-Lo soy, un aparecido que ha logrado un golpe de suerte. Ya veremos si se repetirá. Voy a pedirles que esta carta llegue a mi esposa en Valencia.
-No se preocupe, Sargento, puede usted contar con ello. Le haremos llegar la carta a su esposa.
Al saludo marcial de Amant respondió el Almirante con un
-¡Marinos, saluden!
Todos los presentes en ese momento en cubierta levantaron la mano realizando el saludo oficial de la marina a modo de despedida y reconocimiento. Tras ello, el bote partió, segundos después. El guía iba remando con prudencia orientándose con las luces lejanas provenientes de la orilla. Una vez en la orilla, minutos más tarde, se dirigió a Amant.
-Le deseo buena suerte, Sargento Polidor, atavíese con lo necesario para hacerse ahora pasar por comerciante e introducirse en el campamento, tenemos unos minutos antes de que parta de vuelva a la fragata. Ahí delante tiene un carro con suministros-dijo señalando un carro cercano oculto tras un árbol, del cual tiraba un hermoso caballo blanco, raza árabe (Amant estaba habituado a verlos a menudo)-guarde en él su atuendo de cabo americano bien oculto y procure que sea en un sitio donde nadie lo encuentre ya que su vida podría depender de ello.
Siento que no haya podido tener un período más largo y apropiado de entrenamiento pero la necesidad hace la virtud, amigo mío. Que Dios lo guarde, y ¡Viva la República!.
Así pues, con esas sentidas palabras de despedida entre ambos, el guía dejó a Amant con su morral y el resto de sus enseres y volvió poco a poco a remar de vuelta a la fragata.
Así pues, tras ponerse su disfraz de comerciante y guardar en su morral las ropas con las que suplantaría luego al cabo, salió del bote y se subió en el carro, del cual tiraba el caballo blanco. Con ello, puso rumbo al campamento, para comenzar su misión.