
Por Magus
“La rueda de las mareas” es un escenario marino presentado para los Rokea, los tiburones cambiantes de Hombre Lobo: El Apocalipsis, que describe la historia y varios lugares submarinos de la costa nordeste de Brasil, y en concreto, Recife. También introduce varios personajes destacados. Si no dispone del suplemento Rokea, se añaden reglas rápidas de creación de personajes, aunque si planeas elaborar una Crónica a largo plazo, deberías consultar ese suplemento, o El Libro de las Razas Cambiantes, que realiza una introducción de estas criaturas.
HISTORIA
Los sueños de los más antiguos Rokea recuerdan la lenta deriva de los continentes, y la formación del Océano Atlántico. En el espacio oceánico que se abrió entre América y África se formó una amplia planicie abisal, y las aguas tropicales pronto recibieron la visita de los antepasados de los tiburones cambiantes, que se dedicaron a cumplir la voluntad de Mar, sobreviviendo, reproduciéndose y nadando.
Las aguas salvajes no eran pacíficas. En ocasiones algunos de los esbirros de Qyrl ocasionalmente alteraban el orden de Mar, y los Rokea actuaban de forma implacable. Sin embargo, poco a poco la zona fue adquiriendo cada vez más importancia para los tiburones, como una zona de tránsito entre los continentes de América y África, y los Rokea establecieron varias Grutas, no sólo para estrechar sus vínculos con el mundo océanico espiritual, sino para facilitar sus viajes, ayudados por los espíritus de las corrientes. Cerca de la costa del actual Pernambuco establecieron una poderosa Gruta conocida como “La rueda de las mareas”, rodeada por otras Grutas más pequeñas.
En ocasiones, algunos Rokea, motivados por la curiosidad, remontaban las corrientes dulces de los ríos y establecieron contactos puntuales con otras Razas Cambiantes, y muy especialmente con los Mokolé, los hombres saurio que habitaban en la cuenca del gran río Amazonas. Fue también durante esta época cuando conocieron a otras criaturas que habitaban en tierra firme: los seres humanos.
Hace unos 11.000 años, tribus de cazadores y recolectores se asentaron en la costa de Pernambuco. Se trataba de varios pueblos de cultura tupí-guaraní, principalmente los caetés y tabajaras, que vivían principalmente de la caza, la pesca y el cultivo de mandioca y algunas legumbres. En general, los Rokea los vigilaron a distancia, y cuando se introducían ocasionalmente en sus dominios, con sus pequeñas embarcaciones, los advertían –a veces de forma sangrienta. Como resultado, los indígenas de Pernambuco que vivían en la costa comenzaron a elaborar ceremonias y rituales para apaciguar a los feroces tiburones y disponer de buena pesca.
Actualmente no está del todo claro cómo se estrecharon las relaciones entre los Rokea y los pueblos indígenas, pero en algún momento el contacto entre ambas partes llevó a la formación de un culto de pescadores y la creación de un lugar sagrado en tierra firme dedicado a los espíritus de los tiburones. Es posible incluso que la sangre de los Rokea y los indígenas llegara a mezclarse ocasionalmente, aunque en la actualidad esta relación se considera perdida.
Esta relación entre tiburones y caminantes del polvo se mantuvo durante milenios, y dejó varias leyendas en la larga memoria de los Rokea. Sin embargo, tiempo después surgieron las primeras señales de que el mundo estaba cambiando.
Comenzó con la llegada de nuevas embarcaciones. Los Rokea conocían las pequeñas embarcaciones de los indígenas guaraníes, pero estos barcos eran mucho más grandes y resistentes, dejando estelas de desperdicios pestilentes a su paso. Los tiburones cambiantes se alarmaron, y algunos acudieron curiosos.
Nuevos caminantes del polvo habían llegado del otro lado del océano, pero éstos eran diferentes, envueltos en pieles de metal, con pieles más pálidas, y mucho menos respetuosos con la naturaleza que los guaraníes. Cuando estalló la guerra en la superficie, los Rokea tardaron en descubrir lo que estaba ocurriendo, hasta que los rituales y ceremonias en honor a los espíritus cesaron. Una Rokea llamada Olhar-Distante (Mirada-Distante) investigó por su cuenta y descubrió aterrorizada que los guaraníes habían sido desplazados, y sus lugares sagrados y de culto profanados.
Olhar-Distante compartió lo que había visto con sus congéneres de “La rueda de las mareas” y en conjunto los Rokea de las aguas brasileñas decidieron apartarse de los caminantes del polvo, centrándose en proteger sus Grutas y las profundidades marinas. En ocasiones atacaban las embarcaciones que se aproximaban demasiado a sus dominios, lo que junto a las catástrofes naturales y los errores humanos convirtieron la zona en un cementerio de navíos.
Para los tiburones, la conquista neerlandesa del nordeste de Brasil en el siglo XVII en principio no supuso grandes cambios, pero de repente, los Rokea fueron conscientes de la llegada de un nuevo tipo de cambiaformas. Un grupo de hombres lobo, llegados con los colonos europeos, no sólo habían purificado y reformado el antiguo lugar sagrado de los guaraníes dedicado a Tiburón, sino que también consiguieron la bendición del espíritu. Tras una larga deliberación, los Rokea decidieron dejar en paz a los hombres lobo y mantenerse al margen de sus asuntos. Por su parte, aunque con el paso del tiempo algunos hombres lobo vislumbraron la presencia de los tiburones cambiantes, sus escasos intentos de aproximación fueron recibidos con indiferencia, cuando no con ferocidad salvaje. Con Guerra de la Rabia o no, ambas Razas Cambiantes han permanecido distanciadas hasta el día de hoy.
La colonia neerlandesa del nordeste de Brasil fue recuperada por los portugueses unas décadas después. Las generaciones de caminantes del polvo nacieron y murieron, Brasil ganó su independencia a principios del siglo XIX, pero salvo algún Rokea especialmente curioso que se aventuraba temporalmetne en tierra firme y regresaba, los tiburones cambiantes permanecieron bajo las aguas, vigilando, observando y sobreviviendo. Las embarcaciones humanas eran cada vez más grandes y numerosas, y las aguas costeras se volvían cada vez más turbias y contaminadas a medida que Recife y otras poblaciones costeras crecían. Los asuntos de los humanos eran indiferentes para los Rokea, pero su progresiva expansión agitaba los ánimos de los tiburones. Se produjeron algunos ataques esporádicos y se hundieron algunos barcos que se acercaban demasiado a la ubicación de las Grutas.
Olhar-Distante se convirtió en la líder de “La rueda de las mareas” durante esta época, después de que su predecesor muriera luchando con su Cardumen contra un Kraken. Aunque durante siglos había rechazado a los caminantes del polvo, durante esta época envió algunos exploradores a No Mar. Algunos de estos tiburones se sintieron fascinados por los humanos, pasando cada vez más tiempo entre ellos. Sin embargo, para su horror algunos descubrieron que un período excesivo lejos de Mar les arrebataba la capacidad de cambiar de forma. Se impuso una actitud de cautela, y cada vez eran menos los Rokea que decidían aventurarse en tierra.
En mayo de 1955 se produjo la Masacre de Turna’a, que supuso un punto de inflexión en la historia de los tiburones cambiantes. Olhar-Distante y su Cardumen habían acudido a la reunión de los Rokea, y perecieron en la Herida que se abrió en las aguas. Como resultado, “La rueda de las mareas” quedó temporalmente sin liderazgo, y los Rokea que habitaban las aguas del nordeste de Brasil permanecieron confusos. Los Cardúmenes que vigilaban las Grutas se reunieron, tratando de encontrar una solución, y varios exploradores trajeron noticias de lo que había ocurrido, así como la decisión de rechazar el contacto con No Mar y ordenar a todos los tiburones cambiantes que caminaban en la superficie que regresaran.
Ante la ausencia de liderazgo, varios Rokea habían tratado de encontrar respuestas en tierra, entre los caminantes del polvo, y no todos aceptaron de buen grado la decisión de regresar a Mar. Los líderes de los Cardúmenes compitieron entre ellos, pero finalmente asumió el liderazgo Maré-de-Dentes (Marea-de-Dientes), una Agua Clara y descendiente de Olhar-Distante.
La llegada de Maré-de-Dentes provocó algunas divisiones entre los Rokea, pero los descontentos eran minoría. Entre ellos se encontraban los Entremares, los tiburones que caminaban en tierra, a los que se unieron otros disidentes. Al principio la Guerra de los Entremares no pasó de las tensiones, pero poco a poco fue creciendo en intensidad en las décadas siguientes.

En el año 1974 Eraldo Gueiros, gobernador de Pernambuco, aprobó la construcción de un puerto industrial en Suape, a unos 40 km al sur de Recife, entre la desembocadura de los ríos Ipojuca y Massangana, que originalmente había sido un asentamiento de la tribu indígena de los caetés. La construcción comenzó en 1977, aunque fue lenta por la dificultad de atraer empresas al complejo industrial que formaba parte del proyecto.
Las desembocaduras de los ríos en la bahía de Suape fueron rellenadas para ser ocupadas por instalaciones portuarias y numerosas industrias, bloqueando el acceso a muchos tiburones que utilizaban la zona para su desove.
Para los Rokea la situación fue todavía peor, ya que el puerto fue construido sobre una de las Grutas que formaban parte de “La rueda de las mareas”. El lugar sagrado de Mar desapareció, y los tiburones cambiantes se encolerizaron. Maré-de-Dentes y su Cardumen comenzaron una mayor beligerancia contra los humanos. Suape se había perdido, y los humanos se habían convertido en una clara amenaza.

LA GUERRA DE LOS ENTREMARES
Desde la década de 1980 los Rokea de “La rueda de las mareas” han comenzado una guerra en dos frentes: Por una parte se dedican a cazar y perseguir a los humanos, convirtiendo la costa de Recife en una de las más peligrosas del mundo debido a los ataques de tiburón, causando decenas de muertes. Ya no sólo tienen en el punto de mira a quienes se atreven a acercarse a las Grutas. Por otra parte, los Rokea que se internaban en tierra firme, los Entremares, también se convirtieron en un objetivo. Maré-de-Dentes los acusó de renegar de Mar y de colaborar con los caminantes del polvo.
De esta manera, el conflicto se ha asentado entre los Rokea de “La rueda de las mareas”. Aunque son minoría, los Entremares han aprendido a mantenerse ocultos y a colaborar entre ellos para hacer frente a sus congéneres. Los ataques de los tiburones contra humanos y embarcaciones han preocupado a las autoridades brasileñas, y la guerra no parece que vaya a tener fin a corto plazo.