
LA LEYENDA DE ROJO RORY Y MOIRA LA MONTAÑA
En las abruptas Tierras Altas del norte de lo que hoy se conoce como Escocia, vivía una vez un Trol llamado Rojo Rory. No era tan alto como es habitual en su Linaje, pero para nada era menos poderosos y era conocido por su temperamento irascible, su destreza en batalla, así como por su flameante barba roja y sus cabellos igual de rojos (también todos sabían que Rory no era tan basto y hosco como le gustaría haber sido, pero eso es un tema para otro relato). Los tiempos habían sido difíciles, y Rory se había dedicado a patrullar los yermos rocosos entre los Feudos feéricos, hasta que pronto quedaron pocos enemigos, ya fueran humanos, hadas o Quimeras, que pudieran durar mucho ante la mellada claymore de este gigante. En verdad se dice (¿y quién puede negar que sea cierto?) que Rojo Rory defendió solo un paso de montaña frente a un ejército humano que pretendía saquear las tierras de las hadas, arrojando las cabezas de todos los que se atrevieron a pasar por aquel paso estrecho de vuelta a sus camaradas que ascendían desde abajo. Fuese realidad o ficción, el grito de "¡Soy Rojo Rory, el rey de la montaña! ¡Enviadme a los mejores y os devolveré sus cabezas!" solía bastar para que hasta el guerrero más arrogante considerara seguir una ruta alternativa.
Aconteció que una mañana gris y nublada una bella Trol conocida como Moira la Montaña llegó al Paso de la Sangre (como había terminado por conocerse el paso que custodiaba el Trol). Rojo Roy pronunció su desafío habitual, prohibiéndole el paso. Ya fuera porque tenía asuntos urgentes que no podían esperar, o ya fuera por su naturaleza obstinada, Moira se negó a hacer el largo y trabajoso camino que rodeaba las montañas, y aceptó el desafío de Rory con una voz casi tan alta y atronadora como la de él. Se colgó el hacha a la espalda y avanzó decidida a enfrentarse a aquel obstáculo en su viaje. Cuando Rojo Roy vio a la ogresa de la llanura, una sonrisa surcó su rostro de marcados rasgos, pues le gustó mucho lo que vio.
-Dame un beso y te dejaré pasar -le dijo, mirando con lascivia a la poderosa Moira. Moira se limitó a gruñir, y comenzó la pelea.
Tan diestra como Rory lo era con su claymore, Moira era su igual con el hacha. La lucha entre ambos se prolongó y cambió con el paso de las horas, favoreciendo a Rory en ocasiones, y en otras a Moira, pero cada uno era todo un desafío para el otro, y ninguno consiguió una ventaja decisiva. El viaje a través del Paso de la Sangre quedó interrumpido durante días, mientras los dos Trols batallaban, negándose a rendirse, y ni siquiera hacían pausas para dejar pasar a los viajeros. Las noticias llegaron a los Feudos cercanos, y una muchedumbre de hadas y duendes curiosos acudieron para contemplar la impresionante contienda.
Al quinto día se estaba haciendo cada vez más evidente para los dos combatientes y para los espectadores, que ninguno conseguiría vencer jamás al otro. De repente, Moria retrocedió un paso y se colgó el hacha a la espalda. Rory, alerta ante cualquier truco de aquella valquiria atractiva, la observó con cautela. Con una sonrisa taimada, Moira la Montaña le preguntó:
-¿Todavía quieres ese beso? Con certeza eres digno de él, si alguna vez un hombre lo ha sido.
La carcajada de Rojo Rory retumbó por todo el Paso de la Sangre mientras se acercaba y abrazaba a su adversaria. Para gran deleite, tanto de Moira como de los espectadores, le dio un beso que se dice todavía hace sentir su calidez en el Paso de la Sangre hasta el día de hoy.
Desde entonces no hubo dos que hicieran mejor pareja, no importa lo que digan los Sidhe sobre sus propias historias de amor. Rojo Roy y Moira la Montaña fueron los dos guerreros más poderosos que el mundo había visto en mucho tiempo. Pocos podían compararse a ellos o desafiarlos siquiera. A veces se ensombrecían sus ánimos y discutían, pero nunca más volvieron a pelearse porque los dos sabían lo inútil que era.
Y llegó un tiempo en el que los Pasos feéricos se hicieron cada vez más peligrosos. Mientras los Pasos menores se cerraban, criaturas malignas procedentes del Ensueño comenzaron a frecuentar los Pasos cada vez más reducidos que quedaban, para asombro y temor de las hadas y duendes. Moira oyó que el Paso de Tuatha, que antaño había sido una carretera directa entre las Tierras Altas y la hermosa Arcadia, se había vuelto tan peligroso que nadie que pusiera un pie en él había conseguido regresar. Se lo contó a Rojo Rory, y los dos partieron. Mientras que otros se tomaron la siniestra reputación del Paso de Tuatha como un aviso, los dos Trols se lo tomaron como un desafío, y con sus armas en alto, atravesaron el Paso.
Durante muchas semanas, nada volvió a saberse de ellos. Se apostaron vigías con la esperanza de que Rojo Rory y Moira la Montaña regresaran, pero realmente nadie esperaba que eso llegara a ocurrir. Pues aunque tan poderosos como eran los dos, el camino a las profundidades del Ensueño se había vuelto tan peligroso que se esperaba que hasta esos dos Trols fracasarían.
Cuando al fin se abrió de nuevo el Paso de Tuatha, los vigías tomaron sus armas, esperando el ataque de viles monstruos. Lo que sus ojos vieron fue una visión todavía más aterradora, pero más grata que cualquier otra. Rory y Moira salieron tambaleándose, cubiertos de sangre y cosas peores, con sus famosas armas completamente melladas después de semanas de batalla continua. Con una pícara sonrisa, Rojo Roy dijo a todos que el Paso volvía a ser seguro otra vez. Entonces, tanto él como su esposa cayeron en una inconsciencia bien merecida.
Una vez recobrados, tanto Rojo Rory como Moira la Montaña asumieron la tarea de patrullar los Pasos que empeoraban. Sin embargo, con el tiempo hasta esta poderosa pareja no pudo evitar que los aterrorizados Sidhe decidieran cerrarlos, y en su lugar se dedicaron a vigilar los que seguían siendo utilizados. Grupos de nobles comenzaron a marchar a Arcadia, temiendo que los Pasos se cerraran para siempre, y suplicaron a la audaz pareja que los acompañaran en su travesía. Los dos Trols rechazaron cualquier pago, salvo provisiones para el camino (que en sí mismo no era cosa pequeña), y durante años Rory y Moira escoltaron con éxito a los frágiles y asustados Sidhe de vuelta a Arcadia, mientras los Pasos seguían desmoronándose. Finalmente, sólo quedó el Paso de Plata y los últimos Sidhe se prepararon para la ardua marcha. Por supuesto, Rory y Moira estaban entre ellos, pues incluso un grupo tan numeroso y armado de Sidhe no rechazó su protección.
Cuando al fin el Paso de Plata se cerró detrás de los Sidhe que partían, nadie esperó que volverían a ver a Rojo Roy y Moira la Montaña. Y durante siglos, así fue. Sólo en las últimas generaciones desde el Resurgimiento han vuelto a circular rumores sobre su regreso. Nobles cansados, regresados de Arcadia y confusos por las Nieblas, han contado relatos sobre reinos de pesadilla y horribles peligros. Sin embargo, varios de ellos han hablado de unos misteriosos rescatadores que tienen un sorprendente parecido con los Trols de la leyenda. Al principio estos relatos no fueron creídos, pero su coherencia y creciente repetición les han proporcionado una credibilidad difícil de ignorar. Continúan circulando historias sobre dos viejos Trols que todavía patrullan el Ensueño cercano y los Pasos nuevamente abiertos- ¿Quién puede decir que no son ciertos?