Bastet
Los Garou tienen leyendas sobre los Bastet americanos, afirmando que los Balam se extendieron por Sudamérica mientras los Pumonca lo hacían por Norteamérica, pero la realidad no es tan simple. En la actualidad, en Sudamérica tanto los Balam como los Pumonca están presentes, pero simplemente son los supervivientes que han llegado de un pasado más esplendoroso para los felinos cambiantes.
Mucho antes de la llegada de los europeos, en los tiempos en que los primeros humanos atravesaron el estrecho puente de tierra para llegar hasta América, existían seis tribus de Bastet extendidas por el continente americano: Swara (guepardos), Balam (jaguares), Khara (felinos de dientes de sable), Pumonca (pumas), Qualmi (linces) y Simba (leones prehistóricos). Los Swara, los Khara y los Simba murieron durante la Primera Guerra de la Rabia, enfrentándose a los Garou que habían llegado a América, y sus parientes felinos terminaron extinguiéndose hacia unos 10.000 años, tanto por la desaparición de sus presas como la presión de la caza realizada por los humanos.
Quienes sobrevivieron fueron Balam, Pumonca, y Qualmi. Los linces permanecieron en el norte de las Américas, y aunque los pumas eran más numerosos en el norte y los jaguares en el sur, las tribus Bastet convivieron con escasos problemas, reclamando hábitats distintos, y los conflictos eran solucionados mediante la tradición, el arbitraje, o duelos ceremoniales.
Los Pumonca se Sudamérica se concentraron en la cordillera andina y los territorios cercanos, aunque también se extendieron ocasionalmente por bosques y tierras más cálidas, ya sea por una vida nómada, siguiendo las migraciones de su Parientes o acudiendo en ocasiones en ayuda de los Balam, que preferían las selvas tropicales y bosques húmedos. La cooperación entre ambas tribus era habitual, aunque limitada por la territorialidad.
El surgimiento de las culturas humanas dividió a los Pumonca. Los más curiosos siguieron a los humanos hacia el norte, pero quienes rechazaban la complejidad humana y preferían la vida instintiva de los felinos en la naturaleza se aislaron en los territorios agrestes del sur, donde la población humana era escasa y en su mayor parte representada por pueblos nómadas. De todas maneras los pueblos andinos, amazónicos y patagónicos eran vigilados de cerca por los Bastet. En ocasiones consideraban adecuado intervenir para rechazar a los ocasionales servidores de la Tejedora o el Wyrm que alteraban el equilibrio, pero también advertían a los humanos que invadían sus territorios más sagrados. Esta situación fue habitual durante los siguientes miles de años.
El descubrimiento e invasión de América por parte de los europeos cambió este orden drásticamente. No sólo se trataba de los espíritus y monstruos que servían a la Tejedora y el Wyrm, sino de las enfermedades, la corrupción, y la devastación que traían con ellos. Para empeorar las cosas, los hombres lobo que llegaban con ellos consideraban que estaban mejor preparados para combatirlos, marginando a los cambiaformas nativos y usurpando sus territorios y lugares sagrados. Y así estalló la guerra entre los defensores de Gaia, una nueva Guerra de la Rabia que diezmó de nuevo las filas de las Fera.
Muchos Bastet murieron en las selvas y montañas del norte, a medida que los conquistadores, ansiosos de riquezas y tierras acababan con los reinos e imperios precolombinos. Las dos tribus de Balam resultaron diezmadas y se vieron forzadas a unirse en una sola para sobrevivir. Los Pumonca también sufrieron las consecuencias, aunque en menor debida, debido a su estilo de vida más nómada y su dispersión.
Los Bastet consiguieron sobrevivir más tiempo en Argentina. En su momento, habían conseguido frenar la expansión de los incas, y cuando los españoles llegaron en el siglo XVI consiguieron frenarles, asesinando exploradores y colonos y enfrentando a los Garou, volviendo a los espíritus de la tierra contra ellos. Los hombres lobo sólo sobrevivieron permaneciendo en los escasos asentamientos humanos que los cambiaformas evitaban.
Por supuesto, hubo excepciones a este clima de enfrentamiento generalizado, y también hubo acuerdos puntuales entre algunos Garou y los Bastet. Los Hijos de Gaia consiguieron contactar con los Balam y Pumonca del norte de Argentina, y se ganaron su respeto derramando su sangre junto a ellos en defensa de los nativos y sus territorios. Los Uktena ya tenían cierto contacto con los cambiaformas, y llegaron para advertirles de la marea de corrupción que traían los europeos, y cuando llegó el momento también lucharon junto a las Fera.
Pero tras la independencia de Argentina, los habitantes del nuevo país dirigieron su mirada a los vastos territorios del sur, en gran parte todavía sin explorar ni colonizar, y los reclamaron como suyos. Un viajero Uktena llamado Diego “Lanza Lunar”, un Garou Uktena, recorrió el Chaco y la Patagonia, advirtiendo a los jaguares y pumas cambiantes, y a todos los cambiaformas que quisieron escucharle, que el ansia de los hombres blancos nunca se saciaría, siempre en busca de riquezas y tierras que ocupar. Los indígenas ni siquiera eran humanos para ellos, sino obstáculos en el camino de la “civilización” que debían ser eliminados. No todos los cambiaformas escucharon estas llamadas de advertencia, y algunos creyeron que podrían mantener a los europeos fuera de sus territorios como habían hecho en el pasado.
Cuando llegaron los conquistadores que pretendían anexionar los territorios del Chaco y la Patagonia a la nueva república de Argentina, los soldados y los colonos no eran el único ejército. El Rey de la Plata y varias manadas Garou les acompañaban, protegiéndolos con sus espíritus y dones, y algunos de ellos armados con plata. Los Bastet resistieron heroicamente en las selvas y montañas, pero los Garou los cazaron uno tras otro. Aunque los pumas y jaguares formaron manadas para hacerles frente, carecían de su coordinación y su capacidad para luchar unidos. Los Felinos de las tribus Bastet consiguieron sobrevivir mejor, ocultándose en las profundidades de la cordillera andina y de la selva amazónica, una barrera natural que frenaba el avance de la civilización, al menos por un tiempo.
A finales del siglo XIX en el territorio argentino sólo sobrevivía un puñado de Bastet. Varios hombres lobo Uktena e Hijos de Gaia habían caído con ellos, pero con su ayuda consiguieron salvar los fragmentos de su legado, y con el tiempo colaboraron con los Garou de estas tribus, o por lo menos toleraron su presencia. Los Uktena en especial crearon varios Túmulos en el sur de Argentina, y los compartieron con los hombres puma, y de hecho Puma terminó convirtiéndose en el Tótem principal de los Uktena argentinos. En el norte, los Balam se encontraban en una situación desesperada tratando de proteger a los pueblos nativos, y también a los jaguares, que habían sido exterminados de muchos lugares. La derrota frente a los Garou y los invasores europeos los habían empujado a ocultarse, vigilando en silencio y atacando con rapidez cuando la ocasión lo requería.
Durante el golpe militar y la Purga de los Perros de 1976, varios hombres lobo perseguidos por El Rey de La plata y sus aliados, especialmente los Hijos de Gaia, consiguieron salvarse gracias a la ayuda de los Bastet. Varios miembros de la tribu consiguieron huir del país o encontraron refugio entre los hombres felino, ocultándose en lugares inaccesibles para los Garou.
Con el regreso de la paz en la Nación Garou y el fin de la dictadura, la colaboración de Balam y Pumonca con Hijos de Gaia y Uktena se volvió más fluida, y los Bastet se convirtieron en invitados frecuentes en los Túmulos de estas tribus, por lo menos cuando los partidarios del Rey de La Plata no miraban. Con la reciente caída de los Colmillos Plateados, la situación está cambiando rápidamente, y la presencia de los Bastet es cada vez más abierta y aceptada.
Balam
La presencia de los Balam en Argentina es el testimonio de una larga resistencia que no ha concluido hasta el día de hoy. La devastación de las selvas en las que habitan, la reducción de su Parentela entre los nativos y los jaguares del norte de Argentina han llevado a la desesperación a muchos Balam. Los supervivientes, aunque llenos de furia, tratan de adaptarse a los tiempos, y buscan nuevas maneras de sobrevivir a las amenazas que se ciernen sobre ellos, observando y aprendiendo de los cambios de la modernidad.
Cinco jaguares cambiantes mantienen el legado de los Balam en Argentina, aunque hace siglos eran mucho más numerosos, pero el tiempo no ha sido amable con ellos.
Jaguares en Argentina
Históricamente el jaguar (Panthera onca), conocido en Argentina como yaguareté o tigre, tuvo una distribución amplia en el país, hasta el norte de la Patagonia, incluyendo provincias como Buenos Aires, La Pampa, San Luis, Córdoba y Entre Ríos. A principios del siglo XIX se exportaban pieles de jaguar desde el puerto de Buenos Aires, cuando era una especie relativamente abundante. Sin embargo, su distribución se redujo progresivamente debido a la caza intensiva, la pérdida de hábitat, y la persecución por su depredación del ganado doméstico. Hacia 1925 el jaguar se encontraba extinto en la pampa y el centro de Argentina, y en 1950 fue avistado el último ejemplar en Entre Ríos. Actualmente se estima que quedan entre 200 y 300 jaguares en el país, restringidos a las selvas de montaña del noroeste, en Salta y Jujy, donde vive más de la mitad de la población; el chaco seco (Chaco, Formosa, Santiago del Estero), un ecosistema semiárido con una población reducida y en situación crítica; y el bosque atlántico de Misiones, con una población estable en un territorio compartido con Brasil. Además ha sido reintroducido en los parques nacionales de Formosa y Corrientes.
Yvoty “Sombra-Afilada-del-Sol” Cereijo (Día): Yvoty nació en una pequeña aldea a las afueras de Puerto Iguazú, en la provincia de Misiones, cerca del Parque Nacional Iguazú. Creció en la comunidad guaraní, escuchando historias y cuentos sobre los espíritus y criaturas de la selva. Desde que era niña vivió en la selva misionera, explorando sus senderos, pero su vida cambió drásticamente en su adolescencia cuando sufrió su Primer Cambio, durante una cacería furtiva que amenazó a su familia y la selva que amaba. Los furtivos no tuvieron ninguna oportunidad ante su furia, pero ella se encontraba aterrorizada por la sangre que había derramado y huyó.
La familia de Yvoty estaba unida a los Balam desde hacía mucho tiempo, aunque hacía al menos tres generaciones que no nacía un Balam entre ellos. En forma de jaguar, vagó sola por la selva, y sus lamentos felinos fueron escuchados por otro jaguar cambiante, que se acercó a ella y la guió en su legado espiritual, enseñándole los ritos de los Balam y su deber como protectores de las selvas y lugares sagrados. También le presentó a otros hermanos suyos, y la situación amenazada en que se encontraban.
El adiestramiento de Yvoty terminó bruscamente cuando su mentor fue asesinado por cazadores al servicio de una empresa maderera vinculada con el Wyrm, dejándola sola. Sin embargo, ella consiguió sobrevivir y vengarlo, y varios años después se ha convertido en una guerrera y vigilante de la selva. Ha construido un Reino Cubil en el Corredor Verde de Misiones, un frágil bastión de selva que que conecta los territorios de los jaguares de Brasil y Argentina, defendiendo a las comunidades guaraníes y a las criaturas de Gaia de las incursiones del Wyrm y la Tejedora. Por suerte, con el tiempo ha conseguido aliados entre los Balam, y dos Garou Uktena, así como varios chamanes guaraníes.
Yvoty es una mujer guaraní mediada la veintena, con piel bronceada, ojos oscuros que brillan con un reflejo verdoso, y cabello negro, liso y largo que suele llevar trenzado. Sus movimientos son gráciles, casi felinos y siempre lleva un amuleto de piedra verde con la forma de un jaguar, regalo de su mentor. En su forma felina es una jaguar imponente, de pelaje castaño dorado y manchas en forma de roseta de un color negro profundo.
Pumonca
La situación de los Pumonca en Argentina es algo mejor que la de los Balam por varias razones: siempre han sido más numerosos, y la cordillera de los Andes, donde se encuentran la mayoría de sus Reinos Cubil, ha constituido un refugio formidable y una fortaleza que los ha protegido de las amenazas durante milenios. Los pumas han pasado de un lado a otro de las montañas sin preocuparse por fronteras ni límites, y en períodos de peligro, la hospitalidad y la solidaridad se han impuesto al egoísmo territorial. Los pumas argentinos y chilenos a menudo han colaborado entre sí, y su actual líder, la anciana Raíz de la Montaña, se ha esforzado por asegurar la unidad de la tribu, y ha dirigido a otros Pumonca en ayuda de otras Razas Cambiantes.
Los Pumonca argentinos también cuentan con la alianza de los Uktena. El pacto con esta tribu les ha permitido construir y acceder a varios Túmulos, disponiendo de ayuda espiritual adicional.
Actualmente dieciocho Pumonca consideran Argentina su hogar habitual. Sin embargo, salvo algunos de los más ancianos, no suelen permanecer mucho tiempo en un mismo sitio, y recorren el país, observando, vigilando e interviniendo si consideran que la ocasión lo requiere.
Pumas en Argentina
El puma (Puma concolor) es conocido en Argentina como león de montaña, león, o pantera. Siendo una especie muy extendida, históricamente ha ocupado prácticamente todo el territorio argentino, desde las selvas subtropicales del norte hasta las estepas patagónicas del sur, adaptándose a una amplia variedad de ecosistemas, incluyendo selvas, bosques, praderas, montañas, y desiertos. Durante la colonización europea y hasta el siglo XX, los pumas eran una especie abundante, pero sufrieron una intensa persecución debido a sus ataques al ganado doméstico y la expansión de la industria ganadera. Miles de pumas fueron cazados por su piel o para controlar su población, lo que redujo su número progresivamente. A pesar de eso, en el día de hoy los pumas argentinos han conseguido resistir y mantener poblaciones viables en muchas regiones.
Actualmente, los pumas se encuentran presentes en casi todas las provincias argentinas, aunque son especialmente numerosos en los territorios montañosos de los Andes y en la Patagonia. Se estima que la población total de pumas en Argentina oscila entre 4.000 y 7.000 ejemplares, aunque el número exacto resulta difícil de precisar, debido a su naturaleza esquiva y la escasez de censos exhaustivos. Las reservas protegidas y los parques nacionales son fundamentales para su conservación. Los pumas del norte del país son más pequeños y oscuros, y en el sur su pelaje es más claro y los ejemplares de mayor tamaño.
Viento-Errante-de-las-Montañas (Crepúsculo): Viento Errante nació como un puma en las alturas áridas de los Andes, en la provincia de San Juan, cerca del Parque Nacional El Leoncito. Desde su nacimiento, sintió una conexión con las montañas, escuchaba voces y susurros que lo confundían y se mostraba más distraído que sus hermanos, más preocupados por encontrar presas. Su Primer Cambio se produjo a los tres años, cuando una inesperada detonación produjo un deslizamiento de tierra que estuvo a punto de enterrar a su madre, cuya compañía todavía frecuentaba.
La explosión había sido producida por unos mineros que estaban excavando una mina ilegal, y Viento Errante asumió su forma Crinos y destruyó sus máquinas, mató a varios mineros, y puso a otros en fuga.
El suceso no pasó desapercibido y otra Pumonca, Raíz de la Montaña, apareció poco tiempo después, introduciéndolo en el legado de su tribu, y su misión como guardián de Gaia y los lugares naturales. Tras completar su adiestramiento, Viento Errante decidió viajar y aprender por su cuenta. En secreto, había desarrollado curiosidad por los humanos, y quería saber más de ellos, principalmente cómo destruir sus máquinas. Su camino le llevó por muchos lugares distintos del país.
Cinco años después se encontraba huyendo de Buenos Aires, en compañía de una amiga Uktena y un amigo Roehuesos. Juntos habían robado un Fetiche que los Colmillos Plateados habían saqueado durante la conquista de la Patagonia como trofeo. En su huida se cruzaron con una mujer loba a punto de dar a luz, que también huía de quienes querían matarla. Los tres amigos la ayudaron, pero la mujer murió en el parto, dando a luz a una niña, y los tres amigos tuvieron que poner pies en polvorosa cuando sus perseguidores llegaron hasta ellos.
El Roehuesos murió luchando para darles tiempo y la Uktena se sacrificó, llevándose al último de sus perseguidores consigo. Sólo quedó Viento Errante, que se llevó a la niña lo más lejos que pudo, moviéndose entre cuevas y lugares sagrados. Finalmente buscó ayuda entre los Pumonca y los Uktena, que le ayudaron.
Años después, Estrella se convirtió en una mujer loba Uktena y comenzó su propio camino en el mundo. La separación fue triste para Viento Errante, que había llegado a quererla como una hija, y también había aprendido mucho de ella, pero aceptó que tenía que ser así. Ahora no viaja tan a menudo, y pasa más tiempo en su forma felina, pero todavía se mueve de vez en cuando entre los humanos, ya que considera que son criaturas que no deben perderse de vista.
Viento-Errante-de-las-Montañas se muestra en su forma humana como un hombre de unos cuarenta años de ascendencia indígena, con piel bronceada por el sol y arrugada por los elementos. Tiene cabello corto y oscuro, y grandes ojos oscuros e intensos con una mirada salvaje. Viste como un vagabundo errante, con lo que buenamente puede encontrar, y a menudo se recoge el cabello con un trozo de tela. Siempre lleva un colgante de piedra oscura con glifos, un regalo de su mentora. Con el paso del tiempo se ha vuelto más reservado y dedica más tiempo al mundo espiritual, conversando con los espíritus de la montaña y el viento. En su forma felina es un puma majestuoso de pelaje dorado, con ojos ámbar que brillan con inteligencia.