La Retribución
El derecho a la heredad
Los Korred siempre hemos estado cerca del poder por varias razones. Por una parte para proteger el conocimiento y los secretos que atesoramos, y por otra debido a que consideramos que es la mejor forma de encontrar una aceptación formal de las tradiciones que conocemos. Además, los buenos reyes gobiernan mediante el ejemplo hacia sus súbditos.
Pero es raro que gobernemos abiertamente, salvo en situaciones excepcionales donde no hay más candidatos disponibles y es necesario enderezar el rumbo de un dominio. Y en cuanto la situación se estabiliza y aparece alguien más apropiado, lo más probable es que nos hagamos a un lado. Preferimos un discreto segundo plano, posiciones donde nuestros consejos sean escuchados, o podamos servir mejor a las necesidades del reino, lugares desde donde observar mejor y aprender la mejor forma de actuar.
Consideramos que en general los tronos son un obstáculo para poder continuar acumulando conocimiento, pero también tienen sus usos. Los gobernantes pueden contribuir directamente con sus recursos e influencia a facilitar nuestro trabajo, pero a veces, con una situación de orden y estabilidad es suficiente. Por eso solemos acompañar a los monarcas de las hadas, vigilando que su gobierno sea fluido, aconsejándoles en las mejores formas de solucionar un problema, y en general evitando que el desorden y la discordia aparten nuestra atención de asuntos más importantes.
Preferimos los Feudos donde se valora el conocimiento, y acudimos a los lugares donde se atesora. Muchas bibliotecas y academias de las hadas cuentan con nuestra presencia a tiempo parcial o completo. Pero además, quienes valoran la paz y la tranquilidad también prefieren lugares aislados, donde la naturaleza y el pasado todavía se encuentran presentes y son valorados y protegidos: parques naturales, antiguos castillos y palacios...son lugares que a menudo conectan con nuestro gusto por la tradición.
El derecho a soñar
El mundo de los sueños está lleno muchas cosas posibles e imposibles. Es un mundo de posibilidades y también de descanso y aspiraciones. La vida sin sueños sería una existencia en verdad amarga, sin aspiraciones, sin esperanza, una agonía lenta que sólo la muerte podría aliviar. Por eso los sueños son necesarios. Son el refugio de los soñadores, un descanso de los sinsabores de la vigilia, un lugar donde jugar con las ideas y recuerdos, donde recibir inspiración, un estado innato del que todos tienen derecho a disfrutar, sean hadas, humanos, e incluso las criaturas de la naturaleza.
Por eso protegemos a los soñadores. No sólo nos sustentamos de sus sueños, también de manera inconsciente contribuyen a crear el paisaje del Ensueño, que sin ellos sencillamente no existiría. Somos lo que somos porque nos han dado forma con sus sueños, y lo mínimo que merecen es que los respetemos.
Arrancar la inspiración de un soñador, o peor todavía, matarlo despreocupadamente, es un crimen contra el Ensueño y contra todos nosotros. Es similar a quemar un bosque con sus frutos, o destruir una biblioteca llena de libros. Debemos respetar a quienes sueñan, inspirándoles y ánimandoles para que hagan sus sueños realidad y lleven la maravilla al Mundo del Otoño.
El derecho a la ignorancia
El miedo surge de la ignorancia y de la incomprensión. Custodiamos la verdad, pero también sabemos cuándo algo debe ser mantenido en secreto y cuándo decidimos revelarlo. La humanidad disfruta de los sueños, pero se encuentra demasiado acomodada en la realidad y teme lo que se sale de ella. Desde los tiempos de la Separación, cuando comenzaron a llamarnos “demonios” enemigos de su Dios, hasta el día de hoy cuando nos encierran en términos fríos como “delirios del subconsciente”, debemos tener cuidado.
Los humanos temen lo que no comprenden, pero ahora en vez de huir de nosotros, tienen el poder de destruirnos si así lo deciden, así que es mejor ser discretos y no llamar la atención. Hay quienes no temen a las manifestaciones de los sueños, pero podría resultar peor atraer la codicia. Ha habido humanos que nos han atrapado con juramentos y hechizos, obligándonos a servirlos o a compartir nuestro poder con ellos.
De vez en cuando algún humano atrae nuestra atención, y lo inspiramos o le transmitimos el conocimiento suficiente para traer felicidad a su vida. Folkloristas, amantes de la naturaleza, y escritores han resultado beneficiados de nuestros encuentros ocasionales, pero no es una situación frecuente y siempre se debe pisar con cuidado en los tratos con los humanos a los que damos a conocer nuestra existencia.
El derecho del rescate
Nuestra historia ha sido lo bastante agitada como para acudir en ayuda de uno de los nuestros cuando se encuentran en apuros. Desde la época de la Ruptura, cuando otros Linajes nos persiguieron para robar nuestros secretos o para desahogar sus ansias de venganza por la retirada de los Sidhe, solemos tomar medidas para protegernos. A veces nos reunimos varios Korred y planificamos el rescate; en otras reclamamos el favor de otros para que nos ayuden, ya sea invocando deudas pasadas o poniéndonos nosotros en deuda.
No se trata sólo de proteger nuestros secretos, que a veces son la causa de que nos persigan, sino también de proteger a un hermano, un amigo, un compañero, alguien que recorre nuestro camino y sólo por eso merece nuestra solidaridad.
No somos un Linaje numeroso, pero aunque no lo fuéramos, responderíamos cuando este derecho fuese invocado, y de hecho, somos los primeros en alertar cuando un hada o un duende cae prisionero de nuestros enemigos, ya sean Thallain, Dauntain u otros enemigos del Ensueño.
El derecho de refugio seguro
Como parte de nuestra solidaridad con nuestros compañeros de Linaje también somos hospitalarios con ellos, y por extensión con quienes defienden causas justas. Más de un príncipe derrocado injustamente ha llamado a nuestras puertas para recibir cobijo y consejo, y su presencia ha sido mantenida en un secreto tan meticuloso como nuestro propio conocimiento.
No gustamos de los usurpadores y quienes abusan de la fuerza, y sólo por eso a menudo nos hemos situado en el bando de los perdedores. Más de una resistencia o reconquista del poder ha comenzado a partir de un grupo de refugiados en la casa de un Korr.
De la misma manera también ofrecemos la hospitalidad de nuestros hogares como terrenos neutrales para establecer treguas y tratados de paz, actuando con discreción y al mismo tiempo garantizando la seguridad de nuestros invitados. Romper la hospitalidad dada es un insulto tan grave para un Korr como faltar a la verdad.
El derecho a la vida
Valoramos nuestras vidas por el conocimiento que guardamos, pero todas las vidas son valiosas a su manera. Cuando un hada o un duende mueren, una chispa del Ensueño se apaga, un sueño desaparece. Por lo tanto, haced que vuestras vidas merezcan la pena. Aprended y creced como personas, pero también aprended a disfrutar de la vida y de los placeres que ofrece en sus muchas formas.
Y cuando llegue el momento, no dudéis en arriesgar vuestras vidas por aquello que amáis, ya sea el conocimiento que habéis cultivado, o por quienes os rodean. Huid de las batallas perdidas para poder luchar otro día o para evitar que todo se pierda en una resistencia inútil. Si salváis el conocimiento de la destrucción o salváis vidas, no penséis en un deshonor egoísta.
Evitad los problemas y recordad que las palabras insultantes salen de corazones amargados. Pero si no queda más remedio que luchar, pelead como gatos acorralados y haced que por lo menos se lo piensen si hay una próxima vez. No utilicéis el hierro, pues al margen de quien sean vuestros enemigos, sólo conseguiréis herir el Ensueño.