Mientras el buen pero malherido doctor empieza a descender, se escuchan disparos al otro lado de la puerta, por el pasillo. La caída de un cuerpo, unas súplicas, un grito de dolor. Está claro que la acción se está moviendo...y acercando a donde están ellos.
Blanca no necesita pegar mucho el oído a la puerta para saber que salir ahora puede no ser la mejor de las opciones. Puede arriesgar y correr, volver al pasillo en el que estaba Marga y Julian, ir con ellos...pero es una apuesta muy alta. Sin embargo, siempre puede ser mejor que acabar como una tortilla espachurrada en un coche en agosto.
Luis desciende notando como todo su cuerpo se queja de dolor. Sus músculos desean tumbarse en una camilla y que le den el mejor calmante, la morfina más selecta para pasar el resto de la jornada en una nube de insensibilidad placentera. Pero su cerebro se aferra a la vida como nunca hubiese creído, recurriendo a instintos de supervivencia que sólo quedan reservados para momentos desesperados.
Y este lo es.
Sus pies quedan colgando medio metro sobre el suelo, pero termina de deslizarse y cae al asfalto. El aire de la calle se le antoja como una brisa deliciosa, la libertad, la posibilidad de huida...
Pero cuando gira la cabeza, ve una horrible escena. Observa como una de las mujeres de la fiesta, Rebecca, muere a manos de una criatura dentuda y de cuerpo femenino...pero que no puede ser humana (
Link a la escena)
Por ahora, no les ha visto. Pero...es sólo cuestión de tiempo, que no les sobra.