganchada en los picos de hierro puntiagudo que coronaban la verja por un resbalón tonto porque, ¿podría decirle a la mente del vigilante que esa chica que estaba allí clavada chorreando sangre espesa por saltar mal la verja no existía? Además, ¿le dolería eso mucho? Podía probar pero...

Aumentó sus sentidos para concentrarse en escuchar sus pisadas sobre la tierra y la gravilla, en escuchar su corazón y el sonido de su respiración. No iba a comenzar a trabajar en el candado hasta que los sonidos que provenían del vivo se hubieran convertido en un rumor lejano.

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Muy rápidamente había asumido la idea de que el vigilante no era nadie para ella, pero lo cierto era que se trataba del primer conflicto con humanos al que se enfrentaba. ¿Tan segura estaba de sus capacidades?

Tras unos minutos, pudo abrir el candado sin problema. Había podido entrar. ¿Evitaría en todo momento al guarda?

[Livia]

Quizás estaba infravalorando a los seres humanos comunes y corrientes, como ella hacía no demasiado tiempo, pero la verdad es que...¡podía decirles que no la vieran! Además, escuchaba sus cálidos corazones repletos de deliciosa sangre a mucha distancia, incluso le daba la impresión a veces que podía oler su sangre a través de los poros de su piel. Entrecerró los ojos, y los colmillos salieron a la luz mientras sonreía, recordando el sabor de la vitae... Agitó la cabeza para terminar con el último giro que abrió el candado, quitó con cuidado las cadenas y abrió lo suficiente como para dejar pasar su esbelta figura. Después, colocó todo en su sitio pero dejó el candado sin que estuviese cerrado, solo para que lo aparentara.

¿Cómo podía llegar a tomar en serio al vigilante? Estaba en un nivel diferente al de ella. Si, un poco prepotente, pero a pesar de ello, confiaba lo suficiente en los dones de su linaje como para que no le supusiera un problema. Al fin y al cabo, era un depredador, ¿no? Lo que sí sabía es que no quería hacerle daño. Solo era un empleado que estaba vigilando un lugar que nadie querría vigilar por dinero. Cierto, no lo tomaba en serio pero tampoco le deseaba mal. Así que solo iba a ser una jodida sombra.

Decidió buscar la edificación dónde guardansen los registros físicos de los entierros. Quería ver qué ponía en los de su familia. Buscaba los nombres, las fechas y cuando los huesos eran pasados al panteón desde el nicho. Pero lo que buscaba era si podía observar algo raro en el registro de inscripción de su padre. El resto... Iba a ser únicamente esperar a que el vigilante dejase de hacer la ronda y abrir el nicho donde se pudrían los huesos de su padre.

[Variable]

Había un edificio administrativo en el cementerio. El problema es que estaba la puerta cerrada y abrirla podría llegar a ser un problema.

Pero bah... Simples mortales... ¿Verdad?

[Livia]

Los cementerios siempre parecen lugares tétricos y sobrecogedores, quizás si te imaginas que debajo de cada lápida o efigie conmemorativa había los restos de un cuerpo humano. También son lugares de dolor y melancolía, de viejas historias archivadas en sus tumbas, probablemente perdidas para siempre. La Eva viva jamás había sentido la menor aprensión, las personas instruidas no son supersticiosas, pero ese lugar sí le había traído dolor y luego, la aplastante melancolía que sigue a la aceptación de la pérdida.

La Eva no muerta entrecerró los ojos para captar la leve esencia de ese aire cargado del aroma de los cipreses, el olor a muerte, pero también le llegó los corazones de los gatos que vivían por allí, los chirridos de los pocos murciélagos que aún se atrevían a transitar tan al centro de un Madrid, cuya ruidosa vida se escuchaba amortiguada, casi como si perteneciera a otro plano de existencia. Mientras avanzaba por el camino principal en dirección al edificio administrativo, sin el menor temor a nada, Eva dejó que la inundara la pesada calma de ese lugar.

Aún así no se relajó y estuvo atenta al sonido de más posibles vigilantes o de los sistemas de seguridad del cementerio. Esperaba ver cómo de complicada la cerradura de esa puerta. Tampoco tenía mucho reparo en ponerse a abrirla, si escuchaba al vigilante lo suficientemente lejos.

[Variable]

Un perro, de tamaño medio, estaba de pie cerca de la puerta, entre una lápida sencilla y un sarcófago de piedra con una estatuta. Observaba en silencio a Eva, sin moverse un ápice.