[Recurso] Celebrando la oscuridad

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Alexander Weiss
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Re: [Recurso] Celebrando la oscuridad

#251

Mensaje por Alexander Weiss » 25 Oct 2025, 13:12

Imagen DÍA VEINTICINCO: NAVIDADES ROJAS

El viento frío soplaba en las calles de Seattle, iluminadas por el alumbrado público y las luces navideñas. El cielo nocturno estaba salpicado por hilos de humos de varios incendios que se habían extendido por la ciudad. Decían que la refinería de gasolina había sufrido un accidente, y que varios productos químicos se habían dispersado en el aire, provocando intoxicaciones. Las sirenas de los bomberos y de la policía resonaban en la noche, y las autoridades habían declarado el estado de emergencia y aconsejado a los ciudadanos que no salieran de sus casas. El miedo se respiraba en el ambiente.

Qué frágil podía ser la Mascarada, y qué ingenuos podían ser los mortales. Creyeran o no aquellas mentiras convenientes, intuyendo o sabiendo que había algo más que un desastre humano, los vampiros sabían que la protección que habían alzado a su alrededor, permaneciendo invisibles, había sido atacada. El Sabbat había lanzado una cruzada contra Seattle.

El refugio de Serena había sido atacado, un apartamento cerca del centro. Había escuchado los golpes en la puerta. Por suerte, sus atacantes estaban tan limitados por el día y la noche como ella y se encontraba despierta. Escuchó los rugidos inhumanos de las bestias que buscaban su sangre. Pero Serena no estaba indefensa. Había sobrevivido suficientes años como para saber que el mundo de la noche era peligroso, incluso para los vampiros.

Miró por la ventana al callejón de atrás. Los monstruos no estaban allí. Recogió su bolso con una pistola, un cuchillo, tarjetas de crédito y dinero en efectivo y sin pensarlo, se deslizó por la tubería del desagüe. Su fuerza y destreza sobrenaturales le permitieron aterrizar sin sufrir daño.

Entonces escuchó un grito de alarma. Los atacantes habían dejado a uno de los suyos vigilando, casi choca con él cuando salió del callejón. Se miraron el uno al otro y comenzó el combate. El monstruo era una criatura pálida, todo hambre y brutalidad, pero Serena, aunque su Bestia la empujaba a responder con su propio instinto feroz, mantuvo la calma, sacó el cuchillo de su bolso y sin pensarlo, lo clavó con toda su fuerza en la frente del monstruo, que cayó hacia atrás.

Desde lo alto, escuchó rugidos de rabia. Sus atacantes habían derribado la puerta de su apartamento y ahora se asomaban a la ventana. Se lanzaron sin pensarlo, fantasmas pálidos con colmillos ensangrentados, que sólo eran humanos en cuerpo. Serena no se pensó y corrió a velocidad de vértigo sin mirar hacia atrás, utilizando los dones de la noche que corrían por su sangre.

Su coche estaba aparcado a unas decenas de metros. En cuestión de segundos, se metió en su interior y arrancó. Aunque estaba transgrediendo varias normas de circulación no había nadie en la calle que pudiera verlo. Con suerte, llegarían a un motel fuera de Seattle, o mejor aún, se desviaría de la carretera principal y dormiría durante el día envuelta en el saco de dormir que llevaba en el maletero, como una polilla bebedora de sangre.

Con aquellas Navidades Rojas, había llegado el momento de decir adiós a Seattle, al menos por una temporada.

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#252

Mensaje por Voivoda » 25 Oct 2025, 20:34

25. The spirit world
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#253

Mensaje por Alexander Weiss » 26 Oct 2025, 12:35

Imagen DÍA VEINTISÉIS: SAL VOLANDO

-¿Dónde está? ¿Dónde está?

Aquella pregunta insistente y con tono agresivo mantenía a Apolo paralizado de miedo. No había sido buena idea acostarse con la novia de un policía, pero no podía evitarlo. Apolo era un joven alegre, con una sonrisa contagiosa, simpático, travieso, con unos rasgos atractivos, y el cuerpo esbelto y en forma de un bailarín. Y su voz...cuando recitaba poesía o cantaba, era capaz de tocar el corazón de quienes le rodeaban. No era de extrañar que muchas chicas, y también chicos, suspirasen por él. Y Apolo se hacía querer, lo que no siempre terminaba bien, pues no quería comprometerse con nadie, al menos, no todavía, y muchas de sus parejas ocasionales no eran capaces de entenderlo por mucho que las advirtiera. Siempre albergaban la esperanza de que podían hacerle cambiar, que podían retenerlo para siempre a su lado. Pero Apolo no buscaba un amor definitivo, aunque terminara aceptando invitaciones comprometedoras de sus citas.

Eva no le había dicho nada, aunque desde que había entrado en su casa, había tenido ciertas sospechas, pero un par de besos, una cosa había llevado a la otra...Y ahora estaba allí, desnudo y escondido en el armario de la casa de un tipo que iba armado.

Poco a poco comenzó a pensar en sus posibilidades. Si podía salir del dormitorio sin que le vieran, tal vez podría llegar hasta la puerta de la calle sin hacer ruido. Tal vez pudiera recoger su ropa, pero lo principal era conseguir salir pitando. Ya se preocuparía luego de lo que encontrara fuera.

El marido de Eva seguía rebuscando a pesar de las protestas de su mujer, que le acusaba de dejarse llevar por unos celos desbocados. Le dijo que se calmara y que fuera a la cocina, pero el marido no se dejó engatusar con tanta facilidad. Se metió en el baño de la habitación, y Apolo vio su oportunidad. A sus espaldas, abrió la puerta del armario y se escurrió sigilosamente, mientras Eva le hacía señas para que se fuera.

-¿Ves como no hay nadie? ¡Siempre estás paranoico! ¡Siempre estás paranoico! -Eva gritaba a su marido, ocultando así el sonido de las leves pisadas de Apolo.

En medio de los gritos, Apolo caminó de puntillas por el pasillo, pero una de las tablas del parquet de madera le traicionó. En ese momento escuchó un grito triunfante.

-¡Ahí está! ¡Lo sabía!

Apolo no se detuvo a mirar. Escuchó unos pasos acelerados que hacían resonar el suelo a sus espaldas, así que corrió a su vez. En lugar de llegar a la puerta de la calle se metió en el salón. El marido de Eva lo siguió hasta allí, tratando de acorralarlo.

-¡Te voy a cortar los huevos, cabrón!

Apolo comenzó a dar vueltas por el salón, interponiendo el sofá y la mesa. Su perseguidor estaba fuera de sí, un hombre grande y moreno, todo músculo y mirada llena de furia, con el uniforme de la policía de Atenas. Apolo esbozó una sonrisa de disculpa, pero la verdad es que en el fondo sabía que era culpa suya.

Culebreó para desembarazarse de la mano del policía, que trataba de atraparlo, mientras Eva gritaba a su marido que lo dejara en paz. Los gritos de furia y de miedo ponían nervioso a Apolo, y de repente se encontró en el balcón, con la espalda apoyada. El policía comenzó a acercarse con los puños apretados, con los dientes apretados y la cara convertida en una máscara terrible. Ya no tenía escapatoria.

Y entonces Apolo vio una tubería que bajaba por la fachada del edificio. Eran cuatro pisos. Tal vez se pudiera rozar y arañar un poco, pero podía ponerse a salvo. Era una locura...

Apolo no se lo pensó más y saltó, sus manos rozaron la tubería bajante, pero no consiguieron aferrarse, y entonces cayó desde el cuarto piso. El suelo se acercaba cada vez más. Instintivamente, extendió las manos, deseando que pudiera volar, que pudiera volar. Alguna vez había soñado que volaba. Si pudiera recordar cómo se podía volar. Era un sueño descabellado, un sueño...

Pero el sueño respondió. Sus manos y sus brazos se recubrieron de plumas, su cuerpo cambió y en cuestión de unos instantes, un joven cuervo aleteó para evitar la caída y sobre una corriente de aire planeó hasta llegar a los árboles de un parque cercano.

-Craaaa -dijo consternado Apolo. No podía comprender qué había ocurrido, pero sospechaba que su vida iba a ser muy distinta a partir de aquel momento.

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Re: [Recurso] Celebrando la oscuridad

#254

Mensaje por Alexander Weiss » 27 Oct 2025, 12:16

Imagen DÍA VEINTISIETE: NO LO VOY A DEJAR PASAR

-¡No tienes ni idea! ¡Déjame a mí, zorra!

Fuxelbahn estaba teniendo mucha paciencia aquel día. Por suerte era una veterana en la Telaraña Digital, y estaba acostumbrada a la tormenta de basura que era habitual en las redes y servidores. En cierta manera, era un desafío para ella, una forma de aguzar su ingenio. Recordó cuando era una niña y se sonrojó. Podía soportar a aquellas piaras de niñatos narcisitas, infantiles, y fundamentalmente estúpidos que se creían el centro del mundo. Su agudeza era como un cuchillo, y a menudo quienes pretendían ganarle en una competición de insultos, descalificaciones y sarcamos salían escaldados.

Aquel día tenía a alguien especialmente cansino detrás de ellos. Gronarkonig se había hecho todo un nombre entre los streamers y jugones, y ahora Fuxelbahn, que en gran parte procuraba permanecer por encima de polémicas vacías, comenzaba a sentirse molesta. Insultos racistas, machistas, insinuaciones sexuales indirectas y directas, vamos, la basura de siempre.

Fuxelbahn procuraba ignorar a Gronarkonig a pesar de su insistencia. Al principio, hasta le divertía ver a semejante imbécil tratando de llamar su atención, pero ahora la amargura de la molestia comenzaba a incomodarla. Echó un vistazo al perfil de Gronarkonig. Para alguien como Fuxebalch era como tener un libro abierto. Ni siquiera necesitaba utilizar una pizca de su talento, que la había hecho ganar una posición entre la Élite de los Adeptos Virtuales.

Adolf Bayer. De Brunswick. 19 años. Dirección y número de teléfono. Varias cuentas de correo asociadas y cuentas bancarias. Una cara de imbécil. Comenzó a pensar si aquel imbécil merecía su atención y darle una patada digital en los huevos, pero decidió dejarlo en paz. Sólo era otro niño imbécil más...pero...

Fuxelbahn se quedó paralizada cuando vio los archivos del ordenador de Gronarkonig. Era un puerco. Y de los peores. Pornografía infantil. Tendría que dar un aviso a la policía...pero...no era un simple recolector de basura. Gronarkonig también participaba en varios de aquellos videos infames. No iba a dejarlo pasar. Chasqueó sus dedos y se dispuso a limpiar un poco de basura del servidor, concentrándose para dar su concierto digital como la auténtica maestra que era.

Cuando la policía de Brunswick llegó al apartamento de Adolf, advertida por una denuncia a través de internet, tuvieron que derribar la puerta, y se encontraron al streamer derrumbado en su silla, con los ojos en blanco mirando hacia el techo y con un abundante torrente de baba saliendo de su boca. No reaccionó. Era como si alguien le hubiera arrancado el alma, mientras miraba la pantalla de su ordenador.

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#255

Mensaje por Voivoda » 27 Oct 2025, 16:44

27. Will I forget you?
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#256

Mensaje por Alexander Weiss » 28 Oct 2025, 12:03

Imagen DÍA VEINTIOCHO: NO SABES NADA.

-Y con esto, pongo fin a mi exposición.

Los miembros del tribunal quedaron anonadados ante la brillantez de semejante discurso. Uno de ellos no pudo evitar aplaudir, pero pronto fue acompañado por los aplausos de sus compañeros. Soren se retiró, mientras los profesores deliberaban, aunque la mayoría de ellos ya habían decidido premiar su tesis con la máxima nota.

Soren temblaba. No se le daba bien hablar en público, y ya le había costado superar la tartamudez de la infancia, pero siempre que se presentaba ante un público, aunque fuese reducido. Su estómago comenzaba a darle vueltas, se le agarrotaba la garganta, y sus palabras salían con dificultad.

Sin embargo, había superado con las mejores notas la escuela y el instituto, y su carrera continuaba en la universidad de matemáticas. No se le daban mal, pero las odiaba, pero a pesar de todas sus reticencias, de todos sus problemas, allí estaba, como uno de los mejores, sino el mejor, de su promoción.

Fue al baño. Necesitaba refrescarse y aliviar su vejiga, después de aquella intensa sesión de nervios. Su cuerpo temblaba, y la verdad es que tenía problemas de tensión y una figura muy delgada y nerviosa.

Cuando él tomaba el mando todo cambiaba. Él era su abuelo Michael, o eso decía, un matemático que había sido en verdad brillante, y había resuelto problemas extremadamente complejos con una memoria prodigiosa. Michael se le había aparecido una noche, como una sombra gélida, y le había planteado un pacto al niño asustadizo y enfermizo del que todos decían que no llegaría a nada.

Soren no recordaba, y cuando alguien le preguntaba sobre cosas que había hecho, alegaba que tenía "lagunas de memoria." Pero Soren sabía que cuando estaba ausente, él tomaba el mando, él manejaba los números y había construido su carrera. Soren no sabía nada.

Pero Soren no era feliz. Durante años había sufrido de los nervios, su salud nunca había sido buena, y que otra persona lo manejara como un títere lo aterraba. En dos ocasiones había intentado suicidarse, y en las dos él había intervenido, y lo había castigado con dolor, y le había amenazado diciéndole que si quería matarse, él le daría una muerte lenta, muy lenta.

Se miró al espejo y vio su cara. Una cara que no era la suya. Él no sonreía así, con esa satisfacción arrogante. Se lavó la cara con el agua fría del grifo, intentado apartarlo, intentando ocultarle sus pensamientos, y en el fondo de su cuerpo creyó oír una carcajada cruel.

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#257

Mensaje por Voivoda » 28 Oct 2025, 19:10

28. A terrible loneliness
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#258

Mensaje por Alexander Weiss » 29 Oct 2025, 12:34

Imagen DÍA VEINTINUEVE: ¡OSTIAS!

Todavía quedaba chispa en ella. A pesar del reumatismo, y de los achaques de la edad, Catalina todavía se aferraba a la ilusión de un nuevo día. Era consciente de que esa chispa cada día tenía menos fuerza, menos pasión, pero lo aceptaba como algo natural. "Todas las historias tienen un final. Y las mejores son las que tienen un final bueno."

Aquel día paseaba por el parque, vestida con un vestido negro y gris que había confeccionado ella misma y del que se encontraba especialmente orgullosa. Con la ayuda de su máquina de coser, y su mente llena de diseños había sido la mejor modista del Feudo, por no decir del Ducado. Señores y Damas requerían sus servicios y se disputaban el honor de lucir sus modelos. Habían sido buenos tiempos.

El paso de los años y la vida habían marcado a Catalina, y sin embargo, allí, estaba, todavía aferrada a su última chispa, paseando orgullosa, y recibiendo los saludos de sus conocidos, a los que respondían con un asentimiento cortés. Tenían suerte. Aquel día se encontraba de buenas. El carácter de Catalina podía ser como la lija áspera, y más de un aprendiz de su taller se había marchado llorando después de probar los comentarios de su lengua afilada. Podía ser sutil o directa, sarcástica o insultante, y lo mejor de todo, sabía darle a cada quien lo que se merecía.

De repente, un joven con un gorro de lana rojo pasó a su lado subido en un monopatín a toda velocidad. No hizo ningún ademán de esquivarla, y Catalina tampoco. Es más aferró su bastón de paseo y se detuvo desafiante. El joven aumentó la velocidad y la miró con ojos feroces. Su mirada se cruzó con la de Catalina y en el último momento gruñó con fastidio, se desvió hacia la izquierda y pasó al lado de Catalina, salpicándola con el agua turbia de un charco.

-¡Ten más cuidado, gamberro ignorante! -le dijo Catalina, enarbolando su bastón.

El joven del gorro rojo detuvo su monopatín con un rasguido de ruedas en el pavimento y se dio la vuelta para responderle con una sonrisa de dientes afilados.

-¡Cállese, vieja! ¡Si no la he tocado! ¡Camina más lenta que un caracol borracho!

-¡Más lento de cerebro eres tú! ¡En mis tiempos, los chicos cedían el paso, no ponían en peligro a la gente!

-¡En sus tiempos también había dinosaurios! ¡Mueva el culo, que el siglo XXI no espera a nadie!

-¡Siglo XXI mi coño! ¡Vete a patinar al vertedero, que es donde tienes que estar, sinvergüenza!

El joven del gorro rojo se bajó del monopatín y lo agarró por un extremo, antes de encararse por completo con Catalina.

-¡Oiga, fósil con patas! ¿Quiere que le firme un autógrafo en la frente con la rueda? ¡Porque si sigue ladrando, le hago un tatuaje gratis!

-¡Para firmar autógrafos hay que saber escribir, analfabeto! ¡Vete a lamer pavimento, que es para lo único que sirves!

Poco a poco, los gritos y la discusión comenzaron a acallar la paz del parque. El mundo guardaba silencio, y algunos apresuraban el paso para alejarse. Catalina y el joven parecían echar humo.

-¡Mire, momia parlante! ¡Siga su camino y deje de asustar a los niños con esa cara de pasaporte caducado!

-¡Tú eres el muerto en vida, inútil con ruedas! ¡Trabajas menos que un reloj parado y apestas a sudor de cabrón fracasado! ¡Seguro que tu madre hace fiesta cuando estás fuera de casa!

El joven se acercó amenazante. Sus ojos brillaban feroces, sus dientes afilados destallaban blancos. Era una tormenta con patas a punto de estallar.

-¡Repite eso, reliquia andante!

Catalina se dio cuenta de que había tocado hueso, y había vencido a su rival en el intercambio dialéctico, lo cual la llenaba de satisfacción, pero ahora había llevado el enfrentamiento a un nivel físico que no podía ganar. No sin ayuda. O quizás. Inspiró con fuerza y abrió la boca de nuevo. Su voz sonó alta y clara.

-¡Vete al infierno, hijo de mil padres! ¡F...!

Las palabras de Catalina se llenaron de poder. Poder en bruto. El suelo tembló. Los árboles se sacudieron. Los pájaros huyeron. Las palabras sonaban como un derrumbe de rocas, cayendo una tras otra, aunque nadie podía comprenderlas. El aire parecía lleno por un estampido, mientras Catalina pronunciaba el insulto definitivo.

Cuando terminó, se le había caído el bastón. Con una protesta de su espalda, Catalina lo recogió del suelo y se fue caminando tranquilamente por el parque. Sí, todavía quedaba chispa en ella. Los pocos transeúntes que quedaban la dejaron pasar, atemorizados. El joven del gorro rojo había quedado atrás, con el monopatían roto, sus ojos ensangrentados, y la boca abierta al máximo en una mueca de paralizada sorpresa. No había muerto. Pero había aprendido una lección que no olvidaría y no volvería a cruzarse en el camino de Catalina.

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Re: [Recurso] Celebrando la oscuridad

#259

Mensaje por Voivoda » 29 Oct 2025, 18:47

29. Rising sun
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Re: [Recurso] Celebrando la oscuridad

#260

Mensaje por Alexander Weiss » 30 Oct 2025, 12:46

Imagen DÍA TREINTA: LA LARGA ESPERA

Tim recordaba los tiempos de su infancia, cuando iba a cazar y pescar con su padre. Su padre le había enseñado muchas cosas sobre la naturaleza, cómo respetarla, cómo sobrevivir, y sobre todo, paciencia. Paciencia para aguardar a las presas, y paciencia para saber cuándo dejarlas ir. Tim había aprendido mucho, y los largos paseos por la naturaleza eran uno de sus recuerdos más queridos.

Recordaba cuando su país había entrado en guerra, y se había alistado. En parte por sentimiento patriótico, pero también porque la granja de sus padres no daba mucho para vivir. La guerra era caos y violencia, pero Tim había aprendido paciencia. Sabía detectar trampas, y sabía cómo emboscar al enemigo, aguardando paciente, e inmóvil, como una estatua. A veces acompañaba a sus amigos, pero en ocasiones se aventuraba solo, y desde la distancia segaba vidas de forma certera y precisa, retirándose antes de ser descubierto.

Pero en la guerra descubrió que no sólo los humanos luchaban. En una ocasión él y sus compañeros se habían encontrado con monstruos. Monstruos que podían tomar la forma de lobos. Las balas parecían ser meros aguijonazos para ellos, pero tras la sorpresa y horror inicial, Tim había conseguido abatiar a un enemigo con una bala en la frente de aquellas cosas mitad hombre y mitad lobo. Había escapado, perseguido por dos de aquellos monstruos enloquecidos de rabia. Lo subestimaron. Y ambos terminaron abatidos por un enemigo oculto y certero.

Tim había sido el único superviviente de su pelotón, y aunque no había resultado herido, había decidido licenciarse y regresar a casa. Supo entonces que había otros como él, que cazaban a los monstruos, que el mundo estaba lleno de ellos, y que la humanidad permanecía ignorante, como un rebaño apático ante la amenaza que a menudo vivía entre ellos.

Aunque de vez en cuando colaboraba con otros compañeros, Tim era un cazador solitario. Un francotirador certero, que localizaba a sus presas y después comenzaba a preparar la emboscada. Con su rifle de precisión se preparaba, a veces aguardaba durante horas. Disparaba y se marchaba, sin dejar rastro de su paso. Matar a aquellos monstruos era una liberación, una descarga de adrenalina y de tensión. Pero siempre había más.

Momento. Tim ni parpadeó. Su dedo apretó el gatillo, y el disparo sonó levemente con el silenciador. De todas maneras su presa se encontraba a unos doscientos metros en el edificio de enfrente.

La bala de plata impactó en el cráneo del hombre lobo, un hombre de negocios que tenía un harén de aterrorizadas amantes, y que se imponía a los demás con su mirada feroz, o que simplemente mataba en las noches de luna llena.

Tim respiró y chasqueó sus articulaciones. Otro monstruo menos. Era el momento de recoger y marcharse a otra ciudad sin dejar rastro.

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