(C) [Madrid ciudad] La noche después (Eva Espinosa)
Moderador: Variable
Re: (C) [Madrid ciudad] La noche después (Eva Espinosa)
Estaba intentando enfocar el asunto de forma positiva. Olvidarse de que esos tipos eran su depredador natural y no acojonarse viva. Al ver la tercera moto, dentro de su pequeño y muerto interior algo comenzó a asomarse, algo que dejaba de hacer que fuera fría e indiferente. Tenía miedo. El instinto de autoconservación (o esa cosa dentro de ella) estaba comenzando a darle fuertes patadas en los costados. Tenía miedo tanto por su vida como por la de Raúl y tenía miedo de lo que estuviera por venir.
Dos eran un problema, tres era una putada pero de las gordas.
Al ver el hall tan oscuro y en tanto silencio, la verdad es que tuvo más inquietud. Ocultó su presencia y agudizó sus sentidos estando bien atenta por si detectaba a alguien antes de avanzar. Su intención era, ni más ni menos, que tomar el ascensor hasta la azotea.
Dos eran un problema, tres era una putada pero de las gordas.
Al ver el hall tan oscuro y en tanto silencio, la verdad es que tuvo más inquietud. Ocultó su presencia y agudizó sus sentidos estando bien atenta por si detectaba a alguien antes de avanzar. Su intención era, ni más ni menos, que tomar el ascensor hasta la azotea.
Re: (C) [Madrid ciudad] La noche después (Eva Espinosa)
El ascensor no llegaba hasta la mismísima azotea, pero no le fue complicado elevarse hasta la sexta planta. Por encima de la misma, las escaleras continuaban hasta la terraza superior. Una puerta blanca, con pasador, daba a una terraza despejada en la que había una salida y varias chimeneas.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, un hombre, vecino del 6º Izquierda, justo salía de su casa. Era un hombre joven, con bastante sobrepeso y la cara llena de granos, no pareció reparar en ella y se metió, sin más, en la cabina del elevador.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, un hombre, vecino del 6º Izquierda, justo salía de su casa. Era un hombre joven, con bastante sobrepeso y la cara llena de granos, no pareció reparar en ella y se metió, sin más, en la cabina del elevador.
Siempre hay múltiples caminos para llegar a un destino: algunos empedrados, algunos asfaltados, otros son caminos que atraviesan bosques y otros se sumergen bajo las montañas. Cualquiera que sea el camino, el mío siempre es el de la no espada.
Re: (C) [Madrid ciudad] La noche después (Eva Espinosa)
Le dio el tiempo justo a salir del cubículo. La verdad es que los dones de su linaje eran estupendos, para qué lo iba a negar. Estaba comenzando a sentirse idiota por no haber entrado directamente al bloque de Raúl en lugar de andar disfrazándose y perdiendo tiempo jugando a Misión Imposible. Que para imposible lo que estaba comenzando a preveer que se iba a encontrar en el bloque de al lado.
De todas maneras, sintió una gran curiosidad por el hogar del grandullón que acababa de salir de sexto izquierda. Se acercó a la puerta, quitándose el casco y agudizando sus sentidos, en especial en el oído, para ver qué se escuchaba detrás. Intentó ubicarse, recordar cómo quedaba el sexto, según la distribución que había visto, con respecto al bloque de su tío.
Si no escuchaba nada de interés, volvería a ponerse el casco y continuaría su camino hacia la azotea. Iba a mantener su presencia oculta y sus sentidos agudizados. Nada le decía que no estuvieran controlando la terraza.
De todas maneras, sintió una gran curiosidad por el hogar del grandullón que acababa de salir de sexto izquierda. Se acercó a la puerta, quitándose el casco y agudizando sus sentidos, en especial en el oído, para ver qué se escuchaba detrás. Intentó ubicarse, recordar cómo quedaba el sexto, según la distribución que había visto, con respecto al bloque de su tío.
Si no escuchaba nada de interés, volvería a ponerse el casco y continuaría su camino hacia la azotea. Iba a mantener su presencia oculta y sus sentidos agudizados. Nada le decía que no estuvieran controlando la terraza.
Re: (C) [Madrid ciudad] La noche después (Eva Espinosa)
En el sexto izquierda no se escuchaba un alma. Muy probablemente el tipo viviría junto, o lo haría junto a alguien que estaba durmiendo. La disposición del piso era justo la contigua al edificio de Raúl.
Siempre hay múltiples caminos para llegar a un destino: algunos empedrados, algunos asfaltados, otros son caminos que atraviesan bosques y otros se sumergen bajo las montañas. Cualquiera que sea el camino, el mío siempre es el de la no espada.
Re: (C) [Madrid ciudad] La noche después (Eva Espinosa)
No recordaba la hora en la que había hecho el pedido. Serían entorno a las 21.30 cuando sucedió la llamada. Lo cierto es que un piso implicaba un riesgo mayor, aunque puede que en su camino encontrara algo de utilidad. Decidió entrar al piso. Sacó una tarjeta de plástico similar a la de las de crédito que usaba para abrir las puertas de seguridad. Comenzó a meterla por el borde para que la cerradura cediese.
Quizá en vez de acceder desde el tejado del otro bloque podía acceder directamente al piso de su tío o al piso contiguo al de su tío. Pero antes de eso iba a hacer una minuciosa -y sigilosa- inspección del piso, por si había otros habitantes o cualquier cosa que le sirviera a sus propósitos.
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Se me ha ido la pinza y he tirado la mitad de la reserva tiro el resto
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Se me ha ido la pinza y he tirado la mitad de la reserva tiro el resto
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Quizá en vez de acceder desde el tejado del otro bloque podía acceder directamente al piso de su tío o al piso contiguo al de su tío. Pero antes de eso iba a hacer una minuciosa -y sigilosa- inspección del piso, por si había otros habitantes o cualquier cosa que le sirviera a sus propósitos.
Re: (C) [Madrid ciudad] La noche después (Eva Espinosa)
Escuchó un clac inmediatamente: había sido muy fácil.
La casa estaba a oscuras, en silencio, parecía que no había nadie. La entrada daba a un salón amplio en el que había un ventanal que daba justo a la azotea del edificio de Raúl. Entonces, cuando todo parecía tan sencillo, escuchó un ronquido, procedente de la puerta abierta que había junto a dicho ventanal.
La casa estaba a oscuras, en silencio, parecía que no había nadie. La entrada daba a un salón amplio en el que había un ventanal que daba justo a la azotea del edificio de Raúl. Entonces, cuando todo parecía tan sencillo, escuchó un ronquido, procedente de la puerta abierta que había junto a dicho ventanal.
Siempre hay múltiples caminos para llegar a un destino: algunos empedrados, algunos asfaltados, otros son caminos que atraviesan bosques y otros se sumergen bajo las montañas. Cualquiera que sea el camino, el mío siempre es el de la no espada.
Re: (C) [Madrid ciudad] La noche después (Eva Espinosa)
¡Joder! Puta mierda. ¿Es que no había un poquito de tranquilidad para la pobre Eva? Una pequeña alfombrita roja antes de cascarla tirándose en rappel por un balcón hacia brazos de sus enemigos... Un poquito de por favor. De haber podido habría suspirado, pero no, no podía porque ya no respiraba. La cara bajo el casco, la capucha y la braga que le cubría medio rostro adoptó una infinita expresión de cansancio.
Echó un vistazo por el ventanal para ver qué tal iba el recuento de motos y también para ver si el pizzero (seguro que sí) había llegado y veía por un casual la moto.
Después, fue hacia el ronquido. Quería ver quién estaba durmiendo. Ojalá fuera una persona sola. Ojalá.
Echó un vistazo por el ventanal para ver qué tal iba el recuento de motos y también para ver si el pizzero (seguro que sí) había llegado y veía por un casual la moto.
Después, fue hacia el ronquido. Quería ver quién estaba durmiendo. Ojalá fuera una persona sola. Ojalá.
Re: (C) [Madrid ciudad] La noche después (Eva Espinosa)
Desde el ventanal no se podía ver el ángulo de la acera del portal, por lo que era imposible saber si el pizzero había llegado o no. Tampoco se podía ver el número de motos negras que estaban apartadas.
Los ronquidos pertenecían a un hombre de mediana edad que descansaba en una habitación con pósters de películas, un escritorio con un ordenador y una vieja minicadena, amén de una buena colección de CD's.
Había algo que distrajo a Eva. No se había alimentado recientemente y empezaba a notarlo. El martilleo del corazón del joven dormido parecía, por momentos, casi más importante que la misión que la había traído a ese lugar: Raúl.
Los ronquidos pertenecían a un hombre de mediana edad que descansaba en una habitación con pósters de películas, un escritorio con un ordenador y una vieja minicadena, amén de una buena colección de CD's.
Había algo que distrajo a Eva. No se había alimentado recientemente y empezaba a notarlo. El martilleo del corazón del joven dormido parecía, por momentos, casi más importante que la misión que la había traído a ese lugar: Raúl.
Siempre hay múltiples caminos para llegar a un destino: algunos empedrados, algunos asfaltados, otros son caminos que atraviesan bosques y otros se sumergen bajo las montañas. Cualquiera que sea el camino, el mío siempre es el de la no espada.
Re: (C) [Madrid ciudad] La noche después (Eva Espinosa)
En ese momento no se dio cuenta de lo que estaba haciendo, que era, ni más ni menos que avanzar hasta quedarse en el dintel de la habitación del hombre dormido. Se quitó el casco, mientras sonreía sin darse cuenta y en su sonrisa estaban unos afilados colmillos. El sonido del corazón era un poderoso canto de sirena que la atraía.
Alimentarse. Su alimentación consistía principalmente en recipientes escrupulosamente pulcros llenos de sangre. Algo sencillo, algo que no molestaba a la conciencia, como ese delicioso foie de pato que podías escoger en el supermercado. ¿Alguien iba a decirte que ese delicioso circulito está hecho por obligar al pobre bicho a tragar sin parar hasta que se le inflama el hígado en proporciones bestiales? No, claro que no. Quizás lo sepas pero esa deliciosa crueldad de untar es más fácil de sobrellevar así.
Alguna vez había probado lo que suponía beber de un recipiente vivo pero intentaba rehuirla, así que había vuelto a sus pulcros recipientes de sangre fría e insípida. Además, debía reconocer que aunque la sangre caliente era deliciosa no había nada como beber vitae. Entrecerró los ojos, acordándose de la noche anterior cuando le había invitado a compartirse con ella. No había comparación a esa sangre exquisita, espesa y dulce como melaza, que descendía lentamente por su garganta hasta convertirse en parte de ella.
Un terrible ronquido, que parecía más propio de alguna clase de animal que de un ser humano, la sacó de su breve y sangrienta ensoñación ¿Pero en qué estaba pensando? No sabía si podía despertarlo y mucho menos si su compañero volvería. Si quería alimentarse, abajo había más pisos, con más gente. Seguro que tenía más ocasiones. Cerró con muchísimo cuidado la puerta y con el mismo cuidado abrió el ventanal. Abrió la mochila para fijar el pequeño garfio de sujección al ventanal, sacó la cuerda, se colocó el arnés y puso el gancho que permitía la bajada con suavidad. Volvió a colocarse el casco en la cabeza e iba a descender negando su presencia a cualquiera.
Alimentarse. Su alimentación consistía principalmente en recipientes escrupulosamente pulcros llenos de sangre. Algo sencillo, algo que no molestaba a la conciencia, como ese delicioso foie de pato que podías escoger en el supermercado. ¿Alguien iba a decirte que ese delicioso circulito está hecho por obligar al pobre bicho a tragar sin parar hasta que se le inflama el hígado en proporciones bestiales? No, claro que no. Quizás lo sepas pero esa deliciosa crueldad de untar es más fácil de sobrellevar así.
Alguna vez había probado lo que suponía beber de un recipiente vivo pero intentaba rehuirla, así que había vuelto a sus pulcros recipientes de sangre fría e insípida. Además, debía reconocer que aunque la sangre caliente era deliciosa no había nada como beber vitae. Entrecerró los ojos, acordándose de la noche anterior cuando le había invitado a compartirse con ella. No había comparación a esa sangre exquisita, espesa y dulce como melaza, que descendía lentamente por su garganta hasta convertirse en parte de ella.
Un terrible ronquido, que parecía más propio de alguna clase de animal que de un ser humano, la sacó de su breve y sangrienta ensoñación ¿Pero en qué estaba pensando? No sabía si podía despertarlo y mucho menos si su compañero volvería. Si quería alimentarse, abajo había más pisos, con más gente. Seguro que tenía más ocasiones. Cerró con muchísimo cuidado la puerta y con el mismo cuidado abrió el ventanal. Abrió la mochila para fijar el pequeño garfio de sujección al ventanal, sacó la cuerda, se colocó el arnés y puso el gancho que permitía la bajada con suavidad. Volvió a colocarse el casco en la cabeza e iba a descender negando su presencia a cualquiera.
Re: (C) [Madrid ciudad] La noche después (Eva Espinosa)
Descender era una tarea sencilla, muy sencilla. Lo había hecho mil veces y sabía cómo hacerlo (el problema es que no podría recoger las sujeciones si no volvía a subir luego). Bajó hasta el tejado del edificio de Raúl y, allí, pudo ver algunas antenas, salidas de humos y una trampilla. El problema de la trampilla es que se abría por dentro del edificio.
Siempre hay múltiples caminos para llegar a un destino: algunos empedrados, algunos asfaltados, otros son caminos que atraviesan bosques y otros se sumergen bajo las montañas. Cualquiera que sea el camino, el mío siempre es el de la no espada.