"Countdown" 5

Montecristo (Jebediah_Gogorah)
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Re: "Countdown" 5

#41

Mensaje por Jebediah_Gogorah » 26 Ene 2025, 15:12

{ https://www.youtube.com/watch?v=0nyMrjGX2vk - It Seemed the Better Way by Leonard Cohen }

- ¿Qué no hay condiciones? ¿Quieres que selle un pacto de sangre eterno por posiblemente uno de tus putos faroles?... - dijo amargamente - ¡Joder Hex!... estás mucho peor que antes de irte.

Una vez más, su sire le decepcionaba. Con su boquilla de medias tintas y mitades de verdades. Las peores de las mentiras. No se podría decir que la visión de Efraim en su casi lecho de muerte, con todos los consejos paternales que siempre le dio, no influyera en su decisión final. Su sacrificio estaba siendo emponzoñado, casi ridiculizado, y aquello era algo que Montecristo no quería permitir.

- Si no te lo tomas en serio, no hay pacto que valga - dijo cogiendo el pomo de la puerta - Si no me aseguro de que Melinda esta a salvo, fuera de las garras de ese cabronazo de Virgil, no hay trato. Volveré a las calles, y seguiré luchando como anarquista, fuera de las estúpidas reglas de la torre. Pero repito, cuando yo me asegure de ello, no quiero nada de trucos mentales.

"Trucos mentales" se le quedó revoloteando por la mente, como una mariposa oscura agitando su avispero de ansiedades. Entonces pensó en que tal vez todo fuera eso, una farsa. Que los propios hermanos de clan, lo trajeran allí, que tal vez todo era una argucia de Virgil, y realmente Hex no estaba allí, y él contemplaba jocoso aquel impostado vodevil desde algún lugar donde su endemoniada risa no se oyera.

Sólo entonces, repitió sus condiciones en voz alta, aún sabiendo que tal vez no existiera una lealtad a la camarilla, sino algo peor, mucho peor. Un pacto de sangre vinculante con su hermano...
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Re: "Countdown" 5

#42

Mensaje por Voivoda » 31 Ene 2025, 21:09

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El frío de la madrugada golpeó el rostro de Nyx después de abandonar la reunión con Isaac Solomon y mientras caminaba por las calles casi desiertas de Nueva York. Manhattan era un territorio inhóspito de noche. A pesar de ser la gran capital financiera del mundo, no estaba realmente muy bien iluminada, había pocos transeúntes, muchas sombras moviéndose, las eternas columnas de humo saliendo de algunas alcantarillas. Todo ello acompañado de las patrullas policiales y el zumbido alejado de los drones hizo que el Brujah se protegiera más en su ropa en un deseo de pasar desapercibido.

Tuvo que dar algún rodeo para evitar algunos puntos de control aleatorio que la policía neoyorquina había dispuesto en algunas calles. Los anuncios digitales de algunos edificios recordaban la cercanía de la cumbre de la OTAN y animaban a dar "una cálida bienvenida" a los visitantes. Todo cuanto inspiraba Nueva York por la noche era de todo menos una bienvenida que pudiera calificarse de "cálida".

Y aún así, era un buen lugar para sobrevivir. Nyx admiraba la arquitectura que iba del neogótico al art-decó, del racionalismo a los grandes rascacielos futuristas. Había millones de posibilidades para alimentarse y vivir una no-vida con las menores interferencias posibles. Y la amenaza constante que se cernía sobre los Vástagos había creado no obstante un clima de poder menos opresivo. Nyx sentía que prefería ese escenario a cualquier ciudad de provincias donde la no-vida fuera una rutina sin ningún tipo de reto intelectual.

Nyx llegó finalmente al punto que indicaba el papel y pudo leer las letras del edificio situado en pleno corazón de Manhattan, pero ahora mismo insertado en una calle vacía. "Museo Doctor Bernard Heller". Una menorah de piedra, el tradicional candelabro judío, decoraba la fachada de un edificio que parecía desierto. Había una especie de recepción en la planta baja, cerrada a cal y canto, y un telefonillo para llamar. Parecía el único acceso posible junto a un estrecho callejón donde se agrupaban en un lateral los cubos de basura y que corría paralelo a uno de los lados del edificio.


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Pagliacci notó en el mismo momento en que abría las puertas traseras de aquella furgoneta blanca que el sabor metálico de la sangre alejaba por un momento el mordisco interminable del hambre. Llegó incluso a encogerse un poco sobre sí misma, como si acabara de pasar una terrible contracción o un salvaje dolor de estómago, notando cómo poco a poco ese latigazo furioso se quedaba dormido en algún lugar de sus entrañas. Corría por sus venas muertas una cantidad no pequeña de la sangre de otros desgraciados reconvertidos en Vampiro en algún momento de su existencia. El efecto inmediato nublaba su mente, despistaba sus sensaciones generando una especie de embriaguez onírica.

La Caitiff trató de controlar sus pensamientos mientras se apoyaba en aquellas puertas. Había estado al borde del abismo. No dejaba de preocuparse por la posibilidad de haber sido detectada, localizada o grabada de alguna manera. Pero incluso ese escenario no era peor que el de haberse dejado llevar por el pozo de la degeneración. Incluso después de muerta podía aferrarse a la vida.

Al abrir las puertas, un ligero gemido llega a los oídos de Pagliacci. Delante de ella hay una chica joven muy debilitada y delgada. Está atada y mira con ojos de horror lo que tiene delante. Pagliacci entiende que su imagen debe ser la viva imagen del infierno, totalmente embadurnada por la sangre, el barro y la humedad. La chica debe pensar que definitivamente ha llegado su hora.

No era Melinda. Sus rasgos asiáticos enfatizaban aún más su juventud.
Pero al menos estaba viva.



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Montecristo ansió durante apenas unos segundos que la mano de Hex se posaba en su hombro. Que lo detuviera. Que negara que estuviera ofreciéndole una esclavitud eterna como única solución.

Pero no sucedió.

El Tremere salió dolido, enfurecido y solo de aquellos baños, cruzó el pasillo donde aún una pareja remolona de estudiantes daba rienda suelta a la libertad del viernes por la noche. Sintió incluso cierta envidia, no tanto de la vitalidad de aquellos chicos como de la ignorancia en la que vivían realmente. Alejados de la permanente amargura que se escondía en la noche.

Aún así, la amargura era un sentimiento real. En aquel teatro en el que sentía que estaba inmerso, Montecristo había optado por sentir dolor para seguir... sintiéndose vivo. Su libertad personal era quizá lo último que le quedaba. Su amor de juventud se moría, su antiguo jefe tampoco iba a sobrevivir demasiado tiempo. No tenía dónde asentarse, y la Camarilla parecía una infranqueable torre de marfil como indicaba su sobrenombre. Pero al menos sólo se servía a sí mismo. Y a sus fantasmas.

Llegó incluso a sentir cierto arrepentimiento por haber ofrecido sus muñecas. La idea de reconciliarse con Hex aunque fuera a costa de tener que volver a tener cara a cara a Virgil había sido tentadora durante un instante. Que Melinda disfrutara de esa misma sensación de libertad había hecho que mereciera la pena. Pero rara vez se conseguían así las cosas.

Montecristo salió al exterior del edificio y la noche heladora le saludó en forma de viento gélido. Los edificios de la Universidad de Columbia parecían fantasmagóricos barracones. El Tremere detectó la esencia del lugar, donde muchos veían un templo del saber que seguramente brillaba orgulloso bajo la luz del sol, él percibía un laberinto de trampas que su propio Clan había dispuesto para extender sus garras por el centro de Manhattan. Sabía que estaba cerca de Melinda. Pero no era tan ingenuo como para no intuir también que estaba en pleno centro del huracán, que seguramente estaría siendo vigilado.

Adentrarse en aquel juego de escondites dispuesto por los Tremere le atraía como un reto personal. Hacerlo en solitario sin saber exactamente a qué atenerse y con el pleno conocimiento de que la joven Sangre Débil estaba en manos de su hermano era probablemente suicida.




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Pagliacci (Pagliacci)
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Re: "Countdown" 5

#43

Mensaje por Pagliacci » 31 Ene 2025, 23:01

https://www.youtube.com/watch?v=8BRPWwGbElI


Otra vida segada, otra vida robada, vida que recorría su sistema circulatorio, que bombeaba un corazón silencioso, que impulsaba la carne fría de la pariah. Los ecos emocionales que arrastraba la vitae de las dos víctimas que había vaciado se entremezclaban, generando una sensación embriagadora que potenciaba la confusión y el miedo que ya sentía.

A ojos de la joven asiática, una aparición escupida del infierno abrió la puerta de la furgoneta, envuelta en carne descuajeringada todavía, el demonio apretó los dientes, mostrando decepción e ira tras una mirada atávica, brillante y bermeja de amenaza desvelada, de violencia despiadada.

La huérfana apenas era capaz de contener su rabia y su tristeza, no era Melinda. Sus falanges y nudillos crujieron antinaturalmente, con un chasquido húmedo, recolocándose todavía tras la transformación. Aquella mujer estaba aterrorizada, era una niña. No era su hija, no era ella. Pero era una víctima de los tipos con los que había acabado, una inocente atrapada en la trata de personas tras la que se encontraría el Sistema circulatorio, el Sabbat u otra banda de criminales del mismo calado moral.

Había destruido dos vástagos por ella. ¿Lo hubiera hecho si hubiera sabido que no era Melinda? La pregunta se mantuvo en su mente durante unos segundos, sin respuesta. No obstante, sabía que no habría actuado de forma tan violenta e impulsiva por otra persona. Se había jugado el cuello, había enviado dos almas a la tumba, aún era capaz de saborear los recuerdos de la Nosferatu, las caricias de su madre, los abrazos de su padre, antes de convertirse en lo que ambas eran, en bestias.

¿Y qué iba a hacer con la joven, interrogarla, entrevistarla? Un rápido vistazo a su rostro de pánico hizo evidente que no le sacaría nada, no confiaría en una bestia, estaba aterrorizada. Llevarla a un hospital o a un refugio era otra posibilidad, pero tampoco exenta de riesgos. En aquel momento, no se sentía preparada para responder muchas preguntas. Al mismo tiempo, tampoco podía permitir que se corriera la voz de lo ocurrido.

Temblando descontroladamente, la joven sintió cómo la criatura se le acercaba y le tocaba con una piel fría como el hielo. Con horror, paralizada, dejó que la bestia le liberara, rompiendo y desatando las mordazas que la retenían. Y, entonces, con una voz engañosamente humana, pero rota por el dolor, escuchó:

-Largo, vete de Nueva York y no vuelvas.

Sintiendo la mirada vigilante del cielo nocturno y la presión por desvanecerse del escenario de aquella masacre cuanto antes, Pagliacci le arrojó las llaves de la furgoneta a la chica, tiró las correas desechas al barro, recogió la escopeta y echó a correr en la dirección en la que, ya hacía bastante tiempo, había huido malherida la única persona que podía ofrecerle alguna respuesta.

Nyx (DarkOsca)
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Re: "Countdown" 5

#44

Mensaje por DarkOsca » 01 Feb 2025, 11:31

Nyx dejó escapar un suspiro silencioso mientras escudriñaba la fachada del museo. El neón distante de la ciudad apenas le daba algo de brillo a las letras del cartel, y la menorah de piedra parecía proyectar una sombra más grande de lo que le correspondía. Un refugio en el corazón de Manhattan, pero en una de sus arterias más apagadas. Había algo simbólico en ello, y eso no le pasó desapercibido.

El Brujah miró el telefonillo, luego el callejón. No le gustaba la idea de llamar sin más, apareciendo como un desconocido en un lugar que no tenía por qué recibirle con los brazos abiertos. Pero tampoco estaba en condiciones de ser quisquilloso. Miró por encima del hombro, asegurándose de que nadie estuviera demasiado atento a sus movimientos. La paranoia era una costumbre saludable en tiempos como estos.

Apretó el botón del intercomunicador y esperó, manteniéndose alerta. No se le escapó que el callejón podía ser una alternativa, pero no estaba seguro de cuán hospitalario sería entrar por la puerta trasera en un lugar como ese. Mejor intentar la vía formal antes de jugarse el pellejo.

Montecristo (Jebediah_Gogorah)
Investigador ocultista

Re: "Countdown" 5

#45

Mensaje por Jebediah_Gogorah » 01 Feb 2025, 13:12

{ https://www.youtube.com/watch?v=kLBaNDQ6Ng8 - People Ain't No Good by Nick Cave & The Bad Seeds }

En el corazón no latente de Montecristo se posó el mismo sentimiento de abandono que 50 años atrás. Todo había cambiado, y a la vez, todo era lo mismo. La presencia tibia de Hex llegaba otra vez como un tsunami, para intentar desbaratar sus pilares morales. Estuvo a punto de hacer una locura, entregarse para la eternidad a aquello contra lo que tanto había luchado... pero - ¿quién no haría lo mismo por un hijo?.

Entonces le vino el recuerdo de su propio hijo carnal, e inconscientemente miró al skyline pensando en ver alguna onda expansiva llameante que le confirmara su sacrificio. Mientras salía del campus de Columbia, no podía evitar golpearse las sienes por ser incapaz de salvar a ninguno de sus hijos. Él que había elegido su propio camino y la que no. Incluso estuvo a punto de abandonase a la fe mientras pasaba frente a la imponente catedral de San Juan, donde un camino de cirios blancos parecía indicarle el camino de la esperanza. En confiar en que una fuerza divina, no maniatada por cainitas inventores de estrictas reglas, pusiera las cosas en su sitio. Castigara a los malos y premiara a los buenos. Él había estudiado oraciones chamánicas de los kwakiutl, realizado plegarias a los loas del vudú, desmenuzado concienzudamente cada una de las deidades sumerias... pero nunca había sentido aquella necesidad de refugiarse en el cálido abrazo de la fe. Como si de alguna manera... - hasta aquí llegué... no queda más que pueda hacer de mi mano... resuélvelo tú...

Con aquel sentido de injusticia divina dobló la esquina de la 1035 de la Amsterdam Avenue y se direccionó hacía la entrada noroeste de Central Park, lejos de Hex, lejos de Virgil, lejos de Columbia y lejos de la pirámide, aquella a la que hacía apenas tres cuartos de hora, estaba a punto de jurar perenne lealtad.

Sacó el móvil... por un momento, estuvo a punto de llamar a Virgil e invitarle a resolver las cosas como dos hermanos que peleaban por la misma chica. A la vieja usanza de puños, lágrimas y vergüenzas podridas. Pero, sabía que era algo que no podía hacer sólo. El tiempo se echaba encima, y seguían en la misma situación.

Abrío la aplicación de mensajería y escribió en el grupo de la coterie: <<Siento mi ausencia... estoy en la entrada noroeste de Central Park. Melinda está en Columbia, así lo siento. La mantiene cautiva Virgil, mi hermano.>>

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Re: "Countdown" 5

#46

Mensaje por Voivoda » 15 Feb 2025, 20:17

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Los faros de la furgoneta a cuyo volante se había puesto aquella joven de origen asiático con manos temblorosas sirvieron de guía en medio de la noche a Pagliacci mientras avanzaba por aquella enorme zona pantanosa. A lo lejos, un avión de American Airlines alzaba el vuelo desde alguna de las pistas del aeropuerto JFK. Por un momento la Caitiff sintió cierta envidia de aquellos que estuvieran sentados en aquel avión. Escapaban de aquella ciudad prometida para muchos, pero que en la realidad se asemejaba mucho más a aquella enorme piscina de barro en la que ella hundía los pies.

En ese momento vibró su teléfono. Pagliacci sonrió por la ironía del instante. Era literamente un muerto viviente caminando con una escopeta hacia un ser humano herido en una zona pantanosa en medio de ninguna parte, una imagen propia de una película slasher, y de repente le vibraba el teléfono. Aquel desgraciado no iba a ir muy lejos, así que se limpió las manos como pudo en su ropa y vio el mensaje de Montecristo: <<Siento mi ausencia... estoy en la entrada noroeste de Central Park. Melinda está en Columbia, así lo siento. La mantiene cautiva Virgil, mi hermano.>>

Desde la distancia podía ver la silueta del hombre al que había disparado antes, apenas reptando por el barro. Según se acercaba pudo escuchar también sus quejas y comprobar el olor de su pierna ensangrentada que la brisa traía hacia su nariz. Su aspecto no era desde luego mucho mejor que el de ella, tirado en el barro y cubierto de su propia sangre. Pero a él no le quedaba el consuelo de la eternidad.

El hombre estiró uno de sus brazos como pidiendo ayuda cuando vio acercarse a la Caitiff. Su respiración entrecortada cada vez estaba más acelerada. Al fijarse en la chaqueta llena de barro que lleva, y en las letras que lleva inscritas, Pagliacci hace un ligero chasquido con la boca.

"Rand Real Estate"


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Nyx espera un par de minutos después de que una voz femenina contestara a su llamada el interfono con un lacónico "ya voy". En ese momento, vibra su teléfono. El Brujah lee el mensaje de Montecristo: <<Siento mi ausencia... estoy en la entrada noroeste de Central Park. Melinda está en Columbia, así lo siento. La mantiene cautiva Virgil, mi hermano.>>

Finalmente ve aparecer a una mujer menuda, de pelo moreno y más cerca de los cincuenta que de los cuarenta años. Con un gesto amable que no es especialmente expresivo invita a pasar al Brujah.

- Le estaba esperando, me ha llamado el señor Solomon. Pero pensaba que vendría acompañado.

El Brujah esboza una excusa sin dar demasiados detalles, aunque para cuando termina de hablar la mujer ya se ha puesto a caminar por el interior del edificio, cuyo aspecto prácticamente a oscuras y repleto de distintos símbolos judíos es un tanto fantasmagórico. Nyx sigue a la mujer por un par de pasillos y unas escaleras que bajan hasta un piso inferior. El ambiente en esta planta es más húmedo. Sigue caminando hasta que se detiene delante de una puerta que abre con una llave. Del interior llega un olor a metales, papel viejo y cartón.

La mujer se da la vuelta y tiende la llave a Nyx. El Brujah ve por el hueco abierto por la puerta que se trata de un almacén de objetos.

- Nadie le molestará aquí. Mañana a esta misma hora vendré a recoger la llave.

La mujer se queda esperando por si el Brujah tiene alguna pregunta más.


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Montecristo se sentó en uno de los bancos de Central Park que tienen una pequeña placa atornillada con una frase que recuerda a alguien ya muerto. Siempre le ha parecido una costumbre que en cierto modo otorga vida a los propios objetos del parque. En mitad de una gélida madrugada como aquella le pareció un tanto fantasmal. La brisa hacía moverse las ramas de los árboles en vaivenes rítmicos que calmaban la mente del Tremere, que poco a poco sentía de nuevo el aguijón del hambre en sus entrañas. No era insoportable, pero era una especie de desagradable ruido blanco permanente en su interior.

A pesar de la gran cantidad de rascacielos y edificios de gran altura que rodeaban el parque, la enorme extensión verde del centro de Nueva York parecía un mundo aparte. Más silencioso, más primario. No era el hábitat favorito de Montecristo, pero le ayudaba a relajar sus propios bucles mentales.

Al cabo de un rato, mientras espera aún alguna contestación por parte de sus hermanos de Coterie, unos pasos le sacan de su trance momentáneo. Montecristo deja de disfrutar de la visión de las escasas estrellas que la luz de Nueva York deja contemplar para bajar la cabeza y observar cómo se acerca hacia él un tipo de casi metro noventa, afroamericano, y, lo que es más llamativo, en manga corta. Nada natural para el frío que hace.

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El tipo mantiene la mirada y se queda algo alejado de las escasas farolas que hay en esta zona del parque. Su voz suena como la de un barítono, muy grave.

- Ya te puedes ir cagando leches de mi territorio.




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Re: "Countdown" 5

#47

Mensaje por Pagliacci » 16 Feb 2025, 19:18

https://www.youtube.com/watch?v=8pqX8kAbZZ4

Las luces del avión en lo alto mostraban cuán insignificante era ella en el mundo, apenas un puñado de tierra reanimado en el barro de una ciudad que se hundía lentamente. Sentía un cúmulo de emociones entremezcladas, potenciadas por la vida robada y los recuerdos devorados de otros dos vástagos. Sentía un miedo atroz, terror ante lo que acababa de ocurrir, lo que acababa de hacer, pero también un atisbo de orgullo, al haber salvado a aquella joven, que ahora tenía una segunda oportunidad.

Mientras la furgoneta se ponía en marcha y las luces bañaban su ensangrentada figura, la Caitiff sintió el poder de haber hecho algo importante, de haber acabado con dos criaturas, de haber protegido una vida. Los recuerdos de los chupones desgarrados cruzaban su mente como fogonazos mientras caminaba entre los árboles que separaban aquel pantano de la selva de metal, volvió a verse caminando bajo la luz de una mañana de invierno con un vestido de flores, sintió el olor de la leña quemada, el olor de la arena.

Caminó a buen ritmo, empuñando el rifle con las dos manos, determinada a obtener respuestas. Sentía que estaba cada vez más cerca de Melinda, pese al jarro de agua fría que había supuesto no encontrarla en la furgoneta. Entonces, cuando sus pensamientos se detuvieron en ella, notó el teléfono vibrar. Vio el mensaje y no pudo evitar soltar un gruñido de desaprobación. No tenía tiempo para contestar, así que, únicamente se limitó a enviar su ubicación actual, una baliza que podía llevar a sus camaradas hasta ella.

No obstante, había llegado hasta allí sola. El corazón frío de la no-muerta bombeaba resentimiento. Ella había conseguido refugio para las últimas noches. Ella era la que había provocado los ataques de represalia contra la capilla Tremere. Ella le había solucionado la papeleta al chaval de Montecristo. Ella era la que había tirado de los hilos necesarios para saber dónde se deshacía la pirámide de sus cadáveres en el armario. Y ella, sin ayuda de nadie, había ido hasta el fango y se había abierto paso a sangre y fuego entre las redes de criminales.

Un único pensamiento le mantenía atada a ellos, Melinda. Además, si quería salir de allí, no podría merodear con ese aspecto, necesitaba que alguien le echara una mano. No podía hacerlo todo sola. Todavía no sabía si era capaz de contarles a ellos dos qué había pasado realmente esa noche.

Se movió entre unos pinos retorcidos cuyas raíces se hundían en la tierra húmeda, desesperados por encontrar un anclaje ante la devoradora bahía. Aves nocturnas alzaron el vuelo mientras la no muerta de ojos abrasadores seguía fácilmente el rastro de sangre que había dejado su presa, su víctima. Un ser humano, se tuvo que recordar a sí misma.

Cuando lo encontró y leyó la inscripción de su uniforme, una mueca torció su rostro, confirmadas sus sospechas. Rant estaba implicado, de alguna forma, en todo aquello. La posibilidad de que aquel bastardo con poder político real y músculo financiero suficiente como para comprar numerosas voluntades se encontrara relacionado con Melinda le aterrorizó. Peor aún, había conseguido establecer contacto con no-muertos como los que había liquidado, salvajes dedicados a la trata. Si Rant había conseguido aliarse con el Sistema Circulatorio o con vástagos del Sabbat, estaban jodidos.

Peor aún, la periodista sabía que habían sido sus constantes torturas y extorsiones las que había acabado por despertar a aquel psicópata a la existencia de la estirpe. Lamentablemente, había jugado con su mente demasiado tiempo y Rant no era estúpido, había acabado descubriendo que ella solo era uno de los muchos monstruos que habitaban en la oscuridad.

La huérfana se acercó despacio al malherido secuaz del criminal, se movió entre los árboles con cuidado, no tanto por miedo a recibir un disparo o que la oyera, sino por temor a que la estuvieran grabando. Desde las sombras, miró detenidamente al lacayo de Rant antes de hablar, dejando que sus ojos rojos hablaran por sí solos. No necesitaba intimidarlo, ya le había disparado, había presenciado cómo había abierto en canal a otros dos monstruos. No era necesario.

-Si me ayudas, yo te ayudaré- Dijo desde la oscuridad- Prometo dejarte en la puerta del hospital, si respondes a unas preguntas, si me lo cuentas todo. No quiero hacerte daño, ya se ha derramado suficiente sangre por hoy.

La vampira vió la sangre brotar de una herida que, probablemente, se estuviera infectando, hizo un esfuerzo por mantener a su sed a raya, no podía perder el control.

Montecristo (Jebediah_Gogorah)
Investigador ocultista

Re: "Countdown" 5

#48

Mensaje por Jebediah_Gogorah » 17 Feb 2025, 17:03

Entre pensamientos sobre la eternidad le llegó una voz desconocida. Ni siquiera tuvo que escuchar el final de su frase para saber que era algún otro vástago reclamando su lugar. Por un segundo pensó si darle la charleta sobre lo poco que le quedaba a su territorio, pero no tenía ni ánimos para eso. Estaban siendo noches muy largas y no tenía tiempo para abrir nuevos frentes. Al fin y al cabo también entendía la actitud protectora del fulano con su propiedad. Él también la hubiera tenido si hubiese podido.

Simplemente se limitó a levantar los frases en señal de rendición y encaminar sus pasos para la salida del parque que había usado como entrada.

Entonces mira el móvil y ve el mensaje con la ubicación de Pagliacci. No lo acompaña con nada más, asi que no le queda claro que pasos seguir.

- << ¿Dónde quedamos? ¿Vamos hasta tí? >>

Nyx (DarkOsca)
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Re: "Countdown" 5

#49

Mensaje por DarkOsca » 18 Feb 2025, 18:07

Nyx asintió, tomando la llave con un gesto medido.

—Lo agradezco. No sé cuánto tiempo podré quedarme, pero si necesito de su ayuda en otro momento, ¿puedo contactarla de alguna forma?

Preguntó, sin perder de vista la expresión de la mujer.

No esperaba hospitalidad, pero sí cierta cortesía. No quería cerrar esta puerta sin al menos tener un asidero en caso de emergencia.

Mientras tanto, su mente ya estaba en movimiento. Montecristo esperaba en Central Park, Melinda estaba en Columbia, y el asunto se volvía cada vez más enrevesado. Si Virgil la tenía, aquello no iba a ser un simple "sacarla y salir".

En cuanto resolviera la conversación con la mujer, no perdería más tiempo: le escribiría a Montecristo confirmando que iba a su encuentro para dirigirse hacia donde estuviera Melinda.

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Re: "Countdown" 5

#50

Mensaje por Voivoda » 02 Mar 2025, 17:24

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Pagliacci podía percibir, oler, casi saborear el miedo de aquel hombre. No obstante, estaba gravemente herido, y la Caitiff temía que fueran más las sombras que las luces que asomaran en la mente de aquel hombre. Probablemente había sido el simple ejecutor de un encargo bien pagado. Había cogido su coche, se había puesto un traje para disimular que estaba metido en negocios cuando menos turbios, no había hecho preguntas y esperaba poder celebrarlo con un buen desayuno antes de dormir por la mañana.

Todo cuanto había visto a partir de esta madrugada le marcaría probablemente de por vida, suponiendo que aún le quedara vida de la que poder dar cuenta después de esta noche. El aroma de la sangre era aún tentador para Pagliacci, que hizo un cierto esfuerzo para evitar terminar la tarea. Era una presa fácil, y aquella sangre iba a saber a su propio triunfo.

El intento de hablar del hombre deriva en poco más que un susurro ensangrentado con una voz ronca. Francamente está en muy mal estado.

- Qué... qué quieres... saber

Una tos en la que casi se ahoga sigue a esas palabras. La Caitiff evalúa la situación cuando su móvil vuelve a vibrar de nuevo. Maldice en voz baja.


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Montecristo sintió alivio al ver aparecer la figura de Nyx a lo lejos. La Coterie no era realmente una familia, el Tremere era consciente de que cada uno tenía sus propias tormentas interiores. Pero al menos era algo a lo que agarrarse. Montecristo tenía una especial sensibilidad para percibir la opresión que se iba cerniendo sobre el grupo. Cualquier paso en falso terminaría con los tres en la carretera. Y no le seducía en absoluto la idea de abandonar aquella ciudad, a su Clan, a Melinda. Por traicioneros que pudieran ser todos esos elementos.

Por eso le preocupaba que Pagliacci no contestara, pero le había dado una sensación de calidez, la primera en toda la noche, que Nyx sí estuviera disponible. El Brujah era un buen tipo. El Tremere pensaba en cómo explicarle el juego de poderes en el que estaba metido su Clan y su joven protegida común sin venirse abajo por la rabia y un dolor demasiado personal para exponerlo públicamente.

Nyx vio a lo lejos al Tremere en una pequeña plaza situada no muy lejos de Central Park y de la universidad. El Brujah respetaba a su compañero de Coterie por su lealtad y su determinación, si bien a veces le daba la sensación, acrecentada al observar su triste figura en mitad de la madrugada, de que se había quedado congelado en el tiempo, perdido en sus propias angustias del pasado. No podía culparle, al final los vampiros caminaban hacia un futuro interminable arrastrando la carga de un largo pasado.

La mujer del centro judío había sido parca en palabras. Si se quedaban allí era porque el señor Solomon así se lo había indicado. Y el señor Solomon es quien determinaría cuanto tuviera que ver con ellos. Por lo que a la mujer respectaba, su labor era abrir aquel almacén y no hacer preguntas. Era un espacio seguro, pero ni tanto ni durante el tiempo suficiente como para que permitiera al grupo quedarse inmóvil.

Nyx saludó a Montecristo con un gesto con la mano. Había cosas que no cambiaban por mucho que uno hubiera atravesado el velo de la muerte. Montecristo le respondió.

OFF: Podéis jugar la conversación aquí, en el off, en Discord, en un grupo de WhatsApp o como queráis ^^
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