[Relato] La Caza (+18)

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Corso
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[Relato] La Caza (+18)

#1

Mensaje por Corso » 18 Ago 2019, 22:53

Off: Esto es un aviso (y, espero, una exención de responsabilidad hacia y para los administradores de lo que aquí se va a postear; si es que fuese necesario). No he llegado a ver ningún post o notificación sobre la edad mínima que deben tener las personas que quieran registrarse o leer los temas de Webvampiro. Al menos, no lo recuerdo cuando me registré. Sin embargo, como reza el título de este relatillo, lo que a continuación se muestra contiene un lenguaje obsceno, sexual y violento SOLO APTO PARA ADULTOS Así que, si algún menor llega hasta aquí se recomienda NO SEGUIR LEYENDO y se le anima a navegar y disfrutar de otros muchísimos (y más apropiados) temas creados por la fantástica comunidad de Webvampiro. Gracias.

***

Extracto de la historia de Cillian O ´Doherty


Extrarradio de "XXXXXXX"
15-10-XXXX
01:30, hora local



Son buenas noches.

El tabique de la nariz le cruje si lo toca. Sigue roto, seguro al cien por cien. Y por el moratón que le arde en el pecho, sus costillas aún le flotan ahí dentro como los huesos de un puchero. Podrá con eso.

Nadie le va a negar que son buenas noches.

Camina por el centro de la calle con la tranquilidad postviolación. Pasó lo peor. Un paso tras otro. Con la calma del superviviente. Le funcionan las piernas, eso anima. Conserva los dos brazos, es un tipo con suerte. Con la confianza de que cualquiera que pulule por las aceras no ha tenido unas últimas noches como las suyas. Ni de lejos.

Ni siquiera los picotas medio comidos de sida acampados en la plaza hasta los topes de basura por el suelo. Juntos no suman más de ciento cincuenta kilos, piensa. Centenar y medio de basura viviente. Le piden una papela, o un par de billetes o un cigarrillo...o cualquier otra mierda. Piden lo que sea que les tires a la cara. Todos ellos con una sonrisa de piano. Si el ratoncito visitase la plaza le comerían las deudas. Como en Jerusalén, se arrastran hasta cualquier imbécil que pase por allí y tenga pinta de Mesías que les va a salvar el culo. A subvencionarles otro cuelgue.

Piden las cosas por compasión, como todo el mundo. Pero no tiene compasión. Solo camina. Sin hacerles caso. Cruza entre ellos como quien cruza entre fantasmas. Atraviesa la barrera de heroína y ectoplasma. Detrás deja un “muéeerete, caaa...bróoon”, un “si vueeelves teee mato”.

Detrás deja, un: “puuuto...payaaaassssooo”.

Deja, un: “gilipoooollas de... mieeerda”.

Pero él, camina; buscando. Toda la calle arriba. Sigue adelante.

Y delante. Las dueñas de la esquina. Delante pisan fuerte las putas. Muñecas rotas de agrietados labios recién pintados de caramelo y aliento a eyaculación. Sus bocas son el banco de semen de la ciudad. El húmedo escondrijo donde verter toda la frustración, el odio y lascivia humana a menos de cinco pavos la hora. En la calle cuenta ocho. Dentro del bloque de pisos francos, quién sabe. Un avispero en el que la gente entra y sale y entra y sale y entra y sale...como todo lo que se esconde dentro de aquellas paredes: que “entra y sale”.

Se le acercan dos, como serpientes. Una le mira más de cerca y se pira “ipso facto”. La otra es más empalagosa. Se le pega al cuerpo. A esta la enjaularon en el contenedor de un barco en Europa del Este, seguro. En la muñeca lleva el cutre y barato tatuaje de un nombre; que no tapa del todo una antigua y temblorosa cicatriz vertical. El tatuaje, dice: “Zlatan”. Adornado por una filigrana en rojo de una línea de vida y un pequeño corazón. El tatuaje, dice: “Soy madre”.

Veinte pavos a que mira el tatuaje cada noche para seguir encontrando un (el) motivo. Para conjurar sus fuerzas antes de salir a abrirse de piernas.

El tatuaje, en realidad, dice: “Ahora Zlatan me da una razón para seguir luchando por la vida”.

Como si eso le fuese a servir una mierda.

La tía pasa un brazo cadavérico, lleno de costras de pinchazos y llagas de quemaduras de cigarrillos, por detrás de su espalda. Rodeando con el nombre del crío su cintura. Él piensa en si el pequeño Zlatan también le sirve de cenicero a su chulo.

Ni la mira a los ojos. No le hace falta. Allí ninguna pasa de veinte años. Más de eso, cuidado. Más de eso, las convierte en putas bien curtidas. Más de veinte te pueden sacar un pincho porque más de veinte ya es muy mayor. Ya no interesa. Más de veinte te va a robar más que a follar. Como a aquel vejestorio sentado en un banco del parque que las miraba. Un día y otro. Y se masturbaba. Allí, sentado en el parque, miraba sus piernas y sus minitops y sus culos. El viejo gordo salido dale que te pego hasta soltárselo todo dentro del calzoncillo. Como en un cine porno. Un día y otro, y otro. Cada día del año. Pues un día se le acabó el rollo y acabó en el hospital medio desangrado. Nadie sabe qué fue de su badajo, pero todos supieron quienes se reían las últimas.

- “Niña, tengo tanto interés en que me comas la polla como tú en que te parta la cara. Aparta.” - le dice, él. Su tono hace que ni lo intente. Su tono pone a la puta en modo: “alerta”. Repliega el brazo y se retira de él. Mala suerte mami, quizá el próximo que pase.

Porque a él no le interesa eso. No busca sexo rápido a precio de saldo. Sigue caminando, recio y duro. Pasa la lengua por la encía, hinchada desde hace una semana, y por los colmillos. Mantiene el líquido en la boca. Saboreando con la lengua el matiz metálico de su propia sangre. Luego la escupe a un lado. El gapo cae junto a un condón usado tirado sobre un sumidero de la red de alcantarillas. Y sigue, un pie tras otro. Enfilando la calle. No se para cuando un hombrecillo rojo le advierte al otro lado. Allí a esas horas no hay tráfico. Al menos, tráfico automóvil. Cruza, sigue buscando. Se siente cerca.

En la otra esquina juegan los niños gangsters. Pandilleros dominicanos sin pelos en los huevos que ya te apuntan a la cara con un arma de calibre más grande que su edad, pero menos que su ego. Respeto a plomo. Olfatea el aire, pringado de gasolina y marihuana. Pisan a fondo con el freno de mano arriba. Queman rueda de sus carros tuneados. Ríen. Gritan. Se intimidan. Él aspira con fuerza. Quiere respirar humo. Se lo traga hasta inundar sus pulmones de caucho quemado.

Mira con asco a uno, que anda con la espalda apoyada en la pared junto a un portal. Fumándose un porro. Con el arma sujeta por dentro del cinturón a la altura del ombligo. Bien visible. Eso, dice: “Este barrio es mío”. Como si fuese un chucho meando para marcar territorio. Para que a ningún otro camello capullo le de por chanchullear en el barrio.

Eso, dice: “Aquí soy el rey”.

Dice: “Aquí, yo, soy el puto amo”.

Dice: “Aquí soy el que manda”.

Trapichea con un par de pijos del centro. Farloperos de corbata y oficina; de pádel y paseo familiar por el lago los domingos. El tipo les tiene calados y se cachondea de ellos. Les vende la coca a precio de oro. Todos saben que es un timo; pero unos no van a jugarse el pellejo y el otro no va a renunciar a una venta.

En realidad, eso dice: “Aquí la que manda es la pasta”.

A tres metros de sus cabezas brilla una cara de demonio con cuernos y perilla. El rótulo, dice: “El Diablo Latino”. La situación casi es de coña, piensa.

Los neones brillan rojo-amarillo-rojo-amarillo-rojo-amarillo...Rojo y amarillo, igual que las bandanas que cubren las cabezas. Los colores de la banda. Del antro sale a borbotones la voz del último número uno en la lista de electrolatino. Sale una nube de narcóticos y testosterona. Salen gritos colocados. Salen fulanas maquilladas como puertas; con olor a copias baratas de perfumen caro. Y críos con camisas y pantalones anchos donde ocultan las navajas. Sujetan a sus enormes PPP. Los mismos a los que destrozan a patadas si les hacen palmar pasta en las peleas clandestinas.

El barrio es el infierno. Por eso está tranquilo. Es un infierno más en una ciudad más de un país más. Por eso ha caminado hasta allí, sin mirar. Porque ni todos los yonquis, ni las putas, ni los señores de la droga ni los capullos que pierden la polla por pajilleros de mierda van a sorprenderle. Ha caminado, sin hacerles caso, porque ni toda la corrupción, ni los disparos, ni los asesinatos, ni los cadáveres apuntados en la lista de muertos del distrito le van a engañar.

Así que, se para. A cinco metros de la entrada. Y les mira, bastardos de mil padres que se cagan encima si les aprietas las tuercas.

Con las costillas ardiendo y el tabique partido. Con la espalda abrasando por la flagelación al despertar esa noche, les mira. Fijándose en las marcas que llevan grabadas por los brazos y el cuello y las piernas. Porque todo es una farsa. Un lavado de cara del verdadero mal. El mismo perverso maquillaje en distintos lugares. Siempre el mismo. Para atraer a los débiles de fe y ahuyentar a la luz oscura.

Él conoce el verdadero mal. Por eso le ha llamado el Arzobispo. Por eso está allí. Mal contra MAL. Combate sin número de asaltos. Victoria por k.o. Y jura que él no va a besar la lona esta vez. Dios por testigo. Dios le acompaña. Cristo le ha puesto cristales en los guantes.

Al fin, lo ha encontrado. Es el tío al que mira, seguro. Lleva una herida ulcerada que le supura en el antebrazo y que habla por sí misma. Aún no del todo cicatrizada. Hace dos noches, como mucho, que se la debieron grabar a fuego en el templo, piensa. Las cicatrices tienen de bueno que ahorran palabras y tiempo. No hace falta preguntar. Lo bueno que tienen los tios duros, lo que tienen de puta madre: la enorme necesidad de decirle a todo el mundo que a chungos no les gana nadie.

Allí está, apoyado en la pared, Arnaldo Rodrigues. Alias “Arnaldo, el galgo”. Junto a la mara a la que pertenecía cuando aún respiraba. Ahora se pavonea delante de todo el barrio. Ahora tiene el respeto que no pudo conseguir en vida. Ahora le tienen miedo. Eso le gusta a “El Galgo”, por eso no se esconde. Por eso va por allí. Porque sabe que cualquier hermano de la Espada al que no le hayan cortado las dos piernas y los dos brazos le puede partir su muerto culo; pero allí es distinto. Allí es el rey. Y quien se le ponga chulo...bueno, como sanguijuela tiene el poder suficiente como para que quien se le ponga chulo termine como una lata de “Sprite” a la que le has sacado todo el liquido y aplastado con el pie. Porque el cuento chino de la Camarilla, la puta mierda esa de “Mascarada” le importa un carajo.

Así que, aún les visita de vez en cuando. Porque cualquier niñato que se le ponga tonto allí lo lleva claro. Ahora es un vampiro. Un sabbat de pelo en pecho ¿no?

De vez en cuando significa: cuando sale del templo. Cuando pertenecer al culto de los “Hijos de Abigor” le deja tiempo libre, dice el informe. Algún Sabbat capullo tuvo la genial idea de convertirlo. Lo que el mismo Sabbat capullo que le convirtió no imaginaba cuando le enterró después de desangrarlo, lo que no imaginó el muy capullo, que a “el Galgo” se la iba a poner dura rendir pleitesía y adorar a varios demonios. Entre ellos, “Abigor”.

Bueno, pues eso va a quedar arreglado esta misma noche, piensa.

Con los peces gordos del culto va a tener que emplearse a fondo. Pero a este, a este le va a sacar la información a hostias. Entre otras cosas, por idiota.

Sabe que Rodrigues será la llave que le suministre los nombres, refugios, escondites, hábitos, rutinas y zonas de caza de todos y cada uno de los “chupasangre barra chupapollas” a los que les gusta ir por ahí jodiendo con deidades del averno.

Cruza la mirada con Rodrigues. Y este no necesita nada más para caer en que algo va mal con el tío que acaba de llegar. La nívea piel, le dice: “Ese no busca ni droga, ni putas”. Le dice: “Ese no es de la pasma”. Porque allí nunca silban las sirenas. Su pecho inmóvil, le dice: “Ese hijoputa no respira”.

La violencia de sus ojos, le dice: “Corre”.

“El Galgo” recuerda los rumores que circulan por las manadas. La inquisición anda metiendo su hocico y husmeando por la ciudad.

-”No me jodas” - Rodrigues les tira las papelas encima a los dos pijos y se abre camino a empujones entre la mara. Una de la tías tropieza y se estampa contra la puerta. Le insulta cuando ve que le ha roto una media. Un crío colocado hasta las orejas saca una faca. Otro ve la faca y saca la suya. Los perros ladran nerviosos. Sus dueños también empiezan a ladrar insultos y amenazas a nadie en concreto. Nadie entiende que pasa pero nadie se va a quedar atrás. Vuela un puñetazo, luego otro y luego otro y luego la pelea ya está montada entre ellos.

A esas alturas Rodrigues ya ha llegado a la otra acera como alma que lleva el diablo; perdiéndose en la noche.

A él no le importa. Puede darle unos segundos de ventaja, piensa. Y, además, piensa que el Obispo hizo un gran trabajo y cumplió su parte del contrato. El arte de la alteración corporal de esos viejos Tzmisce nadie debería tomarlo a la ligera. Dejar que le “metiese mano” hace unas noches ayudará cuando la cosa se ponga fea, jodida de verdad.

Pero hoy...Hoy tiene la nariz rota. Le han cambiado la cara, es irreconocible. Las costillas hechas puré, su esternón aguantará más golpes que nunca. La encía hinchada, sus colmillos desgarran salvajes. Le funcionan las piernas, ahora más ágiles. Conserva los dos brazos, fuertes como troncos. La espalda en carne viva. La flagelación y la oración le mantienen tranquilo.

En un par de días más los daños producidos por la vicisitud estarán totalmente curados.

Sonríe como un demente. Empieza a caminar de nuevo. Calle arriba. En la dirección por la que ha escapado “El galgo”. El alias le va como anillo al dedo, piensa. Cuando llega a la otra acera, sprinta. Y empieza una persecución que solo durará unos minutos. Lo que durará una eternidad será la tortura que le hará pasar a Rodrigues.

Nadie va a negar eso.

Son buenas noches.

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Mu_
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Re: [Relato] La Caza (+18)

#2

Mensaje por Mu_ » 19 Ago 2019, 12:32

Muy chulo.

Y también sabes llamar la atención en un título :whistle:
Tình yêu cho yêu tinh

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Corso
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Re: [Relato] La Caza (+18)

#3

Mensaje por Corso » 19 Ago 2019, 13:17

Muchas gracias por pasar a leer y comentar [mention]Mu_[/mention] . :)

Sobre el título, bueno, nunca está de más advertir a las nuevas generaciones. Al menos, personalmente, prefiero dejar una advertencia en según qué cosas.

Nos leemos!!

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Darkhuwin
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Re: [Relato] La Caza (+18)

#4

Mensaje por Darkhuwin » 22 Ago 2019, 22:33

Por fin he podido leerlo.
Magnífico también.
Me encanta como te mete dentro de la historia vampírica a través de la normalidad de la realidad cotidiana, aunque sea una realidad muy marginal, no deja de ser muy real. Le da ese cariz cercano y creíble.
"El Espíritu libertario será el principio fundamental de la secta. Todos los Sabbat tienen derecho a esperar y reclamar libertad de sus líderes." Código de Milán. artículo XI.

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Corso
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Re: [Relato] La Caza (+18)

#5

Mensaje por Corso » 23 Ago 2019, 10:12

Gracias por el comentario, [mention]Darkhuwin[/mention] :)

Esa era una de las ideas que tenía en mente al escribirlo y pensé que este estilo narrativo le venía bien a un relato así.

Te sigo leyendo, por cierto ;)

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