"Countdown" 5

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"Countdown" 5

#1

Mensaje por Voivoda » 29 Oct 2024, 19:41

almacen.jpg
Montecristo necesitaba aire. Era una sensación un tanto contradictoria para un Vampiro, pero la ansiedad le carcomía por dentro. El hambre se abría paso en sus entrañas y desconcentraba sus pensamientos. Se sentía impulsivo, impaciente, poco empático. Era consciente de que había terminado por asustar a la Crepuscular la noche anterior, que no había querido acompañaros. No sentía el más mínimo remordimiento. El mundo se estaba yendo a la mierda y lejos de sentir la necesidad de cambiarlo, empezaba a sentir la tentación de empujarlo en esa dirección. Sangres Débiles que hacían honor a su apelativo. Un muchacho desagradecido dispuesto a inmolarse mientras su amada Sienna se estaba muriendo. Su Sire dando por culo. Podía casi escuchar la risa de su hermano de Sangre, descojonado por su caída en desgracia.

Salió a la noche desde aquel almacén dejado también de la mano de Dios. La parte trasera ni estaba asfaltada, aquello no parecía Nueva York. ¿Realmente querían quedarse allí?. Sólo un pensamiento más poderoso que el hambre se había convertido en su obsesión: confirmar que nadie iba a controlarlo. Ni su Clan, ni sus vínculos emocionales, ni sus recuerdos. Llegaría hasta el final sintiéndose libre.

Nyx y Pagliacci observaron a su compañero de Coterie desde la distancia. Eran conscientes de su nerviosismo permanente, de su lucha contra el hambre que corroía sus entrañas, de cómo la Bestia interior se estaba convirtiendo en un ser consciente en el interior del Tremere. El Brujah y la Caitiff se miraron en silencio. En uno de los edificios adyacentes había varias motos aparcadas y la luz que salía desde el interior hacía pensar que parte de los "Sons of Blood" terminaba el día... o empezaba su particular noche, según cómo se mirara.

Ambos sentían también la inquietud de la necesidad de destapar verdades que pudieran allanar el camino de todos. Pagliacci confiaba en que el muchacho asiático al que habían llevado los explosivos no fuera finalmente hacia la cumbre de la OTAN. Lo tomaba como la buena acción de la noche anterior de la Coterie, aunque para ella escondía el objetivo egoísta de hallar sus propias respuestas. Para sí misma... y también para Melinda. Lo que la Crepuscular que había encontrado Montecristo en la Iglesia había balbuceado apenas le había dejado dormir tranquila.

Aún así, no se sentía realmente egoísta. Seguramente había salvado al descendiente de Montecristo. También había logrado que los Tremere tuvieran que esconderse de los focos de la prensa que seguiría especulando con los abusos sexuales en Columbia. Suya era la llave para entrar en ese pozo de decadencia y rumores que era la Iglesia. En cierto modo sentía que ahora se merecía obtener sus propias respuestas.

bikers.jpg
Nyx era paradójicamente quién se sentía más calmado. Aunque un Vástago nunca estaba del todo libre del ansia de alimentarse, podía controlar sin nerviosismo la necesidad de buscar sangre, y eso le permitía pensar con más claridad. Se había dado una vuelta antes de comprobar que sus hermanos de Coterie estaban despiertos.

Un grupo de moteros que estaban fumando después de un día ajetreado por las autopistas cercanas a la Gran Manzana charlaban animadamente antes de tomar un par de cervezas e irse a dormir. No parecieron sorprenderse demasiado al ver a Nyx. O bien estaban avisados de la presencia de los miembros de la Coterie, o bien estaban acostumbrados a la presencia de extraños de paso por aquel almacén de Queens.

El Brujah se había quedado un rato con ellos, el tiempo justo para sacar algunas conclusiones. La primera es que ya era imposible entrar en el corazón de Manhattan. La Guardia Nacional había cerrado a cal y canto los alrededores de los puntos más relevantes de la ciudad ante la cercanía de la cumbre de la OTAN. Moverse por allí era casi imposible durante el día, todo un reto hacerlo en plena noche. También contaban que el acceso a los muelles del East River se había cortado. Al parecer, unos agentes de tráfico les habían contado que se había hundido un viejo edificio abandonado y que estaban inspeccionando la seguridad de las cimentaciones. El Brujah no pudo evitar pensar en que los Shelby estaban obteniendo resultados de su presión sobre Reynolds. Esta noche cumplía el plazo que había dado a aquellos extorsionadores para terminar de cumplir con su principio de acuerdo, aunque era consciente de que era imposible cumplir con los plazos.

Sentía como si tuviera una moneda en la mano en la que la cara representaba la negociación con aquellos tipos y la cruz era intentar echarse a los brazos de los tiburones de Wall Street en busca de algún tipo de protección. No sabía qué podía ser más peligroso.

OFF: Montecristo Ansia 4, Pagliacci 2, Nyx 1
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Re: "Countdown" 5

#2

Mensaje por Pagliacci » 30 Oct 2024, 15:48

https://www.youtube.com/watch?v=krxU5Y9lCS8


Cada amanecer traía nuevas pesadillas. Era difícil considerar aquello sueños, ninguna sensación mortal se asemejaba, su cuerpo, simplemente, se apagaba, regresando a su natural estado frío y en descomposición, tres cadáveres pudriéndose en el patio trasero de un almacén abandonado. Tampoco veía nada, su mente no permanecía alerta, su cerebro no registraba actividad, la noche seguía al amanecer en cuestión de segundos, como si el tiempo no pasara.

Pero pasaba, cada día. La ciudad respiraba, con su particular latido venoso, conteniéndose en tensión, reteniendo el aire en unos pulmones de cemento ante la tormenta que se estaba a punto de desatar. Si los Shelby eran los que se oponían al expansionismo y gentrificación del East End, podía estar segura de que la Torre de marfil era la mano que movía los hilos en el ayuntamiento. Nyx lo sabía y ella lo sabía, no hacía falta ni decirlo, de igual modo que ambos sabían que la Camarilla no iba a resolverles nada y que se encontraban tan entre la espada y la pared como la noche anterior. Solo que ahora conocían a quién blandía la espada y contra la pared de qué torre iban a morir.

La periodista sabía que iban a la deriva y que cada noche podía ser la última. Pero tenía que obtener respuestas, estaba harta de perseguir medias verdades. Observó la desesperación en los ojos de Montecristo, se preguntaba cuánto tardaría en desmoronarse. El brujo no tenía la entereza de Nyx, ni la fortaleza moral de la paria. Sin Melinda Kolinsky, corría el riesgo de quedar atrapado en una soledad definitiva, de la que no había marcha atrás.

Realizó una rápida jerarquía de necesidades en su mente: Cazar, encontrar refugio, encontrar a Melinda, encontrar a su sire. La noche anterior les había marcado un rumbo, allá donde los hechiceros abandonaban a sus despojos. Pero antes, debía hacer unas preguntas.

-Con permiso- dijo mirando a sus compañeros de coterie mientras se dirigía a los neones y ruidos que indicaban las presencia de otros muertos resucitados entre ellos. Al pasar entre los primeros moteros aplastó con sus botas unos charcos embarrados, su aspecto tras tantas noches huyendo era poco mejor que el de un vagabundo, una rolling stone. Los Sons of Blood le habían hecho una promesa y ella necesitaba la respuesta.

Montecristo (Jebediah_Gogorah)
Investigador ocultista

Re: "Countdown" 5

#3

Mensaje por Jebediah_Gogorah » 30 Oct 2024, 22:17

{ https://www.youtube.com/watch?v=DnynE0C ... jtasiewicz - The beast in me by Nick Lowe }

Anocheció dolorido, como si la edad fuera de pronto algo que importara. La bestia dentro de él reclamaba alimento y le agarraba las entrañas como una ponzoña infesta. No le permitía pensar, no le permitía medir su comportamiento. Podría ver como sus compañeros esperaban su derrumbe, y sintió como si de pronto hubiera comprado todas las papeletas para ser el cabeza de turco del fracaso.

La mirada roja le impedía pensar en tejes y manejes y en politiqueo de la camarilla, en manos ocultas y falsas verdades. Necesitaba alimentarse, y lo necesitaba con premura, sino Melinda jamás sería rescatada. Le incordiaba a partes iguales no mostrar la paciencia que mostraban Nyx y Pagliacci ante la desaparición de Melinda, o el aparente inmovilismo por rescatarla. Ella estaba por encima de cumbres de organizaciones mundiales o de mafiosos italoamericanos jugando a medirse las pollas en cualquier territorio.

Era el momento de ser, más, egoista. Vio a Pagliacci introducirse en el bar de los moteros, justo tras pasar frente a él, con la mirada felina de la brasa candente que incita a una buena periodista a encontrar respuestas. Cruzó la mirada con Nyx pero no dijo nada. Se levantó la solapa de su roída gabardina, y desapareció en la sombras en busca de alimento. Rebecca Neville era su mejor opción. Ahora, como un homeless necesitaba de un alma caritativa que le diera alimento, calor y saberes. La bibliotecaria era la persona indicada, y hacia allí dirigió sus pasos.

Pasos que sonaron en la tierra de la parte trasera del local. Ni siquiera asfalto... ¡joder!, si ni siquiera parecía Nueva York.

Nyx (DarkOsca)
Arquitecto

Re: "Countdown" 5

#4

Mensaje por DarkOsca » 31 Oct 2024, 14:47

Vueltas y más vueltas, formarse una foto precisa de la situación no ha sido sencillo. Nyx todavía piensa que le queda más por conocer de lo que ya ha averiguado. Sin embargo, tiene algo claro, no quiere ayudar a los Shelbey. No va a poner en marcha la maquinaria como le han requerido.

¿Qué significa eso? Que pasará a ser un proscrito dentro de su propia ciudad y que tendrá que pensar en un plan para obtener un nuevo refugio. No quiere hacerlo solo. La soledad es de lo peor que se puede experimentar con esta condición. Necesita compartir con sus compañeros la situación en la que están pero percibe que tienen sus propios objetivos, tendrá que esperar.

Mientras tanto se va a centrar en definir este plan B, quiere buscar una zona segura para ubicar su refugio. Ni corto ni perezoso y obedeciendo a su origen analógico se dirige a uno de los famosos kioscos 24 horas que todavía pueblan la urbe y compra un mapa de NY y los alrededores y unos rotuladores de colores, posteriormente se dirige alguno de los hoteles que conoce y que tiene una buena relación calidad/precio y paga 3 noches por adelantado. Establece ahí su cuartel general, se asegura de que la habitación será segura de día. Da claramente instrucciones de que no le molesten en ningún momento ni para limpiar la habitación. Se pone a trabajar en el escritorio a marcar en el mapa las zonas que consideraría seguras y deja un mensaje a sus compañeros en el móvil de que le contacten cuando estén disponibles.

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Re: "Countdown" 5

#5

Mensaje por Voivoda » 04 Nov 2024, 20:44

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Nyx desplegó el mapa de la ciudad de Nueva York y lo colocó con cuatro chinchetas en la pared de un piso vacío no muy lejos de Jackson Heights. Había perdido tiempo en la caminata, pero le había valido para ordenar sus ideas. El paso por un par de hoteles de la zona, y su propio deambular, le habían terminado de mostrar el estado crítico en el que estaba la Gran Manzana para un Vástago sin protección. En los hoteles le habían pedido una cantidad ingente de información. En las calles había un número inusual de patrullas policiales. Los helicópteros y drones de la policía sobrevolaban ya no sólo Manhattan, sino también los otros distritos, como este de Queens.

Por ello había tenido que dar un largo paseo hasta recordar la existencia de un bloque de pisos que aún tenía numerosos carteles de "Se Vende" situado en una zona de restaurantes latinoamericanos, sobre todo colombianos, de Queens. Había ayudado en su día a un joven arquitecto recién salido de la universidad con los planos de aquel proyecto y sabía que una garita destinada al portero de la finca estaban las llaves de todos los pisos. No le había sido difícil entablar un rato de conversación con él y birlar las llaves de uno de esos pisos vacíos. No era el lugar más seguro, pero al menos le proporcionaba persianas sólidas y tranquilidad durante algunas noches.

Poco a poco fue atando cabos. El centro de Manhattan quedaba inmediatamente desestimado. Su fama no pesaba tanto como el rechazo de la Camarilla más conservadora a sus ideas innovadoras sobre urbanismo e interacción con los mortales. Un acercamiento a Wall Street era tentador después de lo que había logrado sonsacar al arquitecto borracho de la noche anterior y de las malas relaciones que tenían los tiburones del distrito financiero con los viejos usos y costumbres de los Shelby. No obstante, también era en esencia un bastión de la Camarilla. Columbia era ahora mismo el ojo del huracán, Central Park extraordinariamente peligroso, y zonas como Harlem o el Bronx eran espacios desconocidos para la Coterie, donde desde hacía tiempo se sospechaba de auténticas guerras nocturnas por el territorio y la alimentación. Los alrededores de los muelles eran territorio vedado por la influencia precisamente de la familia de origen británico.

Nyx se apretó las sienes. Sentía que meterse en cualquier territorio durante más de tres o cuatro noches era una invitación a algún encuentro desagradable.

En el fondo de su mente se agolpaba además una preocupación creciente que le hacía dudar respecto a la decisión que creía haber tomado de manera irresoluble tal y como era tan habitual en su Clan. La preocupación por David Anderson y en menor medida por Christopher Reynolds. En particular no podía dejar de sentirse culpable porque la honestidad y buenas intenciones innatas de Anderson se vieran comprometidas por los Shelby... y que él pudiera dejarle en la estacada. Sabía que en el fondo no podía desentenderse de aquellos chantajistas a riesgo de sentir que se traicionaba a sí mismo. Y sabía, o al menos había oído, lo que sucedía con los Vástagos que se traicionaban a sí mismos. Aún recordaba la visita al piso de su amigo y lo debilitado que estaba.

Nyx quería gritar de impotencia.


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Pagliacci no dudó a la hora de abrirse paso entre moteros, fulanas y visitantes de dudosa apariencia y peor reputación. Había visto a Guadalupe a lo lejos y, delante de ella, al tipo de casi dos metros que parecía llevar la voz cantante en los "Sons of Blood". Por un momento apartó de sus pensamientos a sus propios compañeros de Coterie, sus preocupaciones de supervivencia inmediatas e incluso a Melinda. Era un instante que la Caitiff se debía a ella misma. Y sentía que ya había esperado demasiado.

El gigantón estaba sentado apoyado en una mesa bastante cutre de bar de los 80 junto a dos tipos que hacen un ademán de detener a Pagliacci, aunque sus gestos no van a más segundos después de que el grandullón les haga una leve indicación para que se sienten y no haya bulla. Al sentarse, la Caitiff creyó percibir algo diferente en aquel tipo. Quizá era su rostro más anguloso, sus movimientos algo extraños, o su voz algo más cascada que en la noche anterior.

- Vaya... hay que reconocer que tienes ovarios, eh -dice sin sonar ni mucho menos benevolente, tampoco con admiración, sino describiendo un hecho indiscutible- Ya me ha puesto Guadalupe un poco al día... y sé que habéis entregado el paquete. Bien, bien... -sus dedos tamborilean en la mesa- Supongo que tendrás preguntas sobre vuestro asesino -dice señalando a Guadalupe sin darse la vuelta- como me dijiste, ¿no? Bueno, puedo decirte que esos hijos de puta se mueven ya por pocos sitios, pero tienen aún algunas amistades en Nueva York, ¿sabes?. Yo no sé exactamente quién te jodió la vida, pero sí sé que aún sacan pasta, sobre todo de Nueva Jersey, para poder sobrevivir. Y que aquí les hemos visto jodiendo por zonas muy limítrofes, cerca del aeropuerto y así.

El grandullón se reacomoda en una silla que claramente le queda pequeña.

- Quizá pueda decirte más cosas, pero una vez que nuestro amigo común que recibió el paquetito de anoche cumpla con su deber. Esta mañana por lo que me han dicho estaba cagado de miedo, ¿no estaríais de charleta hasta muy tarde, verdad? -dice con sarcasmo- que el chico tiene que dormir...


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Rebecca apenas podía descansar una hora en la que la biblioteca permanecía cerrada antes de abrir ya durante toda la noche para los estudiantes que preferían ese horario para poder estudiar, alejados del ruido y de las tentaciones propias de la luz del día. Montecristo sabía que apenas tenía una pequeña ventana de tiempo para poder entrar por una puerta trasera que ya tenía identificada y que permanecía abierta para que los vecinos pudieran sacar la basura, adentrarse sigilosamente en aquel lugar de estudio, caminar hacia el catre donde Rebecca se echaba un rato antes de empezar su turno y poder alimentarse.

De entre todos sus favoritos, Rebecca no era a la que más visitaba, ya que se sentía culpable por dejarla algo entumecida justo antes de que empezara a trabajar. Pero esta noche era quien estaba más cerca de entre sus escogidos y la calma y la quietud que le transmitía la sangre de aquella mujer, que era la viva imagen de la bondad y la amabilidad, era lo único que sentía que podía calmar a su Bestia. Esa misma sensación ahondaba más en su culpabilidad al sentirse como un depredador que acosaba a una presa inocente (¿acaso no es lo que estaba haciendo?) llevándole por tanto a sumergirse en un bucle constante del que no podía escapar.

Pero al menos la sangre le calmaría.

Minutos después

Montecristo salió a hurtadillas de aquella pequeña habitación anexa en la que aún podía escuchar la respiración pausada de Rebecca. El sabor de la sangre en su cuerpo fue como un sedante inmediato, tanto que se permitió sentarse a oscuras entre dos estanterías llenas de libros, cerrar los ojos y dejar la mente en blanco.

Se suponía que en aquel lugar tenía que sentir algún tipo de vínculo ancestral con su Clan o alguna mierda parecida. No, nunca había sido un Tremere a la vieja usanza. Un espacio como aquel era ideal para el hijo de puta de su hermano. Él prefería el aire libre. También sentía que sus propias capacidades sanguíneas eran más naturales en la calle, no experimentando como una rata de laboratorio como Virgil. Echaba de menos sentir ese poder de nuevo corriendo por sus venas muertas.

Pensó por un momento en Sienna. En Eddie. En Melinda.

Y volvió a sentir angustia.


OFF: Nyx ha obtenido la información digamos "básica" que puede obtener por conocer la ciudad (y que está disponible en la ambientación) y por lo que habéis jugado. Si quiere afinar todavía más debería tirar Astucia + Supervivencia a dificultad 4.

Montecristo Ansia 3, Pagliacci 2, Nyx 1. Montecristo podría bajar otro punto más de Ansia sin dañar a Rebecca, pero la dejaría muy débil y no podría volver a alimentarse de ella en unas cuantas noches. Lo dejo a tu elección
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Re: "Countdown" 5

#6

Mensaje por Pagliacci » 05 Nov 2024, 13:48

La periodista tenía miedo, si hubiera tenido pulso, el corazón hubiera batido acelerado. En su mente se atropellaban los pensamientos mientras se plantaba frente aquella mole de carne muerta. Pero ser un cadáver facilitaba las cosas, sus pulmones ya no movían el oxígeno hacia sus arterias, sus vasos sanguíneos ya no irrigaban sus músculos, el sudor no bañaba su piel, la tensión galvánica había abandonado su marmórea superficie. Únicamente, su mirada delataba ligeramente el pánico que sentía.

La huérfana digirió la información, volvían a hablarle de la Mano Negra con esquivas referencias a los ausentes cainitas, todavía acechando en los límites de la ciudad, todavía muy presentes en el terror intangible que se adueñaba de los vampiros que hablaban del tema. Aquel motero, rodeado de su banda y con un físico de dios de la guerra, ni siquiera se atrevía a nombrarlos. Pero fue la referencia a Nueva Jersey la que erizó la piel de la periodista, por allí se movía el bastardo de Rant, un desalmado con todo el dinero del mundo al que la pander llevaba meses extorsionando. Pensar que su sire, el Sabbat y aquel malnacido estuvieran relacionados removió sus entrañas.

No obstante, pese a la nueva información, la Caitiff se sintió engañada. No le habían dado un nombre, nada tangible, tan sólo rumores y promesas, a cambio de más servicios, más favores. La sin-clan vio claramente que había sido víctima, una vez más, de otros vástagos que se encontraban en una posición de mayor poder. Tragó saliva, nada se podía hacer. No volvería a trabajar para los Sons of Blood, no estaba claro que supieran quién era su sire y, desde luego, no volvería a poner un pie en aquel mugriento almacén.

La resucitada asintió, sin decir nada, como toda respuesta al líder de la banda, considerando el asunto como zanjado. Eddie estaba en peligro, lo sabía con certeza, Guadalupe lo tenía bajo su control. Pero si no le importaba a Montecristo la seguridad de su hijo ¿Por qué debería importarle a ella? Abandonó el bar mientras la rabia se acumulaba en su mandíbula, tensaba los maseteros y los colmillos asomaban entre sus labios. Pagliacci no iba a abandonar a Melinda, como habían abandonado a Eddie, como le habían abandonado a ella.

Regresó a la oscuridad del exterior, rota por haces verdes y carmesíes de los parpadeantes neones, y comenzó a andar hacia Broad Channel, buscando de caminó una presa en la que saciar su infatigable sed de sangre.

Montecristo (Jebediah_Gogorah)
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Re: "Countdown" 5

#7

Mensaje por Jebediah_Gogorah » 09 Nov 2024, 21:21

{ https://www.youtube.com/watch?v=CGrR-7_ ... itschy0008 - One by U2, Johnny Cash version }

Montecristo sintió una extraña pena por Rebecca. Tan desvalida, tan inocente. Su rostro se convirtió en el de Melinda durante unos segundos y algo le agarró desde las entrañas. Colocó un libro sobre su pecho y dejo caer sus gafas sobre el puente de la nariz. Que al despertar pensara que se había dormido leyendo, algo muy habitual en ella.

Recorrió aquellos pasillos entre miles de millones de palabras. Libros y más libros de historias, de epopeyas, de conoceres, de ensayos, de almas de escritores arrojadas tecla a tecla sobre el papel... pero en el que ninguno de ellos, podría encontrar la respuesta que buscaba. Sólo podía hallarla en su interior. Eddie había escogido su camino. Su relación estaba rota. Su sacrificio no valdría para alimentar la esperanza de un crío perdido cuya madre yace moribunda. Que cojones... ¡ojalá el pudiera morir en aquel preciso instante! Como lo deseaba cada noche desde que había recibido el Abrazo de aquella demonia del Averno.

Melinda era su única razón para vivir. Era su hija en la eternidad. Claro que deseaba que su hijo carnal vislumbrara la senda correcta y no se sacrificara por una causa ajena, pero si tenía que elegir, solo podía pensar en su hija vampírica. Aquella que ocupaba su presente y había conseguido sanar las heridas del pasado. Si al menos hubiera conseguido adquirir el compromiso firme de sus compañeros en buscarla, podría intentar hacer que su vástago cambiara de opinión. Pero todos y cada uno de ellos, incluido él, estaban caminando en círculos sobre el fango.

Salió a la calle y pudo notar la fresca brisa neoyorquina sobre su rostro. Atrás había dejado un espacio más afín para la gente de su clan. Pero él agradeció el olor de los neones y el asfalto... del sudor y de la sangre... del azúcar glaseado y de la mostaza.

Dirigió sus pasos a la siguiente entrada del metro; su destino estaba, ahora, claro. Columbia. La boca del lobo.

Nyx (DarkOsca)
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Re: "Countdown" 5

#8

Mensaje por DarkOsca » 11 Nov 2024, 20:20

Los enemigos de mis enemigos serán mis amigos. ¿Era así la canción? Qué más da. Al final de la jornada el mapa de NY está jalonado de líneas rojas. Se están quedando sin opciones. Un gran interrogante se abre ante ellos. Wall Street, el distrito financiero. El ojito derecho de la mejor nación del mundo.

El núcleo duro de la Torre de Marfil no ve con buenos ojos la actitud cercana a los humanos que tiene Nyx pero tendrá que pasar por encima de sus diferencias y centrarse en el enemigo común. Los jodidos Shelby. Tendrá un precio, seguro, tendrán que ser capaces de pagarlo.

Mira, nervioso, su teléfono móvil. Ni Montecristo ni Pagliacci han respondido a su mensaje. Esta solo. Se arma de valor y se dirige hacia los 800 metros más famosos del mundo. Su intención es dirigirse a alguno de los 2 Elíseos de la zona y esperar a que la vigilancia exhaustiva que envuelve sus calles durante 24 horas.
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Re: "Countdown" 5

#9

Mensaje por Voivoda » 12 Nov 2024, 21:29

Imagen

Para, para, para, para

Pagliacci se echó hacia atrás de manera casi instintiva hasta que notó una pared de ladrillos en su espalda. El muchacho que tenía delante era poco más que un despojo tembloroso que miraba con terror a la Caitiff. Ésta podía notar aún en su garganta el sabor más amargo y ferroso de lo habitual del temor de aquel chico. Lo había llevado al límite en su extorsión, en la manipulación de sus capacidades, en su exigencia de respuestas. Aquel pobre post adolescente que se buscaba la vida como chapero en una calle absolutamente olvidada en el sur de Queens había pagado todas las frustraciones de la mente y el corazón muerto de Pagliacci.

Si ella se sentía frustrada, aquel chico no merecía sentir esperanza. Si ella se sentía ninguneada, aquel chico debía experimentar la servidumbre psicológica absoluta hacia ella. Si ella creía que la despreciaban por su sangre, aquel chico debía de sufrir en sus carnes al abandono total derivado del arrebato de toda dignidad.

Era su juguete, su marioneta, podía hacer con él cuanto deseara. Podía matarlo si quería.

Miró hacia arriba, hacia las estrellas que las luces de Nueva York impedían distinguir mientras el sabor de la Sangre se mezclaba con el de la orina del chico tembloroso. Tuvo unos segundos para sentir algún tipo de remordimiento, para escoger qué camino seguir siendo consciente de que aquella acción se había quedado marcada en su alma si es que aún tenía algo que así pudiera llamarse...

Continúa al final del post



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La parada de la Calle 116-Universidad de Columbia estaba poco transitada. A pesar del trajín habitual de universitarios, los acontecimientos de los últimos tiempos le habían quitado a la gente las ganas de fiesta. Eso y la presencia constante de agentes de la policía de Nueva York, militares del ejército, pastores alemanes, arcos metálicos de seguridad y cámaras térmicas.

Montecristo tuvo que armarse de valor y, sobre todo, focalizar todos sus sentidos para pasar desapercibido. Caminar en línea recta hacia el campus era básicamente un suicidio: no era posible hacerlo sin pasar por algún tipo de control policial. La universidad estaba literalmente militarizada, tomada por equipos de vigilancia y control. Por un instante pensó con cierta sorna que los Tremere se habían quedado enjaulados. Al mismo tiempo era consciente de que aquella realidad no era algo que los Hechiceros no fueran capaces de capear a base de discreción y rituales de protección de toda clase.

El recuerdo de Melinda le empujaba a ser astuto y a dejar a un lado ciertos pensamientos melancólicos que se apoderaban de él en aquel lugar. Allí estaría su hermano. Allí querría haber estado su Sire. Le jodía reconocer en su interior que se aunaban en sus emociones un sentimiento de pertenencia y otro de abandono. Allí debería estar él. O no. ¿Qué coño querría hacer allí? Quizá encontrarse a sí mismo, su verdadera identidad. Montecristo se preguntaba en ocasiones si se engañaba a sí mismo al no estar dentro de una pirámide que, si bien estaba ya rota, no dejaba de tener gruesos muros.

No era momento para aquellos desvaríos. Sus peripecias de la noche anterior seguramente habrían puesto en guardia al resto de miembros de su Clan, ya de por sí en estado de máxima alerta por el atentado y el despliegue policial. Había logrado esquivar los controles callejeando por los alrededores de las facultades, pasando furtivamente por algunos de los espacios de césped tan cuidadosamente cortado o directamente saltando un par de tapias en callejones donde se acumulaban los cubos de basura.

Tenía por delante dos posibilidades principalmente si esquivaba a los agentes de la NYPD. Seguir caminando entre las sombras hacia la Low Memorial Library, la enorme biblioteca que presidía el campus, era una opción más peligrosa, pero seguramente más directa para acercarse a los Tremere. Era bien sabido que aquel lugar era la joya de la corona de su Dominio, por lo que no era difícil imaginar que su llegada podría ser detectada de algún modo mundano o sobrenatural. O bien dirigirse por uno de los parques laterales que rodean el campus hacia el Butler Hall, una de las residencias de estudiantes. La vigilancia policial parecía más laxa por esa zona y era uno de los lugares que su hermano Virgil frecuentaba antaño para alimentarse, si bien era una ratonera de la que escabullirse podía ser especialmente difícil si venían mal dadas.



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Nyx tenía la sensación de que el futuro de la Coterie había quedado en sus manos y en cómo jugara sus cartas y las de sus aliados. Montecristo estaba perdiendo el norte y Pagliacci parecía especialmente molesta esta noche. Cada uno tenía sus fantasmas personales y él había convivido lo suficientemente con sus compañeros como para no insistirles cuando se apoderaba de ellos aquella ansia psicológica no tan diferente en el fondo de la que provocaba el hambre.

El Brujah pensaba en Anderson y en Reynolds. En el fondo no sentía tanto aprecio por el segundo, si tenía que hacer un sacrificio del que la Coterie pudiera sacar provecho podría echar la cuenta de los costes y las ganancias para ver cómo quedaba el asunto. Pero con Anderson era diferente. No quería verle sufrir, ya que representaba todo cuanto él aún respetaba. Le molestaba sobre manera que pudiera ser una moneda de cambio en los juegos sangrientos de los no-vivos.

Nyx sintió el frío húmedo del sur de Manhattan al enfilar la plaza en la que una vez estuvieron las Torres Gemelas. Aquel espacio, gobernado ahora por dos inmensas cascadas que ocupan exactamente el mismo espacio cuadrado de cada una de las torres derribadas el 11 de septiembre, estaba siempre rodeado de pequeñas gotas de agua y del sonido permanente del líquido elemento cayendo. Inspiraba una mezcla de poder y duelo que sobrecogía al mismo tiempo por ambas características.

El Brujah sabía que aquel lugar era además uno de los Elíseos de la dictatorial escisión interna de la Camarilla de la ciudad que gobernaba los designios de Wall Street, situado apenas a unos pocos centenares de metro de allí. Allí regía el tradicionalismo, la severidad y el castigo. Y él arrastraba su propio estigma como miembro rechazado de la Secta. Era consciente desde el primer momento de ser un simbólico cadáver andante que parecía rendir homenaje al cordero que se dirige al matadero.

Nyx no había dado ni dos pasos cuando un agente de seguridad privada le hizo una seña para que se detuviera. El Brujah había logrado evitar los controles de la policía situados en cada entrada de la plaza, pero sabía que allí vigilaba alguien más. El tipo, perfectamente encorbatado y con pinta de exmilitar, sonreía casi amablemente.

- Lo siento, señor Parker, pero no puede avanzar más -te dice con una voz serena y muy educada- Si quiere acceder a la plaza deberá permitirme que le realice una fotografía, tome sus datos y los ponga en conocimiento de la fuerza policial.


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A Pagliacci aquella caminata se le había hecho interminable, sumida aún en las preguntas, dudas y pensamientos que la atormentaban. Sólo al llegar a las cercanías de Broad Channel tuvo una cierta sensación de libertad. Aquel lugar estaba lo suficientemente alejado de Manhattan para no parecer siquiera Nueva York. Las edificaciones cada vez estaban más separadas unas de otras mientras una maraña de carreteras y riachuelos se abría paso en una zona pantanosa desde la que se distinguía a lo lejos el aeropuerto JFK, que iluminaba todo aquel humedal dejado de la mano de Dios.

Broad Channel era en realidad una isla conectada con el continente por Cross Bay Boulevard, que dejaba de ser una calle para convertirse en una carretera convencional que pasaba por encima del agua en algunos de sus tramos. Pagliacci se refugió en la parte sin iluminar de una cancha de baloncesto situada no muy lejos del final de los bloques de pisos. Aquel era un lugar inhóspito y no hacía falta mucha imaginación para concluir que seguramente ningún chupóptero había tenido interés en reclamarlo como propio. O en caso de que alguien lo hubiera hecho, no sería alguien con quien convenía cruzarse a juzgar por lo aislado del lugar.

Quizá por esa soledad reinante, a Pagliacci le llamó la atención ver un sedán con matrícula de New Jersey aparcado a cierta distancia con las luces de posición encendidas. Algo más lejos había una furgoneta blanca. Y más lejos aún debía estar una de las pistas de despegue del JFK, ya que se veían aviones alzando el vuelo cada pocos minutos. Aquella escena le generaba una inquietud creciente. Más aún cuando el sedán hizo unas señales con los faros delanteros hacia la furgoneta.

En cuestión de segundos aquel escenario iba a dejar de estar desierto.

OFF: Montecristo Ansia 3, Pagliacci 1, Nyx 1

Pagliacci tiene una Mácula (puedes hacer la tirada de Remordimiento con dos dados cuando quieras, según cuando quieras interpretar lo que le sucede al respecto al personaje)

Montecristo. Arrebato de Sangre (https://discord.com/channels/6032459677 ... 3578701977), tirada (https://discord.com/channels/6032459677 ... 0256148571)

Mapa de la Universidad de Columbia: https://universitylife.columbia.edu/sit ... 5aug-7.pdf

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Montecristo (Jebediah_Gogorah)
Investigador ocultista

Re: "Countdown" 5

#10

Mensaje por Jebediah_Gogorah » 13 Nov 2024, 10:10

{ https://www.youtube.com/watch?v=bL_Zea- ... el=Airborn - BSO Camino a la perdición }

Usó todas las habilidades detectivescas en su saber para moverse hasta Columbia. Sabía por experiencia que calles podrían estar cortadas, en que edificios habría redadas... al fin y al cabo, salvo la digitalización, los métodos y protocolos policiales eran más o menos los mismos.

Veía aquellos recuadros de césped frente a edificios de corte griego, como casillas de la oca. Un sólo paso en falso, y volvería a la casilla de salida. O al pozo, o a la muerte.

No tenía mucho tiempo. El cerco cada vez era más pequeño. La soga, cada vez más estrecha. Sus siguientes movimientos tenían que ser precisos si no quería perder a Melinda para siempre. Podría dirigirse a la pirámide y esperar una clemencia que no llegaría, disipar un ostracismo en busca de respuestas. Pero de nuevo, se guió por el pálpito de un corazón muerto, y por la intuición de un viejo sabueso. La última vez que escuchó a Melinda fue unos sollozos desde una llamada de Virgil. El mezquino de su hermano, disponía de sus dominios, por la zona de las residencias estudiantiles... ¿cómo no iba a fijarse en la joven Melinda?. Era una moneda al aire, cara o cruz. Esperaba que su hermano andara aquella noche con hambre... lo enfrentaría y probablemente, la cosa no acabara nada bien. Pero ahora mismo, con la muerte de Melinda, y la de Eddie, rondando en su cabeza como una constante eterna, sentía que no tenía nada que perder. Estudió de manera concienzuda cómo llegar a Butler Hall de la forma más discreta posible. Se aseguró de tener su antigua placa de policia en el bolsillo de la gabardina, cómo un resto de clavo ardiendo si las cosas se ponían verdaderamente feas.

Alzó la mirada, tras comprobar que tenía un mensaje de Nyx en el móvil. No sabía que contestar. ¿Que disponibilidad tenía? La que no le permitía la sucesión de eventos y emociones que le atropellaban cada noche. La guillotina estaba cayendo... el reloj se quedaba sin granos de arena.

-<< Estoy en Columbia. Voy a por Melinda. Si no regresamos, cuidaros, hermanos.>> - Mandó el telegráfico mensaje al grupo y metió el móvil en el bolsillo. Entonces, casi se sintió suspirar, y emprendió su particular camino a la perdición.

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