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[Recurso] Celebrando la oscuridad
- Alexander Weiss
- Bibliotecario de Webvampiro
- Mensajes: 20910
- Registrado: 14 Jul 2019, 01:15
Re: [Recurso] Celebrando la oscuridad
-Ven. No tengas miedo.
Laura veía a Sophie sobre el estanque helado. Su amiga era más decidida que ella. Caminaba sobre la superficie helada sin miedo y con confianza, demostrándole que no pasaba nada.
Pero la madre de Laura le decía que no debía caminar sobre el hielo. Era peligroso. Podía romperse y caerse en el agua helada, y ahogarse.
-Ven.
Aquella tarde Laura se había encontrado con Sophie mientras paseaba por el parque. Sophie le dijo que llevaba mucho tiempo viviendo allí, y le enseñó caminos entre los árboles, caminos escondidos más allá de la cerca con red metálica que decía que no se podía pasar. Se rió pensando que estaba haciendo algo prohibido. Y más allá de la cerca, el estanque, en silencio, cubierto por una capa de hielo y rodeado de la nieve que había caído durante la noche.
Laura caminó hacia su amiga, que se había quedado quieta, esperándola, invitándola con una mano. La niña dio un paso y sintió un crujido suave bajo su pie, pero el hielo aguantó su peso. Dio otro...
Sophie la miraba seria y espectante, con sus ojos azules, tan gélidos como el hielo que pisaba. Envuelta en su abrigo gris, aquella niña pálida parecía cada vez más azulada. El viento frío soplaba a su alrededor, pero ella no temblaba, permanecía indiferente.
Laura dio otro paso, y el hielo crujió con más fuerza. Dio otro...
-¡Laura!
Laura se dio la vuelta asustada. Su madre se encontraba allí, corriendo apresurada hacia ella. La agarró con fuerza de una mano y la arrastró hasta la seguridad de la orilla. Sorprendida, Laura se dio la vuelta y miró en dirección a Sophie, pero la niña de ojos azules como el hielo ya no se encontraba allí. Había desaparecido. La superficie helada se extendía en todas direcciones sin nadie a la vista.
La madre de Laura se la llevó, demasiado contenta de haber encontrado a su hija como para pensar en riñas y castigos, al menos por el momento.
En el fondo del estanque, donde la oscuridad jugaba con el cadáver de Sophie, la niña que había muerto hacia años pensó con rabia que había perdido la oportunidad de conseguir una nueva compañera de juegos.
- Alexander Weiss
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Re: [Recurso] Celebrando la oscuridad

Ser el chico nuevo del colegio no es fácil. Si además eres tímido, eso tampoco lo facilita. No es que los niños necesiten muchas excusas para ser crueles, pero Martin tenía varias papeletas para llamar la atención de los abusones del colegio. Pelirrojo, con gafas, tímido, de apariencia achaparrada. Podía soportar la tormenta de insultos, pero cometió el error de devolverlos con más ingenio.
Pete era el más alto de la clase. Y el más grande. Y el más gordo. Había compensado su fragilidad inicial con la fuerza de su cuerpo, y se había embriagado de un poder que le había llevado a convertirse con el tiempo en el líder de los matones. Y no podía consentir que un enano pelirrojo gafotas le plantara cara. Como los animales, tenía que ejercer su dominio. Así que pronunció las palabras rituales del desafío:
-Te espero a la salida.
Y allí estaban. Pete contra Martin. No es que fuera una pelea interesante, y muchos ya daban por sentado el resultado, pero de todas formas, el placer cruel de ver a alguien arrastrado por el suelo, y quizás un poco de sangre, había atraído algo de público.
Martin sabía que no podía competir con Pete en fuerza. No por el momento. Así que cuando la señal del comienzo de la pelea sonó, se limitó a esquivar las acometidas brutas pero torpes de Pete, ignorando los insultos de "¡Gallina!" "¡Cobarde!". Si Pete llegaba a atraparlo, la pelea se habría acabado, pero por el momento lo podía esquivar, y veía que su rival sudaba por todas partes en aquel patio bajo el sol. En cambio Martin, acostumbrado a correr por el campo, podía soportarlo bastante bien.
Continuaron un tiempo así, con Pete embistiendo y resollando, Martin casi bailando cada vez que su rival se cernía sobre él, saltando de un pie a otro, tocando un adoquín, como si fuera un juego. Y para Martin lo era.
De repente, un ladrido furioso atrajo la atención del patio. Un enorme perro negro, quizás un pitbul on con algo de pitbull, irrumpió soltando hilos de baba y enfurecido por aquel alboroto. Nadie sabía de donde había venido, pero nadie se quedó a comprobarlo. Todos salieron corriendo.
Pete y Martin se quedaron solos en el patio, y Pete, que temía a los perros se quedó inmóvil de terror en el medio del patio mientras aquella bestia que se le aconsejaba oscura, enorme, feroz y terrible, se acercaba con un gruñido y mostrando unas fauces llenas de dientes afilados. Sin poder evitarlo, Pete se echó a llorar.
Martin podría haber salido corriendo con facilidad, pero aquel niño, por idiota que fuera, lo estaba pasando realmente mal. Así que decidió que había llegado el momento de sacarse el as que tenía guardado en la manga. Se interpuso entre el perro y Pete.
-¡Vete! -le dijo, con voz autoritaria- ¡Vete!
Y el perro se detuvo, asombrado de que algo tan pequeño le hiciera frente. Y de repente Martin lo embistió, aullando y golpeando. Un golpe lo alcanzó de manera certera en el hocico, y cuando se dio la vuelta para lanzarle una dentellada, una patada bien dirigida le atinó entre las piernas. El animal, sorprendido y dolorido en su cuerpo y orgullo, se marchó corriendo, con el rabo entre las piernas, y aullando lastimeramente.
Martin se dio la vuelta y dirigió su mirada hacia Pete, sorprendido y asustado. Una mancha húmeda le mojaba los pantalones, con olor acre a orina. Martin arrugó la nariz y se dirigió hacia él.
-Vamos a dejarlo -le dijo-. Espero que estés bien. Ahora vete a casa y procura que no te vean -le señaló sus pantalones mojados.
Pete no volvió a meterse con el pelirrojo Martin, y de hecho, con el tiempo terminaron haciéndose amigos. Por su parte, Martin consiguió convertirse en uno más en el colegio, un niño listo y que destacaba en los exámenes, de la misma forma que en el Feudo local destacaba como tejedor de ilusiones.
- Alexander Weiss
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Re: [Recurso] Celebrando la oscuridad

Claire estaba nerviosa. Había llegado el momento tan anhelado. Se miró al espejo. Labios rojos, un elegante vestido negro, y los pendientes de plata de su madre. Aunque ya se encontraba más cerca de los cuarenta que de los treinta, su belleza todavía seguía en su sitio. No estaba mal, para un ama de casa divorciada.
La cena estaba lista. La verdad es que hacía tiempo que no se entregaba tanto, y mucho menos para una cita con un desconocido, pero podía darse por satisfecha. La mejor vajilla. Olor a langosta, botella de vino caro, y una rosa blanca y otra rosa roja en un pequeño jarrón de cristal en el medio.
Todo estaba listo cuando el reloj dio la hora, y justo en ese momento sonó el timbre. Valentino era puntual, así que no lo hizo esperar y abrió la puerta.
Valentino. Un hombre perfecto. Aunque tenía la edad de Claire, su físico aparentaba una juventud menos erosionada por los años, y un físico perfecto moldeado por el ejercicio y el cuidado. Su cabello rizado y negro, sus ojos oscuros, y un traje elegante de tentador. Su mirada brillaba ansiosa, y su sonrisa era un desafío que invitaba a la lujuria.
Claire intentó apartar sus pensamientos, nerviosos y alocados. Lo invitó a pasar -nunca hay que invitarlos, se recordó. Y en ese momento Valentino miró a su alrededor, con un toque de curiosidad. No podía dejarlo pensar, así que Claire se abalanzó sobre él y lo besó. Sus labios eran fríos, pero en un momento sintió una calidez que la invadía.
La cena quedaba pospuesta quizás para después, pero ahora Claire quería apremiarlo, distraerlo. La luz del día no le hacía daño, y tampoco el ajo. Mientras su amante la tumbaba encima de la mesa, le extendió una rosa salvaje, que Valentino aceptó de buena gana, y aferró con sus labios. Tampoco. El hierro. En aquel foro de internet le habían dicho que el hierro podía funcionar.
Claire había preparado aquella cena a la perfección, así que mientras Valentino la recorría con sus manos con el tacto de un experto amante, se sacó el broche que cerraba su vestido, extendió la mano y clavó la aguja de hierro en el cuello de Val...aquella cosa. Recuerda que es una cosa, pensó.
El alarido resonó en el apartamento. Valentino reaccionó como si lo hubieran quemado con un hierro al rojo vivo. Claire vio que a su amante le crecían cuernos, y su cuerpo se oscurecía, más fibrado y velludo. Y la mirada de Valentino se convertía en la de un animal acorralado, preparado para atacar.
Y en ese momento las chicas salieron de sus escondites y cayeron sobre el monstruo. Lo golpearon con bates de béisbol, y Claire cogió un cuchillo de hierro que había guardado encima de la mesa y lo clavó sin dudarlo. La criatura bramó asustada, con un grito que parecía un balido de cabra, y de repente, sólo quedó un cadáver magullado.
Como sospechaba Claire, aquel monstruo no era un vampiro, o quizás era una variedad especial. Un tentador, un amante, que había dejado un rastro de vidas destrozadas, y suicidios a su paso, privando a sus víctimas de la alegría de vivir.