
-¿Qué miras, gilipollas?
Aquella frase llevaba una amenaza implícita. Un chico alto, fuerte, con el cabello rapado y mirada amenazadora, con una camiseta con la ideología de moda, y sobre todo, ganas de buscar bronca y marcar su territorio como macho alfa. Su jauría de seguidores lo respaldaba detrás, entre risas, miradas burlonas y el turbio ajetreo de la ebriedad.
-Nada, nada...-respondió Adam, intentando tranquilizar el ambiente, y que aquel matón se marchara en busca de otras presas.
-¿Cómo qué nada? ¿Y esto? ¿No lo ves?
Aquel chico lanzó su mano abierta como un rayo, y Aniceto se tambaleó debido al impacto, sorprendido, dolorido y asustado. Risas.
-Oye, ¿tú de que vas?
Tony había llegado como un caballero. Era el líder implícito de la pandilla, siempre atento a todos. El matón sonrió, satisfecho de haber encontrado la bronca que buscaba.
-Voy de que tu amigo se me ha quedado mirando como el gilipollas que es.
Tony le devolvió la bofetada. El matón lanzó un golpe. Sus amigos silbaron, y como una señal implícita, todo terminó estallando. Los amigos de Adam y Tony contra el matón y su jauría en busca de gresca. Se lanzaron vasos, botellas. Se intercambiaron golpes y alguien sacó una navaja.
Tony se quedó paralizado por la sorpresa al sentir la punzada en el vientre. Y siendo consciente de que la muerte estaba sobre él, miró a su amigo y le dijo:
-Adam...llama a la policía.
Y el terror hizo que Adam saliera corriendo. No en busca de la policía, sino lejos de aquel escenario donde la muerte acechaba. Corrió enloquecido por las calles sin rumbo hasta que de repente unos faros destellaron y lo dejaron paralizado. El sonido de un claxon, un empujón por los aires, el golpe contra el asfalto, y todo había terminado.
Y Adam se había encontarado en el inframundo, una víctima del azar.
Tony le miraba con una sonrisa afilada, y sus ojos vacíos. Con una mancha de sangre en su vientre que se extendía por el suelo. Adam volvía a estar aterrorizado.
-Me has vuelto a abandonar, Adam. Siempre serás un cobarde. -Aquella voz era la de Tony y a la vez no lo era. Era algo oscuro y profundo, algo que nunca lo abandonaría.
Las carcajadas del Olvido sacaron a Adam de su Tormento, mientras volvía a sufrir el dolor de la peor noche de su existencia.